Acerca de la relación entre soberanía e identidad en Argentina (Parte I)

Por Marta Martinangelo
(Mgter en Educación)

Estamos asentados en una tierra generosa, fértil y poseedora de enormes riquezas, pero aún no ha llegado el tiempo de acordar cómo elegimos estar.

 

El problema de la soberanía en Argentina.


Para abordar el problema de la soberanía, en tanto valor que nos atraviesa y determina, elegimos pensarlo desde la perspectiva del estar y la práctica social. Nos preguntamos en qué situaciones este concepto, sentimiento idea compromete nuestras acciones.Qué modelo de país podemos, queremos, soñamos construir, qué legado original brindaremos al mundo Por eso, es necesario hoy, en nuestra actual situación de clivaje, repensar y reflexionar sobre el impacto de los principios neoliberales que atraviesan nuestra cotidianeidad, impregnan nuestras relaciones, decisiones y elecciones y, por ende, perturban nuestra posibilidad de un “estar estando” habitado, sostenido en el “nosotros”.
El neoliberalismo es un fenómeno acecha todos los días y en todas las instancias, incide y obtura la construcción de una sólida identidad, debilita del sentir soberano del pueblo debilitado por la mentalidad colonizada que nos aqueja. Tal vez sea hora de aceptar el estado de hijo adoptivo, en tanto poseedor de muchos conocimientos, pero ignorante de sus propios cimientos.
¿Quiènes eran los primeros donde esta guardada su sabiduría?,¿Cómo ha incidido la cultura de las primeras invasiones europeas sobre la cosmovisión de este territorio?, ¿cuánto ha impactado sobre el proceso de construcción de nuestra identidad como pueblo? ¿Nuestro proceder, como sociedad, se asimila a habitar esta tierra o además somos y la sentimos como un pueblo con ideales y características comunes que definen nuestra identidad?
El silenciamiento, el genocidio, el sometimiento y la desvalorización de las culturas originarias nos han ubicado en un espacio híbrido caracterizado por el desconcierto, la labilidad que se patentiza en diferentes expresiones de nuestra hacer cultural.
Esta forma de estar siendo se transforma en terreno fértil para el despliegue neoliberal pues él propicia el descuido del pasado y una formación atomizada favorecida por los medios de comunicación. Tal como dice la poesía de Facundo Cabral,

No soy de aquí
ni soy de allá
no tengo edad
ni porvenir

 Somos territorio colonizado y asumir la construcción de la identidad exige hacerse cargo del estado: estar- estando. Además, debemos informarnos, intercambiar y comprometernos para develar nuestra identidad. El éxito de este desafío depende de la fortaleza y la convicción con que construyamos el “nos” y construyamos una relación de equilibrio con los “otros”

