PANDEMIA Y EDUCACIÓN: la infelicidad en la Docencia

Por Beatriz Kennel*

“De este mundo no podemos caernos. Estamos definitivamente en él”. “Hannibal”, Christian Dietrich Grabbe (1919)

 Si algo faltaba para contribuir al “disconfort del Hombre en la civilización” (1) venimos a asistir a un momento espectacular de la Humanidad, en todas las dimensiones de lo que un “espectáculo” significa, como “cosa que se ofrece a la vista o a la contemplación intelectual capaz de atraer la atención y mover el ánimo infundiendo asombro, dolor u otros afectos más o menos vivos” según definición de la RAE. Sucede que una pandemia es algo que no transcurría desde 1918. “El coronavirus ha legado para quedarse” o “el coronavirus cambiará nuestras vidas” anuncian los infectólogos. Y en términos fácticos: ya se instaló y ya ha cambiado nuestros modos de vivir. Vemos con contundencia cambios en todas las expresiones humanas que tienen como cualidad el compartir, o sea que podríamos decir: en casi todas las actividades que hombres y mujeres desarrollamos en las sociedades. Porque si hay algo que “hace” al sujeto es esa característica gregaria sostenida maravillosamente desde ese universo simbólico que le otorga el lenguaje. El cotidiano desarrollo de los días se vio interrumpido bruscamente para coartar reuniones, trabajos y desplazamientos, alterando quehaceres y conductas de todos, todas y cada ciudadano en todo el mundo; separando, distanciando y produciendo en el tiempo del inconsciente colectivo una escansión cuyos efectos no vislumbramos aún. La Docencia como práctica social no ha quedado afuera de estas modificaciones desplegadas por la pandemia, la cual como docentes nos interpela, nos interroga y nos convoca al interés investigativo y a la reflexión, en el marco de la complejidad latinoamericana, y especialmente en nuestra realidad Argentina. Las problemáticas presentes en los ambientes de aprendizaje de nuestro país, son de larga data en el escenario de la Educación, y fueron tomando una dimensión tal que ha llevado al desconcierto de quienes están involucrados en ella. Así fluctúa el colectivo de los docentes hace tiempo: entre cruciales protestas de algunos contra políticas de no reconocimiento y una ciega indiferencia para la participación en defensa de sus derechos por parte de otros tantos.

Actitudes ambas que conllevan a un descontento docente generalizado y a un posicionamiento subjetivo que los lleva muy lejos de sentirse los actores fundamentales o los partícipes necesarios para la construcción de una sociedad mejor. El Conocimiento (o “creencia” en la enunciación Peirceana) (2) es una característica propia de los seres vivos. Se “conoce” para la subsistencia. Desde los más elementales de los seres hasta los de mayor complejidad estructural, todos conocemos estrategias de supervivencia. De esto se ha ocupado la Gnoseología, destinada al estudio en tanto forma y materia del análisis de las disciplinas científicas, y por otro lado, la Epistemología ocupada entre otros temas del movimiento de la díada sujeto (cognoscente) / objeto (conocido o por conocer) del Conocimiento y su articulación en un contexto que tiene sus efectos en los procesos de enseñar y aprender. Sin adentrarnos en el análisis acerca de qué es el Conocimiento, en su esencia, entendemos fundamental comprender cómo se logra, cómo nos apropiamos de él, cómo lo construimos. Porque el modo de esa apropiación va a ser clave en el interjuego entre las necesidades de una Sociedad y un Estado que propicie las condiciones para la formulación de políticas en Educación que contribuya a formar a sus ciudadanos.

Cuestión esta última no considerada en los últimos años y que como correlato agudizó aún más el malestar docente. ¿Cómo entender entonces en este nuevo escenario pandémico los procesos de enseñar y aprender? ¿Qué nuevo componente se agrega a la complejidad de las praxis educativas, cuyos actos didácticos están ahora atravesados por la escansión de la distancia (social) y por contextos que visibilizan la desigualdad?

Una investigación que llevamos adelante desde el Centro de Investigación Académico Latinoamericano (CEDIAL) fue la de “DOCENTES Y SITUACION DE PANDEMIA COVID-19 EN ARGENTINA. En ella fue nuestro objetivo conocer la situación actual de los docentes respecto de la cuarentena y la pandemia COVID-19, para comprender cómo impacta ésta situación en sus vidas. A partir de los hallazgos encontrados pudimos identificar algunas cuestiones que nos interesaría abordar desde una mirada de la Pedagogía a la luz de la Teoría del caos.

