El bolsonarismo en la Argentina

Por Mario Della Rocca (*)

Las fuerzas políticas y tendencias ideológicas de ultraderecha, en crecimiento al comenzar el siglo especialmente en Europa, con fenómenos como el de Jean-Marie Le Pen en Francia primero y luego con la Liga del Norte de Matteo Salvini en Italia -ambos asentados en sus rasgos xenófobos-, se han ido diseminando por el viejo continente y por América Latina con particulares características, como un peligro para la democracia y los derechos humanos. Hacia el año 2018, el empresario estadounidense Steve Bannon, ex asesor de Donald Trump, pergeñó y trabajó la idea de unir a las opciones políticas ultraderechistas, primero en Europa y luego para trasladarse a América Latina. En ese camino, asesoró a Salvini, al primer ministro húngaro Viktor Orbán, desde sus inicios al partido Vox español y trabó contacto muy cercano con Eduardo Bolsonaro, hijo del presidente del Brasil, a quién pasó a asesorar poco después, en el año 2017, cuando contaba con sólo el 17% de la intención de voto. Finalmente, Bolsonaro llegó al Planalto con sus políticas ultraderechistas -lawfare escandaloso contra Lula Da Silva mediante- y hoy es un peligro para la democracia brasileña y el continente latinoamericano, como lo demostró su política hacia la pandemia del Covid-19.1

Bolsonaro y Sergio Moro, arquitecto del lawfare contra Lula Da Silva.

Con estos antecedentes, que han tenido éxito en cierta medida ¿hay espacio político para una tendencia bolsonarista en la Argentina, como la que Steve Bannon viene madurando y trabajando desde sus tiempos de la Casa Blanca?
En principio, el ex presidente argentino Mauricio Macri y Jair Bolsonaro mantuvieron una excelente relación política y personal, expresada tanto bilateralmente como en los organismos supranacionales, por ejemplo, llevando a la inacción absoluta a la alianza Mercosur. Asimismo, ambos compartieron la operación que el ex presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Evo Morales, denominó el “Plan Cóndor de saco y corbata”, con participación activa de sus gobiernos en el golpe de Estado del año 2019.
En este sentido, están avanzando considerablemente las causas judiciales en Bolivia y Argentina -con fehaciente documentación- respecto al envío de material bélico por parte del gobierno macrista a las fuerzas armadas bolivianas, incluso bajo la forma de contrabando agravado, en un verdadero oprobio para la democracia argentina. En el caso de Bolsonaro, se han corroborado asiduas reuniones entre funcionarios de su gobierno y el Gobernador del Departamento de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho (llamado el Bolsonaro boliviano), poco antes del cruel golpe que tuvo a éste como uno de los principales protagonistas.
Mientras Bolsonaro ha mantenido una actitud política de constante hostilidad hacia el gobierno argentino de Alberto Fernández, del riñón de Mauricio Macri emergió con fuerza la figura de su ex ministra de seguridad, Patricia Bullrich, una dirigenta que pretende convertirse en la dama de hierro argentina, emulando a Margaret Thatcher. Luego de su cuestionada gestión de mano dura con las demandas y protestas sociales durante el gobierno de Macri y su encarnizada defensa de las fuerzas policiales, Bullrich fue designada como presidenta del partido PRO y desde allí, con alta visibilidad en los medios de comunicación hegemónicos y antigubernamentales, no teme ser llamada la “Bolsonaro argentina”. Protagonista principal de la coordinación del envío de material bélico para colaborar con el golpe de Estado en Bolivia, poco antes hablaba de su modelo de seguridad de mano dura y de su símil brasileño: “Me leí de memoria la ley anticrimen que presentó el ministro de Justicia y Seguridad brasileño Sergio Moro. En esa ley están todos los conceptos que planteamos nosotros en Argentina. Está la flagrancia, es decir los juicios rápidos; la legítima defensa para que no juzguen incorrectamente a los policías; el endurecimiento de las penas para las organizaciones criminales narcotraficantes; la ley de ejecución de la pena, etc. (…) Respecto al cuestionamiento de las pistolas Taser como elementos de tortura, si siempre se va a pensar que las fuerzas de seguridad no van a hacer lo correcto, no les demos nada; no tengamos policía”.
Hoy, Patricia Bullrich, cuestionando por su moderación a ex miembros del gobierno macrista y del PRO, se ha lanzado como candidata presidencial para las elecciones del año 2023 con un nivel de exposición mediática que pocos políticos ostentan.
Entre los últimos movimientos políticos de Bullrich se destaca el acercamiento al economista Javier Milei, candidato ultraliberal que, con un discurso sumamente violento y antisistema, acaba de ser votado por el 13,66% de los ciudadanos de la Ciudad de Buenos Aires en las elecciones PASO. Otro de los personajes que hoy transita asiduamente los medios comunicacionales de la derecha argentina proclamando su voluntad de ser presidente. Milei, admirador acérrimo de los economistas estadounidenses Friedrich Von Hayek y Milton Friedman, lucró durante la pandemia con las dificultades económicas del país y el necesario control de la movilidad ciudadana bajo el lema de la “libertad”, sumando adhesiones, incluso en núcleos juveniles, inesperadas para un personaje tildado de “loco” por el común de los argentinos.
Así, el sistema político argentino, a través de su sistema comunicacional monopólico cuestionado duramente en las épocas del kirchnerismo, sufre la generación e irradiación persistente de ideas y personajes de ultraderecha afincados en dos grandes temas que unen y seguramente unirán a Bullrich y Milei, como ellos ya lo están anticipando. Temas que no son nuevos y que muestran la incompatibilidad entre liberalismo, democracia y derechos humanos: por un lado, el liberalismo económico sin regulaciones y la seguridad en manos de un Estado autoritario y represor; y, por otro lado, la industria del odio a los desfavorecidos socialmente y a la diversidad ya sea por nacionalidad, raza, género o sexualidad.
Desde la recuperación de la democracia en el año 1983 la Argentina no había vivido la formación de opciones políticas de ultraderecha tan afirmadas por su irradiación social, con un lenguaje y prácticas típicas de una dictadura. Es hora de tomar conciencia de este cuadro de situación, antes que sea tarde.

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(*) Mario Della Rocca es Lic. en Ciencias Sociales e Historia, escritor y periodista. Autor de los libros “Gramsci en la Argentina. Los desafíos del kirchnerismo”, “La Cámpora sin obsecuencias. Una mirada kirchnerista” y “Macri & Durán Barba. Globos, negocios, círculo rojo y guerras sucias” y participante en “América Latina en los ’90: Gramsci y la Teología de la Liberación”. Miembro de la Fundación Acción para la Comunidad (FAPC) y del Centro de Investigación Académico Latinoamericano (CEDIAL). Columnista en diversas publicaciones argentinas y latinoamericanas y corresponsal de prensa de Radio Caput Argentina en La Habana.

3 thoughts on “El bolsonarismo en la Argentina”

    1. Yo tengo una teorìa. a) los progres son divinos maravillosos. b) los desfavorecidos socialmente (YO PERTENEZCO A ESTE SEGMENTO) y la diversidad “nacional y popular”, racializada, y/o perseguidos por motivos de gènero o “sexualidad” (sic en “el bolsonarismo en la Argentina”) no adelantamos nada con que la lucha sea entre progres buenazos y fachos malìsimos. Pobres quedamos tanto con stalin como con hitler.

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