De Lanusse a Perón: el 17 de noviembre de 1972.

Por Pablo A. Vázquez *

“Hicimos esta revolución para que el hijo del barrendero siga siendo barrendero!” Con esta honestidad brutal un marino de alta graduación le espetó a un par de dirigentes sindicales, que esperaban ser interrogados a fines de 1955 por los “libertadores”, las verdaderas intenciones de la Revolución Fusiladora.Desestabilización, bombardeos y acciones armadas desencadenaron el golpe cívico militar de dicho año, terminando con el gobierno constitucional de Perón.
De la supuesta tibieza de Lonardi a las hogueras de Aramburu y Rojas, la intensión fue una: exterminar al peronismo.
“Perón cayó por sus aciertos, y no por sus errores”, sostuvo acertadamente Arturo Jauretche cuando criticó las medidas económicas y financieras del Plan Prebich, como nuevo “retorno al coloniaje”.
Por otro lado, la praxis del movimiento obrero organizado y del peronismo todo posibilito la toma de conciencia en los años de plomo posteriores, soportando una andanada de operaciones impulsadas por el desamor y la revancha. Acciones desesperadas desde el odio para anular al peronismo, atacando su base social e identitaria.
Pero cuanto más fue hostigado, más se fortaleció!
Perón desde su exilio inició la batalla política desde la comunicación con cientos de cartas, cintas, discos, reportajes y documentales, organizando a sus seguidores e implementando una comunicación alternativa a la superestructura cultural hegemónica.
Él sostuvo: “Está implícito el deseo de realizar una unión a base de una solidaridad que impulsa a todos los dirigentes, tanto sindicales como políticos, hacia una grandeza y desprendimiento que permita asegurar una subordinación absoluta a las conveniencias del conjunto por el sacrificio de pasiones o intereses individuales. No se trata que gane o pierdan otros, sino de que el Movimiento pueda cumplir sus fines, porque de lo contrario, ningún peronista debe soñar en realizarse en un Movimiento que no se realice. (25 de septiembre de 1968).
A ello se le sumó la incorporación de sectores juveniles y universitarios que entendieron el camino sin retorno que propuso la dictadura del onganiato y reinterpretaron los logros justicialistas, planteándose un proceso de “peronización” del estudiantado antes refractario a la figura de Perón.
Alejandro Lanusse apuntó someramente que: “el 27 de julio de 1972 hablé, en el Colegio Militar de la Nación, sobre diversos temas de actualidad nacional. Pero una frase hizo trascender, a través de tiempo, el contenido de ese discurso: una profecía mía, supuestamente errada, según la cual Perón no volvería al país “porque no le daba el cuero”. Esa afirmación por supuesto, fue utilizada como propaganda por los peronistas revolucionarios, el 17 de noviembre de 1972, cuando Perón apareció en Ezeiza (“¡Peronismo Montonero! – Por eso le dio el cuero”) y por sectores ultraderechistas (sic), incapaces de comprender nada sobre política, para quienes interesaba retener que yo me había equivocado.”
Dejando de lado las excusas del dictador se le suman las alternativas del viaje fueron relatadas por Juan Manuel Abal Medina padre de la siguiente forma: “Dos días antes había partido a Roma el famoso charter, encabezado por el doctor Cámpora, donde iban las principales figuras del peronismo, así como varios famosos: actores, hombres de la cultura, deportistas. Entonces, yo quedo a cargo del Movimiento y Rucci queda a cargo de todo el dispositivo sindical. En representación del doctor Cámpora había quedado su hijo, Héctor. Y esta era un poco la conducción de hecho de esos últimos tres días en los cuales los contactos con el gobierno son múltiples, son permanentes. Creo que son los que llevan a este “Día Blanco” ¿no?, a pesar de todo. Allí se negocia finalmente. Yo tengo discusiones muy duras, donde Rucci se comporta muy bien. En realidad él hacía de malo y yo de bueno. El todo el tiempo amenazaba con el paro general activo y este tipo de cosas”.
