Por Ricardo E.J. Ferrari
“Con celo y griterío conducían su rebaño, por su propia vereda. ¡Como si no existiera más que una vereda que condujera hacia el futuro! En verdad, también esos pastores formaban parte de la ovejas.”
Friedrich Nietzsche – Así habló Zarathustra.
El presente escrito no pretende ser una explicación exhaustiva del fenómeno psíquico de la alienación y la incidencia en él de los medios masivos de comunicación. Pretenderlo sería una ingenuidad. Es sólo una mera aproximación a un tema inquietante desde siempre y particularmente en estos últimos tiempos.
Las ciencias sociales, nos enseñan que todo hecho humano está caracterizado por la complejidad y que hay en su producción múltiples atravesamientos. Todo hecho humano es multifactorial y es necesario tener presente esto para saber que nunca alcanza la explicación desde una única perspectiva disciplinar y que lo que estamos intentando explicar nunca es suficiente.
La motivación de este escrito es un intento de dar una respuesta desde la psicología o más precisamente desde la psicopatología, a un fenómeno que, si bien recorre toda la historia del mundo antiguo, medieval y moderno, nos interroga fuertemente en estos tiempos de posmodernidad o hipermodernidad. Tal vez porque arrastramos la ilusión iluminista del progreso espiritual del ser humano y observamos con desazón que la razón, tan sacralizada y venerada, desde el siglo XVIII, no siempre se pone al servicio de “lo mejor”.
Si bien podemos acordar en que el progreso tecnológico-científico, a partir de la utilización de la razón, ha sido y sigue siendo incesante; en lo que concierne a “lo espiritual” o a “lo estrictamente humano” (difícil de definir) no ha sido del mismo modo.
Solemos preguntarnos azorados: ¿Cómo puede ser que alguien elija el destino político y económico de la sociedad en que vive, en contra de sus propios intereses de clase?
Observamos a diario, personas que opinan sobre determinados temas de actualidad denostando o defendiendo posturas políticas, sin ningún tipo de argumentación ni citando fuentes certeras de información.
Sabemos que los intereses de los sectores privilegiados de la sociedad suelen estar representados por los medios masivos de comunicación a su servicio. Éstos manipulan a sus consumidores en beneficio propio y, por supuesto, de dichos sectores.
Me planteo en este escrito la inquietud acerca de la manipulación de las masas en nuestra época y en nuestro presente argentino, a través de los medios masivos hegemónicos, y la producción de una subjetividad que, convencida por éstos últimos, llega a actuar contra sus propios intereses de clase y también contra sus semejantes de clase.
Con suma frecuencia observamos comentarios despectivos, acerca de la protesta social, en pequeños comerciantes, en choferes de transporte público, en taxistas, en encargados de edificio. En fin, en un gran sector de la clase trabajadora (sobre todo, clase media baja y clase baja).
A modo de introducirnos en esta temática, podríamos plantear la existencia, en los sectores que concentran el poder (lo que posteriormente llamaremos, siguiendo a Piera Aulagnier, fuerza alienante), de una tríada de maniobras psicopáticas que están al servicio de conseguir que el otro haga lo que estos sectores desean, sin tener en cuenta la singularidad de los intereses y deseos de ese otro que, para él, no es nunca un semejante sino un medio para satisfacer sus propias necesidades y deseos.
La inculcación del miedo, la inoculación de la culpa y la seducción, comprenderían esa tríada de mecanismos a los que suele recurrir sin culpa ni vergüenza todo psicópata o todo sector de poder con características psicopáticas. Tanto el miedo, la culpa como la seducción, se ponen al servicio de invertir la realidad. Que el otro se asuste y me necesite, que se sienta culpable y se someta o que quede seducido con la ilusión de una promesa que nunca se cumplirá.
En la base de estos mecanismos de inculcación está la mentira psicopática.
Una de las tantas maniobras psicopáticas de los gobiernos de derecha y de los sectores que concentran la economía, es convencer al pobre, a través del discurso de la religión, acerca de la existencia de un mundo paradisíaco, de un mundo ultra terrenal; y que, su condición de pobre, es su “lugar en el mundo”. Que los “últimos serán los primeros” y que “bienaventurados los que lloran porque ellos tendrán consolación”. Para algunas religiones, la condición de ser pobre o desdichado es la culpa a expiar por una vida anterior disipada.
Esta maniobra está al servicio de invertir la realidad: el mundo verdadero es el mundo “del más allá” y el mundo en el que vivimos es un tránsito ilusorio hacia aquél. Un pasaje terrenal en el que estamos “a prueba”. Algunos serán los bienaventurados, otros en cambio serán condenados eternamente a los sufrimientos más atroces (inoculación psicopática del miedo).
