Por Ricardo E.J. Ferrari
En el mundo griego antiguo, tanto en cultura dominada por el “mythos”, como en cultura dominada por el “lógos”, existió la inquietud de encontrar un principio, un punto de partida de todo lo que hay.Este principio es un ordenador de la “physis” (la naturaleza). Todo orden, para la antigüedad clásica, exhibe belleza. A ese orden, lo llamaron “Kósmos”, cuyo significado refiere al universo, a todo lo que hay, y también al ornamento, al adorno, y de ahí deriva el vocablo cosmética, lo que embellece. Ese principio (en gr. Arkhé) que buscaron y que estaba al servicio de dar cuenta del orden natural era asimismo una proyección del orden social.
Este orden es una regularidad, que rige tanto en la naturaleza como en la cultura. Este orden, caracterizado por la recurrencia, sin el cual la vida no sería posible, es la ley.
Hay una ley en la “physis” (naturaleza) y hay una ley del “nomos” (la convención, la cultura).
Dejamos para los biólogos la ley del estado de naturaleza para enfocarnos acá en la ley del estado de cultura. En la cultura esta ley se caracteriza por ser particular y relativa. Cada cultura tendrá su “nomos”.
El objetivo del presente trabajo es poner de manifiesto que existe una relación dialéctica entre lo jurídico y la subjetividad. En toda subjetividad hay una dimensión jurídica.
Toda subjetividad se constituye como tal en la compleja trama entre función materna (los cuidados prodigados amorosamente al “infans” y, que sin ellos, su vida está en riesgo) y la función paterna (la representación de la ley, que le permitirá al “infans” habitar la cultura). Tenemos así dos momentos necesarios: narcisización y restricción del narcisismo.
Sabemos que toda ley supone un conjunto de prescripciones, proscripciones y habilitaciones de un máximo nivel de formalización. Hunde sus raíces en una esfera axiológica, que es siempre el sustrato de toda vida social. Sabemos que la condición de posibilidad de la vida humana es la convivencia con otros humanos. Los seres humanos se constituyen como tales a partir de la presencia de otros humanos. Lo humano no es sin la presencia de los demás, y esta presencia está inscripta siempre en una dimensión axiológica. Desde la noche de los tiempos, los seres humanos, a los fines de vivir juntos, han definido, consensuado, compartido, heredado y reproducido, lo que está bien, lo que está mal, lo que es lindo, lo que es feo, lo que es justo, lo que es injusto, lo que se puede y lo que no se puede decir, lo que se puede mostrar y lo que no se puede mostrar, etc.
Toda subjetividad se constituye a partir, no sólo de una historia singular, historia diseñada en las células primarias de convivencia, sino también de un contexto histórico, político, económico, social y tecnológico que tiene como soporte el acuerdo respecto de la dimensión axiológica. Siendo la expresión más acabada de este acuerdo, la ley.
Sabemos, según la enseñanza de Lévi-Strauss, que no hay formación cultural alguna sin prohibiciones y prescripciones y que, en las denominadas, prejuiciosamente, “culturas primitivas”, aquellas suelen ser mucho más extensas y rigurosas que en nuestras culturas occidentales.
Para Lévi-Strauss toda prohibición, remite en último análisis a la prohibición del incesto. Es decir, a la interdicción de casarse con parientes próximos o con miembros de la misma tribu.
Esta prohibición es siempre cultural. La naturaleza todo lo permite. Según este autor, no habría nada, desde la naturaleza, que impida que una persona se case con otra, cualquiera sea ésta. Esto quiere decir que la prohibición no se va a definir necesariamente por el vínculo de consanguineidad.
Lo que define a cualquier formación cultural es el intercambio. El intercambio es, para Lévi-Strauss, el hecho social por antonomasia. Sin intercambio no hay convivencia. Hay guerra de todos contra todos. El intercambio es la condición de posibilidad de la vida humana. Sin el intercambio, hay exterminio. La prohibición, es la garantía del intercambio. Esta prohibición, como afirmamos más arriba, se reduce al incesto. Aclaremos que, para Lévi-Strauss, el incesto no es sólo la relación sexual con un pariente definido como próximo, sino lo que él denomina “incesto social”, es decir, retener como propio aquello que debe circular para garantizar la convivencia. Existe, entonces, una prohibición fundamental a quedarse con el propio producto. La prohibición está en la base de la circulación. Esta circulación posibilita la alianza con otros grupos. Existe una tendencia, al servicio del Eros, de romper los límites del grupo primario y salir al encuentro de otras tribus o agrupamientos. El vínculo entre los humanos tiende a ampliarse. A esta tendencia la llamamos sociedad.
Lévi-Strauss dice en su obra “Mirando a lo lejos” que las familias son a la sociedad como las pausas son a los viajes, es decir, la condición de posibilidad del viaje y al mismo tiempo su negación.
