Por Daniel do Campo Spada
Segunda Presidencia de Batlle y las reformas.
Cuando terminó su primer período fue sucedido por Claudio Williman en el interregno 1907-1911. Mientras el banquero no movía muchas fichas, en lo que fue un período congelado en la política uruguaya, Batlle Ordoñez, su mujer Matilde Irene Pacheco Stewart y sus cuatro hijos iniciaron un viaje a Europa, radicándose en París con muchas excursiones a Suiza. Su sucesor dejó muy tranquila a la oligarquía porque no alteraba el status quo de las cosas y eso era lo que deseaban de un gobierno que estaba empezando a estar en movimiento.
Batlle y su familia recorrieron la Europa de pre-guerra. Al tiempo que el continente estaba industrializado las tensiones de clases en las ciudades era una bomba de tiempo que el político uruguayo notó. Sabía que en cuanto su país avanzara en el crecimiento económico ese sería el cuadro que tendría que atender. Como dicen los charrúas a nivel futbolístico, estaba viendo “el diario del lunes”. No le faltaron razones para notar que eso era una bomba de tiempo que podría volar por el aire ante la primera chispa. En términos del historiador inglés Eric Hobsbawm estaba a punto de comenzar el denominado “siglo corto” en que se produjeron dos guerras mundiales con corto espacio temporal.
Por eso, cuando regresó a la Presidencia fue muy distinto del primer período. Por eso muchos analistas uruguayos hablan del “segundo Batlle”. En esta ocasión instrumentó una serie de medidas que se prolongan hasta el día de hoy en el imaginario de los partidos populares del país.
A nivel social instrumentó para los obreros jornadas de 8 horas de trabajo cuando se había normalizado (como en toda la región) la explotación de 12 horas corridas sin feriados y apenas medio domingo. El líder colorado a la jornada reducida le agregó la media jornada de sábado y el domingo libre. Quienes fueran despedidos tenían derecho a una mínima indemnización. A su vez en la legislación se reguló el pago de los accidentes de trabajo que eran consolidados por contratos, una auténtica novedad para la época. Además, creó una caja de jubilaciones y una ley de pensiones no solo por límites de edad sino también por invalidez. Esto disgustó a muchos colorados que crearon una oposición interna que siempre intentó desplazarlo.
Para no terminar de romper con las huestes de su partido, no avanzó más en romper la dependencia de los agro-exportadores fundamentalmente ganaderos, ligados al capital inglés. Aunque le abrió la puerta a los estadounidenses (en aquel momento cabe acotar que Washington y Londres eran rivales en el control regional) en algunos espacios industriales los británicos siguieron siendo predominantes ya que expandieron sus tentáculos también en el Partido Blanco. Mientras estos últimos eran más cercanos a la oligarquía rural, los colorados estaban más cercanos al Montevideo urbano y sus sectores burgueses.
Batlle fortaleció el Estado al estatizar el Banco República y el Banco Hipotecario. Además tomó la administración de los Ferrocarriles, que hasta allí respondían a los intereses agroexportadores de sus dueños británicos haciendo un trazado caprichoso para favorecer la conexión entre las chacras productoras y el puerto de Montevideo. La macrocefalia de la República estuvo consolidada con un dibujo que estaba muy lejos de corregir un federalismo que se quedó en intenciones más que en realidad.
Los ingleses fueron tranquilizados porque se creó el Banco de Seguros del Estado que a nivel internacional (como ocurre hoy en día) se reaseguraba en Londres. Por otro lado se creó un monopolio estatal en el suministro de la energía eléctrica que empezaba a ser esencial no solo en las ciudades sino también en los procesos industriales básicos en la campiña.
Un sector de los colorados, con los blancos y la Iglesia Católica Romana (ICAR) en un país laico como consecuencia de la fuerte presencia masónica, comenzaron a trazar una alianza para frenar las reformas, que aunque hoy parezcan moderadas se adelantaron en casi treinta años a los realizados en la siempre progresista Argentina. A los hombres del Vaticano les molestó profundamente medidas de secularización del Estado ya que todo pasó a ser laico. Incluso la Semana Santa en Uruguay se llama semana del turismo pero lejos de la denominación cristiana que dispone en casi todo el mundo occidental.
Con la fundación de liceos provinciales y liceos femeninos se le quitaba la posición dominante a los colegios dependientes de la ICAR y la jerarquía religiosa lo consideró como una afrenta que se redondeó con la Ley del Divorcio.
Cuando fue consciente de que su presidencia concluía Batlle Ordoñez comenzó a impulsar una reforma constitucional que le permitiera seguir pesando en la historia política. Para ello en 1917, con un Partido Colorado que seguía siendo el más fuerte del país se plebiscitó una reforma constitucional que terminó derivando en un Poder Ejecutivo que convivía con un Consejo Nacional de Administración en el que los dos partidos principales se dividían los Ministerios. Aunque el líder pretendía un sistema colegiado quedó algo condicionado.
La pretensión inmovilizadora de Batlle en parte se logró ya que al no haber futuros presidentes fuertes los márgenes de maniobra también eran mínimos. Eso creó una falsa idea de estabilidad política en un país creado como “intermediario” entre Brasil y Argentina. Desde 1919 comenzó a regir la nueva Constitución que daría los márgenes del país hasta 1952 cuando se convirtió en la sede del antiperonismo regional.
Torcuato Di Tella 1 sostiene que en realidad el “bi”-partidismo del Uruguay escondía no menos de cinco o seis facciones ideológicas distintas y opuestas que recién empezaron a aclararse con la llegada de los partidos y frentes de izquierda en la década de 1960 de la mano del fenómeno de la guerrilla de Tupamaros.
En un Viernes Santo de 1920 ofendido por un editorial del diario El País, perteneciente al Partido Blanco, José Batlle y Ordoñez reta a duelo a su Director, Washington Beltrán, joven dirigente del partido Nacional y en lo que hoy es la cancha del Club Nacional de Fútbol lo mata de un disparo. Fuera de la Presidencia y sin el apoyo político de sus colegas dirigentes, el líder se refugió en un claro apoyo popular que conservó durante décadas entre los trabajadores asalariados.
Batlle fue un personaje de referencia hasta su muerte en 1929 como consecuencia de la afección que le provocaba un cáncer de próstata. A pesar de un par de intervenciones quirúrgicas fallece casi simultáneamente cuando en la economía occidental se producía un crack de la Bolsa de Nueva York.
1.- Di Tella, Torcuato. Historia de los partidos políticos en América Latina. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica. 2013. Pág. 101