“Visión Regional” es una nueva sección de Crónicas Latinoamericanas, un panorama periódico de los principales temas en curso en América latina. De esta manera pretendemos vincular la contingencia, siempre cargada y efímera, con el seguimiento de procesos que den cuenta de una manera más integral de la realidad.
Por Angel Saldomando
Febrero 2021
1. VISITA DE ALBERTO FERNANDEZ A CHILE
VISITA EN TERCIOPELO
El presidente de Argentina realizó una visita de dos días a Chile, 27 y 28 de enero. Calificada como visita de estado la gira incluyó todos los componentes protocolarios, bilaterales, políticos y simbólicos necesarios a tal actividad. Luego como siempre queda el balance, lo dicho, lo implícito y lo silenciado. Con una delegación a la altura del evento, acompañado de gobernadores limítrofes y ministros, se desarrolló una apretada agenda que incluyó temas de pandemia, infraestructura, servicios, industria, coordinación en defensa y seguridad, tecnología. Se trató de una actualización de asuntos en marcha y quizá la única novedad fue el acuerdo para integrarse a la instalación del cable de comunicaciones con Asia. La cuestión de fondo era la de lanzar señales políticas de apertura y entendimiento. El presidente Fernández insistió en las cosas que unen y no en las que dividen, bajo la divisa de países hermanos, afirmando su perfil dialoguista. Por el lado progresista rindió homenaje al presidente Allende en la moneda, se reunió con políticos afines y celebró la posibilidad de una nueva constitución post dictatorial en Chile. Por el lado pragmático auspició a empresarios e inversionistas y habló en la CEPAL sobre la necesaria recuperación económica con integración regional. Abogó por el multilateralismo y la inversión en el conocimiento. Detrás de esta visita se puede visualizar la idea de estimular el eje ABC, Argentina, Brasil (probable próxima visita), Chile, como espacio geopolítico y económico, aunque por ahora las cosas están más que tibias. En el país anfitrión la cobertura mediática fue más bien de perfil bajo. Las élites económicas y políticas tienen muchos prejuicios con Argentina, una gran y obvia distancia con el peronismo en cualquiera de sus versiones, sin mencionar las simpatías de Piñera con Macri y con Bolsonaro cuando este llegó a la presidencia. Un sector de la derecha piensa que la relación con Argentina debe limitarse al turismo y a la buena vecindad, dadas las diferencias de política, liberal en Chile más intervención pública y pretensiones de otro modelo económico en Argentina. También las élites locales consideran que Chile está inserto en la globalización, sobre todo con Asia, y no en la dinámica de una integración regional muy accidentada. Por lo demás el intercambio comercial es pequeño y acotado. A la hora del balance todo parece indicar que, pese a la amplitud de la agenda, lo central era reforzar una dinámica de apertura internacional y de buenas relaciones. Una relación estrecha con profundidad estratégica, dada la cercanía, podría ser lo racional y deseable, pero sin duda que hay muchos obstáculos de peso. En Chile las fuerzas que podrían reducirlos se encuentran dispersas y carecen de un proyecto político que sea más proactivo en cuestiones de integración regional. Los sucesivos gobiernos de la centroizquierda y los dos de derecha, en treinta años, siguieron en esta materia los senderos de las estrategias empresariales de inserción en mercados, todo muy distanciado de una visión de integración regional.
2. ECUADOR, BOLIVIA, PERÚ: CICLO ELECTORAL TURBULENTO
Tres países vecinos entran en un ciclo electoral turbulento. Ecuador con elecciones presidenciales y parlamentarias el 7 de febrero, Bolivia con elecciones subnacionales el 7 de marzo, Perú con presidenciales el 11 de abril. Los tres países inscriben sus comicios en contextos de tensiones del sistema político y de los liderazgos. Se trata de un ciclo electoral que debe verificar quienes, y con qué margen son representativos, pero también de un ciclo que mostrará en qué condiciones se reorganizan fuerzas y coaliciones.
El domingo 7 de febrero, más de 13 millones de electores definirán al próximo presidente y vicepresidente de Ecuador, los 137 miembros de la Asamblea Nacional y los cinco parlamentarios andinos. Andrés Arauz, apadrinado por Correa, de la coalición Unión por la Esperanza (UNES), parece tener la mayor inclinación de votos de los 16 participantes, hecho inédito, con 39,2 por ciento de votos según la encuesta Maluk. Sin embargo, la gran cantidad de indecisos deja el desenlace en la incertidumbre. Los partidos y coaliciones están todos fragmentados y desgastados en una ardua reyerta entre liderazgos y entre la herencia correista y el actual gobierno de Lenin Moreno. Jorge Glas ex vicepresidente, Wilson Pastor, Carlos Pareja, exministros de Correa han sido acusados y condenados, por actos de corrupción relacionados con la empresa brasileña Odebrecht. El propio Correa ha sido condenado en el caso, “Sobornos 2012-2016”, a ocho años de prisión e inhabilitación política por cohecho y creación de una red de corrupción. Acusaciones que Correa niega y califica de persecución. El gobierno de Lenin Moreno por su parte termina en una agonía política luego de un periodo convulsionado por protestas contra el paquetazo del FMI, finalmente abandonado, la reversión de políticas sociales y económicas, a lo que se agregaron los efectos devastadores de la pandemia.