Toda familia deberá resignar a sus miembros. La ley exige continuar la marcha y la sociedad no consiste más que en familias para las cuales el viaje no se reduce a altos en el camino. (Lévi-Strauss, 1986, pág.86)
En ese sentido podríamos inferir que, no es la familia la base de la sociedad, como se sostuvo durante decenios, sino que la sociedad es el resultado del desmembramiento de aquella. La resignación y circulación de sus miembros hacia otros grupos.
El humano, habría comprendido desde siempre, que tiene mejores perspectivas de satisfacción aliarse al otro que desplegar hostilidades contra él. Es mejor dejarlo vivir que matarlo. El otro me puede proporcionar aquello que por mí mismo no puedo proporcionarme, y viceversa. La presencia del otro facilita la vida. La vida humana nunca es sin el otro. Esta comprensión “originaria”, preconceptual, es la causante de la donación. Se brinda al otro lo propio para que a su vez el otro nos brinde lo suyo. Podríamos pensar que en el sustrato de toda cultura hay un criterio utilitario respecto del otro, que funciona como mecanismo de defensa frente a la posibilidad de mutua destrucción. El triunfo sobre la tendencia tanática es un rasgo de toda cultura. Aunque sabemos que la tendencia destructiva y autodestructiva está siempre al acecho. Tánatos no descansa nunca.
Es el otro quien, originariamente, nos prodiga de cuidados y también quien impone las restricciones que nos habilitan a estar en la cultura.
La condición de posibilidad de habitar la cultura es la incorporación de la ley. Esa ley, cuyo representante es quien desempeña la función paterna. Función que está más allá del género, y que es, originariamente, la ley de prohibición del incesto.
Son las personas encargadas de la crianza del “infans”, quienes van a transmitir las proscripciones, prescripciones y habilitaciones de la cultura donde se inscribe la vida de esos recién llegados.
Es en las células primarias de convivencia que todo niño y niña aprende lo que no se puede hacer, decir y tocar y lo que se debe hacer, decir y tocar.
Son las figuras significativas del entorno infantil quienes le dicen a sus niñes, por ejemplo, cuando alguien les hace un regalo: “¿qué se dice?, ¿qué te enseñó mamá que se dice?”. Entonces, a regañadientes, no sin dificultad, el niño o la niña, repiten: “gracias”.
El “gracias”, el “buen día”, el “permiso”, etc., no están en la naturaleza. Vienen desde afuera. Son originariamente externos y coercitivos. El niño y la niña son ajenos a estas normas de convivencia hasta que las mismas se incorporan a través del proceso de socialización que es al mismo tiempo un proceso de enajenación. No de enajenación patológica, sino de enajenación en el sentido de que proviene del otro, del ajeno.
En su extensa obra de treinta y tres diálogos, Platón, filósofo ateniense del siglo. IV a.C, se refiere específicamente al tema de la ley, en dos de ellos, el “Critón” y en el último de todos, “Las leyes”.
Haremos una breve referencia al diálogo Critón, que es una apología de la ley.
En este diálogo, Sócrates, personaje protagonista de la mayoría de los diálogos platónicos, se encuentra en prisión, condenado a muerte. Es ahí donde recibe la visita de su amigo Critón, quien le propone sobornar a los carceleros y escapar con vida de Atenas. Sócrates se opone a semejante propuesta y apela a una alegoría apologética de la ley.
Reproducimos a continuación un fragmento crucial de este diálogo, en el que, las leyes, personificadas, se le aparecen a Sócrates y le dicen:
“No te asombres, Sócrates, de lo que decimos: antes bien, responde, ya que estás acostumbrado al hábito de preguntar y responder. En ese caso, ¿qué te impulsa contra nosotras y el Estado para que intentes destruirnos? ¿no te hemos engendrado al permitir que, gracias a nosotras, tu madre se casara con tu padre y te diera a luz? (…) “¿O eres sabio hasta tal punto que se te pasa por alto el que una Patria es más digna de honras que una madre, un padre y demás antepasados, que es más digna de veneración y más sagrada, y que goza de la mayor estima tanto de parte de los dioses como de parte de los hombres sensatos? (…) En efecto, nosotras te hemos engendrado, criado y educado, y hecho partícipe de todas las cosas capaces de beneficiarte a ti y a todos los otros ciudadanos…”
He aquí en este fragmento, una concepción de la libertad como libertad de la comunidad en oposición a la libertad individual, la libertad de los “idiôtai” (particulares o privados), es decir, de aquellos que, aun beneficiándose de las leyes, viven al margen de ellas. La libertad de aquellos que “se cortan solos”, de quienes se consideran exceptuados de las restricciones.
Se es libre junto con otros y, esa libertad con otros, inhiere siempre en un orden jurídico común, con sus restricciones, prescripciones y habilitaciones.
