La crisis como oportunidad | Repensar la salud

Lic. Gerardo Codina

En el auditorio del sindicato FOETRA en Balvanera, se presentó el último martes de setiembre de 2021 el libro “Integrado. Aportes para la discusión de un nueva Sistema Nacional de Salud en Argentina”, una compilación de trabajos que abordan uno de los temas cruciales que dejó la pandemia: cómo fortalecer el sistema sanitario argentino para resguardar con calidad y equidad la salud de todos, aún en circunstancias excepcionales.

Con un prólogo escrito por Daniel Gollán, ex ministro de Salud de la Nación y de la provincia de Buenos Aires, y con un epílogo de Mario Rovere, ex vice ministro de Salud de la Nación, la compilación efectuada por Giglio Prado y Pablo Torres incluye unos 18 trabajos que abordan desde diferentes ópticas las transformaciones requeridas para lograr un sistema más justo y solidario, examinadas a la luz de la emergencia vivida.
Al inicio del libro, quienes impulsaron su realización, realizan consideraciones sobre la premura de conformar un Sistema Nacional Integrado de Salud y definen el trabajo realizado como “obra coral, innovadora, propositiva y urgente”, caracterizada por circunstancias que empujan “a aplicar la máxima de Simón Rodríguez: ‘O inventamos o erramos’”.
Las circunstancias excepcionales vividas, que nos atravesaron a todos y todas, rearmando de prepo toda la cotidianeidad, dejaron sembrada en tierra fértil la necesidad de repensar todo el sector sanitario nacional. Superada en gran medida la emergencia, se impone la reflexión profunda y multidimensional sobre lo realizado, sus fortalezas y carencias, para poder aprovecharlo como una oportunidad para su mejoramiento. Este libro colectivo es un serio aporte en ese sentido.

La fragmentación como debilidad

Casi todos los que abordan estas cuestiones acuerdan que el punto urgente a resolver es la fragmentación histórica del sistema, que lo vuelve ineficiente pese a los recursos humanos y económicos que insume. En su ponencia inserta en el libro citado, el autor de estas líneas lo resume así “Su fragmentación, redundancia e inequidad lo tornan ineficiente desde la perspectiva de la relación entre el volumen de recursos sociales que insume, contrastado con los pobres resultados socio sanitarios que se alcanzan, sobre todo en zonas y con poblaciones especialmente vulneradas en sus derechos.”2
Con tres sectores que convergen en el cuidado de la salud de la población en general, el público, el privado y el de la seguridad social, más otros especializados en aquellos con capacidades diferentes, consumos problemáticos o en las enfermedades y accidentes laborales, una inversión social que bordea el 10 por ciento del PBI no asegura buen acceso a la salud para todos.
Así, pese a que Argentina tuvo en 2007 el gasto per cápita más alto de América latina en salud (US$ 663 per cápita), mantuvo una tasa de mortalidad infantil de menores de cinco años del 16 por mil, que llegó a superar a la de algunos países limítrofes que gastan menos, como Chile y Uruguay.
Estas son cifras globales que, como siempre, esconden profundas desigualdades. Muchas de ellas son estructurales, como las implicadas en el subsistema de obras sociales sindicales, cada una de las cuales depende de los niveles salariales del gremio al que atienden y que, por lo mismo, calca las diferencias económicas que existen entre los diferentes colectivos de trabajadores.
Gran parte de lo construido se relaciona con el paulatino abandono de la idea rectora del primer ministro de Salud de la Nación, de que el sistema público nacional llegara a todos los rincones y a todos los habitantes por igual.
Primero se trasladó a las organizaciones sindicales la tarea de dar respuestas a los problemas de salud de los trabajadores y sus familias. Hoy representan la cobertura, no sólo de salud, de más de 16 millones de argentinos. Luego el estado nacional transfirió sin recursos a las provincias gran parte del sistema público y, por último, los sectores de mayores ingresos pudieron acceder a seguros privados de salud, terminando de fragmentar la concepción solidaria que le había dado en el inicio Ramón Carrillo.
Las pandemias como la producida por el coronavirus no reconocen esas diferencias de clases y sectores sociales; enferman a todos por igual. Pero las resisten mejor aquellos que se encuentran en mejor estado y que tienen acceso preferencial a los remedios disponibles en cada momento. Por eso, recuperar la equidad original del sistema con los recursos disponibles, es el desafío planteado. El libro que se acaba de presentar, está en esa búsqueda.