Al respecto leemos en Marx en su “Crítica de la filosofía del derecho de Hegel”: “Para Alemania, la crítica de la religión ha llegado, en lo esencial, a su fin, y la crítica de la religión es la premisa de toda crítica. (…) El fundamento de la crítica antirreligiosa es que el hombre hace la religión y no la religión al hombre. Más precisamente: la religión es la autoconciencia y la autovaloración del hombre que aún no se ha encontrado a sí mismo o ha vuelto a perderse. Pero el hombre no es un ser abstracto, ubicado fuera del mundo. El hombre es el mundo del hombre, es el Estado, la sociedad. Este estado, esta sociedad producen la religión, una conciencia del mundo invertida porque ellos mismos son un mundo invertido” (…) “La miseria religiosa es, al mismo tiempo, la expresión de la miseria real y la protesta contra la miseria real.” (…) “Renunciar a la religión en tanto dicha ilusoria del pueblo es exigir para éste una dicha verdadera”. Y advierte renglones más abajo: “Por lo tanto, la tarea de la historia consiste en descubrir la verdad del más acá, una vez que se ha hecho desaparecer el más allá de la verdad. La tarea de la filosofía, la cual, está al servicio de la historia, es después de desenmascarar la forma sagrada de la alienación humana, desenmascarar la alienación bajo sus formas no-sagradas. La crítica del cielo se vuelve de este modo, la crítica de la tierra; la crítica de la religión, la crítica del derecho; la crítica de la teología, la crítica de la política”. (Marx,2005:49-50-51)
También aparece el mensaje, invertido, utilizando el término de Marx, de que “el pobre es pobre porque es vago” o que “es pobre porque quiere” y le gusta ser asistido por el Estado (“No quieren trabajar, quieren vivir de planes”). No es la sociedad la que produce la pobreza sino los mismos pobres, por ejemplo, multiplicándose (se escucha muchas veces la queja de que “los pobres tienen muchos hijos” o que “habría que infertilizar a las mujeres de la villa que no hacen otra cosa que tener hijos”). No es la sociedad la responsable de la pobreza sino el pobre “que no se esfuerza”, que es “vago”. Mensaje transmitido desde los grupos que detentan el poder económico. Se convierte así, en un proceso de inversión típicamente psicopático, a la víctima de una sociedad injusta en el victimario de la misma. Aparece la idea de que “hay que enseñarle al pobre a trabajar” y se le ofrece, plantar legumbres, criar gallinas, pescar, etc. Se le reserva al pobre las tareas más rudas, aquellas que involucran el cuerpo y que han sido históricamente devaluadas por los sectores privilegiados de la sociedad. “Que vayan a limpiar casas”, suele gritar la señora de clase media, luego de decir “es una vaga, no le gusta trabajar”
Citaré, para lo referido anteriormente, mi escrito “Los Vínculos Laborales: placer y sufrimiento. Una mirada desde la teoría psicoanalítica”:
“Muchas veces escuchamos afirmaciones del estilo: “La gente no trabaja porque no quiere”. No habría que preguntarse ¿Y por qué no querrá? ¿No será que lo que no quiere es que la exploten? ¿No será que su vida laboral estuvo signada por el maltrato y las frustraciones? ¿No será que tiene miedo que se repitan experiencias de humillación, de acoso, de amenazas permanentes? ¿No será que su vida se inscribe en una historia laboral donde las generaciones que la preceden “han sufrido el trabajo” en lugar de disfrutarlo? ¿No será que quiere trabajar pero vive en una sociedad en la que impera la desocupación y no consigue trabajo? ¿No será que aquellos que piensan que, “los que no trabajan es porque no quieren”, están proyectando en esos otros, excluidos del sistema, su propio deseo de no trabajar?
Preferimos muchas veces no formular la pregunta y permanecer en el prejuicio. El prejuicio y su consiguiente discriminación social nos ubica en una posición más cómoda que la de interpelar e interpelarnos.
Y ahí los vagos somos los que no planteamos la pregunta. Los que no hacemos el esfuerzo, el gasto de energía psíquica que implica pensar críticamente. He ahí los verdaderos vagos.
