MUESTRA CEDIAL | ARTE Y PANDEMIA | Relatos | María Victoria Escoz

El Hombre, para vivir en sociedad, en una comunidad organizada debe renunciar a parte de sus pulsiones. Éstas quedan, al decir de Freud como un resto generador de malestar. ¿Qué hacer con ese malestar? El Arte permite tramitar lo inefable, lo indecible, el dolor y el malestar que la cultura genera. En tiempos de Pandemia, en los que las renuncias se acentúan en función de un bien común: la vida, pero donde el malestar también aumenta, el Arte nos proyecta y enlaza a otros.CEDIAL acompaña y agradece a los artistas que se sientieron convocados a esta Muestra de ARTE y PANDEMIA


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Sin almanaque.

Por Maria Victoria Escoz

Roque tiene su kiosco de diarios en Avda Rivadavia y Medrano . Hace tanto que lo tiene que ya ni se acuerda. Lleva un gorro en la cabeza para disimular su pelada. Su rostro muestra más años de los que en verdad tiene. Digamos que la vida se lo llevó puesto. Pero él se mira poco al espejo. Su mundo es ese : un atiborrado rincón con diarios y revistas organizado en forma ordenada. Se pasa el día allí .Apenas va a su casa para cenar y dormir. Eligió la soledad como modo de vida. O quizás la soledad lo eligió a él. Nunca se sabe en estos casos. Tiene la voz ronca y la mirada endurecida. Parece no estar nunca contento, aunque muchas veces sí lo está. Es fanático de Boca, y cuando mira los partidos en la Bombonera hasta le brillan los ojos y se le ilumina la cara. Pero sólo en esos casos. Es un tipo controlado hasta para festejar los goles, apenas un grito ahogado, sin estridencias. Así se crió. Y aunque ya tiene mucho recorrido en esta vida, sigue siendo el mismo de siempre, como si nada le hiciera mella. Se enorgullece de su terquedad , herencia de su padre alemán –dice. Lo que lo llevó a quedarse solo. Ni con su hijo habla casi, desde la última pelea en que Ramiro prefirió irse de la casa. Roque cree que el momento de la cena es sagrado, que nadie puede faltar a la mesa, ni distraerse con nada. También cree que existe “una verdad” y es la suya. Se puede pasar horas discutiendo sobre temas diversos que van desde “decadencia de la moral actual “ hasta cuál es el modo correcto de cebar el mate. Cuando Ramiro y Santiago eran chicos se pasaba horas tomándoles la lección , hasta que lograba que repitieran los textos históricos a su manera. No como enseñaban esas maestras nuevitas que les “llenaban la cabeza “ con pavadas , con una historia inventada. Con los años se le fue complicando. Santiago se fue muy pronto de la casa dando un portazo. Ramiro se fue quedando, por comodidad o cobardía, o ambas cosas. Mientras Rosa, ah no les había hablado de Rosa, Rosa hace tiempo se fue con otro. Razón de más para aumentar su desconfianza natural hacia las mujeres, y su odio a la humanidad toda. A partir de ese día , que quedó marcado en el calendario con fecha precisa : siete de julio del 2015 Roque se dedicó a hacer un Tratado contra el género femenino todo : “ las mujeres son todas unas locas, y el amor no existe “ comenzaba su libro de páginas interminables.
Rosa se fue cuando ya los chicos estaban grandes. Se fue porque era imposible mover a Roque del departamento de la calle Don Bosco. Le dejó apenas una carta en la mesa del comedor por toda despedida. Sólo por no oírlo.
Es una noche de verano, el departamento se inunda con el sol de la tarde. Roque se vino antes a su casa esperando las noticias. El anuncio es inminente. Prepara en mate con yerba bien amarga, como “se toman los mates “. A partir de esa noche quedará en cuarentena, quien sabe hasta cuándo. Aunque él irá al kiosco , como todos los días a mirar la calle vacía, porque casi no hay nadie. Así hará día tras día. Abrirá el kiosco, acomodará con sumo cuidado cada revista. Con la radio prendida y las noticias de contagiados y muertos en el oído. Día tras día repetirá sus rituales, incluso con más dedicación . Si el mundo es un caos es “por la degradación moral a la que lo llevaron las mujeres con sus ínfulas feministas “. El está seguro de eso. Como un especie de castigo divino a la falta de orden. Por eso en su casa y en su kiosco hay orden y exacerbadas medidas preventivas. A él el virus no lo va a tomar por sorpresa. Se trata tener todo bajo control. Es simple. Si la humanidad toda actuara como él no se hubiera llegado a esto. Son “ todos esos que se la dan de progresistas que fueron comiéndole la cabeza a todos “ . Incluso a sus hijos. “ Miralo a Ramiro sin ir más lejos, se cree que no me doy cuenta de que es rarito” piensa mientras se prepara un guiso de arroz.
Las horas le van pasando, espesas. Es raro , nunca había sentido la espesura del tiempo. Nunca había “sentido” en realidad. Pero ahora se le hace infinito. No hay con quien hablar. El no usa celular por supuesto. Los clientes abandonaron las lecturas del diario. Los bolsillos se achican cada vez más. No habla con los chicos hace tiempo y no va a hacerlo ahora. Si hay algo que él tiene es orgullo y ningún virus se lo va a hacer perder. Está preocupado por los chicos , incluso por Rosa, aunque la “muy ingrata lo haya traicionado “ hecho que no le perdonará jamás. Ni en esta vida, ni en otra si es que hubiera. Pero la verdad es que se preocupa, porque no sabe dónde ni cómo están.
Las horas de la noche sobre todo son las más largas. Los vecinos en sus casas hacen mucho ruido. Por momentos siente que vive con ellos, y raramente no le resulta tan desagradable. Hasta empezó a conversar con el verdulero a quien le explica lo que él considera el origen del caos: la degradación moral. Aunque se resiste , se van alterando sus rutinas. Los días parecen siempre el mismo. Quedó perdido en el almanaque. Justo él que tiene cada fecha minuciosamente marcada, como aquella en la que la “ ingrata de Rosa” lo abandonó. De pronto se quedó sin clientes, sin dinero, sin la gente que camina por la calle sin mirarlo , pero que camina, sin las fechas , sin el almanaque, sin los chicos, sin la ingrata, sin sueño .Empieza a inquietarse.

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