El clima previo en la región.
Por Daniel do Campo Spada
Cuando el mundo quedó dividido en dos áreas de influencia tras el acuerdo de Yalta, Estados Unidos siguió haciendo lo que ya hacía desde su independencia. Lo que había cambiado en su política de sometimiento de los vecinos continentales era que Gran Bretaña no solo ahora dependía de Washington sino que además había desaparecido como competidora en la región.En 1953 se crea la Organización de Estados Americanos (OEA), una nefasta organización fundada para darle cierto “matiz” de legalidad a los atropellos yanquis. En su carta operativa indicaba que tenía como fin evitar la “llegada” del comunismo a la región. El único país que se opuso a ese eje ideológico fue Guatemala, lo que terminó de poner en la mira a la nación centroamericana.
Estados Unidos empieza a rodear de dictaduras a Guatemala, fundamentalmente las de Nicaragua con Anastasio Somoza (1925-1980) y la de Honduras. En esos países se empiezan a reclutar mercenarios dispuestos a una acción armada y dirigida por la Central de Inteligencia Americana (la tristemente célebre CIA). La “compañía” como vulgarmente le llamaban en Washington, que era dirigida por Foster Dulles, llevó seis aviones militares cargados de armas listas para la acción directa.
Un año después, en 1954, en la Conferencia de Caracas, Estados Unidos impone la denominada Resolución 93 en la OEA que justifica la acción armada extranjera en la región, con consecuencias que iban a pagar varios países centroamericanos y caribeños. Lo que estaban esperando se produjo. Como la Casa Blanca bloqueó la compra de armas por parte de Guatemala, el Gobierno de Jacobo Árbenz las compró en la Unión Soviética y ello fue usado como excusa para hablar de una incursión comunista en la zona alentada por los soviéticos. El dictador nicaraguense Somoza pidió la aplicación de las normativas de intervención armada.
El 18 de junio de ese año aviones estadounidenses bombarderon Guatemala y los mercenarios hicieron un ingreso por la frontera con Honduras. En forma inmediata la Unión Soviética pidió una reunión urgente del Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, pero el poder de veto que tenían las naciones ganadoras (la propia URSS, EE.UU., Gran Bretaña, Francia y China) hizo que los yanquis la desestimaran al instante.
El Embajador Peurifoy de Estados Unidos en la Ciudad de Guatemala comenzó una febril ronda de contactos con militares guatemaltecos de alta graduación y hasta con mando de tropas. A la invasión en curso a cargo de Castillo Armas que empezaba a fatigarse a poco de haber comenzado buscaban agregarle un Golpe de Estado, herramienta muy habitual para voltear gobiernos populares.
Lo que los terrroristas no imaginaban era la férrea defensa que el pueblo hizo del Presidente Árbenz. Usando mercenarios bien entrenados y armas modernas tomaron Puerto Barrios y Chiquimula, desde donde pensaban establecer una cabecera de playa que permitiera un abastecimiento de sicarios y material bélico que habilitara la prolongación del ataque pero no habían calculado ni imaginado que los propios habitantes salieran a las calles o terrazas con sus armas particulares, algunas caseras y otras brindadas por el propio ejército nacional. Los invasores apenas duraron un día y se escaparon con gran cantidad de bajas en una cifra que nunca se pudo precisar fehacientemente dado que la acción no era “oficial”.
Entonces aplicaron otro plan, que consistía en que Honduras inventara una guerra con Guatemala para “justificar” la presencia de su “aliado-jefe” imperialista. Crear las condiciones comenzó a ser muy habitual en los Golpes de Estado. Los medios de comunicación hegemónicos completaban el círculo financiado por los empresarios que se oponían a cualquier avance social hacia los derechos de los trabajadores o la democracia.
El hijo de Jacobo Árbenz, homónimo de su padre, confió a la BBC1 que los seis meses de bombardeo de la CIA a Guatemala fue un momento grave, atendiendo que eso incluía mercenarios entrenados en Honduras. “Mi padre se la pasaba en el Ministerio de Defensa y cuando estaba en casa se la pasaba fumando, muy preocupado”, relató.
