PENSAR UNA SEÑAL | Amor y democracia según Rosa María Longo Berdaguer.

Adriana Fernández Vecchi

Por Adriana Fernandez Vecchi
afernandez.vecchi@cedial.com.ar

Buscando encontrar una señal de Amor como disposición ética como forma de promover la preocupación por el otro. ¿Por qué? porque cuando media la disposición ética del amor los bienes patrimoniales son también éticos. Si se disuelve la sustancialidad ética y es sólo aparente, es decir que los ciudadanos sólo persiguen sus propios intereses, se apodera un círculo vicioso de la satisfacción de necesidades cada vez más insensible de la cosa pública. La sociedad cae en la decepción moral. Cuando el patrimonio circula con un fin particular disolviendo la reciprocidad a favor del intercambio de personas independientes, se devalúa lo social. Independencia que deviene coactiva, por su tendencia acumulativa favoreciendo la individualidad, a diferencia de lo emancipatorio que fundamenta el afianzamiento de los derechos comunitarios. Una política que ilumine los vínculos desde la amistad. Recobrar la Patria, es quizás recobrar la amistad como un vínculo posible de ser conciudadano
En los tiempos que corren tratamos de reflexionar señales para tener en cuenta a la hora de la toma de decisión en la participación democrática. En el artículo anterior pensamos los aportes desde Rawls
Hoy indagamos el valor de la amistad como una forma de relación social en sí misma, la que permite vivir juntos, y consecuentemente imprescindible para la política. Aristóteles al reflexionar sobre la amistad la consideraba como una relación que contribuía a desarrollar valores éticos, sociales y políticos,

Quisiera traer un aporte de una Gran Amiga y Filósofa argentina Rosa María Longo Berdaguer