Desde y hacia dónde dirigimos nuestra mirada
Sepultada, despreciada, saqueada, silenciada, desvalorizada así testimonia nuestra voz, AYBA YALA, el estado de nuestra tierra -territorio El origen/ lugar de nacimiento reclama/marca su lugar en nuestra conciencia y por qué no, tan bien, en el inconsciente.
Reflexionemos sobre lo que decimos y como lo hacemos: “Yo nací, yo estoy”- yo nací, yo soy”, ambas expresiones apuntan a un mismo hecho. Pero, no siempre su interpretación guarda un mismo significado; lo que despliega su sentido es el imaginario que construimos a partir de ellos. Es, el desde dónde comprendemos y valoramos. Sin embargo, hay sentimientos, formas de actuar que nos caracterizan, pero cuyo origen no alcanzamos a identificar.
“Estar alegre” frente a una situación o costumbre que no nos es familiar, porque no entendemos qué cosa causa esa alegría, deseo, gusto. Cierta emoción se manifiesta cuando percibimos ciertos estímulos aun sin saber por qué, no tenemos forma de interpretarlos, tal vez el ritmo, la música, las analogías, las referencias, el mate sean indicios de la pertenencia del estar acá en plenitud y armonía. Expresamos estamos contentos no expresamos somos contentos. El castellano que deriva del latín establece una diferencia entre ser y estar. Este punto se desarrolla en otro capítulo
Los invasores se nombraron a sí mismos, como conquistadores. Nos impusieron su lengua, su religión, sometieron al olvido las lenguas originarias y con ello silenciaron nuestra forma de estar, de leer el mundo y significarlo. Privarnos de la lengua original fue un arma efectiva de dominación reforzada por la religión, las creaciones de instituciones de gobierno implantadas, el sueño de coloniaje invasor. Fueron armas de dominio y penetración que debilitaron el estar estando propio de tierra; se silenció la forma de nombrarla original. La construcción de una cosmovisión latinoamericana se tornó confusa, cambiante, se debilito, silencio toda posibilidad de que este suelo exprese su cultura su estar estando, desde su libertad, o sea, su propio modo de sentir y percibir. No hemos consolidado un sustrato común para nuestro pequeño gran universo sudamericano.
En todas las lenguas se producen intercambios, pero no en todos estos intercambios conllevan la pérdida de la esencia de cada una. Adherir a modismos o vocablos no afecta su propia voz, pero la enriquece con nuevos matices. Integrar es una forma saludable de intercambio, no supone imposición por la fuerza o la prohibición de expresarse en su lengua nativa como lo impuso la escuela sarmientina.
La integración sana, auténtica, original es complemento e intercambio, este proceso no es posible si no rescata los orígenes de la tierra en que nacimos, su lengua, sus mitos y leyendas, su voz, sus gustos, saberes, perfumes son a su vez el tesoro de una forma de percibir y de nombrar original; el mejor legado que le debemos aportar a la humanidad, la unión en la diversidad, los opuestos que se complementan. La primera síntesis es construir nuestra forma de nombrar y de decir como un ensamble de dos perspectivas diferentes de pensar, valorar y por ende nombrar. Construir una lengua que en su decir integre una nueva forma de pensar nuestra cosmovisión o sea entre “el hervidero del mundo” y “la idea como símbolo que se antepone al estar; una mera abstracción”. Una síntesis que nos permita nuevas perspectivas de concebir y ordenar nuestra soberanía mental.
El ocultamiento ha sido una razón fundamental del debilitamiento de nuestra idiosincrasia. Padecemos el “como si “del eurocentrismo que, poco a poco se fue apropiando de los saberes originarios para gestionarlos con modos propios. Los colonizadores/invasores utilizan, comercializan, empaquetan con su apellido todas las medicinas que nuestros ancestros utilizaban, de esta forma, dejaron de pertenecernos. Y perdimos nuestra forma de nombrar y nuestro pensamiento originario.
Consumimos sus teorías, valoramos y actuamos de acuerdo a su imaginario y nos encuadramos en una cosmovisión que no es propia, es una especie de corsé mental tejido de principios, teorías, categorías a través de las cuales terminamos aceptando como dogmas universales aquellas que sólo son expresiones de su propia experiencia como pueblos, en general, invasores y depredadores. Estamos en un somos que no nos identifica, “somos” un paquete de su cultura a la que adjetivamos como universal, semejante a un colador que tamiza los saberes del mundo se queda con lo que le sirve y destruye, cerca, silencia y deshecha aquellos ingredientes que le resultan peligrosos. Apela para ello a todos los medios de regulación de los que dispone y legalizan su dominio.
Ha sido su forma de dominar sin tirar tantas balas, su mejor trofeo fue introducir la lengua latina y ahora el inglés que avanza como la segunda lengua arrasando como un tornado aquello que AYBA YALA es y nuestra forma original de nombrar y pensar. Nos tornamos “analfabetos” de nuestras propias formas de nombrar y de pensar, de nuestros relatos, de los valores curativos de las plantas, del oro, la plata, el litio, el aire nuestras tierras y sus ancestros. Las lenguas originarias guardan la esencia de nuestro estar, como nombramos se sustenta en como percibimos y/o valoramos. Shakespeare propone “ser o no ser/ esa es la pregunta; y por qué no repensarla desde estar o no estar como cuestión abierta.
Reivindicar nuestra SOBERANIA MENTAL como objetivo de búsqueda y conformación de nuestra identidad supone el mayor desafío para consolidar una patria con conciencia soberana. Nuestros mayores esfuerzos están condenados al fracaso si nos proponemos construir un proceso de síntesis entre el pensar colonizado y la cosmovisión originaria que, intentaron destruir, ocultar los invasores.

Desde el origen

“Abya Yala” es el nombre más antiguo hasta ahora conocido referido a un territorio americano. Literalmente significaría tierra en plena madurez o tierra de sangre vital. Las naciones americanas tenían una idea de tierra como inseparable de lo humano”. El pensar originario percibía y pensaba desde las relaciones a partir del todo y del estar estando, occidente piensa en un orden que clasifica elementos e interacciones; su perspectiva de aproximación al mundo va de lo particular a lo general. Para aclarar mi perspectiva y, a modo de ejemplo, se propone el siguiente: ante un dolor de rodilla el médico alopático generalmente, previo diagnóstico, indica un analgésico, un acupunturista lo trata con agujas que inserta en diferentes partes del cuerpo inclusive en la cabeza. Ambos tratamientos, por distintos caminos anulan la molestia.
Indagar acerca de “nombrar”, dar nombre –identidad, supone reflexionar desde donde los nativos se percibían y percibían el mundo y construyeron su estar. Su mirada partía del todo y cada lugar debía interpretarse desde las múltiples interacciones lo cual permite aventurar que sus saberes eran parte de otros saberes con los que se complementaban en la unidad de la diversidad.
Las creencias de los Incas sostienen que el mundo de abajo (la tierra) es un “hervidero espantoso”, en él se ESTÀ. Viracocha es el Dios más importante porque ordena el estar a través de sus dioses menores, pero no es el creador del mundo Viracocha es uno, la unidad, es la síntesis de opuestos1(1). Profundizar sobre todo su contexto histórico, económico y social sustentado en el cuidado de la madre tierra, en el “estar”; el hombre trabaja para ordenar el hervidero y ayudar a la Pachamama.
Pensar desde el estar supone, entonces, una cosmovisión distinta a pensar desde el ser. Definir, a partir del ser supone una categoría inmanente, hacerlo desde el estar supone un pensar acerca de lo que me rodea, implica el hacer y sus consecuencias. Pensar desde el estar, abre múltiples derivaciones en la comprensión de los fenómenos. Estar hombre es un estado, es un proceso que implica el cuidado de la tierra porque cuando ese está- estando concluye con la muerte volveremos a la PACHA MAMA-madre tierra- y renaceremos en otra planta, animal o cosa, estaremos tal vez en otra especie planta o animal. No he encontrado referencias al inframundo con semejanzas con la idea de infierno Para esta creencia el tiempo es circular es un proceso que se instala a partir de estar estando en diferentes formas.
Los hechos y sucesos son como la sangre del cuerpo histórico; ellos están encadenados y se constituyen en fenómenos holísticos que repercuten con diferente intensidad y características del estar estando: lugar y territorio impactan sobre el sistema simbólico. La carga simbólica atraviesa la percepción y fundamenta la cosmovisión cuya génesis es un proceso dialéctico que otorga sentido a los hechos históricos.