Se advierte, en este fragmento, una apología hiperbólica de la ley. Pero más allá de esto, lo importante de este diálogo platónico es que sitúa a la ley como aquello que está por encima de los particulares y que es condición de posibilidad de la vida en común.
No alcanza con ser engendrado por los padres, hay que ser engendrado por la ley.
Bibliografía
-Freud, Sigmund. (2011) Obras Completas, Buenos Aires, Amorrortu Editores.
-Levi-Strauss (1969). Las estructuras elementales del parentesco. Editorial Paidós.
-Levi-Strauss (1986). Mirando a lo lejos. Buenos Aires, Emecé Editores S.A.
-Platón (1997). Critón. Buenos Aires, EUDEBA, Editorial Universitaria de Buenos Aires S.E.M.
Imagen:
“Hackford Series N°8”, 1990
Albert Irvin (Londres, Reino Unido, 1922 -2015)
¡Excelente!
Gracias!!!
Hola, desde mi supina ignorancia se me hace dificil entender todo lo descripto, pero debo llegar a una vonvlusion y ruego me disculpen, la humanidad no aprendio nada de esos genios, siguen vigentes en algunas tribus o culturas la Ley de vientre, sigue la demonizacion del que actua o piensa diferente, se pone rl acento en que es lo “bueno” y lo “malo”, segun quien lo dictamine, el caso Judeo Palestino es uno de los ejemplos el de Ucrania y Rusia es otro, demonizamos a quienes no se rinden a nuestras verdades, y estamos en el primer cuarto del siglo 21. Perdon por esta chachara, que a lo mejor nada tiene que ver con este trabajo minucioso, a lo mejor es mi respuesta a la desazon wue me provoca la aparicion de individuos incapaces que logran convencer a los gritos que la libertad es la que pregona mientras manipula una motosierra o que como facebook nos advierte que tal o cual publicacion son avaladas por los malignos del Este, estamos en las puertas del horror y veo a la gente correr alegremente hacia esa direccion, perdon por este escrito, no se si tiene que ver con lo publicado, pero a mi me sirvio de disoarador de la angustia en la que estoy sumido.
Muchas gracias, Miguel, por tu reflexión.
Tenés razón, estamos en un momento muy crítico que no debimos haber permitido. Esperemos que triunfe la sensatez!!!
Muy bueno!
Muchas gracias!!!
No sería posible una sociedad moderna sin ley. El estado moderno se basa en leyes que regulan el funcionamiento de una sociedad.
Las leyes son instrumentos del estado. Los estados crean leyes en base a la ideología que en ese momento dirige el estado. Se supone que las leyes son para lograr sociedades tolerantes y beneficiar a sus ciudadanos.
Pero no siempre es así. Los estados autoritarios crean leyes que en muchos casos limitan las libertades individuales. Lo podemos ver en la historia del Siglo XX, con el franquismo, el fascismo italiano y el nazismo en Alemania. Puedo agregar al estado soviético estalinista.
Muchas gracias, Victor por tu lectura y reflexión del texto!!!
Maravilloso!!!
Muchas gracias!!!
Muy interesante recorrido. Es importante escuchar a Lacan, quien va más allá de Freud, al introducir el concepto del Nombre del Padre, o los nombres del padre. Y allí nos plantea que el sujeto puede servirse del padre e ir más allá de él, tal como el lo hace con Freud. Ese padre no es la ley, la transmite y es por estar sujeto a una ley más alla de el mismo. En acto, una enseñanza. Digo, porque esto permite pensar al acto creativo, al arte, en tanto ruptura, sobre todo en las vanguardias. Ruptura sobre un trasfondo de leyes que hacen al pacto social y/o democratico para la convivencia. En tiempos donde se sostiene la destrucción del orden establecido en las instituciones, donde la ley no imperere, hay falta de inscripción del nombre del padre y eso es el camino a la psicosis individual o colectiva.
Muchísimas gracias, Claudia por tu atenta lectura!!!
Muy interesante recorrido. Es importante escuchar a Lacan, quien va más allá de Freud, al introducir el concepto del Nombre del Padre, o los nombres del padre. Y allí nos plantea que el sujeto puede servirse del padre e ir más allá de él, tal como el lo hace con Freud. Ese padre no es la ley, la transmite y es por estar sujeto a una ley más alla de el mismo. En acto, una enseñanza. Digo, porque esto permite pensar al acto creativo, al arte, en tanto ruptura, sobre todo en las vanguardias. Ruptura sobre un trasfondo de leyes que hacen al pacto social y/o democratico para la convivencia. En tiempos donde se sostiene la destrucción del orden establecido en las instituciones, donde la ley no imperere, hay falta de inscripción del nombre del padre y eso es el camino a la psicosis individual o colectiva.
Muy interesante Ricardo, gracias por traer estos conceptos fundamentales, que me han aportado a la reflexión constante sobre nuestra actual situación como sociedad. Abrazo!