EL SIGNIFICADO DE LA AMISTAD EN ARISTÓTELES

En Etica a Nicómaco (1155 a) afirma que la amistad “es cosa muy necesaria para la vida, pues sin amigos nadie desearía vivir aunque poseyera todos los demás bienes”; se da naturalmente y la necesitan tanto los ricos como los pobres. No obstante Aristóteles constata que las opiniones acerca de su significado son divergentes y en algunos casos contradictorias, tales como sostener que la amistad sólo es posible entre iguales o sólo entre contrarios, si es para algunos pocos o para cualquiera o si hay una o varias formas de amistad. Sin embargo, aunque su significado no sea unívoco, se encuentran algunos aspectos comunes a todas ellas, que le permiten afirmar que la amistad, philia, es una relación donde se ama al amigo con alguna finalidad, pero a diferencia de philêsis, gusto o sentimiento afectivo, que es una afección pasiva y puede estar dirigida a hombres, objetos u animales, la philia, es una disposición activa porque su ejercicio implica elección y sólo puede estar dirigida a otro hombre. Además la amistad en sentido estricto requiere que el afecto sea mutuo, conocido y reconocido por ambos “un hombre se hace amigo cuando siendo amado retribuye con amor, lo cual no pasa inadvertido a ninguno de ellos” (EE. 1236 a 14/15).
En tanto disposición activa persigue fines, pero lo que es querible puede tener distintos objetos y éstos determinarán tres clases de amistad: puede ser la utilidad, el placer o lo bueno (EN. 1155 b, EE. 1243 a 1/5; MM. Cap.XIII).Las amistades llevadas a cabo por la utilidad o lo placentero, aunque sean las más frecuentes, no son estables porque no se ama al amigo sino al propio interés o deseo y cuando se acaba el beneficio, también se acaba la amistad; además puede no haber correspondencia en el afecto. Las dos primeras amistades se encuentra en cualquier tipo de hombre, virtuoso o vicioso, bueno o malo. Pero cuando el objeto es ‘lo bueno’, esto es cuando la amistad busca la excelencia, es erótica, y se denomina perfecta o completa. En esta clase de amistad se puede señalar la influencia platónica que en Lisis afirma que la causa profunda de la amistad es el amor, porque es eros el que conduce a la philia; son dos conceptos vinculados pues el amor se realiza anímica y socialmente en la amistad. Pero como lo expusiera en Banquete y Fedro el amor debe trascender lo material para acceder al conocimiento de la verdad, de modo que el significado profundo de la amistad es el acceso al mundo de las Ideas. La amistad para Platón es intelectual, trascendente y provisoria ya que cuando el sabio llega a la cima del conocimiento y es un individuo autónomo, se tornaría innecesaria. Pero Aristóteles, aunque plantea la posibilidad de una amistad perfecta, se aleja de esta visión metafísica y provisoria para analizarla psicológica y políticamente en la vida concreta.
La amistad perfecta es la relación que se da por lo que ‘el otro es’ y no por algún tipo de ventaja que se pueda obtener. La amistad completa no es posible en todos los hombres, debe presuponerse la bondad, la igualdad y la comunidad de intereses.
“Perfecta, sin embargo, es la amistad de los buenos y semejantes en virtud, pues estos se desean mutuamente el bien por igual, en tanto que buenos; y son buenos por sí mismos. Son amigos sobre todo aquellos que desean el bien de sus amigos por ellos, pues tienen esa condición por si mismos y no por concurrencia.” (EN. 1156 b).
En las amistades por utilidad o por placer se busca ‘lo que el amigo tiene’ o ‘lo que el amigo hace’; la amistad perfecta en cambio se sustenta sobre lo que ‘el amigo es’. (EE. 1236 a, 30/34).
La amistad perfecta exige igualdad, tanto ontológica como ética y social: ontológicamente no puede haber correspondencia entre el hombre y los dioses o los seres inanimados. “No se da correspondencia en el afecto ni deseo por el bien de éstos, sería ridículo desearle el bien al vino.” (EN.1155b,). Asimismo la amistad exige igualdad en la virtud, en las actividades y gustos, la comunidad o koinônia, o sea una cierta familiaridad o parentesco. Esta familiaridad para Aristóteles responde al carácter de los amigos. Y el carácter no es algo dado sino el resultado de sus acciones, ya que el sujeto se construye a sí mismo a través de sus elecciones.
“La existencia es deseable y amable para todos, pero existimos en actividad (pues existimos por vivir y obrar). … y esto es relativo a la naturaleza: lo que es en potencia lo manifiesta en actualidad la obra.” (EN. 1168 a).
La excelencia o virtud para Aristóteles son pautas de comportamiento adquiridas, que si bien se enmarcan en la forma o naturaleza humana, son posibilidades que se actualizan en la vida misma. La habitualidad en la elección de lo bueno es lo que conforma la virtud o excelencia de cada sujeto y permite un carácter unitario, un ‘sí mismo’ bueno que pueda ser amado. Son los actos elegidos, con conocimiento y sin coacción los que distinguen la acción humanan de la de los otros animales, que si bien pueden actuar voluntariamente, lo hacen sólo por el deseo. El carácter o ‘si mismo’ se manifiesta por los actos elegidos y será virtuoso si posee una disposición firme y estable, habitual, a elegir en cada caso el término medio, relativo al hecho y a sí mismo. Efectivamente, solo aquel que elige su acción y controla sus deseos puede darle unidad al carácter, porque no disocia entre sus sentimientos y deseos, entre sus obras y su modo de ser. El malo, que se rige por sus propios y cambiantes deseos oscila entre intereses o entre sus sentimientos y sus deseos, y esta inestabilidad de dirección en sus actos le impide construir una identidad unitaria a la que pueda amar o presentarse como un sí mismo factible de ser querido; consecuentemente no puede tampoco elegir su propio bien ni buscar lo bueno; sólo puede vincularse por utilidad o placer.
