Por Roxana Yattah*
De una experiencia institucional al análisis político.
Me propongo compartir algunos resultados de una investigación llevada a cabo en un Centro de Salud Mental en CABA, un dispositivo especialmente diseñado para trabajar problemáticas de violencia que comenzaban a hacerse visibles en los años 90. Como en un movimiento de pinzas, procuraré aplicar tales conceptos a la situación del país con las elecciones 2023 en puerta, un proceso vivido colectivamente con dramática intensidad, esperando constituyan un aporte para pensar las cuestiones que hoy nos interpelan a nivel político.
El avance de las derechas y ultraderecha genera preocupación y alerta en gran parte de la población. Nos encontramos frente a reacciones masivas inesperadas, difíciles de comprender. Aquellos que apoyan planes de ajuste rigurosos, políticas represivas, propuestas electorales basadas en reducir salarios y beneficios sociales, despreciando la educación y la salud públicas, las universidades gratuitas, (grandes hitos políticos y orgullo en el continente). La entrega de los recursos naturales, que amenaza severamente el patrimonio nacional.
Existiría una lógica para comprender estas posturas. Muchos analistas políticos y expertos en comunicación sostienen que el problema está en las mismas cabezas, que están siendo de algún modo manipuladas, y proponen dirigir los esfuerzos hacia allí. Pero precisamente en mi experiencia en hospitales públicos, en el campo de la salud mental ¡lo más difícil de cambiar son las cabezas! De allí que me interese profundizar en este tema: ¿de dónde vienen estas ideas?, ¿qué hace que se sostengan y perduren, más allá de los cambios veloces que se producen a nivel sociocultural?
Aquel trabajo de investigación que surgió de la clínica, de pensar y resolver cuestiones acuciantes, se brinda como material para ayudar a pensar, a salir del embrollo, de la confusión, de la parálisis. Es la transmisión de una experiencia en un hospital público por casi veinte años, transmisión que reviste cierta urgencia frente a la encrucijada que nos plantean las próximas elecciones.
Se trató de una experiencia institucional en problemáticas de violencia, un proyecto de asistencia e investigación1. Esta experiencia se diferenciaba de los programas oficiales que funcionaban a través de Equipos de violencia, donde los tratamientos psicológicos eran “auxiliares” de la Justicia en las instituciones públicas. En el Equipo de Adultos del Centro de Salud Mental nº1 trabajábamos desde una clínica bajo transferencia, poniendo de relieve las cuestiones pulsionales descriptas por Freud, lo que él llamaba “estímulos internos” de los que resulta “imposible sustraerse”i. Escuchábamos así la emergencia de situaciones de violencia y maltrato, teniendo en cuenta sus variadas formas de presentación.2 De este modo, cada sujeto era convocado a un lugar de responsabilidad subjetiva.
Otro rasgo de esta experiencia institucional fue abrirse a los múltiples factores determinantes de la violencia: además de los subjetivos, los factores sociales, culturales, políticos e incluso históricos, pues no podíamos dejar de reconocer las huellas que habían dejado la última dictadura cívico militar que incluían vivencias de pánico y terror en la población. Otro rasgo de este proyecto fue el trabajo de difusión en medos masivos para contrarrestar el amarillismo típico de los “casos de violencia”.
Como resultado de esta experiencia en hospital público surgió esta oposición de ideas, claramente diferenciadas: por un lado, el pensamiento autoritario con sus característicos y orígenes; por otro, el pensamiento emancipatorio que buscaría las formas de salir de situaciones de encierro o dominación.
EL PENSAMIENTO AUTORITARIO (O DOMINANTE)
La (peor) herencia española. Tomaré las investigaciones del historiador argentino Ricardo Rodríguez Molas, quien rastreó el origen de las condiciones dictatoriales en nuestro país. En un impactante libro, Historia de la tortura y el orden represivo en la Argentina,ii publicado hace casi 40 años, investiga la violencia y la repetición de golpes de Estado a lo largo del siglo XX; también analiza el afianzamiento de los métodos cruentos de castigos y torturas. El autor describe los rasgos que sustentaban estas ideologías: con la figura central en el páter familias, valorizaban los intereses materiales, junto con altos principios morales y religiosos. Los castigos corporales se retrotraían a la época del Virreinato, cuando habían sido una realidad concreta y legislada, impartida por los códigos españoles; estas medidas se implementaban para sembrar el miedo y el terror colectivos. Esta concepción del mundo consideraba el dolor y la muerte como virtudes, así como realizaba un elogio de la vida ascética3. Todos estos elementos conformaron “la pedagogía del miedo”, modelo que se expandió hacia las grandes instituciones del país como Salud, Educación y Deportes. Esto imprimió un sello autoritario, perdurando muchos de sus resabios hasta nuestros días.
