Apuntes Peronistas “Una historia que recién comienza” es un Proyecto conjunto entre Komunicación (Departamento Educativo del Grupo TV Mundus) y el Centro de Investigación Académico Latinoamericano (CEDIAL, Departamento La Historia es Nuestra).
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Por Daniel do Campo Spada
El primer gobierno peronista se fue gestando al calor de la acción de Juan Domingo Perón en su gestión en las gestiones militares iniciadas en el Golpe de Estado de 1943. El GOU (según algunas versiones el nombre respondería “Grupo de Oficiales Unidos” o bien “Grupo de Obra Unificado”) estuvo conformado por una camada de oficiales nacionalistas en los albores de la Segunda Guerra Mundial pero que no tenían en su cabeza un proceso como el que representó el Justicialismo. En el devenir de los acontecimientos ello fue perfilado por el propio líder y tuvo bastante resistencia de sus propios compañeros de armas cuando vieron el perfil popular que le empezó a dar.
En otros textos hemos hablado de que desde que ocupó el Departamento Nacional del Trabajo, Perón empezó a ver una veta que supo entender y que ha sido determinante en la Argentina de casi un siglo. De hecho, el peronismo es el proceso político de mayor duración histórica de la Nación sudamericana. Fue el hombre justo en el momento indicado. En una carta personal con el Jefe en el exilio el 2 de noviembre de 1956, John William Cooke definió que el movimiento “era el hecho maldito en el país burgués”.Lo que habitualmente se asocia al peronismo en parte empezó a ejecutarse cuando Perón fue funcionario del gobierno de Edelmiro Farrell (1887-1980) y después del triunfo electoral de 1946 fue consolidado como el verdadero eje. Una de esas acciones emblemáticas fue el Estatuto del Peón en 1944 que regularizaba uno de los peores trabajos que estaban a su vez pauperizados por los terratenientes. Mientras que la peonada empezó a ver al Coronel como su referente, la oligarquía campera lo puso en la mira de sus enemigos. Desde el genocidio de Julio Argentino Roca (1843-1914) en la masacre de la Patagonia habían sido los grandes privilegiados de las riquezas del país y muy pocos se atrevían a tocarlos.
Ni siquiera los gobiernos de Hipólito Yrigoyen se habían atrevido a tanto y esa sensación de amenaza al estatus quo no solo lo sintieron los oligarcas sino que también se plegaron en esa tendencia los intelectuales, profesionales y los universitarios de clase media. Esa respuesta lumpen se prolongará incluso hasta el siglo XXI y será el sostén del anti-peronismo. A esa oposición (como ya explicaremos en otros párrafos de este trabajo) se plegó incluso el Partido Comunista de Argentina que veía en el GOU y fundamentalmente en Perón un resabio sudamericano de nazismo. En los primeros momentos post Segunda Guerra, la Unión Soviética se sentía “socio” del capitalista Estados Unidos. La opinión de Moscú era determinante para los partidos marxistas a nivel mundial.
El Pago Anual Complementario, conocido como Aguinaldo, se aplicó el 20 de diciembre de 1945. Aunque aún estaba Farrell en el Gobierno, Perón ya era el candidato presidencial de los trabajadores en una alianza que se había sellado en la gesta del 17 de octubre de 1945. La mano del “Coronel del Pueblo” ya perfilaba como la del “primer trabajador”.
El 17 de octubre de 1945.
En el epílogo del gobierno de Farrell, Perón fue acumulando cargos, prestigio y poder. Gracias a su acción y sus cualidades personales, con un intelecto y un carisma muy particular, se fue poniendo en el centro de un juego político que marcaba (de un momento a otro) el retorno a las urnas, pero en esta ocasión con un giro muy notorio que dejaba disminuidos a los partidos burgueses, incluidos los masivos Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido Socialista (PS). En un segundo plano estaban el Partido Demócrata Progresista (PDP) y el Partido Comunista (PC).
