Por Daniel do Campo Spada.
El Vicepresidente Itamar Franco (1930-2011) tuvo que asumir la gestión que le dejaba Collor de Mello alsalir apresuradamente para evitar un juicio político por sus actos de corrupción. Debilitado políticamente ante la opinión pública, al partido de gobierno le quedaba enfrentar el resto de su gestión hasta el 31 de diciembre de 1994. Conocido luchador contra la dictadura militar, la prensa de derecha le pegaba al nuevo Jefe de Estado por su relación no matrimonial con Catherine Bolsonaro.
Cuando todavía integraba el poderoso Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), Franco fue alcalde de Juiz de Fora en Minas Gerais entre 1967 y 1971. Allí sumó experiencia en la gestión pública, lo que fue muy importante al momento de pilotear el derrumbe.
En 1982 integró el Partido Liberal (PL) que de a poco lo fue llevando a establecer alianzas y contactos que en 1989 le permitieron ingresar en el Partido de la Reconstrucción Nacional (PRN) una suerte de alianza neoliberal con poca tradición política. Esa fue la herramienta de las grandes corporaciones para llevar al experimento neoliberal al poder, siguiendo la ola regional (Argentina, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, México, Paraguay, Bolivia y Uruguay).
La inflación galopante empobreció a la población ya que en 1992 fue de 1.100 % y en 1993 de 2.477 %. Eso redundó en una importante rotación de Ministros de Economía. Gustavo Krause, Paulo Haddad y Eliseu Resende fueron las víctimas de una transferencia de riqueza a favor de los millonarios y las empresas como no se había dado ni siquiera en la dictadura empresario-militar.
Para acabar con la hiperinflación el Ministro Fernando Henrique Cardoso lanzó el Plan Real que fue exitoso en la corrida de precios. Eso le sirvió de plataforma para lanzarse a la carrera presidencial posterior, donde Itamar Franco lo apoyó.
En Relaciones Exteriores el Presidente designó a Celso Amorín quien a posteriori alcanzaría una importante dimensión en el continente. De esta manera Franco logró terminar su gestión en forma relativamente airosa a pesar de los turbulentos comienzos.
El 21 de abril de 1993, se dio un extraño Referendum Constitucional en donde se debatió entre un sistema político de República o de Monarquía. La primera opción ganó con el 66 % de los votos contra el 10 % a la segunda. En cuanto a las variantes republicanas el 55 % apoyó el presidencialismo contra un 25 % del parlamentarismo.
La idea de la consulta partió de Antonio Henrique Bittencourt da Cunha Bueno del Partido Socialdemócrata de Sao Paulo. El mismo fue miembro de la Asamblea Constituyente que trabajaba en la nueva constitución.
A diferencia del resto de los países del continente los brasileños tuvieron su propia monarquía hasta el tardío año de 1889 cuando todos los países de la región ya eran repúblicas consolidadas o confederaciones en vías de serlo. Pedro II fue el último emperador, y vivía en lo que hoy es Brasil, a diferencia de las colonias españolas donde los reyes o monarcas nunca había visitado el territorio americano.
Los monarquistas sostenían que el último de los emperadores había sido destituido por un golpe de Estado y no por una sucesión ordenada ni legal. Afortunadamente la ciudadanía estuvo a la altura de las circunstancias y rechazó en forma contundente lo que hubiera implicado un retroceso al siglo XIX.