Los núcleos de esta mentalidad están en el castigo ejemplar y el cumplimiento del deber. Además, la religión se ha instrumentado para el logro de estos ““objetivos sublimes”. Resulta paradojal que, para defender un modelo de vida, se recurra a los métodos más extremos; las metodologías de la crueldad funcionan con una coraza que los justifica. De este modo, no se ha dudado, en encarcelar, torturar, secuestrar y asesinar a lo largo del tiempo. Hasta aquí, la herencia de un catolicismo acérrimo y atávico, que por supuesto no es el único.
La influencia anglosajona, “las contrarrevoluciones”. La presencia de la ideología estadounidense en nuestra cultura se manifiesta en las últimas décadas a través de una novedad: van por el control de las mentes. Ya no golpes de estado militares, ahora se suman las grandes maquinarias tecnológicas y comunicacionales. A tal fin, ha proliferado en EEUU la capacitación en Universidades para instruir en recursos legales y artimañas de la Justicia; que persiguen los nuevos objetivos estratégicos de dominación. Se agrega a esto la oferta del coaching y el marketing para aleccionar en varios órdenes de la vida, incluidos los profesionales, donde intentan dar cátedra.
El Lawfare (así su nombre) presenta un agravante: la manipulación del discurso, operación con la cual se tergiversa el sentido de las palabras. Varios latiguillos ofrecen promesas de bienestar, con significantes tales como “Cool-easy-happy-light”, pero no dudan en reprobar si algo se sale de lo esperado. Estos dobles mensajes (subliminales) resultan enloquecedores. Sus efectos sobre la salud son la proliferación de cuadros de stress por todos conocidos. Estas nuevas modalidades son hoy el paradigma del discurso autoritario, pues bajan línea en todas direcciones: eliminan las historias locales, los determinantes sociales y políticos de cada país, y uniforman la lengua bajo tres o cuatro slogans.4
Un estudio aparte merece el tratamiento de la sexualidad desde los espacios de poder que refuerzan los mecanismos represivos. En lugar de decodificar las complejas relaciones humanas que entran en cortocircuitos con los profundos cambios culturales; en lugar de promover investigaciones frente a nuevas emergencias, los modelos anglosajones -dominantes en estas cuestiones-, van detrás con su manto reaccionario clausurando todo atisbo de cuestionamiento. Es la mentalidad protestante, puritana, estricta, cerrada, acusatoria, la que se instala con uniformidad en todos los países donde tiene influencia, en gran parte del globo (iii).
1. La encerrona de este pensamiento
Tenemos hasta aquí un combo: promesas de bienestar económico, creencias religiosas, apego a principios sagrados, cumplimiento del deber. Podemos reconocer en los discursos de derecha estos elementos. Este pensamiento realiza un corte transversal en la sociedad: clases bajas o medias bajas que aspiran a un ascenso social; jóvenes que buscan modelos identificatorios; o personas con recursos económicos a los que les interesa la reproducción del sistema.
Sin embargo, este modelo tiene su propio Talón de Aquiles, su límite. En distintos artículos hemos mostrado cómo numerosas depresiones o estados de desgano y apatía en las mujeres se debían al fracaso de los ideales con los que habían encarado sus proyectos familiares.iv ¿Cuál es la encerrona de los planteos autoritarios? Acercaré una explicación desde el psicoanálisis. Se hallaría en la instancia del Superyó, una instancia freudiana que se hace palpable en la clínica: “Cuanto más obedece el Yo, más exige el Superyó”. Es un mecanismo neurótico por excelencia: el Superyó representa la Ley y los ideales, en un punto es inalcanzable; pero además compromete un aspecto pulsional, éste se alimenta de los logros obtenidos por el Yo, a quien castiga y reprueba, pidiéndole cada vez más.
