CEDIAL – Historia | ¿De qué hablamos cuando decimos Estado?

Estado_burocraciaPor Rosa María Longo Berdaguer
En la antigüedad un centro político se identificaba como polis, civitas, república, reino o feudo pero no existía el concepto de Estado. Éste es tardío, germina en los inicios del Renacimiento para designar una política distinta a la medieval y se consolida en la Modernidad.
Durante la Edad Media el poder político estaba fraccionado en reinos y feudos, pero la soberanía del señor feudal que le permitía desempeñar atribuciones principescas como administrar justicia, recaudar impuestos, acuñar moneda y reclutar ejércitos, estaba vinculada a la extensión de la propiedad. El Rey era respetado porque su autoridad estada legitimada por Dios, pero en sus decisiones dependía de la colaboración de sus súbditos; en consecuencia primaban los vínculos personales sobre la noción de interés general. La Iglesia aglutinaba a estos poderes disgregados bajo sus normas morales y legales y era la institución que en tanto representante de Dios, los legitimaba.
A fines de la Edad Media algunos reyes intentan independizarse de la doble dependencia, la de los señores feudales y la del Papado. En 1302 Felipe IV de Francia que había propuesto imponer tributos al clero para sostener la guerra, encontró la oposición del Papa Bonifacio VIII quien mediante una Bula prohibió bajo pena de excomunión la imposición de tributos al clero, salvo que la Santa Sede diera la autorización. Como respuesta el rey reunió a sus príncipes y creó lo que denomino Estados Generales cuya función era determinar una política fiscal autónoma del Papado que resguardara la soberanía francesa. Los Estados Generales establecieron que la existencia física de los habitantes punibles impositivamente dependería del censo del reino y no de las partidas de bautismo, que la política fiscal fuera determinada exclusivamente por el reino y que quedaban prohibidos los recaudadores externos.
La palabra Estado, entonces, nace ligada a dos conceptos: soberanía y secularidad. En esta línea la usa Maquiavelo en El Príncipe (1513) y se consolida en la Modernidad para denotar una nueva forma de orden político conformado por centros soberanos e independientes unos de otros: los Estados Nación.
El Estado, como organización institucional soberana que ejerce monopólicamente el poder político en un territorio y una población determinada, se concretó en el inicio en dos formas: monárquico y republicano. El primer caso se caracteriza por un poder personal ejercido uniformemente sobre un territorio delimitado. El príncipe o rey conserva la idea religiosa medieval de legitimidad por lo cual entiende que en su persona se encarna la soberanía. En su territorio el poder soberano se ejerce monopolizando la fuerza pública, la legalidad y el cobro de impuestos; e internacionalmente en los convenios y en la toma de decisiones.
La concepción republicana del Estado traslada la soberanía del príncipe a la nación y la legitimación del poder a los ciudadanos, o sea, se democratiza. Implicó la formación de instituciones y reflotó la idea griega de ciudadano como “el individuo que se reconoce como integrante de un Estado y sometido legalmente a él”. En oposición al poder absoluto de los reyes lo auto limitó con su partición distribuyéndolo en instituciones independientes con funciones de poder específicas: el poder Legislativo, el poder Ejecutivo y el poder Judicial, (de ahí que se hable de la división de poderes). Los tres poderes pueden estar unificados en todo el territorio nacional (Unitarismo) o establecer una legalidad zonal (Federalismo). El juego de los tres poderes permitiría regular la vida en sociedad en función de la equidad legal y reflejaría la soberanía del pueblo.
El concepto de Estado, entonces, significa actualmente una forma política democrática dotada de poder soberano, que con el fin de alcanzar la equidad legal y el bien común, está conformada por un conjunto de instituciones con funciones independientes, que organizan legal, política, coercitiva y económicamente a la población de un territorio y al establecimiento de normas de convivencia humana .
La idea de Estado, sin embargo, no siempre es respetada. Si lo que determinó el nuevo denotado político fue la soberanía, los gobiernos que establecen políticas de dependencia de otros Estados no respetan su propia definición. A lo largo de la historia de Latinoamérica vemos repetirse situaciones que, impulsadas por los centros de poder político / económico y aplicadas en beneficio de unos pocos, violan la soberanía. Por ejemplo, el plan Cóndor de los años 70 y el actual movimiento jurídico comunicacional, persiguen y logran (con el apoyo de núcleos nacionales privilegiados) un dominio de los centros de poder internacionales que trasgrede la soberanía de los países.
También se viola la noción de Estado cuando no se mantiene la división e independencia de los poderes. El predominio de alguno limitando la autonomía de los otros romper el equilibrio que posibilita la equidad, genera desigualdades y violar la soberanía de los ciudadanos, o sea, deja de ser democrático. Por caso, si alguien llega legítimamente al poder ejecutivo por vía democrática pero ya en el poder limita, coacciona o invalida a los otros poderes, como ocurre en nuestro país, se convierte en un Estado dictatorial con principios similares a la concepción monárquica.
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2 thoughts on “CEDIAL – Historia | ¿De qué hablamos cuando decimos Estado?”

  1. YA ENVIIE UN DETALLE DE MI DENUNCIA SOBRE LOS PREDIOS PUBLICOS PARA NEGOCIOS PRIVADOS QUE PUBLICO E,L ADAN DE BUENOS AIRES Y EN EL ULTIMO NRO DE PRIMERA PAGINA PERO NO SE SI ESTA EN EL TEMARIO DE VUESTRO INTERES AGRADEZDO LAS INTERVENCIONES Y SALUDO AL LIC RICARDO FERRARI QUERIDISIMO COMPAÑERO DE ESTUDIOS EN PSICOLOGIA

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