La Casa Blanca vio esta movida y no estaba dispuesta a dejar que un gobierno que no fuera dócil y servil se quedara en una República de Sudamérica que tenía un PBI considerable en el contexto latinoamericano. En ese momento el Producto Bruto crecía al 2 % mientras que en Estados Unidos apenas llegaba al 1,8 %.
Cuando los sectores de poder, fundamentalmente los que querían una Argentina agroexportadora dependiente de los grandes polos de poder occidental comenzaron a presionar a los militares en el poder. Muchos de ellos eran ultraconservadores y no les gustaban las medidas que Perón impulsaba desde sus cargos de Vicepresidente, Ministro de Guerra y la Secretaría de Trabajo y Previsión (espacio desde el que construyó su poder político entre los obreros).
Las lujosas viviendas de la zona norte de la Ciudad de Buenos Aires empezaron a ser las cuevas de los conciliábulos conspiradores que forzaron a Farrell a pedirle la renuncia a todos sus cargos el 9 de octubre de 1945 e inmediatamente fue detenido en la Isla Martín García. Allí había sido recluido oportunamente el anterior líder popular, el derrocado Hipólito Yrigoyen. Más que una prisión en el sentido estricto era un espacio geográfico separado del continente que servía para “aislar” al líder en ciernes y tratar de enfriar los calores populares, pero todo fue al revés.
Centenares de sindicatos, fundamentalmente los pertenecientes a la “corriente sindicalista”1 (Ver Acá) empezaron a formar “comités de huelga” que buscaban unirse en un contundente reclamo para que se liberara a Perón. Su detención se percibió como una amenaza a los derechos que habían empezado a conquistar.
Más allá de la gimnasia organizativa de los sindicatos, las barriadas del sur del Conurbano bonaerense empezaron a levantarse en forma espontánea. Desde Berisso, Ensenada, Quilmes, Avellaneda y Lanús se adelantaron incluso en un día al Paro al que habían convocado los dirigentes gremiales. El desborde popular que se provocó asustó al régimen militar y rápidamente ordenaron traer a Perón y le exigieron que tranquilizara a las miles de personas que llegaron a la Plaza de Mayo. Incluso algunos cruzaron el Riachuelo a nado ante los puentes que se levantaron para evitar que siguiera llegando más gente. La paqueta Ciudad de Buenos Aires se sintió “invadida”.
A Perón le dijeron que usara el balcón, que tranquilizara a la masa y que la mandara a la casa. Lejos de terminar el proceso, esa tarde-noche, en una Plaza de Mayo escasamente iluminada y desde la Casa Rosada, el Coronel dio un discurso que fue el nacimiento formal del Peronismo. Al terminar, pidió que se quedaran quince minutos para verlos y compensar el sufrimiento de la detención de los últimos días. No imaginaba que esos minutos se iban a convertir en un movimiento que iba a ser el más largo de la historia argentina. La historia y quizás muy pocos lo imaginaban, cambió definitivamente esa noche. Ni siquiera los principales diarios (burgueses, conservadores y hasta los de izquierda) pudieron dimensionar en ese momento el hito fundacional que estaba ocurriendo.
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Discurso de Juan Domingo Perón el 17 de Octubre de 1945.2
“¡Trabajadores!
Hace casi dos años, desde estos mismos balcones, dije que tenía tres honras en mi vida: la de ser soldado, la de ser un patriota y la de ser el primer trabajador argentino. Hoy, a la tarde, el Poder Ejecutivo ha firmado mi solicitud de retiro del servicio activo del ejército. Con ello he renunciado voluntariamente, al más insigne honor a que puede aspirar un soldado: llevar las palmas y laureles de general de la nación. Ello lo he hecho porque quiero seguir siendo el Coronel Perón, y ponerme con este nombre al servicio integral del auténtico pueblo argentino.
