ADULTOS MAYORES | El tiempo, la edad, la vida

Por Silvia Inés Gonzalo

¡El tiempo! ¡Qué invento! ¡Qué necesidad de medirlo todo, de dominarlo todo!
Queremos asirlo y se nos escapa como granitos de arena entre los dedos de la mano, como gotas de agua atrapadas en el puño. Queremos detenerlo y avanza inexorable. Lo notamos en las paredes descascaradas, en la planta mustia, en los surcos de la frente, en los cabellos ralos, blancos, quebradizos. En las distintas maneras de mirar la vida, según las generaciones, en el lenguaje cambiante, ágil, muchas veces inabarcable.
El tiempo y su paso nos lleva al tema de la edad. Así como cada día tiene su preocupación, cada etapa de la vida tiene lo suyo. Desde lo personal, la primera crisis frente a la edad, la viví a los treinta años, fue la toma de conciencia de que ya no era una nena, al punto de que el nacimiento de mi cuarto hijo a mis treinta y cuatro, me hizo sentir joven, cuando en realidad lo era.
Las otras décadas pasaron suaves y sin conflictos a pesar de los múltiples golpes sufridos, los inherentes a todo ser humano.
Los setenta los celebré con alegría, dando gracias por la vida compartida con familiares y amigos, como dice la canción por el misterio de “tantos siglos, tantos mundos, tanto espacio y…coincidir” con cada uno de esos seres.
A los pocos meses, situación insólita, estalla la pandemia y con ella la incertidumbre, las muertes, la cuarentena estricta y, sobre todo, el palpar la vulnerabilidad, la propia y la del género humano.
Claro que también vino de la mano de la grieta, los oportunistas, los inconscientes, los insensibles. Acá es donde se me abre una gran pregunta: ¿cómo es posible que en situaciones de emergencia sanitaria planetaria, haya quienes busquen solo desestabilizar, obtener rédito político y económico a costa de la muerte y el dolor de tanta gente?
Entonces pienso que mi generación, la que sufrió la dictadura más feroz que conoció el país, la que perdió amigos, vecinos, familiares en la oscuridad de los campos de concentración, la que albergó el ideal d una sociedad justa con educación, salud, trabajo, vivienda para todos y fue capaz de dar la vida por ello, tiene mucho que aportar a este hoy desolado e individualista.
Frente al discurso de la meritocracia y el sálvese quien pueda, nosotros tenemos la alegría del encuentro, la experiencia del caminar junto al otro tratando de acompasar el paso para lograr ir ni adelante, ni atrás, sino juntos aunque sea más lento.
Dirán: —Estos que están cerca del final no tienen nada que perder—y es cierto.
Es cierto porque ya perdimos mucho y a muchos y es cierto, también, porque ya ganamos mucho.
Ganamos la pasión por querer disminuir el sufrimiento de los más débiles, la convicción de que donde hay una necesidad hay un derecho que debe conquistarse, una injusticia que debe remediarse. La satisfacción que da el reconocerse una más en medio de la humanidad. El deseo de contagiar no el virus, sino esta visión, esta alternativa al discurso dominante del neoliberalismo que nos carcome el cerebro y el corazón.
Es posible conmoverse ante el dolor y el gozo de nuestros vecinos porque en definitiva estamos en el mismo barco, participamos del mismo polvo de estrellas y el final nos acompaña a todos y a cada uno desde el momento en que nacemos.
Por todo esto, solo las vulnerabilidades unidas nos darán fuerzas para salir del peligro mejorados, enaltecidos por construir una vida digna para todos.

4 thoughts on “ADULTOS MAYORES | El tiempo, la edad, la vida”

  1. Acuerdo con lo expresado, hemos pasado o no por esos caminos, donde sería importante concientizar a los hijos, sobre los cuidados de sus adultos mayores, nuestra generación del ’55 en adelante somos JUBILADOS pero un poco más jovenes, y muchos somos profesionales, y nos desenvolvemos solos, pero anterior a nosotros hay mayores que sufren por sus hijos que los abandona, o les sacan el. DINERO y se van…

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