Por Daniel do Campo Spada
El 12 de octubre de 1492, si los registros históricos europeos no fallan, un continente invadió a otro. Los europeos nos invadieron y ese día comenzaron trescientos años trágicos, hasta que un tipo de habitante, distinto al originario, empezó a pensarse en forma libre. Empezaban las guerras de la Independencia. Empezábamos a pensarnos como nosotros mismos aunque ese “nosotros” es una mixtura que no tiene retorno.Los que defendemos “lo nuestro” nos identificamos como “latinoamericanos” cuando en ese segmento se esconden dos falacias. Por un lado “latino” y por el otro “americano”, que es el nombre que nos dieron “ellos”. Claro que en ese ellos también está el origen de muchos de los que habitan esta parte del mundo ya que nuestro nombre continental debería ser Abya Yala que era el nombre que disponíamos hasta el 11 de octubre, la víspera de la trágica jornada.
El pueblo aymara defiende el término “Abya Yala” que significa “tierra de madurez”, muy lejos del europeo occidental “nuevo mundo”. ¿Nuevo para quién? ¿Para “ellos”? ¿Y nosotros qué? En esa invasión ¿de qué lado estaban los “nuevos”? ¿Quiénes descubrieron a cuáles? La historia la escriben los que ganan, dice el refrán popular y esta no ha sido la excepción.
Durante siglos, aún después de la Independencia, los sistemas educativos nos hablaron de las “corrientes civilizadoras”. ¿Leyó bien? Ese apotegma no tiene nada de inocente. ¿Acaso no había civilización? No es la intención de este breve escrito discutir las trampas del lenguaje. Ya lo hemos en otras notas publicadas en CEDIAL (“La dependencia cultural (I). “De Martinángelo a Carli” y “La dependencia cultural (II). De José Martí a Arturo Jauretche” ).
La forma moderna de dominio ya no es necesariamente con ejércitos. Tampoco es solo con las finanzas. Aunque tampoco es nueva, la principal forma de dominio es cultural. La famosa maldición de Malinche ya lo indicaba y todo parece seguir igual, o peor.
Excelente!
Excelente. Nos lleva a una reflexion histórica y contempánea.
Pensar desde esta perspectiva nos llama a la conversión de nuestro presente.
Gracias!
Muy buena nota. Qué necesaria es la revisión de los contenidos educativos, pero antes deberemos convertir la conciencia de nuestra propia identidad