“Aprovechando la guerra fría lo acusaron de comunista para desacreditarlo”, dijo Árbenz hijo, quien agregó que la invasión provocó que debían ponerse bajo las camas para evitar el daño de los cristales. “El Ejército logró repeler el ingreso de los mercenarios, pero después de unos meses sus propios compañeros de armas, que habían hecho juntos incluso la carrera militar le dijeron que ya no lo podían sostener más”, agregó.
Alan Dulles (1893-1969) Director de la CIA y Forster Dulles (1888-1959) Secretario de Estado se encargaron de diseñar el Golpe de Estado contra Árbenz, porque el militar popular se había convertido en alguien molesto para la United Fruit Company no solo por la reforma agraria sino más que nada por el “peligroso” antecedente de las leyes laborales. Por eso pusieron en marcha un plan para minar el apoyo interno del Gobierno guatemalteco para justificar una invasión desde el exterior. En esas maniobras incluso no dudaron en cambiar hasta el corresponsal del The New York Times (NYT) para poner un escriba entrenado por la agencia de inteligencia de Estados Unidos para alinearse con la propaganda anti-popular diseñada por la Casa Blanca.
En 1953, el Presidente estadounidense Dwight D. Einsehowert (1890-1969) envió como Embajador suyo a la nación centroamericana a John E. Peurifoy (1907-1955), un furioso anticomunista que provenía de una misión de intromisión en la política de la Grecia de posguerra. Lo mismo pretendía hacer en Centroamérica. A poco de llegar informó que había que dar un rápido Golpe antes de que el proceso revolucionario se consolidara en Guatemala y se expandiera por la región.
En el encuentro de la OEA en Caracas, Estados Unidos había forzado una declaración en contra del comunismo a la que solo se opuso con su voto en contra Guatemala. Argentina y México se abstuvieron y por eso también estaban siendo considerados países “sospechosos”. Sin embargo, el Gobierno de Juan Domingo Perón no le vendió armas a los guatemaltecos respondiendo al bloqueo ordenado por Washington. Eso obligó al Presidente Árbenz a comprar armamento en los países comunistas. El Gobierno de Checoslovaquia hizo un envío y eso fue utilizado para acusar al país como alineado con Moscú. El elemento que la propaganda derechista necesitaba estaba servido.
Mientras que la Casa Blanca bloqueaba el envío de armas a Guatemala, proveía de demasiado arsenal a los dictadores de Nicaragua (Anastasio Somoza, 1925-1980), República Dominicana (Leónidas Trujillo, 1891-1961) y Venezuela (Marcos Pérez Jiménez, 1914-2001) creando un descarado desequilibrio militar en América Central. Por eso el Gobierno de Guatemala tenía que proveerse en destinos que no estuvieran sometidos al bloqueo de Estados Unidos.
Stephen Kinzer, denuncia en un video documental2 que desde el Departamento de Estado yanqui crearon el denominado Plan PBSUCCES aplicado en 1954 después de que Guatemala no aceptara plegarse a las fuerzas agresivas que el Pentágono proponía de sus países dependientes para apoyar a los derechistas de Corea del Sur contra la Corea del Norte apoyada por la Unión Soviética y China. Como si ello fuera un insulto, tildaban a Árbenz de comunista, igual que hacían con todos los nacionalistas que no se alinearan con los caprichos e intereses del imperio.
No solo los militares cooptados con dinero, los corruptos empresarios antinacionales sino también los medios de comunicación dominantes comenzaron a mansillar la imagen interior del Presidente. Cualquier noticia falsa, como ocurre en el ya avanzado siglo XXI, se convertía en una verdad tras su repetición constante en los diarios.
El principal dirigente de la Revolución sintió la soledad y se dio cuenta de que estaba solo. Su esposa lo convenció de que no tenía sentido inmolarse en una esquina en un enfrentamiento armado. Considerando que era joven, dedujo que podría seguir luchando por la dignidad de su país. Tras eso renunció en la noche del domingo 27 de junio de 1954 y se tuvo que exiliar con un gran daño para la familia. Las hijas se fueron suicidando por la tristeza una década después y el propio Árbenz murió muy afectado y deprimido por la incomprensión de su obra.
En las primeras horas tras presentar su dimisión, Árbenz permaneció en su casa, pero al notar el carisma revanchista y asesino de los golpistas dirigidos por Castillo Armas se exilió en la Embajada de México. Allí se refugiaron otros 300 militantes y funcionarios del campo popular.
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