APUNTES PERONISTAS (VI) | El primer peronismo (Parte II) Del triunfo electoral a la acción revolucionaria.

Apuntes Peronistas “Una historia que recién comienza” es un Proyecto conjunto entre Komunicación (Departamento Educativo del Grupo TV Mundus) y el Centro de Investigación Académico Latinoamericano (CEDIAL, Departamento La Historia es Nuestra).

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Por Daniel do Campo Spada.

En febrero de 1946, los partidos tradicionales se opusieron en bloque al Laborismo, que llevaba como candidatos a la fórmula Juan Domingo Perón-Ramón Quijano. La Unión Cívica Radical (UCR), el Partido Socialista (PS), el Partido Comunista (PC) y el Partido Demócrata Progresista (PDP), rivales parlamentarios en la primera mitad del siglo XX, formaron la “Unión Democrática” al calor de las gestiones del Embajador estadounidense en Buenos Aires, Spruille Braden (1894-1978) empresario ultraconservador casado con una chilena y con empresas en ese país. La personalidad de este neo-diplomático era de una iracundia tal que sus allegados le llamaban “el Toro”. Muy lejos de la flema aristocrática de los anglosajones hablaba mal de Perón en cada ocasión que podía. Esto fue halagado por los cipayos, entre los que hay que colocar a varios dirigentes de partidos de la oposición tanto de derecha como de izquierda. Sus adhesiones iban desde la Unión Cívica Radical (UCR) hasta el Partido Comunista (PC, pro-soviético) pasando por los insípidos Partido Demócrata Progresista (PDP) y Partido Socialista (PS). Una buena descripción de semejante personaje injerencista la da Norberto Galasso. El mencionado autor habla de un par de encuentros entre el representante estadounidense y el alto dirigente del Gobierno del 43, que fueron tensos porque el Coronel rechazó declinar su política a favor de la justicia social a cambio del apoyo del imperio. En la última vez que se vieron, el yanqui se olvidó el sombrero que el militar argentino le envió al otro día por un comisionista.
La Casa Blanca prolongó en Argentina la alianza de la recién finalizada Segunda Guerra Mundial donde Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Soviética, a pesar de sus diferencias ideológicas, se unieron para derrotar a los capitalistas Adolfo Hitler (1889-1945) y Benito Mussolini (1883-1945). Washington emparentaba a la naciente corriente nacional y popular que representaba el peronismo como una especie de fascismo rioplatense y por eso lo combatió desde el comienzo.
José Pablo Feinmann, en una de las más monumentales obras que se hayan escrito sobre el peronismo (“PERONISMO. Filosofía política de una persistencia argentina”) se preguntaba si Perón era nazi. Es un dato real de que en la historia militar del líder estuvo en los momentos de auge de Mussolini en Italia y aunque no consta es probable que haya estado en la Alemania de Hitler (1889-1945). Europa es un pañuelo geográfico y ello no es imposible entre países limítrofes, pero el autor se preguntaba si eso lo hacía nazi. Sí hay un manejo firme del poder ante una oposición que nunca le aceptó su llegada y que tampoco eran carmelitas descalzas pero por estar allí eso no lo emparentaba necesariamente con esa filosofía3.
Los informes de inteligencia de la naciente CIA (Central de Inteligencia Americana que se cristalizaría como tal en 1947) eran conscientes que Perón y los militares que lo acompañaban, como es el caso de Domingo Mercante (1898-1976) no se alinearían automáticamente con los yanquis como si lo estaba haciendo el resto de América Latina.
 Las pintadas y carteles callejeros se polarizaron en la frase “Braden o Perón”, haciéndole sombra a la fórmula de la Unión Democrática que encabezaba José Tamborini. El Partido Laborista obtiene el 53,7 % (1.485.468) de los sufragios, mientras que la unión transitoria de los cuatro partidos tradicionales llegó al 45,6 % (1.262.630) de las voluntades. Como la elección incluía la representación parlamentaria, el peronismo se garantizó la mayoría propia en las Cámaras del Congreso.
En un primer momento, no solo los sectores populares vieron con alegría el nacimiento de la nueva era sino que también unos pequeñísimos sectores militares vieron en Perón un freno a la llegada de un fuerte partido de izquierda como ocurría en ese momento en la Europa del Este y en países con poderosos partidos comunistas como los casos de Italia y Francia. Con las primeras medidas en favor de los trabajadores, no tardarían en ser los conspiradores del Golpe de Estado de 1955.

