PENSAR UNA SEÑAL | ¿QUE ESTAMOS CONSTRUYENDO? La Sociedad Civil No es el Estado

Por Adriana Fernandez Vecchi

La Sociedad Civil se centra en el principio de “Libertad subjetiva”. Junto al valor de los intereses individuales aparece el problema de la cohesión social y la recomposición política de la vida comunitaria. Hegel afirma que es el momento donde la subjetividad se centra en el “contenido particular del bienestar” (FD. §125) Se caracteriza por hacer foco en los intereses particulares y por las diferencias patrimoniales que aparecen, a raíz de la acumulación de capital dentro de la sociedad. Posee las instituciones Policiales y Jurídicas como para poder funcionar sin horizonte Político. Las estructuras parlamentarias donde se juega el debate ideológico político y los juicios éticos de las consecuencias de la toma de decisión de una comunidad, para los consensos de la vida cotidiana, pertenecen al Estado.
La Sociedad Civil no busca fundamentos racionales del interés privado. Determina los límites de la propiedad de cada uno, calcula la unión desde una perspectiva contractualista. Se subsume el horizonte político al económico. En la sociedad civil la particularidad mientras trabaja “para sí” lo hace para los demás. Las instituciones en los procesos productivos tienen en esa esfera lo universal de modo inconsciente, es exterior, es conducido por el goce del individualismo para acumular capital. En la corporación, como identidad de las distintas ramas profesionales y actividades económicas, el individuo encuentra protegido su patrimonio como parte del conjunto corporativo.
En cambio, en el Estado, los intereses económicos deben ser subsumidos bajo los aspectos éticos del Bien común, donde se supera lo meramente contractual por la actitud política. Así lo privado se articula con la cosa pública y el sujeto propietario se supera en tanto que ciudadano.
El Estado cuya meta es el Bien Común se mueve bajo la esfera ética y constituye la unidad, identidad del sujeto y el objeto o bien material. Realidad vital que realiza la vida ética en el Estado, mediante la cosa pública que incardina lo subjetivo en lo objetivo.
Sólo en el Estado, por la disposición ética hacia el Bien Común, ejercicio de la piedad, de la solidaridad y de la tolerancia como reconocimiento a las diferencias se expresa el sentido de Patria. Este momento como disposición para ser miembro supone tener confianza. De este modo, se enjuaga el bien particular para la superación del interés egoísta en la Idea ética. Entonces, la voluntad individual rebasa su singularidad en la disposición política y quiere lo mismo que la voluntad ética. Es decir, el Bien Común.
La disposición Ética construye un factor de confianza que revierte en la vida pública del Estado y constituye la conciencia política. En el Estado la sustancialidad ha pasado por la apropiación de la cultura y sabe lo que quiere, conoce y valora lo comunitario como algo pensado y por lo tanto, hay una disposición política que obra en las instituciones conforme a la racionalidad. La voluntad se ha hecho costumbre, hábito, dentro de la existencia real de la racionalidad, en el obrar adecuado a las organizaciones. Alcanza la certeza en la verdad, no es subjetiva, como la opinión. La conciencia política es la confianza, la fe en lo público donde “mi interés sustancial y particular está contenido y preservado en el interés y el fin de otro (aquí el estado) en cuanto está en relación conmigo como individuo. De esta manera, este otro deja inmediatamente de ser otro para mí y yo soy libre de esta conciencia”. (FFD., § 268)
Este parágrafo resulta significativo pues, a diferencia de la Sociedad Civil en el Estado, en cuanto esfera política, se da deliberadamente una promoción de la unidad y cohesión nacional. La ética política, el sentido de la Patria y del otro es un sentimiento que provoca una actitud en el ciudadano ordinario, y sobre todo, en aquellos que desempeñan una participación en el poder del Estado, que consiste en hacer suyo el interés por el Bien Público.
Los múltiples problemas del ejercicio de la política la convierten en un valor frágil pero precisamente esta fragilidad y también aquellos valores que la sostienen responden al tipo de vida cotidiana que queremos para nosotros.
El Mundo moral de la cultura sostiene nuestra historia tradicionalmente arraigada en la lucha por la soberanía, sometida a los vaivenes entre el cuestionamiento negado y la aceptación del Bien Común como cosa pública y que se corresponde a los intereses de los sectores de clases. La hegemonía eurocéntrica mostró que el modelo de un mundo moral reacio a la aceptación de la tolerancia sucumbe en la disolución de la solidaridad y la piedad.
La descripción que acabamos de hacer diferenciando Sociedad Civil de Estado, nos ha llevado a pensar qué tipo de proyecto de construcción de salud, de vivienda, de comunidad, de educación, de vínculos de grupos, de investigación científica, posibilita la eficacia y la aplicabilidad para integrar valores, que nos lleven a la gobernabilidad.
Reflexionemos qué es lo que queremos que predomine, la aceptación de la diferencia, la tolerancia, la justicia, la equidad, o bien, soportar tristezas y sufrimiento. ¿Nos da lo mismo Sociedad Civil que Estado?

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