¿Quiénes son los “vagos” entonces, los que no trabajan o los que no hacemos el esfuerzo intelectual para poder penetrar en esa problemática? Alguien que no trabaja, muchas veces, es alguien que ha quedado por fuera del sistema, que ha sido arrojado, expulsado; que tiene una historia de frustraciones y de carencias. Que está por fuera de la ley porque la ley nunca lo ha incluido en su seno. No se trata de “vagos” sino de excluidos. Los olvidados del sistema. Aquellos para quienes el trabajo no significó nunca la posibilidad de desarrollo personal, de garantía de progreso y seguridad. Para quienes la restricción del narcisismo no significa nada, ya sea porque nunca hubo suministro narcisista o porque su vida se inscribe en una cadena generacional en dónde no existió ni la inclusión ni la recompensa económica o emocional como beneficio narcisista” (Ferrari, 2013)
En nuestros días el aparato ideológico de estas maniobras es, de un modo privilegiado, el aparato de la información; los medios masivos hegemónicos, encargados, entre otras cosas, de inculcar una ideología meritocrática, tan cara al mundo capitalista y sobre todo a la fase neoliberal de éste.
Es uno de los triunfos de la derecha, la identificación de los sectores pobres de toda sociedad con este discurso manipulador. Un discurso que va a llevar, entre otras cosas, a la pelea de pobres contra pobres.
Durante muchos siglos esa maniobra psicopática estaba a cargo de la Iglesia como aparato ideológico del poder y al servicio de conservar un estado de cosas que beneficiara a los sectores privilegiados de la sociedad (la nobleza y el clero).
A partir de la modernidad industrial fue la escuela de masas el aparato ideológico encargado de inculcar la ideología de las clases altas urbanas y de ponerse al servicio de las demandas del nuevo mundo laboral con su escenario en la fábricas. Se instala así una “democratización del saber” que se pone al servicio de los requerimientos del capitalismo industrial. Los niños son formados o “formateados” como productos en serie, en masa y estandarizados. Se les enseña a obedecer, a ser puntuales, a cumplir con el presentismo, a ser rápidos en la tarea (“El que termina primero tiene diez”), a formar fila (“quiero ver una sola cabeza” decía el maestro o la maestra), la sumisión a la autoridad (ponerse de pie cada vez que entraba en el aula el director o la directora), el silencio (alumnos callados y sólo escuchando un discurso unilateral. Si se lo reprendía, el niño debía bajar la cabeza y no responder), la humillación (el alumno en el rincón al frente de la clase con “las orejas de burro”) y muchas veces el castigo físico para todos aquellos que no cumplían con todos esos requerimientos. Como bien plantea Fernández Enguita, requerimientos funcionales para el futuro laboral en las fábricas.
El libro de lectura fue un instrumento privilegiado de inculcación ideológica y manipulación. A través del libro de lectura los niños aprendían e incorporaban los valores de las clases dominantes y el desprecio por la propia cultura así como también los estereotipos de género:
“Martita es una buena niña que ayuda a su mamá a limpiar y cocinar”, “Pablito, luego de hacer sus deberes, juega a la pelota con sus vecinos del barrio”.
En su obra “Pedagogía del oprimido”, Paulo Freire nos plantea que el oprimido asume una postura de adherencia al opresor y que es frecuente, entre los campesinos que son promovidos a capataces, transformarse en opresores de sus antiguos compañeros, siendo muchas veces más autoritarios que el mismo patrón. El patrón está puesto, muchas veces, por el oprimido en un lugar idealizado. El patrón es el que sabe. Se quiere ser como él. Ocupa, como dijera Freud en su obra Psicología de las masas y análisis del yo, el lugar del ideal del yo.
Freire utiliza el término de dualidad existencial para hacer referencia a esa realidad en la que alojando dentro de sí al opresor, son ellos y al mismo tiempo son el patrón y esto los inmoviliza en la opresión. Les impide rebelarse contra el patrón porque el patrón son ellos mismos también. Esta dualidad existencial conduce al oprimido a una violencia horizontal, agresión entre compañeros de trabajo, o una violencia en sentido descendente; el maltrato con respecto a sus mujeres o a sus niños al llegar a sus casas después de una jornada de opresión. La violencia contra el opresor, inhibida por esta adherencia al opresor hace que la misma se desplace hacia un enemigo equivocado. Los pobres peleándose entre sí. Las fuerzas de seguridad (provenientes en su mayoría de clase baja) reprimiendo las protestas populares
En relación a esto último, el psicoanálisis plantea la existencia de un mecanismo psíquico inconsciente al que denomina desplazamiento.
Leemos en el Diccionario de Psicoanálisis de Laplanche y Pontalis:
“Consiste en que el acento, el interés, la intensidad de una representación puede desprenderse de ésta para pasar a otras representaciones originalmente poco intensas, aunque ligadas a la primera por una cadena asociativa.