Fortalezas y oportunidades

La experiencia de afrontar la pandemia, al tiempo que desnudó las debilidades del sistema de salud argentino, mostró su potencial y las capacidades adquiridas, que permitieron responder en forma robusta al desafío inédito. La calidad profesional y la abnegación de los integrantes de los equipos de salud, puesta a prueba sobre todo en las primeras instancias en las que la carencia de conocimientos implicaba un mayor riesgo de vida, se encuentra entre las más destacadas. Pero no es la única.
Si antes pusimos foco en el carácter fragmentado del sistema, afirmando que deteriora su eficiencia sanitaria, en especial en términos de equidad, veamos ahora lo que se pueden señalar legítimamente como sus fortalezas. Aquello desde lo que se pudo afirmar una respuesta colectiva a la altura del desafío sanitario impuesto por la pandemia y que debe aquilatarse como el basamento desde el que se puede construir el sistema de salud que necesitamos.
Mencionábamos en la introducción a la calidad profesional y la abnegación de los integrantes de los equipos de salud. ¿En qué se evidenció, más allá de la presencia obvia en la primera línea de atención a los afectados? Como en muchos otros países, en la búsqueda creativa y persistente de mejores respuestas terapéuticas, pero aferrándose al método científico y en consulta permanente con colegas de todas partes del mundo. Pensar metódicamente, recolectar evidencia, elaborar con otros e intercambiar resultados, acortó los tiempos de aprendizajes de todes.
La pandemia visibilizó la tarea científica e incorporó a decenas de miles a su dinámica productiva. Muchas veces trabajando sin descanso, semanas tras semanas, en los laboratorios, en las salas de atención, frente a las computadoras. Por supuesto, esa reacción fue movilizada por la magnitud del problema que se afrontaba. La emergencia disparó en todes la necesidad de entender, de aprender, de encontrar respuestas. Muchas resultaron originales, aunque luego fueron superadas por otras mejores. Todas quedarán como parte de lo capitalizado socialmente. Esta fortaleza anímica y técnica es para preservar y acrecentar.

También es la economía

Es claro que cuidar la salud es algo importante. Más, en tiempos de pandemia. También se sabe que está fuertemente interrelacionada con la ciencia. De hecho, que la expectativa de vida de las personas se haya más que duplicado en un siglo y medio, tiene mucho que ver con todo lo aprendido sobre el cuidado de la salud, la mejora en la producción de alimentos y en la misma alimentación de la mayoría de las personas.
Lo que no es tan evidente es que también se trata de un sector importante de la economía. No sólo porque en él trabaja mucha gente y moviliza muchos recursos, sino porque requiere de muchos suministros que son provistos por diferentes industrias, entre ellas la farmacéutica.
Si la pandemia ha tenido un lado positivo fue poner en evidencia las fortalezas nacionales en investigación científica y en producción de insumos para la atención de la salud. La calidad profesional y humana de nuestros trabajadores de la salud se descontaba, no que tuviésemos capacidad de autoabastecernos de casi todo lo requerido en la emergencia. Y con desarrollos propios en algunos casos.

