Por Adriana Fernández Vecchi
En un mundo sacudido por desigualdades, polarizaciones políticas y una creciente indiferencia hacia los más vulnerables, la encíclica Fratelli Tutti (2020) del Papa Francisco ofrece una profunda reflexión ética y social sobre la fraternidad universal como principio regenerador. Este documento papal, de carácter humanista y abierto a creyentes y no creyentes, propone una serie de claves para enfrentar los desafíos globales desde la justicia social, el diálogo y la solidaridad. En el presente artículo se analizan los ejes centrales del texto, destacando sus aportes en relación con el individualismo contemporáneo, la cultura del encuentro, la paz y el rol de las religiones. La tesis central de Fratelli Tutti es que “nadie se salva solo” (Francisco, 2020, p. 32). La encíclica afirma que todos los seres humanos, por el solo hecho de compartir la condición humana, estamos llamados a vivir como hermanos. Este principio no se presenta como una opción moral opcional, sino como una exigencia estructural para lograr una convivencia auténticamente humana. Francisco señala que “la fraternidad tiene algo positivo que ofrecer a la libertad y a la igualdad” (2020, p. 109), desafiando las concepciones modernas que colocan al individuo como medida absoluta de la realidad.
Uno de los aportes más significativos de la encíclica es su crítica al individualismo, que “no nos hace más libres, más iguales, más hermanos” (Francisco, 2020, p. 36). El Papa denuncia que este paradigma, profundamente arraigado en las sociedades contemporáneas, ha debilitado los vínculos sociales y promovido una “cultura del descarte”, donde los pobres, los ancianos y los migrantes son marginados. A esto se suma una globalización que ha fomentado el consumo y la eficiencia, pero ha dejado de lado los valores culturales y espirituales de los pueblos (Francisco, 2020).
Francisco propone una “cultura del encuentro” como antídoto frente a la indiferencia y el aislamiento. Esta cultura implica reconocer al otro como alguien digno de atención y acogida, y no como un competidor o una amenaza. Inspirado en la parábola del Buen Samaritano, el Papa indica que “el amor construye puentes y estamos hechos para el amor” (Francisco, 2020, p. 88). En consecuencia, insta a que las políticas públicas estén orientadas por la compasión, la equidad y el servicio, superando las lógicas del mercado como criterio absoluto.
Otro tema que aborda es la paz como tarea colectiva y permanente. La paz, en Fratelli Tutti, no es una mera ausencia de conflicto, sino un proceso activo de construcción de justicia. “La paz real y duradera solo es posible a partir de una ética global de solidaridad y cooperación” (Francisco, 2020, p. 114). Francisco condena toda forma de guerra y violencia, y afirma de manera categórica: “cada guerra deja al mundo peor de como lo encontró” (Francisco, 2020, p. 120). Por ello, llama a promover un multilateralismo ético y eficaz que defienda los derechos humanos y el desarrollo integral de los pueblos.
Finalmente, el Papa destaca el papel fundamental que tienen las religiones en la promoción de la fraternidad. Retomando el Documento sobre la Fraternidad Humana firmado en Abu Dabi en 2019, afirma que “las distintas religiones ofrecen una valiosa contribución para la construcción de la fraternidad y para la defensa de la justicia en la sociedad” (Francisco, 2020, p. 192). Lejos de ser causa de división, las religiones están llamadas a ser puentes de encuentro, diálogo y servicio a la humanidad.
Conclusión.
Fratelli Tutti constituye una llamada urgente a repensar nuestras formas de vivir, de convivir y de construir sociedades justas. A través de una crítica lúcida al individualismo y una propuesta activa de solidaridad y fraternidad, el Papa Francisco ofrece un horizonte de esperanza ante las crisis actuales. Este documento no solo interpela a creyentes, sino a toda la humanidad, proponiendo una ética del cuidado, del diálogo y de la paz como fundamentos para una nueva convivencia global.