Por Mario Ricardo Maurich
Responder a la pregunta de ¿qué ha sembrado en mi Memoria, Verdad y Justicia?, es un ejercicio intelectual desafiante. Y lo es en el sentido de que me lleva a otro interrogante que es: ¿cómo sembrar estos valores de Verdad y Justicia a través del ejercicio de la Memoria en un mundo donde se desvaloriza la historia, a la verdad se la ubica en un tiempo impreciso a su propia existencia (post verdad), y la justicia está institucionalmente deslegitimada?
Además, el término sembrar me lleva, indefectiblemente, a su asociación con la cultura y la civilización. Por lo que la respuesta a la primera pregunta, la respuesta viene de la asociación de sentidos recién mencionada. “Memoria, Verdad y Justicia” ha sembrado conscientización. ¿De qué?, de la importancia de situar a nuestra historia, en tanto biografía personal, en la historia como conjunto de estructuras y procesos dentro de los cuales nuestra existencia como personas individuales toma sentido.
Vivimos en un mundo en el que de desprestigia el uso de la memoria en la educación de nuestros niños y jóvenes. Se encasilla a la memoria al mero acto de recordar fechas, ecuaciones, poemas y sucesos. El sano ejercicio de contar la historia familiar o de festejar aniversarios, han dado paso a solo festejos comerciales impuestos por la lógica del mercado. Los recuerdos cargados de sentidos personales dentro de lógicas cercanas familiares ha dejado el lugar a meras publicidades institucionales y de marca de las grandes empresas.
La responsabilidad es nuestra, como generación histórica adulta. Recuperar lógicas ahora consideradas anticuadas. El ejercicio de la memoria es fundamental. Y se comienza en la casa y se continua en la escuela, desde pequeños. Pero, con un atento seguimiento por parte del Estado en el cumplimiento de los contenidos mínimos impuestos en los programas educativos en todos los niveles. Como así también en la actualización constante de los profesionales de la educación en los valores democrático constitucionales.
Al día de hoy, existen, por ejemplo en la educación gestionada por privados, claros ejemplos de autocensuras por parte de docentes respecto de la importancia de Memoria, Verdad y Justicia, frente a la mirada reprobadora de los dueños o altos funcionarios de algunas instituciones educativas no gestionadas por el estado. Y puedo dar fe de ello. En el colegio donde fui Rector de la secundaria hasta febrero último, recuerdo que una vez uno de los dueños me comento que no le gustaba que, en un evento del Instituto Anna Frank, al que el colegio envió una delegación de estudiantes por participar todos los años de sus actividades, hubieran asistido las madres de Plaza de Mayo! A lo que le respondí, que los derechos humanos formaban parte de los contenidos mínimos de la currícula escolar, y las Madres son un actor internacionalmente reconocido en este aspecto.
La educación es pública, sin importar quien la gestione. La educación es fundamental en la batalla cultural contra los proyectos desmemorizadores. Educar es sembrar.
Se cosecha lo que se siembra, entonces, a cuidar la siembra!