Por Daniel do Campo Spada
(TV Mundus para CEDIAL)
El paro general que las dos CTA (Autónoma y de los Trabajadores), la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT) y el Frente Sindical (FS) han convocado para el 30 de abril marcó el final de la hegemonía y poder de fuego que tenía la tibia Confederación General del Trabajo entregada al macrismo. Hasta ahora era la única capaz de llamar a una medida de fuerza general, pero eso se quebró en el último día de abril y es la mejor noticia que los trabajadores podían tener ante un 1 de Mayo. Hasta esta protesta, solo un paro convocado por CGT alcanzaba repercusión. La conducción macrista de Carlos Acuña (estacioneros) y Héctor Daer (salud) es la más tibia que se recuerde desde 1976 (sí incluso peor que las que hubo durante la dictadura hasta que llegó Saúl Ubaldini). Ambos dirigentes, de orientación macrista aunque se disfrazan de peronistas llegaron a decir desvergonzadamente que “los trabajadores no quieren que hagamos un paro”. En realidad, ellos no lo hacen porque el régimen de Mauricio Macri los mima con dinero que le corresponde a las Obras Sociales, jugosa fuente de “dinerillos” con los que ellos llevan un nivel de vida impropio para sus trabajadores.
Ya en 2017 una multitud enardecida se subió al escenario y se llevó el atril de la CGT. Los dirigentes de la CGT una vez más negaban poner un día para un paro nacional en contra de la tiranía. Al canto de “pone la fecha, la puta que te parió” Héctor Daer se tuvo que escapar vergonzosamente por la parte de atrás del escenario. Aun así, esa confederación lamentable conservó otros dos años el poder de fuego suficiente para que solo ellos fueran los que convocaban a un paro.
Las CTA convocaron a otros paros, pero apenas quedó reducido a algunos problemas de tránsito y a unas pocas notas periodísticas de medios nacionales y populares. La gran masa de la ciudadanía literalmente desconocía la existencia de la misma. Esta vez fue diferente. Nadie se acordó de la CGT pasiva y se demostró en las calles, en las corporaciones, en los medios y hasta en el propio mandatario.
El Gobierno puso todo para frenar un paro que en esta ocasión ya no salía de un aliado. Intentaron hacer amenazas administrativo judiciales contra los sindicatos pero las mismas no tuvieron efecto. Incluso se revelaron las bases de los sindicatos con Secretarios Generales entreguistas, como es el caso de la Unión Tranviaria Automotor (UTA). Roberto Fernández, aliado de Macri, había garantizado la presencia de colectivos en las calles para debilitar al paro, pero más de 70 líneas se rebelaron y no salieron a la calle. En la madrugada, agentes de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) quemaron algunos colectivos para justificar una represión de las fuerzas de Patricia Bullrich ante un caos inventado por el propio gobierno de Cambiemos. No les alcanzó.
Muchas corporaciones se negaban a admitir la contundencia, pero el correr de la jornada fue demostrando que un paro nacional y una movilización ya no dependen de la CGT. El poder hoy se traslada a Palazzo, Moyano, Yasky y Micheli. Las dos CTA, la Corriente Federal y el Frente Sindical alcanzaron la madurez que les permitirá de acá en más marcar el ritmo de reivindicación que la clase trabajadora necesita.
En las oficinas de la vieja central quedan apoltronados millonarios dirigentes cada vez más solos y lejos de la realidad (Gerardo Martínez de UOCRA, Rodríguez de UPCN y Armando Cavallieri de Comercio, deben ser agregados a los ya inexistentes Daer y Acuña). Como acostumbra a hacer Macri con todo aquel que no le sirve, él también los abandonará ya que apenas le alcanza para hacer sus propias valijas de despedida.