“Los malos están en discordia consigo mismos al desear unas cosas y querer otras , lo mismo que los incontinentes, pues estos eligen lo que les place, que es dañino, en vez de aquello que les parece bueno.” (EN. 1166 b.)
Para Aristóteles el hombre no sólo es responsable de su obrar, que implicaría las consecuencias externas, sino que es su obrar el que construye su identidad, de ahí que cada individuo por sus propias elecciones pueda llegar a mayor o menor nivel de excelencia, o en términos aristotélicos, de actualización de sus potencias. La propia identidad, el carácter, permite al hombre virtuoso desear la vida y quererse a sí mismo porque la búsqueda de lo bueno y su posesión hacen agradable la existencia y su persona y acciones se constituyen en un objeto digno de ser amado. Por este motivo el hombre virtuoso es amigo de sí mismo.
“Para el hombre honrado es bueno el existir,…quiere pasar el tiempo consigo mismo pues lo hace con agrado” (EN. 1166 a)
“Todo lo queremos para nosotros, y desde luego queremos vivir con nosotros mismos, lo cual puede decirse que es una necesidad de nuestra naturaleza; y no podemos desear con mayor ardor la felicidad, la vida y la buena suerte para ningún otro con preferencia a nosotros mismos.” (MM.Cap.XIII)
Los hombres virtuosos que se quieren a sí mismos, que son amigos de sí mismos, al relacionarse pueden compartir la misma búsqueda de lo bueno y la comunidad de objeto permite que se quiera al amigo por ‘lo que él es’, porque es como quererse a sí mismo.
“Porque la amistad es relación: además uno tiene la misma disposición hacia sí mismo que hacia su amigo, pero la percepción que tiene sobre sí mismo de que existe es deseable; luego también sobre su amigo. Pero la actualización de ésta se da en la convivencia, por lo que lógicamente aspiran a ésta.” (EN. 1172 a).
Esta vinculación entre la formación del carácter, del sí mismo, y la amistad excluye el egoísmo, pues en sus orígenes se encuentra la reciprocidad, la relación común, la benevolencia y la concordia en los modos de vida y actuación.
“Las expresiones de simpatía, benevolencia y otras de la misma clase solo tienen sentido si se las refiere, ya a la amistad que sentimos para con nosotros mismos, ya a la amistad perfecta porque todos estos caracteres se encuentran igualmente en las dos.” (MM. Cap. XIII)
Un buen amigo es aquel que ve en su amigo un duplicado de su propia realidad individual, otro ‘yo’ o lo que uno es en sí, porque es para el amigo tal como es para sí mismo y es para sí mismo como es para el amigo.
“Si un hombre virtuoso está consigo mismo en la disposición que está para con su amigo (pues el amigo es otro yo) entonces, de la misma manera que el propio existir es deseable para cada uno, de esta forma, o parecida, lo es el del amigo.” (EN. 1170 b) .
Esta afirmación acerca del amigo como su ‘otro yo’ pareciera negar la alteridad: ¿es el amigo considerado en sí mismo o sólo como la propia imagen?, ¿se lo ama o el amor se reduce a sí mismo?. Pero la amistad no es sólo sentimiento sino una actividad, que cuando se dirige a lo bueno, se torna virtuosa; en este sentido la alteridad se presenta como modos de elección orientados hacia un fin bueno, y es el deseo por el fin bueno y no la igualdad de modos, lo que permite la amistad manteniendo la alteridad. La amistad perfecta se origina en el carácter de los amigos, hay un reconocimiento del otro, y la comunidad de elecciones se refuerza por la proximidad pero sin apropiación del otro.
La amistad perfecta entre hombres virtuosos, tiene significado moral porque los actos de cada amigo son como un espejo de uno mismo (ya que persiguen el mismo objetivo bueno) donde se pueden evaluar los errores y de este modo permitir el autoconocimiento.
“La amistad de los malvados es perversa (pues participan en el mal y se hacen malvados uno a otro) mientras que la de los buenos es virtuosa y se acrecienta con el trato. Y parece que se hacen mejores ejercitando su amistad y corrigiéndose mutuamente, pues uno recibe del otro la impronta de aquellos rasgos que le complacen.” (EN. 1172 a).
También hay disfrute y beneficios (placer y utilidad) pero el objeto perseguido establece la diferencia porque esta comunidad los ayuda a definir su propio carácter y a actualizar la perfección humana. Aristóteles une la propia perfección con el disfrute de la vida, la conciencia de su propio perfeccionamiento con el placer que tales actos otorgan a la vida.
“Si ser feliz consiste en vivir y actuar, y si la propiedad es una de las cosas agradables, pero podemos ver mejor a los vecinos que a nosotros mismos y sus acciones mejor que las nuestras propias; y si las acciones de los hombres virtuosos, cuando son amigos son placenteras para los buenos (pues ambos poseen las cosas naturalmente placenteras) entonces el hombre feliz necesitará amigos de esta clase si es que elige contemplar las acciones virtuosas y propias.” (EN. 1170 a).