Con ampliación de la escala de elaboración, reconversión de actividades existentes3 o inicio de nuevas, en seis meses el país logró fabricar 67 productos considerados esenciales por nuestras autoridades sanitarias. Y esa producción local satisface el 90 % de la demanda4.
Esto se logró con una fuerte articulación público – privada y la movilización de muchos recursos del Estado. El camino está ahora abierto como resultado virtuoso de la emergencia. Se trata de sostenerlo y ampliarlo en el tiempo con un plan de desarrollo de mediano y largo plazo.
Esa es una capacidad que la mayoría de los países no tiene y que podemos potenciar. Nuestra tradición científica en la materia es sólida. De los cinco latinoamericanos que recibieron un Nobel en ciencia, tres han sido argentinos. Y trabajaron en áreas relacionadas con la salud.
Producir acá implica ahorrar divisas que no sobran. Pero además abre la oportunidad de exportar. Ya se hace. Menos de lo requerido para equilibrar las cuentas con lo que se importa, pero existe allí un espacio para insertarnos en la economía global más allá de los commodities y más cercana a la economía del conocimiento. Tiene que ver con el bien ganado prestigio de nuestro sistema de salud, de nuestros científicos y de nuestras universidades. Que por esa misma razón son elegidas por muchos latinoamericanos para formarse5.
Una herramienta para conformar un complejo industrial sanitario capaz de resultar competitivo a nivel global reside en el poder de compra del Estado, no sólo para el subsistema de salud público, sino a través de las mayores obras sociales, que también son estatales. Esas compras, bien orientadas a promover la mejora permanente de los productos y asegurando la escala de su producción, pueden posibilitar que las empresas se especialicen y desarrollen músculos para exportar. Para ello, se debe robustecer el rol del ANMAT y su articulación con el INTI, además de la cooperación con el sistema de ciencia y técnica.
No se trata de fantasías trasnochadas. Argentina ya exporta medicamentos. Entre otros destinos, a China, Francia y Estados Unidos, además de cubrir el 10% del mercado latinoamericano. El grueso de esas exportaciones es de laboratorios nacionales, que ocupan la mayor porción de nuestro mercado. Por otro lado, Tecme, la empresa cordobesa fabricante de respiradores mecánicos, los exporta a más de 50 países del mundo. En este caso, en base a un desarrollo propio. Son sólo algunos ejemplos.
No hay que olvidar que la biotecnología es una de las fuerzas impulsoras de la cuarta revolución industrial en curso en el mundo. Para desarrollarse requiere de una sólida investigación básica en biología y el concurso de otras disciplinas como la química. No sólo importa para la salud humana, sino también para la salud animal y la producción de alimentos.
En esos tres campos tenemos desarrollos de avanzada, que podemos potenciar. Contamos además con instituciones públicas maduras para el desafío y empresas con capacidad de innovación. La pandemia vino a mostrarnos a esos planetas alineados. Y que la salud es algo que hay que tomarse muy en serio. Sigamos ese camino.

—————————————–

Gerardo Codina. Psicólogo (UBA). Especialista en Políticas Sociales (FLACSO). Director del Departamento de Salud del Instituto del Mundo del Trabajo Julio Godio – UNTref. Ex Secretario General de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires (APBA), Coordinador del Departamento de Salud Mental y Trabajo de APBA, Miembro del Consejo Editorial de Tesis 11.

 

—————————————–   

2.- # Curar a la salud. Fragmentación y eficacia. Publicado como capítulo cuarto del libro Integrado. Aportes para la discusión de un nuevo Sistema Nacional de Salud en Argentina. Buenos Aires, MT Editores. 2021. El artículo original puede leerse en https://www.tesis11.org.ar/curar-a-la-salud-fragmentacion-y-eficacia/

3.- https://www.pagina12.com.ar/265049-el-aporte-industrial-en-la-pandemia

4.-https://www.pagina12.com.ar/290959-argentina-ya-produce-9-de-cada-10-insumos-esenciales-para-co

5.- La exportación de servicios, como la formación superior o las prestaciones de salud, son otra actividad económica relevante cuyo potencial está lejos de haberse alcanzado. La telemedicina se ha incorporado como herramienta tanto para lograr mayor acceso interno a la alta calificación profesional, como para atender un mercado regional y mundial requerido de prestaciones de vanguardia.

 

 

1 thought on “La crisis como oportunidad | Repensar la salud”

Responder a Ricardo E.J. Ferrari Cancelar respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *