Por Walter Leone *
En el año 2015, se estrena una película bajo el nombre El Capital -Le Capital-, basada en una novela de Stéphan Osmont, cuya historia se desarrolla en nuestra época actual pero urdida en torno al indómito y violento funcionamiento del sistema financiero coetáneo a escala mundial. El director del film utiliza por momentos el recurso de romper con la «cuarta pared» -aquella que separa al actor del espectador-, ocasiones en que el protagonista parece estar entablando una conversación con el observador de la película, en este caso puntual, para comentar las artimañas y estrategias que estos potentados llevan a cabo en un mundo gobernado por una economía política libertina, caracterizada por la habitual impudicia y desvergüenza del mercado. Se trata de un recurso cinematográfico que sitúa en primer plano a la mirada, generando un notable e incómodo clima de complicidad con determinados actos llevados a cabo por el actor principal de nuestra historia: un flamante candidato a presidente de una prestigiosa entidad bancaria que asume este nuevo cargo, a partir de un problema muy grave de salud acaecido a su predecesor. Sin proporcionar demasiados detalles, vemos cómo la historia va desmenuzando una trama de codicia y ambición en la que siempre lo disputado es un primer puesto: cada uno lucha ferozmente en un entorno en el que «todo vale»: donde «todo es cuestión de dinero» y en el que, por tanto, «todo, sin excepción, está permitido». Marc es convocado para ocupar ese lugar en tanto se requería de un «presidente barato y manejable» en ese momento de transición. Lo cierto es que la «marioneta» resulta ser tan codiciosa y ambiciosa como ellos. El cinismo y la canallada aparecen exhibidos con brutal insolencia, claramente plasmada en actos urdidos para reacomodar manejos indebidos fecundados por el sistema financiero actual. Digo reacomodar y no enmendar, debido a que esto último acarrearía para ellos con otro problema: admitir la rotura de este engranaje particular en el que todo negocio financiero y economía mundial globalizada marcha hoy incesantemente sobre ruedas.
El director de la película es el célebre realizador de otras de corte testimonial llamado Costa-Gavras. Nacido en Grecia -1933- es considerado un prestigioso cineasta y pensador de izquierda, recordado por la realización de largometrajes tales como Z (1969), Estado de sitio (1972), Desaparecido (1982), Amén (2002) y La corporación (2005), entre otros.
El argumento se despliega exhibiendo la lucha por el poder, el más importante de la mano de su principal competente rival: un grupo especulativo financiero americano que también pretende manipularlo y producir una transformación sobre la banca francesa que Marc ahora preside. Por momentos, el largometraje tiene secuencias memorables, de las cuales rescato dos: la primera, durante un almuerzo de Navidad en el que discrepa con su tío, quien no comparte su desempeño en la financiera, debido a que aquello que siempre las ha caracterizado son operaciones conexas al dinero y el lucro, sin importar la vida del otro.
Todo comienza a partir de una pregunta de otro familiar dirigida al protagonista acerca de cómo se hace para gastar un millón y medio de euros anuales en honorarios, por su trabajo. La conversación toma un tinte cada vez más intimista e incómodo, develándose las diferentes posiciones éticas de los que participan en ella. El punto más álgido se produce cuando Marc intenta desviar la conversación dirigiéndose a su tío para consultarle sobre el gusto particular del vino que bebía. Amerita reproducirse textualmente:
– Marc, tu Banco obtiene beneficios y tú despides a la gente, ¿cómo llevas eso?
– Muy mal, tío, muy mal.
– Eso no contesta mi pregunta…
– El banco se estaba hundiendo, teníamos que salvarlo, despedí a gente para salvar cien mil empleos.
– No me fastidies Marc, llevo mucho tiempo oyéndolo. Sangran a la gente tres veces: una, la bolsa quiere sangre, deslocalizan y el trabajador va al paro de actividades; dos, los sangran como clientes; tres, con la deuda en Europa someten a los países y así sangran los ciudadanos y, como el trabajador, el cliente y el ciudadano son lo mismo, los joden tres veces. Creo que el dinero lo pudre todo, esperaba más de ti.
– Deberías estar contento.
– ¿Por qué? ¿Porque hay más paros? ¿Porque suben los precios y algunos se enriquecen? ¿Porque destruyen el modelo social para pagar la deuda?
– Porque hago realidad tus sueños de juventud. Tú y tus «camaradas», ¿con que soñaban? ¿Con el triunfo de «La Internacional»?2 El dinero no conoce fronteras, el trabajo tampoco… ¿Ves este juguete? -le arrebata de la mano un smartphone a una jovencita que estaba a su lado-, lo compré en Londres, de marca alemana, fabricado en Indonesia.
– Por niños…
– Puede ser, pero no sé si el mundo con el que soñabas habría alimentado a esos niños. Nuestra «Internacional» lo conseguirá -se jacta- También trabajo para ello.
Marc observa ligeramente su celular y dice tener una llamada entrante de New York. La secuencia continúa retirándose de la sala guardándolo automáticamente en el bolsillo de su saco, no sin antes liberar una mueca risueña al detenerse a observar varios niños en otra habitación, cada uno en soledad, hechizados con un gadget entre sus manos.
De este modo, el protagonista logra salir aireado de una situación en la que elude una ética ligada a una responsabilidad subjetiva. Contrariamente, esa mueca pone en evidencia que el sujeto puede hacerle «pito catalán» a la relación al Otro3 y con el otro, el semejante.
Asimismo, es notable cómo el «nada es imposible» aparece asociado al rasgo perverso característico del estilo de vida de la sociedad capitalista actual, aliada a una satisfacción pulsional impetuosa y autística, desagregada de una relación de colaboración con el semejante. Pero he aquí que, si bien en su labor sortea diferentes situaciones de competitividad ligadas a un entorno en el que parece estar incluirlo dentro del circuito del poder financiero, el quedar por fuera es inmanente a la situación contractual en la que se encuentra ya que, desde el inicio y bajo esta lógica del mercado es convocado en tanto reunía la condición de ser «barato y manejable», por ende, como un objeto más, «descartable».
La segunda, en serie con la anterior, sobreviene a partir del diálogo con una periodista sumamente interesada en la publicación de un libro que desnude los entretelones de especulación e insensibilidad en el ámbito financiero, a quien le responde tan irresponsablemente como lo haría un infans pero con sobrado tono desaprensivo:
– Solo jugamos, es un juego a veces injusto, un poco cruel, pero es un juego planetario en el que nadie puede salirse y decir «ya no juego más».
– Y la gente, la gente que pierde su vida, que pierde su empleo para que ustedes se enriquezcan, ¿también juega?
Sobre el final del film, cuando Marc realiza su primera presentación frente a todos los accionistas y directivos de la entidad bancaria que preside, exclama: -¡Señores, soy su Robin Hood moderno! ¡Seguiremos robando a los pobres para dárselo a los ricos! Todos aplauden al unísono festejando cada una de sus palabras, momento en que se dirige una vez más al espectador del otro lado de la pantalla, para lanzar una mirada cómplice y expresar el desenlace inevitable de este «juego» pérfido: – Son unos niños, unos niños grandes, se divierten. Y seguirán divirtiéndose hasta que todo reviente.
En cierta entrevista realizada al director Costa-Gavras, manifiesta que se limita a retratar la realidad, en este caso una realidad cruel sobre el poder de la banca, el ansia por el dinero y el desprecio por el ciudadano de la calle: las estafas, los despidos, los apaños financieros, los beneficios indecentes, la especulación… Y agrega: Mi único compromiso es una cierta ética, junto con la realización de un espectáculo interesante, en la línea de Sófocles o Molière.
Entonces, para aquellos que -como señala la periodista del film en cuestión-, pierden su empleo, pierden su vida o quedan a la deriva en situación de inermidad para que otros enriquezcan, ¿que resta? Para algunos funcionarios públicos fielmente tecnocráticos bajo la égida de una política de Estado desregulada en la que «fluya» el libre cambio, la respuesta en sintonía con ello sería, por ejemplo: «reconvertirse»4 o simplemente callar y… ¿«dejar morir»?
