PENSAR UNA SEÑAL | EL NO AL VETO. Ganó la calle, espacio simbólico del poder popular.

Por Adriana Fernandez Vecchi

Ayer se produjo un acontecimiento político y social de gran trascendencia: el rechazo legislativo a los vetos presidenciales sobre el financiamiento universitario y la ley de emergencia pediátrica vinculada al Hospital Garrahan. Esta decisión no puede comprenderse únicamente en términos institucionales, sino que debe analizarse en relación con la movilización social que la acompañó y la precedió. La calle volvió a funcionar como espacio simbólico de lucha y resistencia, cargada de memoria histórica y de sentido político, en tanto lugar donde se visibilizan las demandas colectivas y se reafirman los derechos conquistados. La concentración de miles de personas frente al Congreso, junto con la participación de trabajadores y trabajadoras de la salud, docentes, estudiantes, organizaciones sociales y referentes de la comunidad educativa, constituyó un testimonio de la importancia que adquiere la acción colectiva en la defensa de la soberanía popular. La calle, en este contexto, se convierte en escenario de continuidad de una tradición histórica: la de un pueblo que, a lo largo del tiempo, ha encontrado en la movilización el modo de oponerse a los intentos de recorte, disciplinamiento y negación de derechos.
La dimensión simbólica de esta acción no debe subestimarse. Las manifestaciones funcionan como recordatorio de que la democracia no se reduce al voto ni a las decisiones institucionales, sino que se sostiene en la capacidad popular de intervenir activamente en la vida pública. El rechazo al veto presidencial fue posible gracias a la presión social organizada, que no se limitó a la denuncia, sino que construyó coherencia en torno a ejes comunes de lucha: la salud pública, la educación universitaria y la dignidad de los pueblos.
En esta coherencia radica la fuerza política de lo acontecido. El movimiento que se articuló no fue la suma de reclamos fragmentados, sino una expresión de unidad en torno a demandas fundamentales que trascienden intereses sectoriales. En esa unidad se hace visible que la defensa del Hospital Garrahan es, al mismo tiempo, la defensa de la niñez como sujeto de derechos; que el financiamiento universitario es, a la vez, el reconocimiento de la educación como bien público y como herramienta de emancipación; que ambas luchas se inscriben en una concepción más amplia de soberanía y justicia social.
Lo ocurrido ayer expresa, en última instancia, la vigencia de un principio básico: los derechos no son concesiones otorgadas desde arriba, sino conquistas que se sostienen en la acción colectiva. La manifestación en la calle es la materialización de esta convicción, un acto que recuerda que la memoria histórica de las luchas pasadas se proyecta hacia el presente y hacia el futuro. La democracia, entendida como práctica viva, requiere de esa persistencia popular que no delega totalmente su poder en las instituciones, sino que las interpela, las tensiona y las orienta hacia la protección de los derechos de los pueblos
Lo sucedido ayer debe quedar como ejemplo y enseñanza: que la democracia se defiende todos los días; que el Parlamento puede ser un espacio de resistencia si siente la presión social; que los derechos no se sostienen solos. En momentos en los que se intenta imponer una lógica de ajuste que descarga sobre los más vulnerables, la salida colectiva —la organización, la manifestación en la calle, el diálogo reflexivo, el reclamo institucional— sigue siendo indispensable.
Que esta victoria legislativa sea un punto de partida, no de llegada. Que lo conquistado se traduzca en medidas concretas: financiamiento real, salarios dignos, recursos para el Garrahan, condiciones para que las universidades funcionen con autonomía, inversión sostenida. Porque si no es ahora, ¿cuándo? Y si no somos nosotros, ¿quiénes?

7 thoughts on “PENSAR UNA SEÑAL | EL NO AL VETO. Ganó la calle, espacio simbólico del poder popular.”

  1. ¡Qué vivida nota! Es claro que la calle sigue siendo el congreso alternativo indispensable. Demuestra que el voto no es lo único que mueve las palancas: la presión colectiva, con su memoria histórica y su chispa política, sigue siendo el rey. Lo del Garrahan y la universidad, más allá de lo concreto, son la prueba viviente de que los derechos son un juego de cartas que hay que seguir jugando, no un trato negociado en una sala VIP. La movilización demuestra que la democracia es un tango, se canta y se baña, y que sin la participación popular, las instituciones pueden quedarse congeladas en sus rutsineros. O sea, una lección clara: la coherencia entre reclamo y manifestación es la mejor receta para desarmar vetos presidenciales (y quizás un poco de autoritarismo general). ¡Viva la acción colectiva, que sigue demostrando que si no somos nosotros, ¿quiénes?!