Los contrincantes principales de Arauz son el empresario y banquero conservador Guillermo Lasso que va en su tercer intento de ser presidente. El tercero en la lista de preferencias es Yaku Pérez, apoyado por el movimiento indígena Pachakutik. Perez ha sido oponente al gobierno de Correa y de Moreno y cuenta con el apoyo de la Confederación de Pueblos de la Nacionalidad Kichwa (ECUARUNARI).
Todo indica que quien gane las elecciones deberá lograr un delicado equilibrio político y social que tome en cuenta la sensibilidad y la diversidad de aspiraciones de la sociedad ecuatoriana. Algo que Moreno quiso aplanar violentamente y casi termina defenestrado. Tampoco basta la herencia de Correa, su estilo personalista y el sesgo de sus políticas desarrollistas, (extractivista, anti aborto, etc) fraccionaron la alianza País que lo llevó al gobierno y le alienó el apoyo de jóvenes, indígenas y mujeres. La “revolución ciudadana” había agotado su proyección en manos de Correa, está por verse si Arauz representa una renovación, un nuevo impulso.
Bolivia por su parte enfrenta unas elecciones particularmente sensibles. El retorno del MAS a la presidencia, con amplia mayoría, en la persona del exministro de economía de Evo, Luis Arce y del ex ministro de Relaciones Exteriores David Choquehuanca, ha puesto en evidencia al menos dos cosas. El Mas sigue siendo la principal fuerza política de Bolivia, pero la salida de Evo Morales y de García Linera muy desgastados, abrieron un tenso reacomodo de fuerzas interno que aspira a verificarse con el voto ciudadano, en los niveles provinciales. La tendencia de intención de voto indica una inclinación hacia el MAS, con una posible disminución de su caudal de votos, que se impondría de todos modos frente a la dispersión de sus opositores.
No es fácil recorrer la intrincada geografía social y política que estructura la sociedad boliviana y la del propio amplio y diverso movimiento diverso que encabeza el MAS.
Por lo pronto las señales indican que el pretendido retorno triunfante de Morales y Linera a Bolivia como sinónimo de recuperación del liderazgo no fue tal, más allá de sus próximos seguidores.
Desde su segundo mandato las fricciones entre las diversas tendencias indígenas, obreras, cooperativistas, mineras y territoriales fueron en aumento. El intento de imponer a Evo como el único liderazgo federador, “Evo es el único” en palabras de Linera, fue un error mayúsculo.
La imposición de su candidatura lo fue igualmente, luego que fuera rechazada en un plebiscito nacional. Las elecciones se realizaron en condiciones frágiles de legitimidad y cualquier sospecha de legalidad las pondría en cuestión. Lo que finalmente ocurrió, Evo y Linera fueron defenestrados en una crisis política confusa que terminó por abrir espacio a una nueva elección y junto con ello a los debates internos, con el retorno del Mas a la presidencia y con un nuevo liderazgo. Estas elecciones subnacionales son justamente el espacio en que se intentan expresar territorialmente los reajustes internos. Por un lado, la línea del ejecutivo de Arce en busca de base y autonomía política. La línea de Evo que busca recuperar el control del partido en base a su retórica revolucionaria y por último la diversidad de nuevas expresiones surgida en los territorios que quieren consolidar su presencia y expresión, representando la diversidad del movimiento. Uno de los casos más emblemáticos en el del Alto, otrora fortaleza del Mas, que se ha convertido en una batalla abierta entre las disidencias y el intento de Evo de retomar el control. Eva Copa, trabajadora social, expresidenta del senado por el MAS, aparece como una líder que disputa la dirigencia y fue expulsada del partido lo que generó a su vez el distanciamiento de las organizaciones que la apoya. Todo esto refleja sin embargo cuestiones críticas. El balance de los gobiernos de Evo no reúne el consenso mayoritario, entre quienes se distancia de su retórica y evidencian los grises de su gestión en materia de redistribución, ambiental y social. La evolución del MAS y de la conducción de Evo están también en tela de juicio por quienes señalan una deriva personalista y autoritaria. Por último y no menor, dada su sensibilidad, es el debate entre quienes sostienen que hubo una crisis política y no un golpe de estado, algo que Evo exige como precondición. A lo que se agrega la insidiosa discusión sobre la “huida” y no la resistencia de Evo. El clima interno deberá en algún momento dejar espacio al reconocimiento de la diversidad y de la reconfiguración de alianzas y liderazgos, algo que con Evo sin duda estaba agotado.