Los tecnócratas del neoliberalismo -empresarios acaudalados devenidos gestores-, que en la actualidad deciden cuestiones de gobernabilidad sobre la base de una economía política injustificable, actúan conjuntamente con el mercado -capitalismo financiero-, deteriorando la clásica relación contractual -precarización del trabajo-, deshaciendo lo que resta del maridaje entre el Estado de Bienestar y sus ciudadanos. De este modo, se desmorona el encuadre necesario, implícito y profundamente democrático que confiere al trabajo todo un lugar ligado a un saber articulado al vivir en comunidad, afianzado al compromiso mutuo de civilidad institucionalizado tiempo atrás. Lo cierto es que, bajo estas condiciones de «administración de la vida» -entiéndase con ello suspensión de gobernabilidad, eticidad derruida por tecnócratas- para una gran parte de la comunidad aquello que resta es la singularidad cualsea, seres inconsistentes, sujetos deshistorizados. Se trata de la vida en sociedad, puesta en juego a partir de una relación laboral no más regida por la clásica contractual sino, más bien, flexibilizada, adaptada, ajustada a la lógica del capitalismo. En este sentido, el estado de excepción aparecería íntimamente ceñido a una política fuertemente simbiotizada al capital. Desde esta perspectiva y debido a los tiempos que corren, la producción pasa a estar orientada ciegamente al aumento de ganancias a costa, cada vez más, de la supresión de la fuerza de trabajo: el hombre contemporáneo corre el riesgo de quedar totalmente por fuera de la relación contractual hoy precarizada en la sociedad y, mucho más aún, de la mano de políticas neoliberales.
Film exquisito para recomendar muy a menudo y ¿por qué no?, rever…cada tanto.
- Walter Leone es Escritor y Ensayista
Notas
1: Escritor, ensayista.
Autor de Psicoanálisis Comunidad. Una política consecuente a un decir menos tonto. (2019) Laborde Editorial. https://labordelibros.mercadoshops.com.ar/MLA-793173832-una-politica-consecuente-a-un-decir-menos-tonto-w-leone-_JM#position=2&search_layout=stack&type=item&tracking_id=76d9047a-e41b-47b8-97f3-4a874ad4e48c
Topología=Estructura. Una introducción a la lectura de Jacques Lacan. (2020) Laborde Editorial.
https://labordelibros.mercadoshops.com.ar/MLA-921195854-topologiaestructura-walter-leone-_JM#position=1&search_layout=stack&type=item&tracking_id=6a2ab308-2dde-430a-9246-d6eb1363b33a
2: Famosa canción atribuida como himno oficial de los trabajadores del mundo entero, como así también del entorno socialista y anarquista.
3: Término introducido por el psicoanalista Jacques Lacan en su enseñanza impartida en Francia que remite a una alteridad simbólica preexistente al ser hablante que es -parafraseando a Heidegger-, «arrojado a la existencia» al momento de su nacimiento. Se trata de una función esencial para su subjetivación, es decir, lugar referencial para el sujeto, respecto del cual inscribe las huellas inconscientes que suscitará un modo de vivir la vida.
4: Como lo han señalado en varias oportunidades funcionarios del gobierno de Juntos por el cambio en Argentina durante 2016, en particular por vez primera en boca del Secr. de Comercio Argentino Miguel Braun, quien, para justificar las políticas desreguladas de importación, manifestó a empresarios, por ende, indirectamente a los empleados radicados en Río Grande -Tierra del Fuego-, que hay empresas que tendrán que reconvertirse… en vez de continuar con la fabricación del insumo o producto que manufacturaban; o como al año siguiente lo indicara la Gobernadora de la Pcia. de Bs. As. María Eugenia Vidal transmitiendo a la comunidad -en una entrevista por T.V-, sutil y airosamente la idea de que se dedicaran a la fabricación de cerveza artesanal como una solución al desempleo o despido, ante el cierre inminente de algunas PYMES.
Film comentado
El capital [Le capital]. (2012) Francia. Dirigida por Costa-Gavras, producida por Michèle Ray-Gavras, guion de Jean-Claude Grumberg, Costra-Gavras y Stéphane Osmont. Protagonizada por Gad Elmaleh y Gabriel Byrne. Drama. 114 minutos. Idioma: francés e inglés. Premios: Concha de oro a la mejor película en el 2012.