Como hemos mencionado, las problemáticas en Educación Argentina se presentan en ambientes los cuales, en el decir de J. Trilla y A.J. Colom, podríamos ubicar como “espacios artificiales”. Las aulas en sí mismas no son el lugar donde se “produce” el saber, ni son los lugares donde los saberes se aplican, ni en los que se dan referentes reales del saber que se transmite. Siendo que el saber de las aulas es tan solo un saber aproximado de la realidad, no la realidad misma, podríamos decir que las instituciones educativas “arbitrarían metáforas acerca del conocimiento, más que la transmisión de conocimientos”. (3) A su vez, esta situación se ve complejizada por un atravesamiento histórico dado por lo que llamamos el Posmodernismo, caracterizado por el cuestionamiento de los saberes, de las Teorías, que nos ha puesto frente a un hecho contradictorio con la condición humana: la caída del Deseo de saber, la caída de la pulsión epistemofílica como motor para llegar al Conocimiento, a partir de la cual se registra una caída del orden simbólico que se ve reflejada en el interés (mejor dicho: desinterés) de los alumnos por los “saberes” y en el debilitamiento de la conceptualización de significantes en el uso y manejo del lenguaje. (4)

Una crisis de la racionalidad que pone en jaque no solo las condiciones de posibilidad de un pensamiento lógico –formal abstracto coherente y no contradictorio, sino también algo de la constitución subjetiva del/la joven en el discurso que lo crea y recrea con su intelecto estructurado como un lenguaje, característico de la especie. Como sostiene Colom, un sistema educativo es contradictoriamente caótico, al proponer por un lado integrar al sujeto aprendiente al sistema (orden) y a la vez conmoverlo con la angustia de lo nuevo (caos). Por otra parte, un acto didáctico ofrece una dinámica particular, como lo es la dinámica en la comunicación, al tratarse de un mensaje que se establece para la construcción del conocimiento, en el que un sujeto supuesto saber emisor propone un contenido que deberá procesar un alumno receptor, con una retroalimentación permanente de interacción entre ambos en un contexto determinado.

Estas características (las del acto didáctico y la del sistema educativo) traen aparejada la complejidad de los procesos de enseñar y aprender, en el marco de una permanente entropía evidenciada en la perdida de información en el intercambio comunicacional para la construcción del conocimiento, lo cual muestra los avatares de un auténtico sistema caótico. Colom plantea además que lo caótico del sistema educativo no son los elementos que lo constituyen sino que el caos reside en la complejidad de las relaciones que se establecen entre los elementos que conforman ese sistema. Así entendemos la no linealidad de esos procesos, en los que la previsibilidad es tan sólo una ilusión.

En este marco y desde una deconstrucción del conocimiento pedagógico, la Teoría del caos nos plantea una epistemología contrastada para el abordaje de la complejidad de los sistemas educativos que permite cierta comprensión de lo incierto. Es en el caos donde encontramos esa dialéctica que conduce del desorden al orden en un ida y vuelta permanente. El redescubrimiento del caos, la toma de conciencia de las teorías como “grandes teatros de la mente” (las teorías son inventos humanos que contribuyen a calmar la gran angustia a la que el lenguaje nos ha arrojado al acercarnos a la conciencia de finitud), nos lleva a reflexionar y preguntarnos: ¿Puede el coronavirus presentarnos una bifurcación como punto crítico del sistema educativo que dé lugar a la inestabilidad y a perturbaciones que posibilitarán con el tiempo engendrar un nuevo tipo de orden?

En relación a los resultados de nuestra investigación, parecería ser que los docentes se sienten frente a una “nueva modalidad” dada por la llamada “aula virtual” (“digital” en términos estrictos) que si bien sólo en algunos irrumpió como algo totalmente nuevo, ya que el 56,6% dijo tener algunos conocimientos en el manejo de herramientas digitales y el 24,5 % muchos conocimientos, a la hora de considerar si esta situación de aislamiento social y de dinámica digital de las clases cambiará la Educación argentina, un 60% consideró que las prácticas pedagógicas cambiarán mucho , un 50% que cambiará mucho el vínculo docente – alumno y otro 50% que algo cambiará en el vínculo docente -institución. ¿Nos hacen pensar acaso estos resultados en la “virtualidad” como atractor (en términos de la teoría del caos), como un elemento ordenador en el desorden? ¿Puede la situación de la pandemia (entropía al fin con su carácter mortífero y alterador de los sistemas) ser esa acción instauradora del desorden y de los nuevos órdenes de los sistemas en general y del sistema educativo en particular?

