Por Adriana Fernandez Vecchi
Transformación y Constitución parece otro costado para pensar nuestra convivencia planteada en el inicio de las sesiones legislativas provinciales. Estos dos conceptos son valores que rescatan la coexistencia cada vez más desolada. Desolación que surge precisamente porque se quiere virar de lo comunitario hacia la privatización y, como dice Sadin, hacia la tiranía del individualismo. La construcción de lo nacional parece querer ser migrada de las políticas públicas. La situación está orientada para que dependa del mercado y de esta manera adquirir poder, pero alejándose de la necesidad social. El Estado desde el discurso libertario, se ha convertido en el malestar de la política, malestar de la convivencia, de la ciudadanía, disrupción hacia una cultura que produce real malestar, pobreza, violencia, necesidad e incertidumbre.
La retirada de una convivencia social justa nos deja en la desolación y la angustia
Un real discurso federal trata de reunir identidades, como un brazo de lucha para la no discriminación y a favor de la democracia. Intenta comprender desde la justicia, y desde el principio de equidad. Comenzando con la libre comunicación construir la idea de un Estado para el Bien Común, frente a un individualismo despiadado e insensible. Así amasar la transformación y el valor de la Constitución.
Es necesario trabajar para una ciudadanía democrática mediada por la producción, por la justicia social, sanitaria, educativa y económica. Los criterios de autonomía y soberanía y la construcción del sujeto político, como identidad histórica, se logra en base a proyectos éticos del orden del derecho constitucional.
El tejido de relaciones se define con la palabra y con el poder que se va construyendo en torno a la equidad, la sensibilidad, el cuidado del otro, la libre circulación de comunicación, la posibilidad de participación real en el ejercicio del poder sin autoritarismos ni arbitrariedades. Es urgente un consenso basado en una comunicación libre de violencias, en donde el punto principal y nodal sea la Constitución. Es perentorio generar posibilidades de diálogos en condiciones de simetría y reconocimiento. Abrir la posibilidad de argumentar, poniendo en juego las propias diferencias, pero, debatiendo, buscando consensos y saber qué hacer con los disensos explicitados.
Transformación y Constitución frente a la demolición y frente a la licuadora. La escuela austríaca crea un modelo segmentado que margina y apela al individualismo de los ciudadanos carcomiendo las tradiciones históricas y culturales, El monetarismo transforma la Patria en una empresa mercantilista.
Transformación institucional significa trabajar para la construcción democrática. Revisar el modelo de relaciones sociales básicas, pero mediadas por la producción. Cuidar el control simbólico frente a todo intento de disolver la definición de la ciudadanía en términos de convivencia justa. La justicia es el principio de equidad y normativo, además, de ser la experiencia fundamental de la vida para una mejor coexistencia.
Es necesario cimentar la cooperación, la convivencia comunitaria, correrla de la desolación, volver al espacio de la importancia de lo público.
Plantear las críticas sin una fundamentación ética o normativa, sin la discusión sobre los bienes concretos que se ponen en juego para el consenso,y cuando se pierde el sentido de solidaridad nace el autoritarismo.
¿Cuál es la señal? Abrir las aguas para la alternativa: Cambio y licuadora o transformación y Constitución democrática.
Los fascistas hablan de 100 años de decadencia. Esto quiere decir que el modelo a seguir es el de un país situado en los años 20, sin leyes laborales, sin derechos. Por fuera del desequilibrio del primer mandatario, atrás y rodeándolo hay una banda de mafiosos.