Digamos que es el hilo más delgado de este pensamiento que se presenta con seguridad y omnipotencia, pero está destinado a fallar en muchas ocasiones, no trayendo la felicidad esperada.
EL PENSAMIENTO EMANCIPATORIO, entre lo singular y lo colectivo.
Este pensamiento supone la intención (consciente o inconsciente) de salir de situaciones de sometimiento, dominación, explotación, opresión o simple incomodidad. Propósito al que se llega por varias vías, pero que implica poner un deseo en juego. El deseo al que nos referimos surge de la necesidad auténtica de liberarse de ataduras y ganar autonomía. Es algo que compromete la propia existencia, lleva implícito un largo rodeo y una decisión que habrá de sostener. Supone un trayecto que no carecerá de escollos, derrotas, impasses, hasta desplegar su realización. El pensamiento emancipatorio está guiado por un sentimiento de libertad y bienestar. También se refiere a las vivencias de placer, porque apunta precisamente a salir de exigencias que no conducen a nada, salvo a reproducir sufrimiento. Muchas veces este placer se desprende de los mismos procesos de transformación.
¡Qué decir de las luchas emancipatorias que han marcado el destino del siglo XX!
Luchas de los obreros en las fábricas reclamando mejoras laborales y de vidas. Luchas de los movimientos estudiantiles solidarizándose con las protestas, hacia finales de los años 60; del movimiento hippie con sus proclamas pacifistas y el rechazo a la guerra y la industria armamentista. De estas revueltas surgirían las propuestas de liberación sexual, que irán a cuestionar a la familia-burguesa tradicional que buscaba imponerse como modelo de vida.
Olas de movimientos feministas reclamaban otro orden económico fuera de las casas, donde las mujeres no cargaran con el trabajo doméstico y la crianza hijos en exclusividad. Movimientos que terminarían, entrando el siglo XXI, con los reclamos multitudinarios de mujeres y diversidades en las calles, ahora constituidos en los nuevos ejes de las protestas. En nuestro continente, las luchas anticolonialistas y anti raciales de vastos y diversos grupos poblacionales, al ser expoliadas sus riquezas y recursos naturales.
Estas revoluciones que nombramos muy sucintamente ya habían dejado sus huellas, habían logrado modificar en forma profunda nuestros modos de pensar y habitar el planeta. Pero las derechas niegan estos cambios, y al hacerlo se encargan de borrar, una por una, estas marcas. Lo hacen introduciendo sus novedades reaccionarias con una batería de recursos, como hemos señalado, y con injerencia en las transformaciones producidas en la sociedad. Uno de sus mecanismos mejor logrados son los de desmentida: “¡Lo sé y sin embargo… hago como si no existiera!”. Logran así, de forma sorprendente, que los que vienen atrás, las nuevas generaciones, no se enteren de las marcas producidas en el conjunto social.
Instituciones de Salud Mental, la experiencia clínica.
El discurso emancipatorio también está presente en la clínica, se escucha en los consultorios. Los tratamientos que se realizan en instituciones de salud mental permiten que miles de personas puedan tener un espacio donde dirimir sus conflictos. Se trata de desarmar tramas inconscientes que, de otro modo, tienen el destino de la repetición, con el sufrimiento que conllevan. “Lo que no se elabora, se repite” es una consigna que ya forma parte de nuestro acervo cultural. Hacerles frente a las dificultades, una vez que se logra, trae alivio y oxígeno a la estructura.
En la experiencia institucional relatada, al haber diseñado un dispositivo diferente para escuchar la violencia, aparecía el sufrimiento frente a situaciones de opresión en las que primaba la impotencia o imposibilidad de una salida. Solo un vínculo transferencial de confianza permitía que aflorara el malestar sofocado. Este era el trabajo lento que realizábamos cotidianamente en los espacios terapéuticos, donde los tratamientos se convertían en el centro de la escena, ya no en meros apéndices de la Justicia, sin retroceder ante las dificultades que presentaban estos casos.
Es preciso detenerse en estas nuevas herramientas con que contamos, especialmente si queremos interrogar luego las lógicas electoralistas, el fenómeno de las mentes que van para un lado, para el otro, sin anclaje aparente. A partir de estas experiencias donde el sujeto se recorta en su singularidad.5, el ser humano deja de ser un número manipulable y tiene la capacidad de tomar posición en la historia que le toca vivir. Esto implica una vía de liberación. donde la dialéctica entre lo colectivo y lo singular es un paso fundamental en los procesos emancipatorios, un modo posible para la remoción de estructuras de poder.
