HISTORIA | BRASIL, Siglo XX (I)Del tenientismo a la dictadura pasando por Vargas y Goulart.

Por Daniel do Campo Spada

En sucesivas entregas vamos a recorrer el siglo XX en el mayor país de América Latina. Brasil tiene sus propias particularidades que parten de un origen distinto al del resto de nuestro continente Abya Yala.

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1.- Introducción

Brasil es un territorio no solamente inmenso sino hartamente (si es que existe el término) complejo. La dimensión geográfica que lo convierte en el país más grande de América le da la jerarquía casi de un subcontinente. Incluso, a pesar de ser latinoamericano reporta en una categoría distinta a la de las naciones que van desde México hasta Argentina pasando por el Caribe y Centroamérica. Hablan otro idioma oficial y hasta fueron la sede de un Imperio europeo refugiado en Sudamérica. Su cultura tiene razgos propios que por momentos la emparentan más a África que a sus vecinos como consecuencia del comercio esclavista del que fueron víctima en dimensiones superiores a otros países.
Esas características también se trasladan al terreno político. Sin embargo, y acá brota el periodista que tiene un posgrado en Historia, cuando uno baja del helicóptero y empieza a andar a pie por el devenir brasileño, se despliegan casi las mismas encrucijadas y contradicciones que el resto.
Sin embargo, exceptuando el siglo XX donde una figura como Luiz Ignacio Lula (1945) se convirtió en una estrella fulgurante, en la América Latina hispanohablante cuesta trabajar el conocimiento sobre su realidad. Brasil trasciende por el fútbol y sus cantantes. En gran parte del continente se expanden además sus telenovelas pero al hablar del gigante sudamericano todo parece nombres de playas. Incluso turistas habitués de sus lugares vacacionales desconocen incluso cuál es el Presidente de turno.
En la historia brasileña del Siglo XX hay dos momentos muy marcados. Una primera mitad repartida entre el movimiento de Tenientes y la experiencia del líder Getulio Vargas. El pueblo era el actor dominante en los lineamientos políticos.

Luis Carlos Prestes, destacado dirigente de los Tenientes que luego adhirió al Partido Comunista Brasileño.

En la segunda parte ya todo fue un férreo control por parte de las clases altas, apelando a sus serviles fuerzas armadas como al control de los medios de comunicación hegemónicos. Aunque hubo breves espacios en que pareció verse la luz, a la luz de la represión y la resistencia las clases populares cocieron a fuego lento el siglo XX donde el Brasil volvió a la senda de lo perdido. Pero esto ya quedará para otro trabajo porque en el siglo XXI estamos hablando de otra cosa.

2.- Tenientismo.

En 1889 Brasil deja de ser un Imperio y se declara como una República. De esa forma se cerraba un ciclo que había comenzado en 1822 cuando había roto su dependencia con Portugal. Cuando hablamos de las particularidades de ese país cabe ver que otra de las principales diferencias con sus vecinos (idioma, extensión geográfica, esclavismo extremo, etc) también pasaba por un origen diferente. Mientras que desde México hasta la Patagonia argentina habían sido invadidos por una metrópoli extracontinental, los brasileños había sido un imperio cuando la corona de Lisboa se trasladó a Sudamérica1.
Pero mas allá de lo que ello le habría beneficiado en lo diplomático, militar y cultural, no se plasmó con la misma fuerza en lo económico. La exportación determinante del café terminó forzando casi una economía de monocultivo. Mas allá de cierta infraestructura que le había quedado de los ferrocarriles y el telégrafo (depslegados a instancias de necesidad militar en un territorio muy extenso) había una fragilidad implícita en cuanto los mercados podían hacer subir o bajar la cotización de la infusión. Eso fue parte de la debilidad del Imperio que terminó cediendo a una nueva generación más propensa a los aires liberales de la época. Los sistemas republicanos representativos empezaban a ser dominantes más allá de las fracasada revoluciones populares de Europa a mediados del siglo XIX.
En la irrupción de nuevas reglas de juego, los que tenían algún tipo de ilustración en una mayoría con analfabetismo se convertía en referente. Los militares tenían no solo un halo de prestigio social sino que además las academias militares eran importantes en la formación intelectual de sus miembros. En ese contexto surge una corriente de jóvenes oficiales con poca ligazón hacia las generaciones anteriores. En muchos de los casos acceder a la fuerza (fundamentalmente el Ejército) era un motivo de ascenso social. Ese “aislamiento” les permitía tener una visión moderna de un país que se estaba re-diseñando. En su tropa había hijos de clase medias, comerciales pero también de campesinos y obreros2.
En la década de 1920, se dio la confluencia de tenientes y algunos capitanes que tenían ideas políticas y las manifestaban. Los militares siempre tuvieron presencia política, pero siempre fue para defender los privilegios de la alta burguesía con la que compartían las tertulias en los selectos salones de los palacios heredados del Imperio. Ahora, el “tenientismo”3 se cristalizaba en un centenar de jóvenes uniformados con manejo de tropas. Hugo Sacchi sostiene que “los grupos sociales que aparecen en acción son los sectores de una nueva clase media y un joven proletariado formados en el proceso que hemos reseñado”4.

