Por María José Bozzone
(Psicoanalista)

“Como practicante del psicoanálisis considero que dicha práctica parte de la pregunta sobre el presente, sobre lo que lo connota y sobre lo que lo transforma ya que el presente es el único tiempo. La condición humana es la de la vulnerabilidad. Nacemos en estado de prematurez y la vida humana comienza en la dependencia absoluta a un otro. El hacer, la existencia, el deseo, no son sin ese estar expuestos al otro, El contacto con el otro no es posible de ser inmunizado ya que somos en esa afectación y esa afectación no es controlable. No podemos predecir el modo ni el tono de la afectación aunque cada vez podemos buscar el grado de libertad para elegir qué hacer.

Desde ahí es que somos -si es que algún ser hay- en comunidad. Pero entonces ¿qué arma la comunidad? nada del orden de lo común. Sostener que la comunidad se constituye vía la identificación con un objeto externo (una idea, un líder, una camiseta) es confundir comunidad con masa. En todo caso si hay algo común, si algo puede reunirnos en un nosotros es la experiencia de la pérdida y de la vulnerabilidad de la vida. Esa experiencia de lo abierto, de la intemperie, del despojo, esa imposibilidad de tener la vida, porta como efecto, que la comunidad se arma en un hacer donde se da lo que no puede no darse, se da lo que no se tiene (tiempo, palabras, silencios, dones)

También y no necesariamente en oposición, la vulnerabilidad lleva a los mecanismos de inmunidad. La comunidad implica la fractura de las barreras de lo individual, la inmunidad es el intento de reconstruirlas de modo defensivo y u ofensivo. Los sistemas de inmunización hoy, está por demás aclarar, son indispensables para la vida. Ahora bien, cuando estos sistemas son llevados más allá del umbral, ahí cuando la vida se reduce a la vida biológica, se produce el sacrificio de lo viviente, se pone en peligro a la comunidad.

Los tiempos de hoy, más que nunca, ponen en tensión los términos de comunidad, sistemas de inmunización con la articulación de la bio-política. El gobierno argentino, como los de otros países del mundo, manteniendo vigente su sistema democrático, en protección a la comunidad, con el intento de que el sistema de salud pueda recibir las demandas necesarias, aumentó los dispositivos de inmunización (de prohibición, de control, de sumisión).

Es importante reflexionar acerca de que este necesario exceso no lleva como categoría excluyente la vida biológica sino que es una norma de privación para cada habitante en su compromiso con el otro. Si se ha usado la palabra guerra, es en tanto metáfora, ya que la guerra es entre humanos y promueve la suspensión de derechos, a tal punto que en estado de guerra matar es posible.

La privación, efecto del aislamiento, es un acto de comunidad, no por miedo al otro, no pide la eliminación de ningún humano sino nos pide una experiencia de despojo de eso de lo que nunca fuimos dueños. Ni las rutas, ni el comercio, ni el tiempo son posesiones, forman parte de ese común inapropiable. Tampoco debe ser propiedad ningún sistema
de salud. Como psicoanalistas debemos estar atentos a oír en eso que se escucha, para que ruidos de fascismos no se cuelen en esta vivencia inédita donde cierto exceso de lo inmunitario apela al armado de la comunidad.
El oído atento hace al poema, hace a lo vital, hace a la invención, para que la preservación de la vida biológica no sea la única variable. Estamos compelidos a inventar mecanismos donde otras urgencias también puedan ser atendidas.

Nuestro presente ha descolocado al yo, hoy no se puede desconocer la finitud, ni la vulnerabilidad. Hoy se nos hace visible lo que otrxs muchxs ya vivían (estados vulnerables en cuanto a salud y a condiciones básicas y vitales). Ese dolor puede llevarnos a la violencia, ese dolor puede llevarnos al duelo, donde la experiencia de lo perdido nos transforma y nos hace otros.”

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