Por otro lado resulta interesante cómo los docentes que dicen manejar en su gran mayoría las herramientas digitales, también refieren que en su desempeño docente-digital el 67.9 % tuvo algunas dificultades en adaptarse a la instancia de esa modalidad. ¿Será quizás que la praxis docente (los actos didácticos en cualesquiera de sus versiones) con su complejidad intrínseca y el malestar que generan, funciona como un fractal educativo en sí mismo? ¿Es esa infelicidad en la docencia lo que se mantiene constante como orden repetitivo, reproduciéndose curso tras curso independientemente de la instancia, el nivel o la modalidad? Una infelicidad que paradójicamente se tiñe con la resiliencia de los docentes frente a la adversidad, que en nuestro estudio consideraron a la experiencia de virtualidad obligatoria como positiva en un 54,3 %. Es que en tiempos como los que corren muchos docentes sostienen que podrán encontrar una buena respuesta en las TIyCs (Tecnologías de la Información y la Comunicación) como alternativa al paradigma tradicional (imposible de implementar) y que hoy por hoy constituye un verdadero “espacio artificial” para los encuentros y para el despliegue de los actos didácticos. Sin embargo, estamos convencidos de que en la interactividad de la educación a distancia, si bien son necesarios los recursos adecuados, y una fuerte voluntad consciente para el diseño de estrategias pedagógicas eficaces, será fundamental poner el acento en la dialéctica del encuentro con el alumno, para el despliegue de un Aprendizaje transferencial (5) que logre constituirse como motor de sostén en ese punto crítico de bifurcación en el sistema, que instaló la pandemia.

Un Aprendizaje Transferencial es aquél que surge en el marco de una relación particular que se da entre el docente y su alumno, poniendo en acto una dinámica inconsciente por parte de cada uno de los participantes de esa díada para, en un movimiento superador, permitir la transmisión-apropiación del Conocimiento.

Propiciar el desarrollo de una dinámica de transferencia positiva en el alumno podrá ser promotora del deseo, y del surgimiento de la pulsión epistemofílica, tan necesaria en estos tiempos.
La infelicidad en la Docencia, como fractal constante estructural, seguirá quizás molestando y sosteniendo la irremediable situación de vivir en un mundo del cual no podemos caernos, en el que estamos condenados a vivir–siendo, como parte de él. Será quizás que, como docentes, podremos acotar la angustia frente a lo mortífero de la pandemia con esa fuerza también estructural e incontenible del mismo “vivir” y sólo desde una Ética del cuidado del otro como semejante. Porque entendemos que toda propuesta postpandemia que se plantee en el terreno educativo, deberá necesariamente contemplar el desarrollo de las posibilidades de la movilidad social, de la equidad, de la promoción y de la formación de un espíritu crítico que permita distinguir, optar y comprometerse con los valores de nuestra Cultura, en la que la Patria realmente logre reconocerse-siendo en el otro/a.

Referencias bibliográficas

1.- Freud, S. “El Malestar en la Cultura” (1929/1930) Ed Amorrortu. Bs As 2001

2.- Charles Peirce The collected papers of Charles Sanders Peirce, The Bleknap Press of Harvard University Press, Cambridge, 1980.

3.- Colom, A “La (de) construcción del conocimiento pedagógico” Ed Paidos 2002

4.- Kennel B. Investigación “Estilos de Aprendizaje y esquemas de pensamiento para la conceptualización de palabras y el aprendizaje inmediato en los estudiantes de Medicina.” Facultad de Medicina UBA (2011)

5.- Carli, A; Kennel, B. “Aprendizaje Transferencial: Teoria y Práxis de una propuesta para la construcción del conocimiento”. UNLu. Ed. Bs As. 2008

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1 thought on “PANDEMIA Y EDUCACIÓN: la infelicidad en la Docencia”

  1. Excelente reflexión sobre cómo nos sentimos los docentes ante los diferentes obstáculos pedagógicos transcurridos antes y durante la pandemia. Muy grato fue leerlo y trasmitirselo a mis pares.

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