Además si la virtud es un hábito, la amistad como virtud también es un hábito común enriquecido y preservado por el ejercicio de la prudencia. Pareciera que las amistades perfectas deben durar toda la vida, no obstante, Aristóteles no postula la necesidad de la permanencia, que de suyo no se da en las amistades por interés o placer, porque la contingencia es propia de los hechos humanos, tal como afirmara en el inicio de su ética:
“Si uno acepta a otro como bueno y se hace perverso o lo parece, ¿acaso habrá de seguir amándolo?. (EN.ll65 b).
La amistad no es un tema psicológico personal, no se limita a un sentimiento afectivo sino que presupone una actividad común. Es una virtud que se manifiesta en las deliberaciones que permiten la habitualidad de acciones que posibilitan la ‘vida buena’ del hombre. Cabe preguntar, si la felicidad está integrada a la relación amistosa, ¿no se puede tornar dependiente y vulnerable?.
La amistad, sin embargo, no es un mero camino a la perfección individual que deje de ser necesaria para el sabio o el hombre feliz. “El que pretende ser feliz, necesita amigos virtuosos.” (EN.1170 b, EE.1234, 30). Los hombres no son dioses, por lo tanto nunca lograrán la total actualización de sus potencias para llegar a ser autosuficientes, de allí que no puedan prescindir de la sociedad y requieran de la amistad. Ontológicamente el hombre nunca puede llegar a la total autonomía, siempre hay posibilidades no actualizadas, carencias que en la vida concreta y con los otros se van actualizando.
“Quizá también es absurdo convertir al hombre feliz en un solitario, pues nadie elegiría poseer todos los bienes en soledad; el hombre es un ser político y nacido para vivir en compañía”. (EN.1169 b).
La amistad es una actividad que participa en la actualización de las carencias. Es clara la diferencia con Platón, que se refiere a la amistad como el vehículo para ascender a valores universales que trascienden la singularidad del amigo, mientras que Aristóteles la comprende en la comunidad de individuos que actualizan la virtud compartiendo elecciones y formas de vida buena, que sienten alegría o pena frente a las mismas acciones.
Pero además el hombre griego era esencialmente un ciudadano y se identificaba como tal, e incluso las virtudes como la valentía, el honor, la benevolencia y la más importante, la justicia, que luchaba contra los excesos, correspondían a la vida pública; por caso el ‘justo medio’ estaba encarnado en las leyes de la ciudad que debían distribuir los beneficios y los honores según el bien común (EN. Cap. XIV). Al ser el hombre un ‘animal político’ la virtud, la justicia y la felicidad solo pueden ser alcanzadas socialmente, en relación con los otros, o sea políticamente. En consecuencia la amistad no es una virtud dirigida a posibilitar la realización individual sino que contribuye a forjar buenos ciudadanos.
“Si uno quiere que los hombres no cometan más injusticias bastará con hacerlos amigos, porque los verdaderos amigos no se hacen injusticias.” (EE. 1234, 26/28).
La amistad forma parte de toda asociación y es la posibilitante de la justicia: una asociación persigue un fin específico y sus integrantes se vinculan, o sea surge una relación amistosa en busca de lo conveniente, de lo justo para el interés común. “En toda asociación hay una parte de justicia y también de amistad. En efecto las gentes se dirigen como amigos a los ‘compañeros de navegación’ a los ‘compañeros del ejército’ e igual en las demás asociaciones” (EN.1159 b). Pero las asociaciones son todas parte de la asociación política, que como ellas se mantiene en vista a lo conveniente, en este caso para toda la comunidad. La polis es la comunidad suprema, porque su asociación corresponde a la koinonía, la vida en común y el lazo que sostiene esta comunidad es la amistad.
“En cada una de las constituciones se manifiesta la amistad en la misma medida que la justicia.” (EN.1161 a).
La polis es impensable sin comunidad y ésta sin la amistad pues es el lazo que la sostiene. Si no existiese la amistad no se tendría una polis, una comunidad que merezca ese nombre sino sólo una alianza donde la ley sería un mero convenio. La polis se unifica con vista a lo conveniente para ella, es una asociación utilitaria que se diferencia de las formadas para conseguir algún beneficio particular o inmediato porque su fin es común y constante; lo conveniente en las buenas constituciones es la justicia y el bien común, y en las malas el interés de los que gobiernan. La polis representa el fin de la sociedad porque sólo en ella, en la participación ciudadana, se pueden desplegar las virtudes de la prudencia, justicia y amistad, y lograr la felicidad. En los regímenes buenos existe amistad entre los que gobiernan y los ciudadanos pues al perseguir la justicia se evita la discordia; pero en los malos gobiernos no es posible la amistad y consecuentemente tampoco la justicia. “La concordia, en suma, es la amistad cívica” (EE. 1241 a 33). Aristóteles coloca a la amistad en el mismo nivel que a la justicia.
“Amistad y justicia conciernen a las mismas cosas y se dan en los mismos sujetos.” (EN. 1159 b y EE. 1234 b 1235 a 4 )
“Podría creerse que la amistad debe encontrarse donde quiera que se encuentre el derecho y la justicia, y que tantas cuantas especies haya de justicia y de derechos, otras tantas debe de haber de amistad.” (MM. Cap. XIII).