La militancia “correr la raya, ampliar el margen”.
Lo que en los consultorios se juega en el caso por caso, a través de dispositivos terapéuticos que hacen a la riqueza de nuestras instituciones de Salud Mental, en las calles se manifiesta en las luchas por conquistar derechos y reivindicaciones. Raquel Gutiérrez Aguilar, militante feminista de origen mejicanov que vivió en Bolivia, se ocupó de las dificultades propias de la militancia. La autora señala el carácter de movilidad en las luchas: no se trata de quedar fijado a una identidad: ¡Esto soy!, sino más bien de sostener una presencia: ¡Aquí estoy! Y desde allí, dirigirse hacia un lugar: ¡Hacia allá voy! Esto dará una dirección, un horizonte de sentido.
Para producir un sentido de inclusión -nos dice- es necesario romper con las identidades que encasillan. Plantea entonces “ampliar el cerco” y “correr la raya que separa un grupo de otro”. Según su pensamiento, habrá que “articular un frente, tejer una red e impulsar un flujo”. Frente a la multiplicidad de luchas, Gutiérrez Aguilar intentará lograr una identidad mayor que contenga a muchas identidades. “Quizá así podamos pensarnos en forma de torrente”. Retengamos estas ideas.
CONCLUSIONES- Izquierdas, derechas y más allá…
En resumen, tenemos hasta acá dos modalidades de pensamiento. Una que busca el orden, exacerba las figuras del amo y la autoridad, refuerza los mecanismos de control para que todo marche6; es la custodia de lo establecido. La otra modalidad se propone transformar el estado de situación, no eludir el conflicto, salir de la dependencia, ir hacia la autonomía, cortar amarras, avanzando paso a paso. Lo interesante de estos dos modelos –antagónicos– es que conviven en los mismos espacios, se dan en forma simultánea, como debates, discusiones, en las calles, sobremesas familiares, en el trabajo, etc. Esta confrontación está presente en la vida cotidiana; convivimos con estas diferencias.
Pero la precipitación de los acontecimientos (sobre todo después de los resultados de las últimas PASO) impone avanzar y arriesgar nuevas hipótesis. El problema no estaría tanto en esta división como en los extremos a los que puede llevar el pensamiento autoritario, que, por su propia naturaleza, si fracasa no frena, no se detiene; no está dispuesto a hacerlo. Abandona su humanismo y sus altos principios y va por la fuerza. El problema entonces sería la pulsión de destrucción, la muerte desatada, la cuota de maldad justificada como necesaria, los dispositivos de crueldad activados. Acá podría estar una nueva raya divisoria. No tanto en acentuar divisiones izquierdas/derechas, sino en marcar nuevos límites a partir de esta relación con la muerte: de un lado, quienes traspasan ese límite, aceptan la muerte como metodología, recurren a la impunidad del poder. Del otro lado, quienes seguimos respetando lo que Freud llamó los diques culturales, esos que permiten la vida en comunidad, aún y a pesar del malestar reinante.
“No-soy-un-robot”
Poblaciones enteras quedan atrapadas en estas maquinarias de última generación. Pretender hacerle frente a la omnipotencia del poder económico y comunicacional parece una lucha muy desigual. Nuestra dimensión humana contra un gigante tecnológico. Pero sabemos que el problema no reside en las máquinas en sí, sino en la instrumentación que el poder hace con estos avances. Para decirlo todo de una vez: nos referimos al poder omnímodo del dinero. La defensa del dinero por el dinero mismo. Allí se aloja un germen de violencia, ya que detrás de estos propósitos, están la obediencia ciega de la que hablamos que no respeta límites y está dispuesta a todo. Son sistemas en cuyo reverso se anuncia muerte y destrucción.