Este fenómeno, que se observa especialmente en el análisis de los sueños, se encuentra también en la formación de los síntomas psiconeuróticos y, de un modo general, en toda formación del inconsciente.
La teoría psicoanalítica del desplazamiento recurre a la hipótesis económica de una energía de catexis susceptible de desligarse de las representaciones y de introducirse a lo largo de las vías asociativas.
El “libre” desplazamiento de esta energía constituye una de las principales características del proceso primario, que rige el funcionamiento del sistema inconsciente.” (Laplanche y Pontalis, 1977:97)
Por su parte Freud, en su obra El chiste y su relación con lo inconsciente y para ilustrar el mecanismo del desplazamiento, nos relata lo siguiente: “Una historia cómica semejante sería aquella de la aldea húngara donde el herrero había cometido un crimen pasible de la pena de muerte, pero el burgomaestre decidió no hacerlo ahorcar a él para expiar el crimen, sino a un sastre; es que en la aldea había establecidos tres sastres, pero el herrero era el único, y una expiación tenía que haber. Semejante desplazamiento desde la persona del culpable a otra contradice desde luego todas las leyes de la lógica conciente, pero en manera alguna el modo de pensar de lo inconciente.” (Freud, 1989:195)
Otro fenómeno planteado por Freire es la autodesvalorización como producto de la identificación autoagresiva con el discurso del agresor:
“…De tanto oír de sí mismos que son incapaces, que no saben nada, que no pueden saber, que son enfermos, indolentes, que no producen en virtud de todo esto; terminan por convencerse de su incapacidad.” (Freire,1985:58-59)
Frantz Fanon en Los condenados de la tierra también hace referencia al fenómeno de la violencia horizontal, mencionado en un párrafo anterior:
“…En la situación colonial, como se ha demostrado, los indígenas viven entre ellos. Tienden a servirse recíprocamente de pantalla. Cada cual oculta al otro el enemigo nacional.” (Fanon, 1987:284)
Se suele escuchar, inclusive desde posiciones muy honestas, que se le atribuye demasiado poder a los medios masivos de comunicación en la construcción de subjetividad, con un consiguiente menosprecio en la capacidad crítica del lector o del consumidor de noticias, lo cual también relativiza, de algún modo, el proyecto, por ahora no consumado en nuestro país, de democratización de la palabra en los medios masivos de comunicación.
Esta postura, repito, muchas veces honesta, desconoce la tendencia del psiquismo a la alienación y a la renuncia a pensar críticamente. Es sabido la incomodidad que suele generar en todo yo “ponerse a pensar”.
Pensar supone siempre un esfuerzo, un gasto de energía psíquica y puede, muchas veces, conducir a la frustración. Dice Michel Foucault en Theatrum philosophicum: “Pensar ni consuela ni hace feliz”. (Foucault,1995)
El pensamiento crítico conmueve nuestras certezas, introduce la duda, desautoriza y desinstala prejuicios. Cuestiona nuestra estabilidad intelectual y nos sume en una incomodidad que hay que poder soportar.
Piera Aulagnier plantea una tendencia, en la constitución subjetiva, a la alienación del pensamiento. Una entrega de la propia capacidad de pensar a un otro para ser pensado por él. A un otro a quien se le atribuyen todas las certezas por el hecho de ocupar un lugar de privilegio dentro de la sociedad, un lugar idealizado para las masas por los mismos que se proponen alienarlas. Ese otro o fuerza alienante, como la llamará Piera Aulagnier, puede ser un líder político, religioso, militar o una institución. La religión en el mundo antiguo y medieval, la escuela de masas en el mundo moderno y los medios de comunicación masivos, omnipresentes, omniscientes y omnipotentes (Radio, prensa, televisión y cine) sobre todo desde fines del siglo XIX, todo el siglo XX y en la actualidad.
Según la enseñanza de Piera Aulagnier, la alienación del pensamiento supone siempre el encuentro de dos deseos, el deseo de alienar (matar el pensamiento del otro) y el deseo de ser alienado. La alienación es para Aulagnier un fenómeno que se da siempre en una escena social, no es nunca un fenómeno singular. Implica siempre un colectivo social dispuesto a ser alienado y una fuerza alienante siempre dispuesta a suprimir la actividad de pensar con el fin de hundir y de hundirse en la certeza y recuperar un estado a-conflictivo limítrofe al narcisismo primario.
