Apuntes Peronistas “Una historia que recién comienza” es un Proyecto conjunto entre Komunicación (Departamento Educativo del Grupo TV Mundus) y el Centro de Investigación Académico Latinoamericano (CEDIAL, Departamento La Historia es Nuestra).
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Por Daniel do Campo Spada.
Todos los movimientos o corrientes políticas son hijos de su momento histórico no solo de su país sino también de los entornos geográficos. A mitad del siglo XX el mundo fue literalmente más pequeño porque cualquier suceso en algún lugar del mundo mueve lo que ligeramente llamamos “geopolítica”. En paralelo al surgimiento de la primera etapa del peronismo, encima se dio uno de los eventos más significativos que aún prolonga sus consecuencias. La Segunda Guerra Mundial está viva aún en conceptos como los de la “nueva” guerra fría. Nadie queda afuera en el marco de bloqueos o alianzas económicas y militares en situaciones de transfronteras.
De la neutralidad al Golpe del 43.
Más allá de los cambios de gobiernos (y de sistema) en Argentina, el país se había destacado con lo que había sido la política de Estado más perdurable, consistente en la neutralidad internacional, sin importar los contendientes. Este prestigio se había consolidado cuando el país medió en la Guerra del Chaco entre los vecinos Bolivia y Paraguay que habilitó el primer Premio Nobel argentino (el canciller Carlos Saavedra Llamas, 1878-1959).
Tras el derrocamiento de Hipólito Yrigoyen (1852-1933) en 1930 no solo se terminó con la primera etapa democrática iniciada en 1916 sino que se entró en una inestabilidad institucional de golpes de Estado y fraudes neodemocráticos que termina cuando en febrero de 1946 la fórmula Juan Domingo Perón y Ramón Quijano (1884-1952) se impuso en las urnas sin proscripciones. Allí no solo se cristalizó un retorno a la democracia (que solo duró diez años) sino que se gestó el marco de un movimiento (el peronismo) que continúa hasta el día de hoy.
Cuando se desarrollaba la presidencia de Ramón Castillo (1873-1944) se produce en 1943 un golpe de Estado ejecutado por una camada de militares nacionalistas. El nacionalismo, que merece otro debate en otro momento y lugar, estaba enmarcado además por no estar necesariamente alineado con Estados Unidos, que era la potencia dominante en la región continental. Argentina fue durante muchas décadas una especie de astilla en la hegemonía servil (o a los mazazos) que las doctrinas norteamericanas habían “naturalizado” desde la Casa Blanca.
En un tiempo ese “no norteamericanismo” se basaba en realidad con cierto alineamiento (por épocas) con Gran Bretaña o bien con Alemania, las otras potencias globales del área occidental. La posterior dependencia extrema de los británicos hacia Washington (algo que se prolonga hasta el primer cuarto del siglo XXI) y el derrocamiento del régimen nazi dejó el mundo en otra situación.
Una de las aparentes motivaciones del Golpe del 43 que puso al General Pedro Pablo Ramírez (1884-1962) fue evitar un probable triunfo (en medio de los fraudes electorales que se habían institucionalizados) del empresario conservador Robustiano Patrón Costas (1878-1965) que vislumbraba un viraje hacia los aliados contra los nazis abandonando la tradicional neutralidad del país. El candidato civil tenía todo el apoyo de la Embajada de Estados Unidos, imaginando que Argentina seguiría el camino de Brasil (que todavía no era la potencia actual) que había cedido 22 mil soldados que pelearon en la retaguardia europea cubriendo los avances yanquis.
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Suponiendo que evitar la probable ruptura de la neutralidad fue motivante del Golpe, en las comandancias militares (fundamentalmente del Ejército) se despertaron todas las alarmas cuando Ramírez designó en 1943 como canciller al Vicealmirante Segundo Storni (1876-1954), que tenía inclinaciones aliadófilas. Se temía una fuerte injerencia de Estados Unidos en nuestro servicio diplomático que derivó incluso en la detención de Osmar Alberto Helmuth, Cónsul argentino en Barcelona bajo la acusación de que era informante de agentes nazis.
Viendo que sostener la presión estadounidense era difícil por el poder creciente que iba adquiriendo la nación del norte, en enero de 1944 Ramírez rompe con una Alemania que ya estaba debilitada y ello derivó en que un grupo de oficiales más nacionalistas diera un golpe de Estado. El General Edelmiro Farrell toma el poder y marca una firmeza mayor en la gestión militar armando un gabinete con presencia de algunas figuras, como la del Coronel Juan Domingo Perón que serían un antes y un después.
