EL PARO DEL 24 ¿UN ANTES Y UN DESPUÉS?

Por Ángel Saldomando

(Comentario sobre el Paro y Movilización convocado por las centrales obreras argentinas el 24 de enero de 2024)

Rara vez un presidente inicia su mandato con tal nivel de agresión discursiva, política y social. Todos los anuncios y medidas, que como ventrílocuo expone el presidente Milei, son un golpe más a la sociedad. Todo el accionar institucional es violatorio del andamiaje constitucional y normativo de esas propias instituciones. Lo que parece ser el paquete de medidas oficial, DNU y ley ómnibus, ni siquiera fue elaborado por el gobierno y su presidente. Un presidente investido pero incapaz de comportarse como tal, en rápido proceso de desgaste y más aún, sin un perfil que genere el respeto a la función y a la persona en la sociedad. Peligrosos ingredientes en una situación de malestar generalizado, con un personal de gobierno, que parece más un club privado de intereses muy minoritarios en la sombra, que una expresión política congruente con una representación democrática salida de las urnas. El llamado al paro general del 24 hecho por la CGT y una coalición inédita de organizaciones sociales y gremiales en tan corto plazo, evidencia una premura casi preventiva de canalizar el malestar y la alarma generalizada frente a las propuestas del gobierno. Su primera lectura es que se realiza para manifestar el rechazo a la agresión gubernamental y sus medidas. Pero todo indica que es más que eso y que puede conducir a nuevos escenarios, en medio de una situación social volátil y de desgaste institucional que el propio gobierno contribuyó a incrementar explosivamente en tan poco tiempo.
Digo gobierno, en el sentido del club privado, más que de ejecutivo con un presidente que parece no asumir y no conducir nada. Así las cosas, el paro puede ser un antes y un después en varios sentidos.
El primero y más obvio, es generar una contra legitimidad popular que marginaliza los arreglos “de gobernabilidad” que el gobierno intenta realizar con arreglos entre grupos parlamentarios representantes del más rancio oportunismo. No es, sin duda, una base muy sólida para gobernar, aun lográndolos.
El segundo es exponer a la institucionalidad y a la política a un asedio, similar a la del castillo feudal con el foso y el puente levantado, frente al cual el descontento no tiene interlocutor y canales para modificar la situación. Como en el pasado eso conduce casi siempre a incendiar el castillo.
El tercero y quizá el más positivo, es que el paro sea el inicio del después. Un movimiento social potente y continuo capaz de elaborar una plataforma de autodefensa social y de propuestas, que las hay, para salir del atolladero. Ello implica asumir todas las evoluciones posibles, desde una negociación que discipline al gobierno en una conducta democrática y equilibrada hasta la eventualidad de recambios políticos anticipados. El nivel de fragmentación política e institucional que llega hasta lo más profundo de las provincias, incluida la eventualidad de una moneda propia, aunada a una propuesta que desguaza el país, plantea una crisis estructural que no se puede enfrentar con una simple canalización coyuntural del malestar, si es que se logra.
Los estallidos sociales sucedidos en Chile, Ecuador, Colombia, por citar algunos, y el propio de Argentina en 2001 llegaron luego de largos periodos de desgaste e ilusiones. Ahora no hay nada de esos dos. Argentina ha concluido el ciclo político abierto en 2001 en una situación que impide pensar en recuperar continuidades simples. El club privado quiere reformatear el país, frente a eso la escala y consistencia de una alternativa exige un después que, en alguna medida, ya se verá, atraviesa el paro del 24.

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