Por Patricia Sobrado. (*)
Es innegable que el ser humano es capaz de ejercer violencia y crueldad, tampoco nos es ajeno que la historia de la humanidad ha estado llena de actos de violencia desde tiempos inmemoriales, a veces institucionalizada y otras producto de la lucha por la supervivencia. Conceptos como el de violencia, agresividad, crueldad han sido trabajados desde distintas perspectivas tanto en el terreno de lo singular como en el de lo social. Me interesa plantear algunas ideas acerca de las diferentes formas en las que se manifiestan, no solo en sus similitudes sino también en sus diferencias. Desde el punto de vista psicoanalítico, sabemos que la agresividad es un componente esencial del individuo, que juega un papel fundamental en muchos procesos anímicos y corporales para permitir poner límites, diferenciar, separarse, transitar los cambios. Es una cualidad del instinto y parte también de la constitución del sujeto. El ser un componente esencial del sujeto y que a su vez permita tramitar procesos relacionados con la vida, le da un carácter particular. Acercándonos a estas latitudes, Edgardo Rolla, psiquiatra psicoanalista argentino, plantea que para que la agresividad propia del sujeto humano no se transforme en destructividad y criminalidad, debe estar bajo el dominio de la capacidad de vincularse. Parafraseando a Freud sostiene que la salud mental es la capacidad de amar y trabajar sin destruir. Me parece muy importante el poder pensar a la capacidad de vincularse, de relacionarse con otro diferente y semejante como una especie de catalizador de la destructividad. No solo en el ámbito de lo intrafamiliar sino también para pensar los lazos sociales y que pasa cuando una sociedad está atravesada por el discurso del odio hacia el que piensa diferente, y si ese “otro” lo es realmente desde lo metapsicológico. La destructividad creo está ligada al terreno de la patología, ya que como sabemos , hay determinadas organizaciones de personalidad o cuadros psicopatológicos en donde se encuentra presente la capacidad de dañar a otros y a sí mismo, desde la imposibilidad del control de la impulsividad. La destructividad, a mi entender, no siempre está impulsada por la crueldad. El concepto de crueldad, tiene otras implicancias, entre ellas aquellas que pueden entramarse con los dispositivos sociales. Aquí quisiera traer a la memoria algunos conceptos desarrollados por dos autores. Uno es el concepto de narcicismo maligno, planteado por Erich Fromm, psicoanalista, psicólogo social y filosofo humanista de origen judío alemán, y retomado años después por Otto Kernberg para describir ciertos trastornos narcisistas de la personalidad asociados con psicopatía.
En esta oportunidad quisiera detenerme en la definición de Fromm ya que es producto, entre otras cosas de sus vivencias durante la segunda guerra mundial y el nazismo. En forma sintética describe al narcisismo maligno, como una condición en la que la persona se caracteriza por un comportamiento grandilocuente, antisocial y hostil. Su principal rasgo es deshumanizar todo escenario en el que se encuentre, ya sea familiar o laboral. La falta de empatía y su maquiavelismo pueden ser muy destructivos. Él lo llama, “la quinta esencia del mal” y señala que este narcisismo maligno, es el germen de muchos comportamientos lesivos para la humanidad.
El otro autor al que quiero hacer referencia para rescatar algunos conceptos es Fernando Ulloa, psiquiatra argentino, referente a mi criterio insoslayable cuando se trata de hablar de crueldad y de dispositivos sociales que hacen de la crueldad una ética. Si bien Ulloa acuña estos conceptos en el marco de la dictadura militar en nuestro país, creo que en varios puntos el modelo neoliberal es un ejemplo de estos dispositivos. Ulloa dice que el instinto no es de por si cruel, sino que está ligado a la supervivencia y puede incluso llegar a ser feroz, como lo demuestra la historia de la humanidad, pero no cruel. En el terreno de lo singular, la falta de ternura por parte de la figura materna y la no terceridad lleva a un precario establecimiento de lo pulsional, ligado a lo vincular que deja en descontrol a lo puramente instintivo que puede devenir cruel. Es decir que en el desarrollo evolutivo y vincular de un sujeto lo único que puede metabolizar la crueldad es la ternura, que el autor también la denomina buen trato. La ternura tiene tres suministros, el abrigo, el alimento y el buen trato. Este buen trato alude también a contrato social, que es el lazo solidario que preside toda relación humana, o por los menos debería si pretendemos sociedades medianamente saludables. Solemos asociar la ternura solo a la parte blanda del amor, o a la que está inhibida en su fin sexual genital. Ulloa le agrega una dimensión al sostener que la ternura es el escenario formidable donde el sujeto no solo adquiere estado pulsional sino también condición ética. Y también es lo que permite el anclaje de dos ordenadores, la empatía y el miramiento, mirar con amoroso interés a alguien que es un otro. Y aquí quiero introducir un concepto fundamental que funciona como articulador entre lo individual y lo social. Ulloa dice que así como la agresión es heredad instintiva del hombre, la crueldad siempre implica un dispositivo sociocultural necesario para su despliegue. Ya sea en el terreno de lo individual y la constitución familiar de un sujeto, como desde lo social cuando nos hallamos en presencia de determinados dispositivos ideológicos como el neoliberalismo que a mi juicio ostenta una ética de la crueldad por cierto encubierta. Y no hablo de la crueldad como una mera consecuencia