Pero no solamente eran esos sectores ascendentes sino también las primeras generaciones de
libertos hijos de los últimos esclavos. Ese fue el caso de una rebelión en la marina, quizás la fuerza armada más elitista a nivel de oficiales. El marinero Jacobo Cándido encabezó una revuelta que fue inmediatamente aplastada, pero que ponía en blanco sobre negro un estado de situación que la oligarquía no estaba viendo.
La ideología que propiciaban era la de la Educación Pública y el voto secreto para la elección de autoridades representativas dentro de un sistema democrático. La expansión de la prensa y la circulación de ideas era importante para ver que esas eran condiciones para ingresar a un mundo moderno en donde el “ciudadano” empezaba a jugar un rol.

Los tenientismo comenzó en 1922 con cuatro revueltas que pretendieron ser un gérmen revolucionario. La historiografía rescata la Revolución del Fuerte de Copacabana, la Revolución Paulista, la Comuna de Manaus y la Columna Prestes. Esta última proyectaría luego al dirigente Luis Carlos Prestes (1898-1990) que sería un actor importante hasta pasado la mitad del siglo XX. Por primera vez ingresaba al escenario político un sector que no pertenecía ni a la oligarquía posimperial, ni los barones de los cultivos ni los dueños territoriales en los que se repartían los feudos estaduales del país. En cierto sentido era una tibia “rebelión plebeya”.

El 4 de julio de 1922 se produce la rebelión “de los 18” del Fuerte de Copacabana que no querían validar la presidencia de Artur Bernardes (1875-1955) que estuvo al frente del Estado entre 1922 y 1926. Al frente de la resistencia estaban el Capitán Hermes da Fonseca Filho acompañado por los Tenientes Eduardo Gomes y Siqueira Campos. Mas allá de las sanciones con las que se cerró el evento, marcó un estilo.

El 5 de julio pero de 1924, en los alrededores de San Pablo surgió un movimiento armado que por algunas horas logró controlar la capital de Estado paulista. Esta movida estaba dirigida por Isidoro Dias Lopes, uno de los escasos generales que se plegaron a la nueva tendencia. La mayoría de los oficiales plegados eran de baja graduación. En lugar de entregarse, comenzaron a recorrer el interior del país. La extensión y lo tupido del paisaje eran propensos en aquella época para poder esconderse por largos períodos. Los caminos no eran aptos para despliegues mecanizados por lo que la infantería se convertía en la principal estrategia.
A los 1.100 km de salir de San Pablo, en Río Grande do Sul se les unieron un grupo numeroso de militares jóvenes que llegaban con sus propias armas. Quien los encabezaba era el propio Prestes quien cada día aumentaba su ascendencia sobre la tropa. Muchos soldados provenientes de familias pobres veían en el intento una posibilidad de reivindicación de un destino de asimetrías que la oligarquía aplicaba desde la época de la colonia.
Luego remontaron hacia el norte, siempre del lado de la costa del Atlántico tuvieron enfrentamientos con las tropas gubernamentales en Paraíba, a casi 3.600 km desde el sur que habían tomado como base fuerte. Los gubernamentales estaban a las órdenes de Arístides Ferreira, quien era el jefe político de una región a poco menos de 200 km de distancia. Los tenientes, mucho más entrenados en el campo militar se impusieron y asesinaron a quien los acababa de enfrentar.
La Columna Prestes, como fue conocida la mayor agrupación se fue internando en sectores amazónicos que por aquel entonces eran bastante inhóspitos y alejados de la mano de las fuerzas armadas regulares que periódicamente les salían al encuentro con escasa suerte. También algunos jefes territoriales pretendían ofrecerle resistencias con sus policías mal equipadas y peor entrenadas.
El nordeste se mostró hostil a su presencia, por lo que comenzaron un desplazamiento por el interior hasta que en 1926 se internaron en territorio de Bolivia donde se desmovilizaron. Se exilió en Montevideo donde se conectó con el Partido Comunista5. Incluso vivió tres años en la Unión Soviética donde se empapó del modelo socialista y se casó. En 1935, en pleno período de Getulio Vargas, Prestes volvió al país como dirigente de la Alianza Nacional Libertadora y fue detenido. Lo acompañaba su esposa Olga Benario (1908-1942)6 de origen alemán. Estuvo detenido hasta 1945 donde encabezó nuevamente al Partido Comunista Brasileño.

Aunque no triunfó en lo que eran sus planes originales, sí se puede coincidir que abrió otro momento histórico. Significó una ruptura que le abrió la puerta al varguismo, primer intento popular y nacionalista de la historia contemporánea del Brasil.

HISTORIA DE BRASIL

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