El peronismo no comenzó con la asunción formal de la Presidencia el 4 de junio de 1946. Durante la transición, el Gobierno de Edelmiro Farrell fue instrumentando algunas medidas solicitadas por su ex Vicepresidente y naciente líder político. Aunque luego se fue profundizando en la década de 1946 en que asume Perón hasta el Golpe de Estado de 1955, ya en el Gobierno de Farrell empezaron a ser aplicadas como el caso de las indemnizaciones, las discusiones salariales (paritarias) arbitradas por el Estado y un sistema básico de aguinaldos y jubilaciones aunque siempre con la figura del Coronel como impulsora. Esto generó un caldo de cultivo en algunos sectores de las fuerzas armadas (sobre todo la oficialidad) cercanos a los sectores oligárquicos. En el caso del Ejército los terratenientes y en la Marina Armada con los comerciantes ingleses. Muchos autores analizaron la prosapia de clase de los uniformados y su escasa relación con los sectores populares.

Comienza la Presidencia y Perón busca concentrar el poder.

Juan Domingo Perón llegó a la Presidencia montado en una alianza compuesta por el Partido Laborista, la UCR-Junta Renovadora (disidentes de la UCR) y el Partido Independiente (desprendimiento del Partido Conservador de la Provincia de Buenos Aires que apoyaba a la Unión Democrática). A poco de asumir buscó concentrar el poder formando el Partido Único de la Revolución, que luego se llamó Partido Peronista.
El líder tenía un estilo de conducción que implicaba un fuerte centralismo. Sin embargo, en el frente que habían formado, el Partido Laborista que encabezaban Luis Gay (1903-1988) y Cipriano Reyes (1906-2001) poderoso dirigente de la carne, había otros planes. Por primera vez llegaba al poder una agrupación políticamente fuertemente obrera, algo que no representaban ni el Partido Socialista ni el Partido Comunista, fuertemente influenciados y conducidos por intelectuales de clase media pero lejos de las bases populares aunque fueran masivos.
Reyes empezó a deambular reiteradamente el departamento de la calle Posadas, donde se habían mudado Perón y María Eva Duarte y vio cómo Hortensio Quijano (1884-1952) radical de la Junta Renovadora y el marino Alberto Tesaire (1891-1963) comenzaban a rodear a Perón. Otro del círculo cercano era el coronel Domingo Mercante (1898-1976) y en quien confiarían los sindicalistas a punto tal de apoyarlo como primer Gobernador peronista de la Provincia de Buenos Aires entre 1946 y 19524.
El Partido Laborista se había fundado días después del 17 de octubre de 1945 y buscó instalar a los obreros como sujeto político. Ese rol fue tomado luego por el Partido Peronista. Cipriano Reyes (1906-2001) no quería disolverlo, pero la decisión política llevó a que se convirtiera en un opositor a quien había sido el principal organizador de esa unión entre movimiento obrero y Perón.
Reyes promovió que lo vitorearan delante de Perón y que lo ingresaran a un acto en la Legislatura en andas. Cuando Perón en 1946 diseñó el Partido Único de la Revolución, los laboralistas cercanos al dirigente se atrincheraron en su local en la Ciudad de Buenos Aires y aunque los rodearon, la Policía nunca apeló a la fuerza para no victimizarlos5. Perón, que era un gran estratega en lo militar, empezó a mostrar lo mismo en lo político. Con un gobierno nuevo, había muchos cargos públicos por cubrir y eso hizo el líder, debilitando definitivamente al sindicalista. La conducción no podía estar en tantas manos.

La gestión fue validada por la población en forma contundente ya que en 1951 Perón ganó con el 63,5 % (4.745.168 votos) superando ampliamente al radicalismo, que con Ricardo Balbín como candidato llegó al 32,3 % (2.415.750 sufragios). La polarización sería capitalizada por la UCR, ya que el Partido Demócrata llegó solo al 2,3 %, el Partido Comunista el 0,95 % y el Partido Socialista que llevó a Alfredo Palacios apenas arrimó un testimonial 0,7 % de la voluntad ciudadana. Todos sumados apenas llegaban al 30 % de la voluntad popular pero en el golpe del 55 se convirtieron en los cómplices civiles de la Revolución Fusiladora.
La presencia de Eva Perón en el espacio político fue determinante de una adhesión amplísima de los sectores populares. Su salud frágil le impidió formar parte de la fórmula presidencial del Peronismo. En un acto público que se llamó el Renunciamiento casi un millón de personas le pedían que fuera Vicepresidenta, pero la medicina ya había dictado un diagnóstico que le provocaría una temprana muerte, lo que analizamos en un capítulo aparte.