 


Esta vinculación con la justicia ratifica la relación de alteridad, porque para Aristóteles la justicia es una virtud perfecta pues no sólo concierne a los propios actos sino al actuar con el otro.
“Y es una virtud perfecta precisamente porque es un ejercicio de la virtud perfecta. Es perfecta porque quien la posee puede conducirse virtuosamente con otros y no sólo consigo mismo. … no será el mejor quien lo hace virtuosamente para con él mismo sino quien lo hace para con otro.” (EN. 1129b 1130 a).
La amistad es el vínculo que sustenta, también, buenas relaciones internacionales porque si hay concordia, no hace falta dirimir las diferencias con la guerra:
“Parece que la amistad mantiene unidos a los estados y que los legisladores se afanan más por ésta que por la justicia.” (EN. 1155 a).
La amistad perfecta está restringida a un pequeño grupo de hombres selectos: sólo los iguales en virtud pueden acceder a la misma. ¿Podemos decir validamente que la amistad en Aristóteles es el lazo social de una comunidad? Esta limitación numérica responde al contexto mismo y a la concepción aristocratizante del estagirita, pero también es el camino del ‘hombre prudente’, que actúa como modelo y medida de las acciones virtuosas. Además, como la amistad tiene distintos objetivos da cabida a todos los ciudadanos y no solamente a un pequeño grupo escogido; lo opuesto a la amistad es el extraño, el que no es ciudadano, y esta caracterización le da amplitud social y política. Se puede afirmar que la amistad aristotélica es la relación social en sí misma, la que permite vivir juntos, y consecuentemente imprescindible para la política.
Aristóteles que presuponía la perfectibilidad del hombre y su inclusión y participación activa en contextos mayores, – sociedad, política, naturaleza – al reflexionar sobre la amistad la consideraba como una relación que contribuía a desarrollar valores éticos, sociales y políticos, pero ¿tiene algún significado para la sociedad actual?
El individualismo moderno, agudizado por la globalización, generó la oposición entre amistad y política, entre vida pública y privada. Para nosotros la amistad es una relación afectiva íntima solo factible entre pocas personas, mientras que en el plano político e institucional la relación es contractual, se pone el acento en el procedimiento y no en el vínculo humano. Este vacío se presenta como una de las caras de la crisis del siglo XXI. El individualismo como aspecto esencial de la comunidad es la negación de la concordia y la benevolencia que forman parte de las elecciones amistosas. En Política Aristóteles remarca que no se puede hablar de sociedad prescindiendo del desarrollo humano, una ‘polis’ no se determina por una geografía ni por una economía, sino por el fin (telos) de la evolución de la sociedad, que asimismo es requerido por la naturaleza. La política debe actuar como marco para la realización de la ‘vida buena’ humana. Estos ideales no concuerdan con nuestra realidad, no obstante, la prescindencia del hombre en los proyectos políticos es uno de los aspectos problemáticos actuales, que se manifiesta en las búsquedas del respeto por la identidad de las pequeñas comunidades.
Pero en la realidad política de la Atenas del siglo IV a. de C. existían también concretas luchas de poder donde se olvidaba la justicia y la amistad; la Apología de Sócrates, entre otros documentos, así lo demuestra. Es imposible que Aristóteles no fuera consciente de esta realidad o que la negara. Más bien creo que su ética y política pueden ser leídas como un concepto normativo que afirma que a pesar de la contradicción interna de la actuación practica de los ciudadanos nos conviene participar en las tareas de la polis porque eso nos hace mejores; que esta actividad es más satisfactoria que dejar esos asuntos en manos de un tirano o de una oligarquía, como acontecía en otras polis. Tal vez Aristóteles en la profunda responsabilidad del intelectual y convencido de que el hombre es un animal político haya explicado que la virtud y la felicidad dependen exclusivamente de la forma concreta que tome la participación amistosa ciudadana en los problemas públicos. Y en este sentido vale la pena retomar el pensamiento aristotélico.

Rosa María Longo Berdaguer (PUBLICADO EN UNA MIRADA DE LA HISTORIA DE LA FILOSOFIA Fernandez Vecchi – Longo Berdaguer)

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