MILITARES y DEMOCRACIA en el SIGLO XXI (NOTA I) | Peligroso retroceso al Siglo XX.

Por Daniel do Campo Spada
(CEDIAL)

Lamentablemente el problema militar como amenaza de la democracia ha retornado a nuestras redacciones y gabinetes de estudio. El tema parecía superado, pero desde hace una década ha recrudecido un problema de difícil articulación. Los militares y su relación con la democracia. Desde el golpe de Estado en 2009 contra Manuel Zelaya en Honduras hasta el derrocamiento de Evo Morales en Bolivia en 2019, las organizaciones uniformadas se plantaron nuevamente en un tablero del que debía estar ausentes. En esta serie de notas vamos a tratar de entender un fenómeno sobre el que hay ríos de tinta, pero al contrario de todas la suposiciones nunca cerró su rol amenazante contra sus propios pueblos. Las Fuerzas Armadas (FFAA) arrastran problemas desde su fundación. El poseer las armas les hace tener una capacidad de coerción que no desprecian y que junto a la procedencia de la oficialidad de sectores acomodados los ha hecho tener una vía distinta a la de sus pueblos. Las clases medias y fundamentalmente las bajas proveen la tropa, pero el paternalismo insertado en nuestra cultura y la verticalidad propia de los militares hace que no tengan peso en las decisiones. La formación interna, muchas veces reñida con los conceptos democráticos hace el resto.
En estos artículos nos limitaremos apenas al siglo veinte, aunque sabemos (y no podemos desconocer) que es un problema añadido a nuestra historia desde la Independencia y las guerras civiles de los últimos doscientos años en nuestro continente. Al mismo tiempo, en el siglo XX la injerencia externa, fundamentalmente la estadounidense, moldeó a generaciones de oficiales, muchos de los que aún permanecen en puestos con poder de fuego. Mientras que en la década de 1990 el predominio de regímenes neoliberales hacía presumir que no eran necesarios para alinear a las naciones de la región con la voluntad de la Casa Blanca, la irrupción de gobiernos populares reverdeció las herramientas de presión que representan las FFAA, muy lejos en la mayoría de los casos, de los intereses nacionales.
En el análisis de lo militar como problema no podemos dejar afuera lo ideológico y allí entra la derecha, tendencia política elitista y anti-popular. El individualismo elitista en el que se puede resumir esa forma de ver el mundo dispone del poder económico, incluyendo los medios de comunicación más poderosos. Al respecto qué podríamos agregar a lo que ya han dicho Víctor Hugo Morales (“Mentir a diario”, Colihue, 2016), Luis Bilbao (“Trinchera de ideas”, Fuenap, 2015) y Aram Aharonian (“La Internacional del terror mediático”, Puntosur, 2015). La opinión pública es el gran territorio de batalla en las sociedades de masas y allí los derechistas, incómodos con los pueblos, hacen su principal apuesta. Los militares hacen el trabajo sucio que los medios “legitiman”.
La presencia empresaria y sus “cámaras” se rodean ahora de “fundaciones” que buscan lavar su imagen. Este instrumento de “tercer sector” fue instrumentado en el mundo occidental por el Departamento de Estado de Estados Unidos, que con el USAID (United States Agency for International Development) y la NED (National Endowment for Democracy). De esta forma, se creaba el concepto de una sociedad civil altruista que en realidad es una pantalla para el sostenimiento de dirigentes y organizaciones que sigan los postulados emanados de la Casa Blanca. En todos nuestros países ello se ha replicado en subsidiarias locales o no tanto. Durante el régimen de Mauricio Macri en Argentina (2015-2019) la titular de la Oficina de Anticorrupción, Laura Alonso era sostenida por Vital Voice financiada por uno de los más perversos cuervos financieros del mundo como es Paul Singer, quizás el peor enemigo de la Argentina en Wall Street.

¿Podemos definir al “tema militar” como “problema”? En tanto y en cuanto sean disfuncionales a los intereses nacionales y a la democracia, seguramente que sí.

Canning, 31 de diciembre de 2019

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