PENSAR UNA SEÑAL | A cuarenta años de democracia nuevos desafíos frente a la manipulación psico-ideológica

Por Lic. Graciela Trotta
(Colaboración Adriana Fernández Vecchi)

Desde antes del golpe se observa la aparición de un singular método de condicionamiento a la sociedad civil: La manipulación psico-ideológica.
Procedimiento mediante el cual se crean, distorsionan o exacerban sentimientos básicos del hombre, con el fin de provocar respuestas primarias, que han sido previamente planificadas. Como, por ejemplo: La inducción al miedo, método utilizado preferentemente por medios de comunicación de masas eligiendo deliberadamente contenidos y seleccionando mensajes. Así, se puede alterar profundamente al individuo para crear una reacción primaria de miedo. Para esto, se define el estímulo provocador de ese sentimiento, en este caso de la época del terror de Estado, se eligió la palabra subversión y se lo adjetivó valóricamente como peligroso, violento, intrínsecamente perverso, productor de caos muerte, pérdida, desorden. Se utilizan estímulos visuales auditivos biológicos afectivos que actuando en forma simultánea y permanente provocan en gran parte de la población una reacción biopsico ideológica primaria de terror. El poder hegemónico sabe que un hombre dominado por esos sentimientos carece de capacidad de análisis de razonamiento lógico y de objetividad.
Esta alteración lleva a un individuo a un nivel básico de angustia que desencadena mecanismos primarios de defensa. El fenómeno generado es doble, ya que junto al temor y al miedo nace la necesidad de sentirse protegido y buscar seguridad. Así el miedo provocado por los valores rechazados es acompañado de la aceptación de proposiciones: golpe militar, represión destinada a combatir los agentes sustentadores de los valores. En ese periodo podemos reflexionar a 40 años de democracia, que ese procedimiento produjo un proceso psico ideológico en el cual gran parte de la población no sólo asumió las estrategias represivas como un proceso normal de análisis de la realidad, sino que pidió la caída del régimen democrático y sus sustentadores. El golpe fue visualizado por parte de la población como la fórmula que los salvaría del enemigo, en este caso marxista. Apareció un mecanismo de negación y olvido para desligar la responsabilidad de los hechos. Todos los valores que la sociedad democrática decía defender fueron hipotecados. Un pueblo que hasta ese momento podía elegir organizarse y discutir fue destruido como sujeto político y aceptó que otros tomaran decisiones por ellos. El golpe militar no significó sólo el derrocamiento del régimen democrático, sino la instalación de los militares, la imposición de un modelo global político económico represivo ideológico basado en la doctrina de “seguridad nacional”.
La sociedad dictatorial necesitó para mantenerse y validarse asignar a su población civil un rol, una categoría definida. Se dividió en partidarios y oponentes. A éstos últimos se los calificó no sólo como inferiores, sino también como peligrosos y a los partidarios se les asignó valores positivos y rasgos de superioridad. El discurso de guerra fue acompañado por algo que psicológicamente atrae al hombre: el poder material, el tener que da prestigio como persona. Esto cambio del deseo de autopercepción como persona fue sustentado por un proyecto económico neoliberal que junto a la represión fue generando un lento proceso de transformación de valores condenando a un grupo estigmatizado. Estas personas sufrieron acciones jamás imaginadas hasta entonces por la sociedad Argentina. Así bruscamente sus ideas de cambio y de justicia y soberanía popular fueron transformadas en malignas perversas violentas. El proyecto nacional y popular, como su práctica diaria, su sistema de valores, su ideología, su manera de concebir el mundo adquirido a lo largo de su vida ligado a sentimientos de amor, debía desaparecer. Muchos se negaron y recibieron el triste castigo por desobedecer, otros por salvarse se encerraron en sí mismo bajaron su voz llegaron al silencio, pero se llenaron de asco e indignación porque fueron perseguidos. Los ideólogos auspiciantes y efectores de este plan, no todos, han recibido castigo. Algunos han salido en televisión. Escriben libros testimoniales.
No todos los gestores del terrorismo de Estado han sido juzgados. Nos dejaron como modelo la arbitrariedad del poder, la naturalización de la violencia, la banalización de la violencia, la impunidad la justicia por mano propia, la pena de muerte, El mandato fue desaparecerás. Es un mandato inhumano.
Por eso hoy estamos aquí para homenajear a quienes resistieron, a quienes históricamente vuelven para iluminar caminos de liberación, están Presentes, existen todavía, nos juntamos y al recordarlos los inscribimos en la historia y no desaparecen, sino que son testimonio. El desafío sigue siendo el legado.
Somos ahora protagonistas, a 40 años de democracia, hacedores del tejido de una inmensa red social, donde cada uno de nosotros es un nudo de esa malla, que refuerce esa convicción del amor para hacer frente a la crisis. A la mentira del Lawfare, que implica ruptura.
Si nos quedamos solos está en nosotros hacer algo para la acción, romper el silencio juntarnos y elaborar los miedos. Dijo Freud en 1934: la violencia es vencida por la unión, el poderío de los Unidos representa el derecho en oposición a la fuerza del individuo aislado.
Es todo un proyecto y un compromiso ideológico.

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