La escalada de presiones de la Casa Blanca contra la Argentina escaló en enero de 1944 cuando el Departamento de Estado yanqui ordenó a los países de la recién creada (en 1943) Organización de Estados Americanos (OEA) que retiraran sus Embajadas de Buenos Aires. Tras un importante debate interno, el gobierno militar argentino rompe en marzo de 1945 relaciones diplomáticas con Alemania y Japón. El avance de la Unión Soviética (URSS) en Europa ya era incontenible y la caída del régimen de Adolfo Hitler (1889-1945) era cuestión de meses. Italia ya había derrocado a Benito Mussolini (1883-1945) y estaba fuera del juego de las potencias del Eje. Los estadounidenses esperaban que se declara la guerra a los alemanes, que era un paso superior a la de cortar relaciones.
El mundo de posguerra.
La guerra mundial no terminó con la derrota militar de la Alemania nazi. Los siguientes años fueron de pase de facturas y reacomodamientos en el plano regional y global. De hecho, 1946 fue prolífica en situaciones trascendentes.
Por un lado se inicia la Organización de las Naciones Unidas (ONU), de la mano de una Alemania ocupada en donde se desarrollan los Juicios de Nüremberg a los jerarcas nazis. En Francia, Charles de Gaulle, figura emblemática de la recuperación territorial de su país, abandona la Presidencia previsional en el contexto de un importante crecimiento de los partidos comunistas galo e italiano.
En ese mismo año la tensión entre judíos y árabes llega a importantes extremos adelantando el regalo de las tierras palestinas a los sionistas extranjeros. En un mundo que se reacomodaba como la tierra misma después del terremoto que implicó la guerra mundial, Grecia y China viven durísimas guerras civiles.
En una Europa en la que todavía humeaban los restos de las batallas, nacía el bloque socialista amparado y guiado por la poderosa Unión Soviética, que tras el triunfo sobre la Alemania nazi se convirtió en un gran interlocutor mundial. Hungría, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia y otras naciones empezaban a transitar el socialismo, al igual que el sector germano que se denominó República Democrática Alemana.
Estaba lanzada la “guerra fría” entre los dos polos imperiales-ideológicos que pasaron a ser los gigantes globales. Estados Unidos por el lado capitalista encabezaba el denominado “primer mundo” mientras que la Unión Soviética marcaba el rumbo en los países socialistas reconocidos como el “segundo mundo”. Quedaba un espacio que componían países no alineados ya sean capitalistas o socialistas que dieron lugar a lo que se conoció como el “tercer mundo” dando lugar a una corriente de organización política conocida como Movimiento de Países No Alineados (MNOAL).
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Ni yanquis ni marxistas.
Perón instrumentó una inclinación de política internacional llamada “tercera posición” que desarrollaremos profundamente en otro texto. Los militantes reforzaban esta supuesta independencia ideológica cantando “ni yanquis ni marxistas, peronistas” que en los hechos terminó siendo apenas un slogan porque el Justicialismo fue permeable a ambas corrientes en mucho de sus aspectos.
El peronismo tomó rápidamente como “espíritu” ideológico la Doctrina Social de la Iglesia Católica Romana en un momento en que el Vaticano estaba claramente alineado (como casi siempre en el siglo XX) con la Casa Blanca y el capitalismo. Pero al mismo tiempo, cuando Perón asumió en 1946, la Unión Soviética instaló su Embajada en Buenos Aires después de 25 años.
Mientras que hasta allí las Embajadas argentinas solo tenían un agregado de negocios y muchas de ellas uno militar, junto al Embajador el peronismo agregó un representante Obrero en la mayoría de las representaciones diplomáticas.
Mantener la independencia ideológica tenía su precio. Cuando se creó la OEA en 1948, la gran nota era la ausencia de la Argentina, al igual que en el nefasto al Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) creado en 1950. De esa forma Estados Unidos impulsaba la política expansionista de Harry Truman (1884-1972) tomando el control del continente. La república más austral era un grano molesto para la política, la economía y el poder militar yanqui. Por eso reforzaron en todos los aspectos (industrial, militar, económico, académico) a Brasil, para que se convirtiera en una potencia zonal capaz de frenar a los rioplatenses.
Un aspecto de la naturaleza como la larga sequía que se produjo en el país entre 1949 y 1951 generó una carencia de recursos económicos en un momento en que el dólar se convertía en la moneda mundial de intercambio. Eso, junto a que el Plan Marshall que con la excusa de la reconstrucción cedió la economía de la Europa capitalista a los estadounidenses fueron dos estocadas importantes. Washington buscaba proveedores de alimentos para el Viejo continente en otras áreas, excluyendo a la nación más austral.
Por eso, en el último tramo el gobierno de Juan Perón debió adherir tanto a las Actas de Chapultepec (con gran oposición pública de John William Cooke) como al TIAR para de esa manera acceder a un empréstito de u$s 125 millones. Entre esas presiones estuvo además reconocer la instalación forzada de los judíos en tierras de Palestina. El realismo político le ganó momentáneamente a la ideología.
…
Excelente!