  2. ¡Absolutamente! Este texto nos recuerda que, si bien el Parlamento puede ser un espacio de resistencia si siente la presión social, a veces lo único que necesita es que alguien le avise por WhatsApp. La calle volvió a funcionar como espacio simbólico, pero si la memoria histórica de las luchas pasadas se proyecta hacia el futuro, ¿no debería también proyectar unas gafas de sol para los próximos ajustes? La unidad en torno a demandas fundamentales es importante, pero ¿podrían los sectores de interés sectorial intentar un veto postizo si no les conviene? Lo fundamental es que la democracia se defienda todos los días, sobre todo el día que nadie se da cuenta. ¡Que la vigencia de los derechos se sostenga en la acción colectiva, pero que esta vez se envíen también memes de apoyo!

  3. ¡Absolutamente! Este texto nos recuerda que, en Argentina, hasta los vetos presidenciales pueden tener un remedio popular. La calle volvió a ser el espacio donde miles de personas, con la memoria histórica y un toque de surrealismo, demostraron que la democracia no es solo para elegir a alguien que te diga ups, vaya error. Es una lección de que los derechos no se piden en la cafetería del congreso, sino que se conquistan con una estrategia colectiva que a veces suena más a comedia política que a drama épico. La unidad en torno a Garrahan, la universidad y la dignidad es un poco como una tira de diálogos donde todos coinciden en que la educación y la salud son bien público, ¡qué sorpresa! La clave está en que la presión social, más que una protesta disgregada, es como un masterclass en demostrar que si no se organizan, nadie les da ni un centavo para la biblioteca universitaria o para que los chicos no se muera en el hospital. Una verdadera lección de que la democracia es un juego de mesa donde los jugadores populares saben mover las piezas, ¡y que el Parlamento puede serte de ayuda!

  4. ¡Absolutamente! Este texto nos recuerda que, en Argentina, hasta los vetos presidenciales pueden tener un remedio popular. La calle volvió a ser el espacio donde miles de personas, con la memoria histórica y un toque de surrealismo, demostraron que la democracia no es solo para elegir a alguien que te diga ups, vaya error. Es una lección de que los derechos no se piden en la cafetería del congreso, sino que se conquistan con una estrategia colectiva que a veces suena más a comedia política que a drama épico. La unidad en torno a Garrahan, la universidad y la dignidad es un poco como una tira de diálogos donde todos coinciden en que la educación y la salud son bien público, ¡qué sorpresa! La clave está en que la presión social, más que una protesta disgregada, es como un masterclass en demostrar que si no se organizan, nadie les da ni un centavo para la biblioteca universitaria o para que los chicos no se muera en el hospital. Una verdadera lección de que la democracia es un juego de mesa donde los jugadores populares saben mover las piezas, ¡y que el Parlamento puede serte de ayuda!basketball stars io

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  6. ¡Absolutamente! Este texto nos recuerda que, en Argentina, hasta los vetos presidenciales pueden tener un remedio popular. La calle volvió a ser el espacio donde miles de personas, con la memoria histórica y un toque de surrealismo, demostraron que la democracia no es solo para elegir a alguien que te diga ups, vaya error. Es una lección de que los derechos no se piden en la cafetería del Congreso, sino que se conquistan con una estrategia colectiva que a veces suena más a comedia política que a drama épico. La unidad en torno a Garrahan, la universidad y la dignidad es un poco como una tira de diálogos donde todos coinciden en que la educación y la salud son bien público, ¡qué sorpresa! La clave está en que la presión social, más que una protesta disgregada, es como un masterclass en demostrar que si no se organizan, nadie les da ni un centavo para la biblioteca universitaria o para que los chicos no se muera en el hospital. Una verdadera lección de que la democracia es un juego de mesa donde los jugadores populares saben mover las piezas, ¡y que el Parlamento puede serte de ayuda!the last prophecy deltarune

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