Dejo el honroso uniforme que me entregó la Patria, para vestir la casaca del civil y mezclarme con esa masa sufriente y sudorosa que elabora el trabajo y la grandeza de la patria. Por eso doy mi abrazo final a esa institución que es un puntal de la patria: el ejército. Y doy también el primer abrazo a esta masa, grandiosa, que representa la síntesis de un sentimiento que había muerto en la República: la verdadera civilidad del pueblo argentino. Esto es pueblo. Esto es el pueblo sufriente que representa el dolor de la tierra madre, que hemos de reivindicar. Es el pueblo de la patria. Es el mismo pueblo que en esta plaza pidió frente al Congreso que se respetara su voluntad y su derecho. Es el mismo pueblo, que ha de ser inmortal, porque no habrá perfidia ni maldad humana que pueda estremecer este pueblo grandioso en sentimiento y en número.
Esta verdadera fiesta de la democracia, representada por un pueblo que marcha ahora también para pedir a sus funcionarios que cumplan con su deber para llegar al derecho del verdadero pueblo. Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción; pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la patria.
Hace dos años pedí confianza. Muchas veces me dijeron que ese pueblo a quien yo sacrificara mis horas de día y de noche, habría de traicionarme. Que sepan hoy los indignos farsantes que este pueblo no engaña a quien lo ayuda. Por eso, señores, quiero en esta oportunidad, como simple ciudadano, mezclarme en esta masa sudorosa, estrecharla profundamente con mi corazón, como lo podría hacer con mi madre. (Se refirió luego a la unión general y agregó) Que sea esa unidad indestructible e infinita, para que nuestro pueblo no solamente posea esa unidad, sino que también sepa dignamente defenderla. (Como se alzaran voces de la multitud, preguntándole dónde estuvo, añadió) Preguntan ustedes dónde estuve. Estuve realizando un sacrificio que lo haría mil veces por ustedes. No quiero terminar sin lanzar mi recuerdo cariñoso y fraternal a nuestros hermanos del interior que se mueven y palpitan al unísono con nuestros corazones desde todas las extensiones de la patria.
Y ahora llega la hora, como siempre, para vuestro secretario de trabajo y previsión que fue y que seguirá luchando al lado vuestro por ver coronada esa era que es la ambición de mi vida que todos los trabajadores sean un poquito más felices.
Ante tanta nueva insistencia les pido que no me pregunten ni me recuerden lo que hoy yo ya he olvidado. Porque los hombres que no son capaces de olvidar no merecen ser queridos y respetados por sus semejantes. Y yo aspiro a ser querido por ustedes y no quiero empañar este acto con ningún mal recuerdo. Dije que había llegado la hora del consejo, y recuerden, trabajadores, únanse y sean más hermanos que nunca. Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse nuestra hermosa patria, en la unidad de todos los argentinos. Iremos diariamente incorporando a esta hermosa masa en movimiento cada uno de los tristes o descontentos, para que, mezclados a nosotros, tengan el mismo aspecto de masa hermosa y patriota que son ustedes.
Pido también a todos los trabajadores amigos que reciban con cariño este mi inmenso agradecimiento por las preocupaciones que todos han tenido por este humilde hombre que hoy les habla. Por eso hace poco les dije que los abrazaba como abrazaba a mi madre, porque ustedes han tenido los mismos dolores y los mismos pensamientos que mi pobre vieja había sentido en estos días. Esperemos que los días que vengan sean de paz y construcción para la nación. Sé que se habían anunciado movimientos obreros, ya ahora, en este momento, no existe ninguna causa para ello. Por eso, les pido como un hermano mayor que retornen tranquilos a su trabajo, y piensen. Hoy les pido que retornen tranquilos a sus casas, y por esta única vez ya que no se los pude decir como secretario de Trabajo y Previsión, les pido que realicen el día de paro festejando la gloria de esta reunión de hombres que vienen del trabajo, que son la esperanza más cara de la patria.
Y he dejado deliberadamente para lo último el recomendarles que antes de abandonar esta magnífica asamblea lo hagan con mucho cuidado. Recuerden que entre todos hay numerosas mujeres obreras, que han de ser protegidas aquí y en la vida por los mismos obreros.
Pido a todos que nos quedemos por lo menos quince minutos más reunidos, porque quiero estar desde este sitio contemplando este espectáculo que me saca de la tristeza que he vivido en estos días”.
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