Leemos en Piera Aulagnier:
“El estado de alienación del yo se apoya en dos soportes esenciales: una idealización masiva del que ejerce respecto a él la función de la fuerza alienante y que es, por lo tanto, el soporte de un deseo de alienar, y un retomar, por parte del sujeto alienado, ese mismo deseo y esa misma función respecto de otros sujetos, pero esta vez en cuanto adepto, combatiente, partidario de una “causa”, cuyo poder de demostrar y de garantir su verdad, su supremacía y su “bondad” lo atribuye a la potencia alienante. Es siempre en nombre de una “buena causa” que alienamos nuestro pensamiento” (Aulagnier,2010:45-46)
Y más adelante:
“- La alienación exige el encuentro del sujeto con otro sujeto que desea alienar. Más exactamente, con un deseo de alienar que debe poder hallar en la escena social otro sujeto cuyo pensamiento, cuya acción, inducen la alienación de algunos o de todos sus semejantes.
– La alienación concreta una tentación que, como ya lo hemos dicho, ha estado y sigue estando en la actividad de pensamiento de todo yo: volver a hallar la certeza, excluir tanto la duda como el conflicto. Por esa razón, el deseo de alienar hace correr un riesgo a todo sujeto enfrentado a este tipo de “deseante”. Contrariamente a una humorada muy conocida según la cual “no se vuelve loco el que quiere”, la mayoría de los sujetos –en ciertas condiciones- pueden tender a ese estado.
– La alienación supone la idealización de la fuerza alienante por el sujeto, pero también por varios otros: por lo tanto, nunca es un fenómeno singular. El exceso de idealización necesario para la inclinación del pensamiento hacia un estado de alienación en el pensamiento de otro exige la unificación de cierto número de idealizaciones singulares.” (Aulagnier,2010:46)
Agrega más abajo la autora:
“La alienación supone una vivencia no nombrable y no perceptible por el que la vive.
-En un elevado número de casos, la fuerza alienante instrumentará su acción por medio de un texto (teoría científica o teoría religiosa) cuyo autor es otro sujeto, que, a menudo, ha muerto.” (Aulagnier,2010:47)
Sabemos, según la enseñanza de Freud, que el hecho de haber muerto, eleva, engrandece a quien ha atravesado por “semejante experiencia”. En nombre de un otro idealizado o consagrado socialmente y además muerto, sería más eficaz la fuerza alienante, cuyo deseo sería matar el pensamiento que está presente en los dos sujetos.
Evidentemente hay grados de alienación y como plantea Aulagnier, en ciertas ocasiones la mayoría de los sujetos pueden tender a ese estado, siendo el extremo, la muerte del pensamiento como pensamiento crítico.
Podemos plantear una alienación inherente a la vida humana. Habitar la cultura supone cierto grado de alienación. Hay un sistema de valores, en el que inhieren las costumbres, los usos, los hábitos, las reglas, las normas y las leyes, que nos viene impuesto desde afuera y que debemos incorporar como condición de pertenecer a una comunidad humana determinada.
Para poder vivir juntos, los humanos producen valores, los consensuan y reproducen.
Esta arbitrariedad consensuada y compartida está al servicio de la convivencia y esta necesidad de con-vivir, de estar con los demás y cuyo origen “se hunde en las arenas del Sahara”, implica el triunfo de Eros, en ese conflicto entre matar al otro o dejarlo vivir. Conflicto que se renueva en cada vida humana y, cuyo componente tanático, la cultura como arbitrariedad consensuada restringe, no siempre exitosamente.
Sabemos que ese sistema de valores es relativo. Que cada comunidad humana produce los propios. Los valores son diversos y a veces contrarios a los de otras comunidades humanas.
Un ejemplo de esto podría ser el valor que tienen los alimentos para las diferentes culturas. Un alimento, la carne vacuna, valorado como “sabroso” y necesario por la cultura occidental es impensado como tal por la cultura oriental, más precisamente, el hinduismo.
El poder reconocer, más allá de aceptarla o no, la arbitrariedad de esa esfera axiológica en la que inhiere toda vida humana; el cuestionamiento, la desautorización y aun no cambiando nada o no pudiendo hacerlo; el sólo hecho de animarse a pensar que aquello q nos viene culturalmente dado podría ser de otro modo, nos permite estar menos alienados o no alienados patológicamente. Esto no significa estar a salvo de la alienación.
