Por Daniel do Campo Spada.
Joao Baptista Figueiredo (1918-1999) fue el último de los militares en un período en el que tuvieron el control casi total de la política nacional del Brasil. Para Estados Unidos eran “confiables” y eso los hacía aliados de carpeta en plena guerra fría donde en casi todo el continente surgían agrupaciones revolucionarias alentadas por las experiencias de la Revolución Cubana y las guerrillas de Colombia. En Argentina la organizción peronista Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de orientación troskista o Tupamaros en Uruguay eran focos que Washington temía que se expandieran en forma victoriosa. El nuevo dictador era alguien formado en los servicios de inteligencia, tutelados por el Pentágono como ocurría con todos los países dependientes de la Casa Blanca. Ascendido a Capitán en 1944 durante el gobierno de Getulio Vargas, entre 1955 y 1957 fue destinado como agregado militar en la Embajada en Asunción. En ese momento Paraguay tenía al frente al dictador pro-estadounidense Alfredo Stroessner. Allí estableció los lazos necesarios con los estadounidenses abocados al mundo de la inteligencia y la defensa interna.
Por lo dicho en el párrafo anterior no debe sorprendernos que durante tres años, entre 1961 y 1964 fue profesor en el United States Army Command and General Staff College ubicado en Kansas. Estados Unidos ya tenía en acción la formación directa de los dictadores latinoamericanos que serían sus títeres regionales tras un adecuado lavado de cerebro que les hacía anteponer los intereses de la Casa Blanca antes de los propios. El nacionalismo que hasta allí iban exhibiendo algunas fuerzas armadas se derrumbaba ante la “formación” en geopolítica y prebendas por parte de los yanquis. Aunque la carta de presentación indicaba que su formación era en infantería y caballería en esos centros al igual que lo después ocurrió en la “Escuelita” de las Américas en Panamá de 1946, eran entrenados en espionaje y represión a los propios ciudadanos.
Figueiredo llegó a la Presidencia por elección indirecta del Congreso a propuesta de Geisel, mandatario saliente que lo había designado como Jefe de Inteligencia. En la votación cerrada en el Colegio Electoral en que se había convertido el Congreso con proscripciones, con sus dos partidos cómplices simulando oficialismo y oposición. Superó a su “oponente” el General Euler Bentes Monteiro (1917-2002) que había propuesto el MDB.
La presencia de Carter en la Presidencia de Estados Unidos fue un momento en el que las dictaduras latinoamericanas se sintieron un poco huérfanas en su política de violaciones sistemáticas de los Derechos Humanos. Por eso empezó a aflojar el armado para ver si de esa manera lograba ganar tiempo hasta la llegada de un presidente republicano, como ocurrió en 1981 con Ronald Reagan (1911-2004). Por eso el 28 de agosto de 1979 dictó la Ley de Amnistía para todos aquellos que tuvieron condenas por crímenes políticos entre 1961 (comienzo de la dictadura) y 1978.
A pesar de ello, la fatiga del régimen era ya insostenible y la crisis económica desatada por la galopante deuda externa (que llegaba a los u$s 90.000 millones de dólares) impedía un desarrollo de una economía exportadora como la que necesitaba la nueva burguesía industrial paulista y de algunos bolsones del interior. Para seguir distendiendo en lo político y permitir que se puedan canalizar los nuevos actores y generaciones disuelve el partido Alianza Renovadora Nacional (ARENA) y crea el Partido Democrático Social (PDS). De esa manera el binomio dominante queda con los cómplices del Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB).
En 1982, la penúltima elección en dictadura el PDS gana ajustadamente las legislativas con el 43,2 % de los sufragios superando al PMDB con el 42,9 %. La diferencia que marcaba el principio del fin de una época fue que los “opositores” ganaron las Gobernaciones de San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais.
Figueiredo empezó a ser rodeado de problemas de salud que por períodos lo sacaban de la gestión de Gobierno. En 1981 tuvo un ataque cardíaco del que se recuperó lentamente y que volvió a fallarle en 1983 cuando momentáneamente fue reemplazado por el Vicepresidente Antonio Aureliano Cháves de Mendonca (1923-2003), un civil recibido de ingeniero que al no ser militar de carrera no disponía de mucho poder de decisión porque las grietas internas eran casi insostenibles.
Mientras que tímidamente empezaban a recuperarse las democracias en la región, aunque Estados Unidos sostenía las dictaduras, Europa, que todavía era “algo” independiente de Washington empezó a jugar su papel. La retirada de la dictadura vecina de Argentina tras la derrota en la Guerra de las Islas Malvinas ante los ingleses en 1982 era un verdadero cambio de época. Aún con debilidades Perú, Venezuela, Ecuador, Colombia y Uruguay marchaban hacia un cambio de sistema político. La derrota del oficialista PDS era toda una señal de que nuevas generaciones ya no compraban el discurso del anticomunismo y le perdían el miedo al pluripartidismo. Entre 1983 y 1985 se hizo muy fuerte el movimiento llamado “Diretas Ja” (Directas Ya) en obvia alusión a tener elecciones directas por el voto del ciudadano y no con la intermediación de colegios electorales que terminaban siendo garantes del poder y de la voluntad popular.
Los militares abrieron mínimamente el juego político manteniendo las proscripciones a los exiliados y dirigentes residentes de la izquierda. Al igual que la actividad sindical la mantuvieron bajo severos controles restrictivos. En la elección de 1985, con Colegio Electoral, ganó la fórmula de Tancredo Neves y José Sarney del PMDB (“opositor”) por 480 votos contra 180 de Paulo Salim Maluf del oficialista PDS. La diferencia de un 72 contra un 27 % dictaminaba que se había terminado la hegemonía militar en el falso Congreso. Los uniformados se retiraban del poder desde lo formal, pero no desde lo real. Muchos militares, fundamentalmente los del Ejército integraban muchos de los Directorios de las empresas industriales y de medios que pasaban a dominar la escena.
Así, casi sin pena ni gloria y con miles de muertos terminaban casi dos décadas de uniformes y corbatas que enriquecieron a una pequenísima parte de la población y empobrecieon a millones. El denominado “milagro basileño” se construyó a costa de sacrificar la vida de tres generaciones de familias.
Tímidamente comenzaba una nueva época que Argentina había inaugurado a finales de 1983 y que de a poco fue acoplando países como Uruguay, Bolivia y Chile. Empezó a madurar una integración regional que se consolidaría recién en el siglo XXI.