Las realizaciones.

Algunos sostienen que Perón no era un revolucionario, pero en el contexto de una Argentina en la que no había derechos, lo que logró el peronismo sí es revolucionario. Aunque asumió el 4 de junio de 1946, muchas de sus acciones ya fueron impulsadas durante la gestión de Edelmiro Farrell que a todas luces y con los resultados electorales en la mano se convirtió en una administración de transición. Por ello se emitieron decretos que eran el preludio del peronismo y que redundaron en cosas determinantes para la nueva Argentina6.
Entre esos elementos se tiene que considerar la ampliación de las jubilaciones y su extensión al sistema de pensiones para viudas, el incremento de salarios por negociaciones paritarias nacionales por actividad (y no por empresas), la nacionalización de los ferrocarriles, el establecimiento del Sueldo Anual Complementario (aguinaldo), la nacionalización de los puertos y embarques, de los teléfonos y otros elementos que ya eran de carácter peronista.
La nacionalización de empresas y servicios se vio facilitado por la necesidad de las grandes corporaciones transnacionales de Occidente de concentrarse en la reconstrucción de sus países y sus mercados internos destruidos tras la Segunda Guerra Mundial. Algunos autores antiperonistas dicen que en realidad los privados extranjeros no cedieron ante la presión de Perón sino porque para ellos fue un alivio desprenderse de esos activos. Pero para el Gobierno fue una herramienta estratégica para el transporte de personas y mercaderías en una Argentina que se expandiría rápidamente. El Estado pasó a convertirse en un gran motor al que se unirían como pequeños arietes importante cantidad de pequeñas empresas.
La ampliación de los salarios provocó un crecimiento de los salarios con todas las consecuencias positivas que ello provocó. El boom del consumo abarcó a amplios sectores de la población que migraron hacia los suburbios de las ciudades en las que se concentraban las fábricas que no paraban de crecer. Alimentos, ropa, electrodomésticos, motos, autos usados, ampliaciones de casas y turismo (social, encarado no solo por Estado sino también por los sindicatos), todo estaba en crecimiento. Como corolario de esa demanda, la prevalencia estuvo en la industria liviana, aunque en el país se fabricaban autos, camiones, aviones y barcos en su mayoría en fábricas estatales.

El verdadero golpe de timón se dio en mayo de 1946, cuando el Presidente Farrell, a instancias de un plan de Perón emitió el Decreto Ley 15.350 creando el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio del Intercambio (IAPI)7. El ente se ocupaba de intermediar a nombre del Estado en las importaciones y las exportaciones obteniendo las rentas con las que se subsidió el crecimiento industrial, en algunos casos privados con créditos del Gobierno. De esa forma el Gobierno podía transferir las fuertes ganancias agroexportadoras hacia los naciente polos industriales imprescindibles en el marco de la sustitución de importaciones8.
Esto generó un choque frontal con la oligarquía terrateniente y con la más pequeña burguesía industrial, que aunque se beneficiaba con el respaldo de los gobiernos populares, su pertenencia a una clase antipopular la inclinaba al rechazo de cualquier derecho de los trabajadores, aunque ello implicara la pérdida del mercado interno.

La biblioteca de los economistas está dividida y creen que la reconstrucción de los países de Occidente al calor del Plan Marshall obligó a que sus economías se restringieran en forma endógena. Al tiempo que las industrias de Estados Unidos absorbían los préstamos que daba la misma Casa Blanca a los derrumbados europeos, el imperio también quiso monopolizar los mercados de materia prima y alimentos. Esa carestía en los mercados globales afectó en los del Tercer Mundo, como es el caso de la Argentina que no pudo conservar el ritmo de expansión inicial.
Por ello, el segundo gobierno de Perón flexibilizó el ingreso de los capitales privados extranjeros que veían en la Argentina una fuente de materias primas aptas para ser procesadas en sus propios territorios. Ello generó la pérdida de volumen en el mercado interno con la consecuente pérdida de poder adquisitivo fundamentalmente de los trabajadores. Ese descontento comenzó a ser capitalizado por algunos sindicatos de la izquierda que siempre vieron en el peronismo a una versión sudamericana del fascismo.