Podemos distinguir, entonces, una alienación inherente a la cultura, de una alienación patológica. Esta última será tanto o más patológica cuanto más el sujeto esté dispuesto a abolir su pensamiento y cuanto menos atento esté a la fuerza alienante. Cuanto más dispuesto esté a hacer ajeno lo propio, en este caso, el propio pensamiento, dejándose pensar por un otro idealizado.
El extremo de esta patología del pensamiento y de la idealización es, como dice Aulagnier, la muerte del pensamiento.
Estamos acostumbrados a escuchar gente repitiendo frases que han escuchado en los medios masivos hegemónicos, los que, utilizando el concepto de Piera Aulagnier, funcionan como fuerza alienante. Esas personas son incapaces de argumentar aquello que reproducen.
Si a través de cuestionamientos no logramos hacerlas pensar, es porque su pensamiento “ha sido matado”.
Un ejemplo de pensamiento gravemente dañado lo encontramos en aquellas personas que han entrado en una secta, sacralizando un discurso totalizante (desmentidor de la existencia del no-todo) de un líder ubicado en el lugar del yo ideal y que a través de maniobras psicopáticas atrae a personalidades muy vulnerables psicológica y socialmente, matando su propio pensamiento y el de sus fieles o secuaces.
La alienación se materializa en una “obediencia automática colectiva”. Frente a un determinado estímulo, un colectivo social responde de manera automática y homogénea.
Para hacer alusión a esta escena colectiva que caracteriza a la alienación, el dramaturgo Eugène Ionesco acuñó el neologismo “rinoceritis”. Término tomado del título de una de sus piezas teatrales más célebres, “El Rinoceronte”. En esta pieza el autor nos muestra una “epidemia” en la que todos los personajes, excepto Bérenger, su protagonista de tantas otras obras de teatro, se convierten en rinocerontes. Bérenger se resiste hasta el final. “¡Contra todo el mundo me defenderé! ¡Soy el último hombre, lo seré hasta el final! ¡Yo no capitulo!”. (Ionesco,1973:246) Es la frase sobre la que cae el telón.
En este sentido y en el ámbito laboral; el sufrimiento, proveniente de la humillación, las amenazas y presiones, por ejemplo, suele favorecer la alienación como un modo defensivo de evitar ver una realidad que resulta insoportable. La sumisión, por motivos económicos, a condiciones laborales que atenten contra la dignidad de las personas, suele desencadenar este tipo de defensa.
Observamos así, sobre todo en mandos medios, pero no sólo, a personas automatizadas, reproduciendo o justificando un discurso que las aplasta subjetivamente.
Es conocido el caso de personas que, al ascender en la jerarquía organizacional,
hacen una identificación masiva con la organización y utilizan la primera persona del plural para referirse a su lugar de trabajo y explotación.
Es el oprimido en complicidad con el opresor.
En muchas organizaciones, el mandato de “ponerse la camiseta”, lleva a que muchos trabajadores, “se pongan la camiseta” y ésta termine convirtiéndose en una segunda piel.
Veíamos más arriba que Piera Aulagnier caracterizaba a la alienación como una vivencia no nombrable y no perceptible por quien la vive. En este sentido y desde una perspectiva histórica, leemos en la obra de José Pablo Feinmann, La sangre derramada: “Y si hay una manera realista y descarnada de caracterizar nuestro presente histórico es, diría, ésta: no hay conciencia de la opresión, no hay crítica. Y no la hay porque no hay distanciamiento: abrumado por el derrumbe de los horizontes históricos y aturdido por la omnipresencia de los medios de comunicación (que no hacen sino repetir, hasta el vértigo, un solo punto de vista bajo el ropaje deslumbrante y engañoso de la pluralidad infinita) el hombre fin de milenio no puede distanciarse de nada porque vive inmerso en un torrente fáctico que anula su individualidad, que lo vuelve un ser reflejo, repetitivo, sumergido, jamás distanciado. En suma, a-crítico.” (Feinmann,2003:16)
Y agrega más adelante: “Hoy el sujeto es constituido en exterioridad desde los medios de comunicación manipulados por el Poder. Hoy, el olvido del ser es el olvido del sujeto crítico.” (Feinmann,2003:31)
Vivimos hoy en una sociedad transparente, en una sociedad donde todo se ve, donde se puede decir cualquier cosa. En la que los medios masivos carecen de responsabilidad social. Se puede mentir, ocultar o tergiversar la realidad sin consecuencias punitivas. Vivimos en una sociedad obscena. Leemos nuevamente en la obra citada de José Pablo Feinmann: “Todo se dice, está decidido, la sociedad es transparente pero inmodificable, el poder de los medios construye lo real y lo construye en la modalidad de lo inmodificable. Digámoslo así: la sociedad transparente y mediática posmoderna tiene, para el sujeto de la posmodernidad, la misma sacralización que la teología aristotélico-tomista tenía para el hombre pre-cartesiano.
