La ilusión democrática sale a las calles en Guatemala.
Por Daniel do Campo Spada
América Latina es un compendio de culturas ricas y diversas. El invasor español que durante tres siglos explotó nuestros recursos y mató a millones de personas originarias de este continente comenzó a realizar una hegemonización que luego el capitalismo y la división internacional del trabajo terminó de concluir en nuestro destino de naciones un manto de similitudes y “coincidencias” que se perciben en los terrenos políticos y económicos. Mientras que el terreno de la cultura (arte, música, gastronomía, etc.) todavía esgrime esas diferencias, entendidas como riquezas, en las disciplinas “de lo público” es muy frecuente encontrar coincidencias.
Este preludio intenta contextualizar los hechos acaecidos en la República de Guatemala en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial y en los comienzos de la Guerra Fría (entre las superpotencias Estados Unidos y la Unión Soviética) de la que los guatemaltecos han sido una de sus primeras víctimas.
En el marco previo de la lucha en un mundo bipolar surgió una camada de militares nacionalistas (Juan Domingo Perón, Velazco Alvarado, Jacobo Arbenz, Ibañez del Campo, Omar Torrijos, etc, etc,)1 que estuvieron a punto de cambiar definitivamente la historia de nuestra región. De eso que consideraba una amenaza en lo que siempre creyó “su patio trasero” se encargó Estados Unidos donde con invasiones (Guatemala, Santo Domingo, Nicaragua, Panamá, Granada, Cuba, etc), golpes de Estado, terrorismo, bombardeos, bloqueos, sabotajes y ataques económicos terminó por abortar cuanta experiencia popular había. Algunas (Cuba, Nicaragua y Venezuela) lograron sortear la permanente agresión del imperio.
Para garantizarse el dominio en un poco más de medio siglo convirtieron a las fuerzas armadas de cada país en sucursales y garantes ideológicos de un modelo de vida capitalista pro-estadounidense. Con dinero, sus empresas y sus armas fueron quebrando voluntades, pero fundamentalmente les lavaron la cabeza y formatearon a las nuevas generaciones de oficiales. Endulzándolos con viajes, hoteles caros, cursos de capacitación en torturas y manejo de armas los uniformados se fueron convirtiendo en carceleros de sus propios pueblos sembrando la región de dictaduras extranjerizantes, antipopulares y entregadas sumisamente a la voluntad de la Casa Blanca.
En ese contexto nacionalista Guatemala vivió una experiencia que lamentablemente no pudo volver a repetir en los siguientes años. Por el contrario, la explotación de Estados Unidos sembrando de dictaduras y muerte su país ha dejado sepultadas muchas de las expectativas que podían tener en ese momento.
Hay una alta coincidencia en tiempo y características con el primer peronismo en Argentina. No solo en lo cronológico sino también en los actores que intervinieron tanto en el bando revolucionario como en el contrarrevolucionario sostenido y diseñado por Washington. La historia posterior fue distinta y con distintos matices, donde casi ochenta años después la experiencia sudamericana sigue vigente mientras que la guatemalteca quedó en reducidos grupos de ciudadanos.