En una medida presentada como de defensa del orden interno y la soberanía en la producción el justicialismo prohibió el abuso de las huelgas, ganando no pocos opositores en sectores de clase media9.
En 1949 se produjo una sequía que duró dos años, lo que perjudicó la producción para consumo local y exportación de productos agropecuarios que eran la principal fuente de ingresos. La industria, mayoritariamente ligera era para el mercado interno por lo que el ingreso de divisas provenía del agro. Se llegó al mínimo de la década en cuanto al área sembrada.
En 1950, el Gobierno tuvo que apelar a un empréstito que en parte hizo tambalear la política externa independiente que había mostrado desde 1943. En 1948 había ingresado a la Organización de Estados Americanos (OEA) y al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) en 1950. Esos eran dos ejes del imperialismo estadounidense que había instrumentado Harry Truman en una proyección de poder regional propia de la guerra fría.

Eva Perón en la Fundación.

Después de un primer momento de avances sociales comenzaron a aparecer reclamos de reivindicaciones sectoriales. El piso de derechos era mucho más alto que al comienzo del peronismo y entonces algunos gremios fuertes (fundamentalmente ferrocarrileros) que tenían una prosapia más cercana a la oposición en su dirigencia, arrastraron a las bases (mayoritariamente peronistas) a huelgas y paros parciales. En un contexto de guerra fría en el que Argentina era boicoteada en los mercados internacionales, ello se encuadró en un eje de combate a la Patria. Ya no eran trabajadores sino que se los empezó a llamar “apátridas”, calificativo que también remitía a los empresarios extranjerizantes.
La memoria popular recuerda cómo María Eva Duarte en persona se apersonó en los talleres de Remedios de Escalada (Partido de Lanús en la Provincia de Buenos Aires) y a voz en cuello les reclamó que levantaran la huelga. Algunos delegados con formación política le retrucaron y ella se enojó insultándolos por ser desagradecidos. En los días previos habían sido cesanteados cuarenta dirigentes ferroviarios. Se intervino el gremio y el transporte de vía se militarizó durante algunos meses. Ello fue un pequeño punto de quiebre entre el peronismo y los sindicatos más grandes.

La oposición empezó a ensayar un Golpe de Estado.

Alentados por sectores de la oligarquía y de las más altas autoridades de la Iglesia Católica Romana algunos militares comenzaron a diseñar la interrupción del proceso democrático. En ello participaban empresarios disgustados por el hecho de que los trabajadores tuvieran derechos y la mayoría de los partidos políticos clásicos que no soportaron que una nueva forma de hacer política los hubiera dejado fuera de carrera.
El 16 de junio de 1955 se produjo un bombardeo a la Plaza de Mayo. Fue el bautismo de fuego de la Aviación de la Marina cuyos pilotos provenían de sectores ultramontanos de las clases altas. A pleno mediodía de un jueves intentaron matar a Perón que estaba con una nutrida agenda en la Casa Rosada. Fue una masacre que algunos intentaron minimizar10 en sus obras históricas y que otros han reflejado con mayor justeza en la literatura11. Se arrojaron 14 toneladas de explosivos sobre la Plaza de Mayo demostrando por un lado la saña contra el pueblo que circulaba por allí en una hora pico en la Ciudad de Buenos Aires y por el otro la mala puntería en su intento de concretar un magnicidio contra el Jefe de Estado.
A los aviadores de la Marina se le agregaron grupos de civiles (algunos de ellos militantes de otros partidos políticos) que tomaron las instalaciones de Radio Mitre para empezar a lanzar una proclama que en sus palabras remite al nazismo que en la tercera década del siglo XXI gobernó Argentina. “Argentinos, escuchad este anuncio volcado del cielo por fin sobre la tierra. El tirano ha muerto. Nuestra Patria desde hoy es libre. Alabado sea el señor” dijeron los golpistas. No hay registros fonográficos de ese momento por lo que no hay acuerdo pleno en la exactitud de los términos pero seguramente estuvieron muy aproximados a ello.
Las cifras moderadas hablan de más de trescientas personas muertas, entre las que hay que incluir los pasajeros de un trolebús y un micro escolar de niños del interior que estaban conociendo la Capital Federal. Los registros fotográficos muestran cuerpos mutilados de personas agonizantes que perdieron una pierna o un brazo como consecuencia del ametrallamiento deliberado que hizo parte de la formación aérea atacante.
Ante el ataque, los trabajadores avanzaron con lo que tenían sobre el edificio del Ministerio de Marina que apostó francotiradores en sus ventanas y en las inmediaciones de la Casa de Gobierno. Una de las naves ametralló deliberadamente a los obreros que se estaban congregando en las inmediaciones de la Confederación General del Trabajo (CGT). Los únicos que resistieron con armas en la mano fueron los Granaderos de Casa Rosada.

