Por Lic. Adriana Fernández Vecchi
Existe la posibilidad de oponer al concepto yoico otra categoría: “el nosotros”, permitiendo pensar la alteridad cultural en términos éticos. La primera figura del “nosotros “es el arraigo en la tierra . Lo imaginado como “nosotros” se “sabe estando arraigado al suelo”. Desde este arraigo afectivo y conativo, el “nosotros” habita en la tierra, y construye la Patria, como comunidad de origen y destino. Al hacer su experiencia como “nosotros” define históricamente su razón y configura “el ethos popular”. Lo simbólico como núcleo ético-religioso de los pueblos es desde donde brota la identidad, y constituye la verdadera diferencia absoluta desde donde es posible concebir un diálogo entre las culturas.
El imaginario de la cultura argentina y latinoamericana es el resultado de la experiencia de un “nosotros” como pueblo proyectado en las distintas maneras de simbolizar el arraigo. Cada pueblo tiene sus propios símbolos que encierran sus modos de sentir y que lo definen como tal.
El “nosotros” se representa en su inserción histórica como pueblo. Es decir que sus significados imaginados se despliegan como identidad. En este sentido lo social no proviene de un consenso sumatorio de individuos, sino que se conforma como común-unidad. Por lo tanto, lo social no es una estructura formal que contiene cultura, sino que la cultura se expresa cómo ¨pertenencia¨ en el ámbito de lo social. No hay fractura entre el individuo y lo social, pues para el pueblo lo individual está contenido en un nosotros que se repliega como “demos” previo al Estado.
El pueblo conserva la capacidad de entender su cultura, ensaya símbolos que le permiten el puro hecho de vivir. Desde esta perspectiva la actitud popular entiende el símbolo como un baluarte en el cual se refugia para defender la significación de su existencia. Implica, además, una defensa existencial frente a lo nuevo. Se constituye como común unidad de hombres, que toma una individualidad social y una identidad histórica
C. Cullen en “Ethos Barroco” dice que la política en el pensamiento popular se entiende como una forma ética para sobrevivir. Es decir, el poder no radica en el consenso como voluntad, sino que es un escenario propicio para sobrevivir. En este sentido, la política se enreda en formas ambiguas y se convierte en una magia para conjurar lo oficial. Así se exaltan los caudillos, los Líderes representativos (no los representantes) del pueblo. Los presidentes “son” de la Nación, los caudillos “están” en las zonas locales o populares. La política popular se ejerce en los bajos fondos, pero desde el alma, es decir, es sentimiento de una inteligencia emocional.
Desde esta perspectiva caracterizamos la política del pueblo latinoamericano como insistencia de un imaginario por constituir sus propias expresiones de poder. Este poder no se genera desde el Estado, sino que surge de un magma previo como “demos”. En este sentido las democracias son previas al Estado. No es entendida como mera forma de gobierno. La política es sustancialidad inmediata de este sujeto pues como insistencia afirma los valores y sentidos constitutivos de las proyecciones del imaginario social.
La semana de Mayo tiene simbólicamente el estigma de acercarnos a la decisión de la comunidad de colocar su destino en rumbos emancipatorios.
De que la Patria cumpla un destino de dignidad que como pueblo pueda ser respetado como ciudadano. Como dice la canción folclórica de Carlos Gardel y Razzano Lombardo.
El sol del veinticinco
viene asomando…
¡Viva la Patria!, se oye
y el clamoreo…
¡Viva la Patria!, se oye
y el clamoreo…
Y nos entra en la sangre
cierto hormigueo…
y nos entra en la sangre
cierto hormigueo…
Al pueblo, al gauchaje
hace el entusiasmo
temblar de coraje.
La “creatividad de lo alternativa” y los dirigentes realmente representativos adquieren una fundamental importancia en los tiempos que corren contribuyendo en gran medida a la restitución y regeneración de los lazos sociales, en un paciente trabajo de tejer un nuevo entramado en la comunidad marginada por los grandes sistemas económicos, políticos y comunicacionales neoliberales.
El imaginario social popular, desde su capacidad de expresión, desde una inteligencia emocional, ensaya símbolos que les permite subsistir y casi como una espiral la historia ensaya dialécticamente la posibilidad de que la convicción del amor persista. El sol del 25 de Mayo quiere Patria