Por Rosa María Longo Berdaguer
La formación de las naciones latinoamericanas desde el inicio encontró dos formas de concebirse: algunos patriotas quería conformar una nación soberana y otros un país propicio para el comercio y la economía.
La historia argentina nos sirve de ejemplo. En el proyecto emancipatorio se encuentra una clara división. El proyecto de la Primera Junta, redactado por Mariano Moreno y avalado por Juan José Castelli y Manuel Belgrano muestra la influencia de las teorías rousseaunianas porque plantea crear un orden político basado en una ideología liberal americanista de propensión igualitaria e integradora, propone la abolición de la esclavitud y los privilegios de casta que marginaban a los indígenas y mestizos, la supresión del tributo indígena (publicado en español y quichua), la necesidad de instaurar un sistema educativo que los nivele y propugna que la lucha contra el imperio español persiga una total independencia para sí pero en unión con América del sur. Confían que con un gobierno democrático republicano la sociedad funcione armoniosamente. Pero este proyecto va a ser combatido por los también independentistas, Cornelio Saavedra, Gregorio Funes, Gervasio Posadas, Juan Martin de Pueyrredón y Bernardino Rivadavia, en su mayoría comerciantes porteños ligados a las elites tradicionales que perseguían liberar el mercado del monopolio español para ampliar la comercialización, quienes, compartiendo la desconfianza lockeana en los pobres y descastados, propulsaban un poder centralizado, regido por un liberalismo moderado y elitista, e impulsaban la integración y apoyo de las potencias europeas. (Inglaterra, la gran potencia industrial, apoyaba estos grupos). Su ideal era conformar una nación semejante a las europeas por lo cual entendían que la lucha no sólo debía lograr la independencia sino también extirpar las influencias que limitaran la instauración de una cultura europea. Profunda desconfianza en los nativos y confianza ciega en la cultura colonizadora.
Estas dos tendencias que pugnaron por el poder a lo largo de la historia argentina tomaron distintas denominaciones: Unitarios y Federales, Oligarquía y Peronismo, Neoliberalismo y Populismo, pero en todos los casos se oponían modelos que priorizaban la producción e industrialización nacional, incluían a todos los habitantes y se alineaban con las naciones latinoamericanas, con modelos signados por la ideología Liberal o Neoliberal, el libre mercado sin restricciones políticas, la alineación al poder económico internacional y la subordinación del pueblo a las elites, las Oligarquías.
Estas dos formas de gobierno, popular y oligárquico, se alternaron en Latinoamérica. Los gobiernos nacionales y populares fueron influenciados por la confianza rousseauniana en la política como medio para integrar, mejorar y capacitar al ciudadano para auto gobernarse; en consecuencia confiaron en la acción política como instrumento para posibilitar la participación activa de toda la población, para desarrollar el país poniendo el acento en la educación, la tecnología y la industria así como el control de la economía y del mercado
En cambio la ideología oligárquica que se sustenta en la matriz antropológica hobbesiana del hombre egoísta y ambicioso que sólo se vincula competitivamente, el homo economicus, y comparte la desconfianza social de Locke y cree que Latinoamérica carece de condiciones, sobretodo humanas o raciales, para valerse por sí misma, no puede confiar ni en la política ni en el pueblo, sino sólo en el resultado concreto de la economía. Por eso subordina la política a la economía, entendiendo que sólo es viable supeditada a los intereses de la potencia de turno, ya sea Inglaterra, los Estados Unidos, o los organismos representantes del poder financiero, como el FMI o el Banco Mundial, y reduciendo las funciones del Estado al mínimo de la seguridad de vidas y bienes. Pero como el Estado no debe regular el mercado, aparece la paradoja de que los grandes poderes y el empresariado puedan convertirse en el Leviatán de Hobbes y explotar y abusarse de la debilidad de los empleados.
Estos dos modelos se alternaron, generalmente fue echando con las armas a los gobiernos populistas, pero en el 2015 un partido oligárquico logró el poder por los votos. Ya en el gobierno para evitar oposición se habló de “grieta” y para agudizarla a su favor, exacerbaron la desconfianza en los gobernantes e instituciones populares desde los medios de comunicación que como poder económico monopólico lo aprueban, para crear una subjetividad que acepte medidas anti democráticas, como la represión a las demandas, reducción de derechos de los trabajadores, la manipulación al poder judicial para que acuse de no importa qué a los líderes populistas y beneficios impositivos y legales para las empresas.
No parece fácil evitar este proceso de deterioro de la equidad y la democracia pero, como es una forma de gobierno económicamente autodestructiva para el país porque sólo unos pocos se benefician, y como los argentinos tenemos el privilegio de haber tenido derechos y de saber que nos corresponden, es factible que como en otras oportunidades, se logre retornar a un gobierno que quiera construir un país y no solo un centro comercial.
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