 Ese baño de sangre, que Perón prefirió responder con templanza, dio valor a los golpistas que empezaron a tramar el asalto final sobre el Gobierno popular. La Iglesia Católica Romana se había distanciado definitivamente del Gobierno porque se habían legalizado el divorcio y la prostitución y ya no era obligatoria la enseñanza religiosa en las escuelas públicas. La procesión de Corpus Christi preanunció el bombardeo de junio. Los partidos de la oposición (Unión Cívica Radical, Partido Socialista, Partido Demócrata Progresista y gran parte de la dirigencia del Partido Comunista) también se plegaron en su intención de alterar la experiencia democrática.
El 16 de septiembre, a los marinos se agregaron varios sectores de oficiales del Ejército y de la flamante Fuerza Aérea. El componente clasista estaba claro ya que los empresarios celebraron en sus cámaras el derrocamiento del Justicialismo. Entre los militares había un quiebre importante entre las clases acomodadas (oficiales) y de familias de trabajadores (sub-oficiales y subalternos).
El Golpe de Estado de 1955 tenía una clara intencionalidad de venganza, inclusive de las capas medias que vieron cómo sus espacios (educación, entretenimiento, barrios) eran “invadidos” por clases de trabajadores no calificados y de inmigraciones varias (del interior y de países vecinos). El derrocamiento de Perón implicaba recuperar sus pequeños espacios de privilegios de clase, al menos en su imaginario pusilánime.
En los ataques finales del 16 de septiembre los golpistas atacaron la Casa Rosada, la vivienda de Perón y la CGT (que era donde había quedado el cuerpo de Evita). Murieron cerca de 200 personas entre trabajadores que intentaron defender al gobierno y algunos policías que se mostraron fieles a la democracia (y que luego del Golpe fueron inmediatamente despedidos). De esta manera concretaron el cuarto intento de derrocamiento (1953 encabezado por el Capitán de Fragata Jorge Alfredo Bassi, los atentados de 1953 y el bombardeo del 16 de septiembre de 1955).

Perón en la cañonera paraguaya.

Perón se refugia en una cañonera paraguaya con la que se fue del país. Los golpistas deliberaron con la intención de hundirla, pero al ser una nave de guerra extranjera ello podía ser interpretado como una declaración de guerra hacia el vecino país. En la República guaraní se iniciaba la dictadura de Alfredo Stroessner (1912-2006) y Estados Unidos, que era su protector en el marco de la Guerra Fría en contra del comunismo medió para que ello no sucediera y mucho menos cuando ya tenía bajo sus órdenes a otro país como era el caso de la Argentina. Ingenuamente creyeron que con el líder en el exterior se iba a acabar el amor del pueblo hacia él y que por el contrario, si lo mataban ahí mismo lo iban a victimizar.
Los golpistas le llamaron “Revolución Libertadora” que por apenas poco más de un mes tuvo al frente al General Eduardo Lonardi (1896-1956) tras cinco días de sublevaciones hacia el Golpe y otras en favor del orden institucional. Primó que no hubiera enfrentamientos entre los militares aunque sí tuvieron refriegas entre estos y algunas policías provinciales, más cercanas al peronismo.
Lonardi duró poco más de un mes porque intentó una desperonización más lenta que lo que proponían los marinos y los de Ejército ultramontanos. Por eso en un golpe de palacio tomaron el poder el General Pedro Eugenio Aramburu12 (1903-1970) y el Almirante Isaac Rojas13 (1906-1933) y dieron comienzo a una etapa descarnada de represión, muerte, proscripción, censura y violencia contra todo lo que representara al peronismo. Con el Decreto Ley 4161 de marzo de 1956 prohibieron mencionar, cantar o hacer alusión a un ramillete de palabras que iban desde “Juan Domingo Perón” hasta “Evita” pasando por “Justicia Social”, etc., etc.
Perón comenzó su derrotero en un exilio con gran extensión geográfica y el peronismo comenzaba dieciocho años en los que siguió ocupando el centro de la escena y que en 1973 le permitió un retorno con mucho más apoyo y con nuevas generaciones, muchas de las cuales eran hijas de esos clase-media de tendencia antidemocrática que quemaron cuadras y tumbaron estatuas. Incluso hasta se destruyeron los nebulizadores y respiradores infantiles que se habían hecho solo por tener el logo de la Fundación Evita.


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