 

Acerca del estar-estando de nuestra identidad.

Una identidad difusa es un terreno fértil para la dependencia, puede caracterizarse como un proceso social lábil, ambiguo, producto del fenómeno colonial que nos atraviesa. Se ha generado así una identidad fluctuante que, a su vez empantana la búsqueda de soluciones soberanas. En general nuestro bagaje cultural, aquel que nos referencia es eurocéntrico, a riego de valorarlos como “los sacerdotes del mundo”. Este fenómeno puede interpretarse como caminar sobre una sola pierna, nos produce oscilaciones desconciertos pues solo nos definimos por lo que no somos y no nos pensamos desde cómo estamos. Estamos como los hijos adoptivos que desconocen los valores que definen esta tierra, en última instancia caminamos en ella a tientas.
¿Qué relación se establece entre educación y cultura? ¿Con qué estándares evaluamos la cultura de una persona? Artistas, escritores, poetas, filósofos, pintores son considerados casi genios por su creatividad y la profundidad de sus producciones forman parte del corpus a transmitir a través de la educación o los medios. Todos ellos dentro de su diversidad comparten un sustento común. Sin embargo, surge un interrogante; ¿es posible pensar que existan otras formas de creación y expresión más allá del prototipo eurocéntrico impuesto en estas latitudes? Formas que, permanecen devaluadas, ocultas cuando no destruidas ¿Cómo evaluamos el arte, las creencias, la forma de pensar de nuestros pueblos originales?
¿Cómo pensar o repensar nuestra especial relación entre identidad y cultura?
Tal vez dejando en la biblioteca autores y pensadores muy muy importantes, deberíamos explorar y encontrar nuestra voz. Esa elección supone un camino de deconstrucción, algo así, como ir sacándose el ropaje hasta quedar en cuero; es un proceso lento que consiste en ir quitando piedra por piedra de un muro denso hasta que aparezca algún rayo de luz; es un muro entretejido del pensar que nos sustenta, pero ignora el origen.
Releyendo el diálogo entre Sócrates y Protágoras me estacioné en la virtud, “la virtud no se hereda, se aprende” y se desarrolla a partir de la reflexión. Es necesario pensar la virtud como el estado del estar que se interroga acerca de la verdad. Si la verdad no es inmanente podríamos pensarla desde el estar-estando. Este proceso se despliega donde lo que cambia no puede desligarse del hacer humano; que bien sintetiza el lema “el hombre es la medida de las cosas”.
La sensación (percepción, cosmovisión…) es la fuente del conocimiento (aquel que somos capaces de construir) la verdad es nuestra cuota de virtud, es la forma en que actuamos de acuerdo con determinados proyectos ligados a la idea de privilegiar el bien, la justicia o la belleza. Podríamos repensar el concepto de virtud que existe en tanto sea habitada, no es un concepto abstracto es una construcción basada en una concepción de bueno, justo y bello. No siempre responde a un ideal que aglutina por igual a toda la sociedad, obedece a estratos en tanto asume como justo la existencia de las diferencias entre pobres- ricos, blancos- negros ligados a los genotipos de belleza que impone cada sociedad. De ahí que Protágoras sostenga que el “hombre es la medida de todas las cosas” La tierra es la medida de la vida podría ser … sin ser definitiva invito a los lectores a proponer otras.

 

Cierre Hasta aquí…

Estamos estando como lo estaba el indio de Kurch. La diferencia se halla en la quietud del indio que asume de este modo su impotencia para cambiar el estar y la respuesta actual. Hoy, el estando de la incomodidad del estar se manifiesta en el consumo como una forma de gratificación, las chucherías que compramos, los programas que consumimos, los diplomas, los títulos… prenden para que el estando actúe desde yo soy. Una ilusión del ser semejante a una chuchería, una marca, una etiqueta que; nos otorgue un sustituto de identidad. Ese que es similar a la mirada de un niño pequeño perdido en un parque de diversiones. Multitud de ofertas ninguna respuesta al estar estando.

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