El hombre del desencanto ve pasar la historia, a través de los massmedia, ve imágenes, imagen tras imagen, y en esa sucesión vertiginosa cree ver la realidad.” (Feinmann, 2003:335)
Teniendo en cuenta la enseñanza de Piera Aulagnier, la alienación como “tentación de todo yo”, no se reduce a determinadas sociedades o determinados sectores de la sociedad, sino que es un fenómeno omnipresente y omniabarcante.
Este fenómeno complejo de la constitución subjetiva alienada y el poder e incidencia de los medios masivos hegemónicos lo observamos tanto en las sociedades periféricas como así también en las centrales.
En relación con esto último leemos en Pilar Calveiro:
“Las democracias formales (…). Gestionadas por elites políticas que alcanzan el gobierno con cierta legitimidad –en elecciones manipuladas mediáticamente, con mucha ingeniería electoral y fuerte despolitización social-, se asociación y articulan con la red corporativa y sus intereses económicos formando verdaderas oligarquías –entendidas estas según su acepción más clásica, es decir, como gobierno de los ricos- Este proceso ocurre tanto en las naciones centrales del sistema como en las periféricas (…)” (Calveiro, 2012:57)
Y en relación a las maniobras psicopáticas de los medios hegemónicos, inoculando el miedo y creando un enemigo externo, nos dice Calveiro
“Ya desde el gobierno de Ronald Reagan se hablaba del terrorismo internacional en tanto amenaza para los Estados Unidos, pero fue a partir de los años noventa cuando los medios de comunicación tematizaron el fenómeno terrorista como un asunto central que representaba una amenaza para la seguridad, ya no nacional sino global” (…) “También se puede hablar de la construcción del terrorismo en el sentido de que los medios de comunicación y el discurso político tematizaron, a partir de fenómenos muy diversos, un nuevo problema al que llamaron terrorismo internacional y al que caracterizaron como una amenaza para la seguridad global.” (Calveiro, 2012:72,74)
Para finalizar me gustaría agregar que toda sociedad es diversa y en ese sentido no todos sus fenómenos patológicos pueden explicarse como un encuentro entre un deseo de alienar y un deseo de ser alienado.
Es importante considerar que, en muchos casos, existe un pensamiento alienado como consecuencia del aplastamiento social, en los sectores más postergados, olvidados y marginados de la sociedad. Asimismo hay un sector de la sociedad que es indiferente o ignorante con respecto a los destinos que le imprime a su sociedad en sus decisiones políticas. Tal vez para estos sectores sea beneficioso propiciar una educación basada en la ética de la solidaridad y en el desarrollo del pensamiento crítico.
No se trata, entonces, de una apreciación exagerada acerca del poder mediático hegemónico en la incidencia del pensamiento de las masas, sino en la apreciación del vínculo existente entre ese poder y la proclividad del humano, ser vulnerable si los hay, a alienar su pensamiento a un discurso idealizado, discurso que promete beneficios narcisistas; con el fin de abolir la incomodidad que implica todo pensar y hallar una verdad incuestionable que garantice la consumación de su deseo de certeza. También es cierto que no todas las personas alienan su pensamiento. La fuerza alienante tiene que encontrarse con un deseo de ser alienado y la intensidad de este deseo dependerá de la singularidad histórica de cada sujeto y de lo que se haya configurado en los primerísimos tiempos de su vida. Aun viviendo en el peor autoritarismo, encontraremos personas que, de un modo o de otro, gritarán hacia afuera o dentro de sí mismas, como el personaje de Ionesco:
¡Yo no capitulo!
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Bibliografía
-Aulagnier, Piera (2010). Los destinos del placer. Alienación, amor, pasión. Buenos Aires, Paidós, pág. 45-46-47
-Calveiro, Pilar. (2012), Violencias de Estado: La guerra antiterrorista y la guerra contra el crimen como medios de control global. Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, págs. 57,72,74
-Fanon, Frantz. (1987) Los condenados de la tierra. México, Fondo de Cultura Económica, pág. 284.
-Feinmann, J.P. (2003) La sangre derramada, Ensayo sobre la violencia política, Bs. As., Seix Barral, págs. 16,31,335
-Fernández Enguita, M. (1990). La cara oculta de la escuela: educación y trabajo en el capitalismo. México D.F., México: Siglo XXI.