de ciertas medidas o políticas socio económicas que definen a estos modelos, sino como una ideología, una forma de ver y considerar las relaciones entre los individuos que conforman una sociedad. Ulloa habla de la vera crueldad o crueldad mayor, que implica entre otras cosas, la imposibilidad de apelar a un tercero que regule y la certeza de detentar el saber y ser dueños de la única verdad, se cae así en lo que llama la encerrona trágica.. Cuando se instala la encerrona trágica, no aparece la angustia, sino el dolor psíquico, aquel que no tiene salida, ninguna esperanza, está ligado a la muerte, literal o a la muerte del pensamiento crítico y a la apatía. Otra expresión de la crueldad también es la que surge de la extrema marginación social. Ulloa dice que cuando un sujeto nace en un contexto de desamparo familiar o social puede desarrollar mecanismos de defensa y de supervivencia ligados al despliegue de la crueldad. Pero plantea dos diferencias fundamentales entre estas expresiones de crueldad y la vera crueldad, la primera viene de sujetos que inicialmente fueron víctimas y luego se transforman en repetidores violentos de lo que recibieron. Y en segundo lugar, pero no menos importante, es que estos sujetos no tienen impunidad, sino todo lo contrario, transitan un camino casi sin salida hacia tres destinos, el manicomio, la cárcel o el cementerio. Cuando un modelo como el neoliberal se erige en el único garante de la verdad, la libertad y la honestidad, lo hace desde la vera crueldad. Cada vez que algún otro saber amenaza su dominio, el cruel despliega acciones como la exclusión de lo que considera distinto, el odio y cuando puede la eliminación del otro. El sostener el dominio de la única verdad, anula el disenso, la diversidad, la confrontación, el debate de ideas y se instala lo que llamamos en estas latitudes, la grieta. En mi opinión la grieta, no implica el estar en veredas opuestas, sino que abre un abismo en el que desaparece todo aquello que es diferente, se desestima la otredad. Aquel que piensa diferente, está en contra de los valores republicanos, de la transparencia y de la honestidad. La grieta no es una consecuencia, el neoliberalismo necesita de la grieta para autenticarse. Y aquí juegan un papel fundamental los medios de comunicación hegemónicos que se han ocupado sistemáticamente de instalar y sostener la llamada grieta. La grieta suprime las diferencias y la afinidad con el que piensa diferente, pretende instalar la idea de que el antagonismo es anormal y atenta contra la república, cuando en realidad el antagonismo es parte fundamental del juego democrático. Por supuesto que esta ética esta velada, Ulloa habla del saber canalla y de que uno de los factores esenciales para que todo esto sea posible es la mentira, y yo agregaría la instalación del odio.
Byun Chul Han, filósofo coreano, habla de que hoy en día la violencia es invisible, penetra como un virus. Podemos pensar en una especie de colonización psíquica. Hoy en día nos vemos frente a la proliferación de patologías como la depresión, el burnout, el déficit de atención. Desde esta ética es necesario desprestigiar la Política, pretendiendo asociarla por ejemplo a la corrupción, bregando así por el descreimiento y la despolitización. Por supuesto que esto no es ingenuo, la política en su sentido más profundo, nos historiza como sociedad, es lo que nos da identidad colectiva, conteniendo las diferencias y el disenso. Es lo que nos conecta con la historia vivencial de un pueblo, con la emocionalidad, con la pasión, con todo aquello que se opone a la pasividad y a la pérdida del pensamiento crítico. Se agregan a la lista no solo la supresión histórica de los pueblos originarios sino su demonización. La meritocracia como valor único para el desarrollo de un individuo, en una sociedad con profunda desigualdad de oportunidades. Un odio y desprecio profundo por los más pobres. Creo que frente a estas políticas se hace imprescindible el defender el “buen trato” al decir de Ulloa, en tanto el odio y la profunda desigualdad desintegran los lazos sociales. Una sociedad con más equidad y sin crueldad recupera la capacidad de empatía y de solidaridad. Valores que son los que van a posibilitar resistir frente a la ética de la crueldad.
Por todo esto, y para ir concluyendo, creo que como trabajadores de la Salud Mental, debemos tener un papel activo frente a estos modelos, desde el ámbito en el que cada uno despliegue su labor. Tanto en el marco de las Instituciones como en la intimidad del consultorio en la que nos vemos interpelados hoy en día, no solo a hacer conciente lo inconciente sino principalmente, a trabajar para que el paciente se pueda historizar, pueda construir vínculos y logre desarrollar su pensamiento crítico, que pueda recuperarse como sujeto capaz de transformarse y transformar la realidad.
Bibliografía
Freud,El malestar en la cultura, obras completas, tomo VIII, editorial Biblioteca Nueva, 2 edición.1972 Freud, Los instintos y sus destinos, Tomo VI editorial Biblioteca Nueva, 2′ edición, 1972 Rolla, E. Organizaciones de personalidad. Editorial Lumen 1999 Ulloa, F. Una perspectiva metapsicológica de la crueldad, Artículo del año 2000 publicado en Espacios Temáticos. Byun Chun Han, La sociedad del cansancio, Editorial Herder 2018 Cortina, A. Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Paidós. 2017
• Patricia Sobrado. Lic. en Psicología.
Integrante del Grupo Escarbadiente
Muy interesante recorrido teórico. Esto que desarrollas me lleva a pensar la idea de Goce atravesando el odio, la crueldad y la vera crueldad. Lo que hace difícil su disolución.