Perú tendrá sus comicios el 11 de abril para el periodo 2021-2026, se elegirá presidente, vicepresidente y 130 escaños del congreso con 5 para el parlamento andino. El Perú llega a estas elecciones con un sistema político en estado de licuefacción junto con sus partidos y liderazgos. Dos presidentes defenestrados por corrupción, candidatos como Jeiko Fujimori procesados, una crisis sanitaria sin límites con un país confinado y con muchas dificultades logísticas para realizar el escrutinio. Gabriela Wiener, reconocida escritora peruana califica su país como una democracia endeble, casi un espejismo, en un artículo publicado recientemente por el New York Times. No es para menos. Perú no ha logrado recomponerse política e institucionalmente desde que Alberto Fujimori dejó al país en escombros mediante el famoso autogolpe un 5 de abril de 1992. Un largo periodo de inestabilidad y descomposición sucedió al derrumbe institucional. Aun así, el país logró beneficiarse del boom de la minería entre 2005 y 2013 aproximadamente, ello dio ciertas condiciones de relativa estabilidad. Sin embargo, aumentaron también la corrupción, la política sucia y los conflictos socia ambientales, el país quizá con el mayor número de ellos en la región.
En estas elecciones se enfrenta 22 candidatos a la presidencia, un abigarrado muestrario de empresarios, políticos de viejo cuño, algunos exmilitares y uno que otro personaje de la farándula. Keiko Fujimori, Julio Guzmán y George Forsyth son las cartas más identificables por el lado conservador. Veronika Mendoza por la izquierda con Juntos Perú. En condiciones excepcionales y tan precarias será difícil hacer campaña y solo los que tengan dineros y vínculos con los medios de comunicación podrán proyectarse. El panorama es incierto.
Más allá de la coincidencia temporal del calendario electoral, los tres países enfrentan problemas comunes, lo que sugiere una subregión particular. El desafío de una necesaria recomposición institucional y política es evidente. A ello se suman tensos desequilibrios regionales, conflictos ambientales y étnicos que revelan contradicciones profundas en el modelo económico. Los tres países poseen una amplia diversidad eco sistémica étnica y de recursos naturales que no se han podido armonizar en equilibrios constructivos y estabilizadores. El conjunto desgastó progresivamente sistemas políticos y liderazgos. Es probable que las turbulencias continúen, dada la naturaleza sistémica de estas tensiones, más allá de los desenlaces electorales próximos.
3. CHILE, LA NATURALEZA Y LA SOCIEDAD PASAN FACTURA
Entre el viernes 29 y el domingo 31 de enero un frente tormentoso barrió la zona central de Chile. Lluvias intensas, granizadas y aluviones afectaron algunas comunas que dejaron damnificados e infraestructura dañada. El fenómeno inédito para la temporada augura, turbulencias, en un país adicto al humor negro. La pandemia continua su marcha, hoy 3 de febrero se ha comenzado a vacunar por etapas y grupos seleccionados. El 11 de abril se inicia el intenso calendario electoral del año que incluye la elección a la convención constituyente, gobernadores, alcaldes y concejales. Luego el 21 de noviembre elección presidencial, de senadores y diputados. Todos los partidos y coaliciones perfilan sus candidaturas en un intenso baile de personajes en relación a los cuales hay que adivinar cuál es su línea política. Tal es la flexibilidad requerida para sortear las intrincadas negociaciones de pasillo. Es aun prematuro pronunciarse sobre los resultados, pero el proceso está en marcha. En medio, la crisis sanitaria y social se conecta con conflictos territoriales; como en la Araucanía y en el norte con una situación migratoria descontrolada.
El Estado chileno acostumbrado a una formalidad cortesana, sin densidad institucional para actuar, y dependiente del manejo político en la sombra, muestra sus debilidades en todos los frentes. La mayoría del país, según la reciente encuesta del latino barómetro, muestra que la gente no cree en las instituciones, los políticos, o en cualquier cosa que se asimile al mundo oficial.
“La abrumadora mayoría de los chilenos desde 2004 señala que gobiernan “grupos poderosos en su propio beneficio”, no para la mayoría, no para el pueblo. Más del 70% de la población opina así salvo en el año 2009/2010 cuando en el gobierno de Michelle Bachelet se aplican políticas económicas contra-cíclicas entregándole transferencias directas a la gran masa de la población y en el contexto de la campaña presidencial de 2010. En ese momento aumenta por única vez a 39% los que piensan que se gobierna para el bien de todo el pueblo. Desde entonces, la percepción de que en Chile se ha gobernado “para grupos poderosos en su propio beneficio” aumentó para llegar a 86% en 2020,” (encuesta latino barómetro 2020)
Mientras tanto los efectos del estallido social continúan repercutiendo.
“El actual general director de Carabineros y exjefe nacional de Orden y Seguridad de la policía uniformada será interrogado el 25 de febrero en calidad de imputado debido a una ampliación de la querella en su contra y del ministro Rodrigo Delgado. La fiscal regional de Valparaíso, Claudia Perivancich, es la encargada de la investigación que se inició por las querellas interpuestas contra el Presidente de la República, Sebastián Piñera, sus exministros del Interior y el ex general director de Carabineros Mario Rozas, y que ya acumula tres los tomos. La persecutora también ordenó un informe pormenorizado de lesiones ocasionadas a civiles.” (El mostrador 2/2/21)
En informe objetivo expresa y describe sin adjetivar la realidad compleja de una región muy comprada por intereses externos a su propio desarrollo soberano