Por Adriana Fernandez Vecchi
La 34ª Marcha del Orgullo volvió a ocupar las calles de Buenos Aires como un acto profundamente político y social, reafirmando la potencia de la diversidad como herramienta de resistencia y construcción colectiva. En un contexto nacional e internacional donde los discursos de odio y las políticas de exclusión resurgen con fuerza, la presencia masiva de cuerpos diversos, expresiones disidentes e identidades plurales representó una respuesta contundente frente a las formas contemporáneas de intolerancia. La celebración del orgullo no es solo una celebración, sino la continuidad de una historia de lucha que se forjó en épocas marcadas por la represión, la invisibilización y el silenciamiento de las identidades LGBT+. Marchar, cantar y ocupar el espacio público implica reapropiarse de un territorio históricamente vedado, transformar la calle en un escenario de visibilidad y reivindicar la dignidad de la diversidad de identidad. El documento central leído durante la jornada sintetizó este espíritu bajo una consigna poderosa: “El orgullo vence al odio”. Lejos de constituir una simple afirmación simbólica, la frase condensa el sentido político de la marcha como respuesta a la violencia estructural, los crímenes de odio y la negación sistemática de derechos. En un momento en que ciertos sectores intentan reinstalar discursos moralizantes y regresivos afianzando el negacionismo, el orgullo aparece como una fuerza ética que se opone a la discriminación y al miedo. Su potencia radica en transformar el dolor en acción, la exclusión en comunidad y la vergüenza impuesta en afirmación identitaria.
Durante la marcha también se realizó un pañuelazo por la memoria, la verdad y la justicia, gesto que enlazó la lucha por los derechos sexuales y reproductivos con la memoria de las víctimas del terrorismo de Estado. Este acto de confluencia recordó que las demandas por identidad, libertad y reconocimiento no pueden separarse de las luchas históricas por los derechos humanos en la Argentina. En esa continuidad, las banderas del orgullo y los pañuelos de las Madres y Abuelas se entrelazaron como símbolos de una misma búsqueda de justicia y reparación.
La diversidad, en este sentido, no solo representa la pluralidad de formas de amar, sentir o existir, sino que constituye un principio ético y político para sostener y ampliar los derechos. Reconocer la diversidad es reconocer la humanidad en su totalidad; es afirmar que ninguna sociedad puede considerarse justa si niega la expresión libre de sus cuerpos y subjetividades. Por ello, la Marcha del Orgullo continúa siendo un acto de memoria, resistencia y esperanza: un recordatorio de que la libertad se construye colectivamente, en la calle y con orgullo.
Estuve en la marcha como cada año! A resistir y defender nuestros derechos! ✌️✌️
Totalmente de acuerdo!!!