Para los sistemas de derecha, esto que nos humilla como sociedad, ellos lo llaman dignidad: sacar derechos, demonizar las grandes victorias conseguidas colectivamente; echar mantos de olvido, obstruir nuestra capacidad de pensamiento.7
Van por el control de nuestras cabezas. Allí es preciso responder ¡Porque yo “no-soy-un-robot”! ¡Estoy viva, transcurriendo mi ciclo vital! Pretendo estar a la altura de mis circunstancias. ¡Tengo el derecho de plantarme y hacerme un lugar en este mundo que habitamos! Las primeras psicoanalistas feministas afirmaban en los años 80 la importancia del NO como respuestas de las mujeres frente a sus encrucijadas y dilemas. ¡Soy dueña de decir que no, de rechazar, expulsar lo que no me gusta, lo que no me convence!vi
El movimiento que me reclama estar alerta y activa, se une luego, en la dimensión colectiva, a las luchas en las calles, haciendo posible un torrente, un flujo, un movimiento. Esta fuerza que surge de un convencimiento, a partir de un fracaso, de una experiencia fallida, (aquello que motorizó mis deseos de transformar la realidad), unida a otras fuerzas diversas, dispares, a otras causas, podría tener efectos de cascada. Quizás esto sí tenga las chances de mover el mundo, de cambiarle su deriva.
“¡Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo!” decía el físico Arquímedes.8 Estas líneas pretenden ser un punto de apoyo desde donde pensar las realidades que nos atraviesan; algunas de ellas disparatadas como este retorno eterno a lo más reaccionario, a lo arcaico, lo perimido, al sufrimiento mismo. Este es el desafío, la apuesta que nos involucra como sociedad, la que nos hace responsables del curioso enjambre ideológico en el cual estamos inmersos en estos días. A la vez, la hendija por donde buscar la salida.
Buenos Aires, setiembre de 2023
*ROXANA YATTAH. Psicoanalista, Centro de Salud Mental nº 1. Equipo de Adultos Mañana (Becaria Honoraria Adscripta, 1989 hasta 2006); Estudios Analíticos Integrales en el Centro Descartes; Periodismo en medios masivos.; año 2002 Programa de radio “Fuera de lugar” Arte, política y psicoanálisis; Jornadas internacionales sobre Trabajo Doméstico, Museo de la Mujer, 2005.
NOTAS
1. Proyecto Especial “Sujetos en situaciones de violencia”, Centro de Salud Mental nº1 “Dr. Hugo Rosarios”- CABA, (años 1994 a 2006)
2. Nuestro proyecto piloto propuso el trabajo en forma transversal con los demás Equipos y Programas de la institución. Cada área daba cuenta de la presentación de la violencia en su especificidad. Luego, los resultados se volcaban en Jornadas y Congresos.
3. Ricardo Rodríguez Molas (op. cit.) “A fin de domar el Ello, el Ello de los hombres ansiosos, de la libido, de la carne”.
4. Ian Hacking, (op. Cit.) epistemólogo canadiense logra desenmascarar la manipulación política que hay detrás de la corriente “constructivista” dominante en las últimas décadas. Consiste en hacer clases: abordar los problemas por separado, sin considerar los factores ambientales, culturales, ni menos los determinantes inconscientes. Instrumentadas por los gobiernos, bajan sus indicaciones a los efectores de Salud. Ejemplos de clases: obesos, obsesivos, fóbicos, workaholic, etc. Se incluye en esta lista “¡mujeres golpeadas!”.
5. Aclaración: cuando hablo de sujeto no me refiero al individuo, sino a un concepto psicoanalítico; está en las antípodas del individualismo neoliberal (el consumidor por excelencia).
6. Jacques Lacan, el discurso del Amo.
7. Arquímedes físico y matemático griego, se refiere con este principio a la interacción entre el punto de apoyo y la fuerza que puede ejercer una palanca correspondiente.
REFERENCIAS BIBLIOGÁFICAS
i.- # Freud, S. (1967), Pulsiones y sus destinos, O. C. (Tomo I), Madrid, Biblioteca Nueva.
ii.- Rodríguez Molas, R. (1985) Historia de la tortura y el orden represivo en la Argentina,
(Tomos I y II), Buenos Aires, Eudeba.
Iii.- # Hacking, I. (2001) ¿La Construcción social de qué?, Barcelona, Paidós.
iv.- Yattah, R. (2014) Des domesticación de la mujer, Página 12, PSICO.
v.- # Gago, V. (2018) Política del deseo, Entrevista a Raquel Aguilar, Pagina 12, Suplemento “Las 12”.
vi.- # Burim, M. (1987) Estudios sobre la Subjetividad femenina. Mujeres y salud mental. Buenos Aires, (Grupo Editor Latinoamericano)