Por Daniel do Campo Spada.-
(TV Mundus para CEDIAL)
El 1 de julio de 1974 falleció Juan Domingo Perón. Tenía 78 años y fue un líder que marcó casi un siglo de historia política en la República Argentina ya que medio siglo después de su desaparición física sigue siendo el centro del debate ideológico en la nación más austral del mundo. En apenas tres décadas, de las que pasó 18 años en el exilio forzado por las dictaduras empresario-eclesiático-militares con la complicidad del resto de los partidos políticos, llevó al país hacia caminos irrepetibles en el continente. Aunque no fue el primero ni el único caso de un líder carismático que reivindicó la dignidad de las masas trabajadoras sí es el único que pudo trascender a su momento de presencia en vida. Jacobo Árbenz (Guatemala), Getulio Vargas (Brasil), Carlos Ibañez del Campo (Chile), Omar Torrijos (Panamá), y José Batlle y Ordoñez (Uruguay) ya son solo un material de estudio. En cuanto a perdurabilidad y con distintas circunstancias solo podríamos hablar de Augusto César Sandino (Nicaragua), Fidel Castro (Cuba) y Hugo Chávez (Venezuela). Pero Argentina tuvo a Perón.
Una revuelta popular lo sacó de la cárcel en la Isla Martín García un ya mítico y emblemático 17 de octubre de 1945 cuando la dictadura de Edelmiro Farrel encarceló a su popular Ministro de Trabajo. Nacía una alianza inquebrantable entre un dirigente de origen militar y las clases trabajadoras. Leyes laborales en todas las áreas, protección a la niñez y a los adultos, la jubilación, el medio aguinaldo, la indemnización por despido, la universidades gratuitas, la salud pública en su auge, la nacionalización de los servicios públicos, del transporte ferroviario y el automotor, la industria del automóvil (de los barcos y aviones) con marcas nacionales y una incontable sucesión de reivindicaciones fueron el eje de dos presidencias consecutivas (1946-1955) de Perón elegido por primera vez tanto por votos masculinos como femeninos.
Los ejes del peronismo se basaron en las 20 Verdades Justicialistas que eran un verdadero catecismo del ciudadano político. Además, la Constitución del 49 fue emblemática para una Nación que se apoyaba en los ejes de Justicia Social, Independencia Económica y Soberanía Política. En un mundo repartido entre la puja del capitalismo contra el comunismo, el peronismo planteaba la Tercera Posición, que supo fomentar desde el Movimiento del Tercer Mundo y desde la Organización de los Países No Alineados del que fue un claro animador.
La figura de su esposa María Eva Duarte, popularmente conocido como “Evita” fue el costado humano de un sistema político que convirtió a la Argentina en un modelo incómodo para el Departamento de Estado de los Estados Unidos, que veía con desconfianza a una nación poderosa y creciente fuera de sus caprichos. Por eso el imperio se puso en acción y comenzó una tarea de demolición de la gran experiencia popular. Con la complicidad de los partidos “republicanos” (encabezados por la Unión Cívica Radical, la Democracia Cristiana, las variantes socialistas y paradojalmente el Partido Comunista Argentino), los sectores más retrógrados de la Iglesia Católica Romana y el mundo empresario empezaron a bloquear a la Argentina en cuanto foro internacional podían. Con la acción de militares traidores a la Patria incluso bombardearon la Plaza de Mayo en pleno mediodía del 16 de junio de 1955 causando más de 300 muertes civiles incluyendo niños y ancianos. En septiembre de ese mismo año la oligarquía tomó el poder a través de un Golpe de Estado y comenzó un período de revanchismo y venganza.
La dictadura de Pedro Eugenio Aramburu e Isaac Rojas del Ejército y la Armada sumió a la Argentina en un momento de oscuridad donde hasta las sucesiones dictatoriales de 1973 se encargaron a destruir a la industria y los avances que en solo diez años había logrado el peronismo denominado “clásico”. La prohibición de las palabras que aludieran al justicialismo eran la punta de un iceberg que se profundizó con la persecución a los trabajadores y sus derechos. En medio de los miles de muertos incluso en gobiernos civiles cómplices como los de Artuto Humberto Illia y Arturo Frondizi fue naciendo la resistencia. Con núcleo fundamentalmente en las organizaciones sindicales, también en grupos católicos romanos tercermundistas se empezó a gestar la formación de las “organizaciones especiales”, forma sutil de llamar a las guerrillas. Aunque en su mayoría fueron peronistas (Montoneros, FAR, FAP y otras), también hubo troskistas como el ERP-Ejército del Pueblo.
La insurgencia se había extendido por todo el continente y la triunfante Revolución Cubana (1959) fue la inspiradora de intentos en la mayoría de los países de la región aunque la única que pudo plasmar una victoria en los hechos fue la Revolución Sandinista de Nicaragua cuando en 1979 derrocó al dictador Anastasio Somoza. Algunas, como los Tupamaros en Uruguay, las FARC en Colombia y el MIR en Chile tuvieron una fuerte presencia que terminaron con el triunfo de las dictaduras sostenidas por el imperialismo estadounidense.
Perón estuvo prohibido y exiliado durante 18 años. En un periplo que lo llevó de Paraguay a Venezuela con destino final en España nunca dejó de ser ese dirigente que seguía marcando ritmos en Argentina. La dictadura de Agustín Lanusse ya no podía sostener luchas populares que desde el “Cordobazo” de 1969 se habían vuelto cada vez más frecuentes en distintos lugares del país. Sin duda alguna el eje eran por un lado los sindicatos y por el otro una juventud que se enrolaba y reivindicaba la opción insurgente. Tras un intento fallido en 1964 el gran conductor llegaría al país en 1973. Todos entendían que era el único capaz de controlar antagonismos que se habían hecho cada vez más contundentes. El líder retornaba como el gran pacificador por su capacidad de aglutinar vertientes tan extremas como los delincuentes de la Triple A como a las “juventudes maravillosas” que incorporaba a generaciones que no habían vivido en una Presidencia peronista y se habían formado al calor de la resistencia.
En un enroque legal por trampas electorales puestas por la dictadura saliente, Héctor J. Cámpora que había ganado en 1973 en nombre del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) renunció a los 49 días de haber asumido para que Perón pudiera (ahora sí) ser candidato sin proscripciones por primera vez desde 1955. Con el 62 % de los sufragios asumía con una edad avanzada y un estado de salud delicado que le produjo la muerte el 1 de julio de 1974. Dos meses antes, el gran estratega había cometido un error grave al expulsar de la Plaza de Mayo a la juventud más activa. De esa forma quedó atrapado en las huestes del terror que encabezaba su “Ministro todo servicio” José López Rega, el “Rasputín del último Perón”. A su muerte asumió María Estela Martínez, su tercera esposa, que estaba muy lejos de las circunstancias y le abrió la puerta a la más sangrienta de las dictaduras que fue la que encabezó Jorge Videla desde el 24 de marzo de 1976.
Queda para las oposiciones contrafácticas si fue útil el retorno de Perón, si regresó tarde, si no entendió que la juventud de los 70 ya no era la dócil de los 40 y cosas así. Aunque algunos se mueven con el “peronómetro” en la mano nadie puede decir que es el auténtico heredero tras dos momentos extremos bajo el cartel peronista como han sido el menemismo y el kirchnerismo.
Sea como fuere, siempre hablamos de peronismo.
…
Muy bueno
Muy bueno Además para pensar la actualidad
Excelente. Considero que el kirchnerismo rescató las banderas del Peronismo llevando por 10 años nuevamente al país al crecimiento industrial, a la conquista de nuevos derechos.