El Barrio Campamento de Ensenada y los bombardeos de 1955

Por Mg. Mauro Beltrami

Hablar de territorios implica pensar en construcciones sociales cuyas representaciones son el resultado de tensiones y disputas en un complejo entramado de actores, procesos y experiencias. Ningún sitio, en este sentido, puede considerarse un espacio sin conflicto. Por el contrario, debe entenderse a éstos como lugares profundamente ideológicos. El Barrio Campamento de Ensenada, es un territorio que puede ser interpretado como espacio vivo de memoria y resistencia popular frente a las acciones golpistas y terroristas de los autodenominados “libertadores” que, al servicio de intereses inconfesables, impusieron modelos económicos que cercenaron derechos sociales, laborales y políticos, destruyeron la industria nacional y endeudaron al Estado siguiendo el dictado de los organismos multilaterales de crédito. En este breve artículo, se hará referencia fundamentalmente al triste recuerdo del Golpe de Estado de 1955, uno de los más cruentos y brutales que sufrió Argentina a lo largo de su historia.

El 16 de junio de 2021 se cumplieron 66 años del bombardeo de la Aviación Naval en la Plaza de Mayo, alzándose contra el gobierno constitucional de Juan D. Perón (1946-1955). Este crimen espantoso de los golpistas no fue el único bombardeo realizado por éstos durante ese año. También sucedieron bombardeos en Ensenada, en Mar del Plata y en Río Colorado, estos últimos realizados el 16 de septiembre de 1955, apenas tres meses después de la masacre en Plaza de Mayo. Estos hechos se inscriben en una línea de aberraciones realizadas por los golpistas a lo largo de los dos mandatos de Perón, que incluyeron un intento de golpe de Estado (1951), atentados, como el realizado el 15 de abril de 1953, incendios contra unidades básicas y diversas acciones desestabilizadoras. Pero el bombardeo de una ciudad por parte de fuerzas armadas del mismo país fue un acto terrorista sin antecedentes en Argentina. Lo peor es que contó con el apoyo explícito de figuras de partidos políticos de la oposición, como el radicalismo y el socialismo que, impotentes frente a Perón en las urnas, buscaron por todos los medios amedrentar al gobierno y a la población para instaurar un nuevo régimen. De hecho, lograron hacerlo profundizando los actos sediciosos, terroristas y desestabilizadores entre los días 16 y 23 de septiembre de 1955 para instaurar la dictadura autodenominada “Revolución Libertadora”. Siguiendo a Jorge Abelardo Ramos, bajo los antiperonistas libertadores, “el país entero se convierte en una prisión”1 (1). A nivel local, en el 1955, también hubo secuestros y torturas de los golpistas a militantes peronistas de la región. Por lo cual, resulta fundamental pensar en narraciones reparadoras para exponer estos acontecimientos límites (en el sentido dado por LaCapra, 2005)2 (2).

El bombardeo realizado en el Barrio Campamento de Ensenada es un hecho que ha quedado en la memoria popular de la región, más allá de la poca bibliografía existente sobre el tema. Hay que inscribirlo dentro de acciones realizadas en la ciudad en el marco de la batalla de Ensenada, donde además se incluyeron amenazas de bombardeo de los golpistas sobre la destilería de petróleo de YPF y la huida de la población ante el pánico desatado. Los golpistas buscaban vencer la resistencia de los leales al gobierno constitucional en Ensenada, avanzando desde la Base Naval por la ciudad hasta Eva Perón (nombre de entonces de la ciudad de La Plata). La bomba que cayó sobre el barrio Campamento destruyó las viviendas de chapa y madera de una manzana entera. Además, en el bombardeo murió Rodolfo Ortiz, trabajador ferroviario, cuya casa fue señalizada años atrás como Sitio de la Memoria. La única casa de chapa y madera que se observa en esa manzana sobre la calle Gaggino.

Precisamente, en el Barrio Campamento se pueden ver diferentes manifestaciones asociadas a la memoria histórica en clave local. Además de las huellas del terrorismo de Estado asociado a los golpistas de 1955, pueden agregarse otras referencias, como el Centro Clandestino de Detención que funcionó en el edificio de Prefectura Naval Argentina en el Puerto La Plata (también señalizado como sitio de la memoria). Resulta históricamente reparador observar que una plaza del Barrio lleva el nombre de Azucena Villaflor, donde se pueden observar además las huellas históricas que ha dejado el ferrocarril (como el Puente Giratorio, que permitía el acceso desde Ensenada al sector portuario). Además, en los paredones linderos a la actual calle Gaggino se observa un pañuelo de las madres y el recuerdo del 60 aniversario del golpe de 1955.

En Ensenada y en Berisso quedó vivo el recuerdo de los bombardeos y las amenazas de Isaac Rojas y los golpistas del 1955. Las familias recuerdan los hechos, no sólo de la batalla en Ensenada, sino de la huida por el temor al bombardeo de la destilería. Las dictaduras antiperonistas cívico-militares y los gobiernos neoliberales al servicio del capital trasnacional buscaron borrar e invisibilizar la memoria, apoyándose también en los multimedios hegemónicos. Para cerrar, recordemos la voz de Troxler en la película “Operación Masacre” (1971): “Qué significaba este odio, por qué nos mataban así. Tardamos mucho en comprenderlo, en darnos cuenta que el peronismo era algo más permanente que un gobierno que puede ser derrotado, que un partido que puede ser proscrito (…). El odio que ellos nos tenían era el odio de los explotadores por los explotados”3 (3).

FOTOS: Mg. Mauro Beltrami

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BIBLIOGRAFÍA

1.-  Ramos, Jorge Abelardo. (1972). “La era del bonapartismo (1943-1972)”. Cuarta edición, Editorial Plus Ultra, Buenos Aires. Pág. 234.

2.- LaCapra, D. (2005). “Escribir la historia, escribir el trauma”. Editorial Nueva Visión, Buenos Aires. Pág. 57.

3.- Secuencia final de la película “Operación Masacre” (1971), de Jorge Cedrón. Véase: Walsh, Rodolfo. (2001). “Operación Masacre”. Prólogo de Bárbara Crespo. Colección “La Biblioteca Argentina”, serie Clásicos. Ediciones de la flor, Licencia editorial para AGEA, S. A., Editorial Flor, Barcelona. Págs. 139-142.

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