Relató Miguel Ángel Barrau, en su obra Historia del regreso que ante el pronto aterrizaje se le informó: “Señor general, señora, señores pasajeros: en estos momentos comenzamos a sobrevolar territorio argentino.” A ello el General respondió: “Yo les pido a los compañeros que comparten este trascendental momento que de ahora en adelante y cuando aterricemos en el suelo de la patria,no se entone otra canción que no sea el Himno Nacional.”
Barrau reafirmó: “El pedido de Juan Perón fue respetado.”
Del charter con representantes de la política y la cultura emergió el Líder bajo el paraguas de Rucci y el amparo de su pueblo.
“Arriba Doña Rosa, Arriba Don Pascual, nos vamos a Ezeiza a ver al General”. Fue uno de los cánticos que acompañaron la marcha popular y la hermandad del río Matanza, en su cruce a nado transformado en epopeya para miles de compañeros y compañeras partícipes de dicha jornada.
Sobre la icónica imagen del “paraguas” Abal Medina aseveró: “A la mañana siguiente muy temprano salimos camino para Ezeiza, cada uno por la suya, para que al menos Rucci o yo estuviéramos al pie de la escalerilla cuando el General bajara. O sea, más allá del folklore del paraguas, el tema era que el General nos viera de inmediato en la pista. Si nosotros no aparecíamos sanos y salvos en Ezeiza, él podía sospechar que había ocurrido un desastre… La foto es un episodio posterior. Nosotros recibimos al General en la escalerilla, lo acompañamos al general hasta su auto, se subió con la señora Isabel y el doctor Cámpora y nosotros nos subimos al auto de atrás, (Rucci y yo). Paramos frente al corralito donde estaban los 300 habilitados y ahí se bajó el General a saludar. Ahí Rucci lo cubre con el paraguas y yo estoy al lado y esa es la foto famosa”.
Una vez en Ezeiza, en el hotel internacional, Perón y su comitiva se encuentra en situación de cautiverio. Julián Licastro rememoró: “Esa mañana lluviosa, cuando llego a Ezeiza, se me presentan uno de estos oficiales de aviación y me dice que ellos habían sido enviados allí para reforzar el aeropuerto. Justo habían enviado como 40 oficiales que eran amigos, cercanos al peronismo y dispuestos a jugarse por Perón. Me dijeron que estaban para cualquier cosa, que podían tomar el aeropuerto. Yo, que conocía la idea de Perón de llegar como prenda de paz en un marco de reconciliación, les dije que ni locos debían producir un acto de violencia, excepto que la violencia fuere hincada por la fuerza de represión.
Los oficiales de Aeronáutica fueron a la habitación de Perón en el hotel del aeropuerto, y le dijeron: “Respondemos al teniente primero Julián Licastro, venimos a para custodiarlo y defenderlo”. A continuación le entregaron al General un par de pistolas, una de las cuales Perón se puso en la cintura. Realmente un momento de audacia en medio de miles de soldados que habían rodeado Ezeiza”.
Sus dichos fueron corroborados por Abal Medina: “… hacemos un intento de salida del hotel, que es cuando un pobre comisario ahí saca un arma, un boludo… lo podíamos cortar en pedacitos ahí, y Lorenzo Miguel se pone en medio, entre el General y ese tipo. Y les digo a los periodistas que está muy claro que el General está preso… Unas horas antes, al llegar a la habitación, lo primero que me dice es “Doctor, yo estoy calzado”. Pero más allá de esa anécdota era evidente que había tomado el control de las operaciones. Ahí ya Cámpora, Rucci y yo éramos sus soldaditos. “Vayan, hagan esto, hagan aquello”. Y así ordenó: “Nos vamos de una vez y si no… intentemos salir para que quede claro que no nos quieren dejar salir”.
La lucha de 17 años tuvo su razón: el sentir del pueblo quebró el odio gorila.
El día de la militancia aún nos marca un sendero de gloria por el ejemplo de nuestros mártires.
De una hermosa tarde de sol del 17 al lluvioso mediodía del “otro” 17 se gestó una historia que aún tiene final abierto, pero que nos dio la certeza que por una vez los poderosos fueron los sectores populares que aman la vida…

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* Politólogo; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas

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