Opinión | La condición ficcional del capitalismo

Por el Dr. Alberto Carli
Desde el Siglo XVII, con avances y retrocesos como todo en la historia, el capitalismo se fue instalando hasta nuestros días en los cuales es tal su potencia que, prácticamente, no tenemos contacto con nuestra propia naturaleza.
Somos una mezcla, cada vez menos accesible a su aprehensión, de naturaleza y cultura. Entre los elementos culturales que nos constituyen se encuentra un sistema económico, el capitalismo, caracterizado porque unos individuos venden su fuerza de trabajo a otros que son propietarios de los medios de producción.
Entre las diversas condiciones que nos alejan de lo que podríamos llamar “orden naturalizado” se encuentra la manera en que vemos, y en consecuencia tenemos una escala de valores que condicionan nuestra manera de aceptar las “realidades” que a diario se nos presentan.
Así deberemos afirmar que la cultura representa ficcionalmente lo que la naturaleza nos ofrece a los humanos. Los humanos recreamos la realidad, tenemos acceso a una representación de la realidad pero no al mundo real (con lo que entendemos la diferencia que hace el psicoanálisis lacaniano cuando, sin mencionarlo pero usando a Kant, hablan de registros del mundo desde lo real- lo que existe-, lo imaginario -la realidad- y lo simbólico -la manera en que hablamos del mundo). De esta manera podremos entender cuando se dice acerca de la manera modelística en que la ciencia entiende el mundo. En ocasiones, y nos parece un buen ejemplo aclaratorio, no podíamos lograr que nuestros estudiantes entendieran que el átomo no es una pelotita rodeada de otras pelotitas que giran a su alrededor, sino que ese era un modelo inspirado en la estructura del universo que conocemos.
Informes_2 Podríamos mostrar al lector otros ejemplos. El electrofisiólogo que cree en la existencia de una bomba de Sodio que hace que durante la despolarización penetre un aluvión de sodio dentro de las células no entiende que todo es el producto de la imaginación de alguien que le ha dado entidad a un mecanismo según el cual la manera por la que las células se activan (esto se llama despolarización) consiste en la súbita penetración de iones sodio dentro del espacio intracelular y la salida de iones potasio y, para explicarlo, ha inventado una supuesta bomba que durante su actividad (con gasto de energía) mantiene una diferencia de potenciales entre los espacios intra y extracelular de alrededor de los 90 milivoltios y que la despolarización consiste en la pérdida de esa diferencia de potenciales. Y que, mientras la idea de la bomba sirva para “entender” de qué hablamos y cómo podemos influir sobre los mecanismos electrofisiológicos presentes tanto a nivel experimental como clínico, seguiremos valiéndonos de esa idea, esa imaginarización de lo que ocurre a nivel “real”. La cultura y uno de sus productos la ciencia, ficcionaliza, esto es recrea, lo que la naturaleza le ofrece. De la misma manera que el arte, en cualquiera de sus expresiones, recrea la naturaleza sin copiarla, tan sólo mostrando lo que la sensibilidad humana ha podido captar de ella.
Todo lo dicho hasta aquí tiene como objetivo plantear condiciones de lo que desde el Siglo XVII, por fijar un hipotético momento histórico, denominamos ciencia. El sentido es plantear algunos aspectos epistemológicos de indudable necesidad en momentos como los actuales donde parece enseñorearse la idea de que “este es el mejor de los mundos posibles” y en los cuales hasta para vendernos dentífricos nos hablan de que “la ciencia ha demostrado la utilidad de tal o cual marca que es la que mejor cumple con las condiciones de salud dental”. Con lo que, como se entenderá, estamos en un mundo y en tiempos donde la ciencia goza de un prestigio indudable y bien ganado, por arriba de otras formas de conocimiento con utilidad tanto o más importante.
La ciencia es un tipo de conocimiento nacido en momentos en que el capitalismo contextual necesitó medir, justificar sus afirmaciones y logros. Lo que ocurre es que la naturaleza humana condiciona los saberes de tal manera que “parece que siempre ha sido de la manera en que las cosas se presentan”. Los pobres “creen” que su condición es permanente e inalterable y que la información que el mundo nos ofrece es inalterable, permanente, no sometido a los cambios que la vida tiene. Entender lo falso de esta afirmación es el primer paso a dar en cualquier movimiento político o social que se emprenda.
El positivismo decimonónico instaló la idea, todavía mantenida, de que los datos, la información, se releva y sería igual a como si se contaran manzanas (esta es una frase, que uso porque la creo ilustrativa, de un colega). Falso. La información o el dato científico tiene una estructura que debemos conocer. Y es dependiente de la teoría con la que se piensa. Por eso nos provoca nerviosismo escuchar a periodistas, comentaristas y hasta técnicos afirmar que los datos que se tienen son rigurosos desde el punto de vista científico, como si eso fuera la mayor garantía a ofrecer al común de la gente.
La ciencia es uno de los conocimientos que la especie ha generado. Ni el único, ni el mejor en algunos tópicos. Nada puede decir con certeza sobre el amor, la pasión, el deseo y la muerte, temas tan importantes y significativos para los humanos.
Así entendido nos resultará claro que podemos cuestionar sin culpa las afirmaciones que algunos organismos internacionales hacen basándose en datos construidos de acuerdo a ciertas construcciones teóricas para nada ingenuas. Un buen ejemplo de lo que decimos lo constituye la medición de la pobreza. Si para medirla el objeto construido utiliza como variable relevantes los ingresos del grupo familiar el resultado será muy diferente a si las variables consideradas son, por ejemplo, la posesión de viviendas con agua corriente y servicios cloacales.
Dicho esto nos interesaría remarcar el cuidado con que se deben leer los informes de algunos organismos nacionales e internacionales cooptados por el poder hegemónico y la necesidad de que nuestros pensadores y líderes tengan claro de qué hablamos cuando decimos que es necesario estudiar y saber porque la lucha por la recuperación de la democracia se va a dar primero en el terreno del pensamiento.

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