-Ferrari, Ricardo E.J. (2013) “Los Vínculos Laborales: placer y sufrimiento. Una mirada desde la teoría psicoanalítica”. Ponencia, X Jornadas de Sociología, Carrera de Sociología – Facultad de Ciencias Sociales – UBA.
-Foucault. M. (1972) Theatrum philosophicum, Anagrama, Barcelona. 1995.
Freire, Pablo. Pedagogía del oprimido. Bs. As.; Siglo XXI, Argentina Ed. S.A.; 1985, págs. 58,59.
-Freud, Sigmund. (1905) El chiste y su relación con lo inconciente. Bs. As Amorrortu editores, Volumen 8, 1989, pág. 195.
-Freud, Sigmund (1986). Psicología de las masas y análisis del yo, O.C; Volumen XVIII, Buenos Aires, Amorrortu editores.
-Ionesco, Eugène (1973) Rhinocéros. France, Éditions Gallimard. Pág.246
Laplanche, Jean (1977) Pontalis, Jean-Bertrand. Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona, Editorial Labor, pág.97
-Marx, Carlos. (2005), Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Buenos Aires, Ediciones del Signo, págs. 49, 50 y 5
Muy interesante este texto por la riqueza de los pensadores citados que abren un aba nico de posibilisades para reflecionar acerca de la subjetibidad el significadovdel otro y la existencia
Gracias Marta!!!
Excelente artículo. Bien desarrollado y con solida fundamentación. Lenguaje claro y accesible a diferentes lectores. Adecuada elección de bibliografía.
Muchas gracias Clelia!!!
Muy buen artículo. Muy buena argumentación y relación entre los autores. Interesante interpretación que promueve la reflexión. Punto de tensión entre la psicopatología y los fenómenos sociales. La psicopatología la veo mas general, la clínica es de lo singular de cada sujeto. Desafío de pensar los fenómenos sociales en su particularidad, complejidad y sobre determinación significativa. El artículo sostiene el desafío de intentar dar respuesta a estas cuestiones de manera clara y rigurosa.
Muchas gracias por tu comentario Ricardo,
un gran abrazo!!!
Excelente!! Profundo análisis que me deja reflexionando. Muy bueno!!
Muchas gracias Susana!!!
Muy buen escrito, excelente fundamentación. Coincido con el análisis.
Muchas gracias Malena!!! un beso grande!!!
Excelente aporte al inagotable concepto d alienación enriquecido con los aportes de la psicología. Muy buen artículo!!
Gracias Naza!!!
Muy buen artículo.
Muchas gracias!!!
Me gustó mucho tu nota acerca de la manipulación y alienación de la sociedad. No estoy tan seguro de que sea un plan tan premeditado para dominar a las masas, pero es cierto que terminamos diciendo, haciendo y consumiendo lo que nos dice el marketing y los medios. Creo que si a fuerza de persistir con las mismas noticias o mejor dicho los mismos puntos de vista de produce en la gente un efecto contagio y de repetición. Como bien decís es un fenómeno milticausal. Lo que si es cierto y definitivo es que vivimos en una sociedad alienante y que todos estamos un poquito alienados. Abrazo !
Gracias por tu lectura y comentario, Daniel.
Abrazo!!!
Ricardo Ferrari, te admiro. Mucha claridad mental.
Lo puedo publicar en Facebook?
Gracias Magda!!!
Por supuesto que lo podés publicar!!!
Abrazo grande!!!
Texto tan profundo como oportuno. La sombra enorme de Foucault sobrevuela las palabras y las anima a un nuevo decir. Denunciar el goce de que proporciona anunciar una improbable tierra prometida: el “próximo semestre macrista”. De la Miseria de la filosofía a la miseria de los poderosos. Muy bueno.
Mil gracias, Miguel por tu comentario tan interesante!!!
Abrazo
Me gusta el.analisis que haces de la cuestión
Tenes en cuenta a la.alienacion como constituva.del.sujeto hablante en relación con su época
Cómo.psicoanalista adhiero al analisis que tiene en el horizonte la subjetividad de la época
Mil gracias, Patricia, por tu comentario!!!
Muy buen artículo! Y muy esperanzador. Como ese esclavo llamado Espartaco que frente a la opresión y junto a sus pares en situación de revelión grita: “Volveré y seré millones”. Es poner un toque de esperanza. La alienación es constitutiva del sujeto. Alineación-separación son tiempos logicos. Es en un cada vez.
Excelente análisis querido amigo, muy buen rastreo del concepto de alienación para entender este presente