Por Nicol A. Barria-Asenjo.
Resumen: ¿Cómo comenzar a pensar o abrir espacios de reflexión en medio del escenario en que la humanidad se encuentra? ¿Cuándo aún hay escombros en las civilizaciones del caos generado por la pandemia, que utilidad tiene el poder detenernos a observar el devenir de lo que acontece? Iniciar con preguntas para sumar nuevas inquietudes a las ya preexistentes es la manera adecuada de comenzar a preparar ese porvenir de la humanidad, en tiempos de incertidumbre el presente escrito emerge desde la nada que nos acompaña y tiene por objeto aproximar al lector a un análisis del presente, en el cual nuestra mayor arma es dejar la inercia y pensar.
Introducción.
En el presente texto se pretende exhibir al lector el proceso que como humanidad estamos viviendo y que debido a nuestra ansiedad o miedos producto de los residuos de la pandemia que andan merodeando por doquier, nos vemos imposibilitados de sentir y ver.
Intentar trazar una lectura generalizadora de lo que acontece en el mundo, sería una empresa arriesgada por no decir imposible. Sin embargo, hay elementos que se repiten, que actúan como patrones específicos y que persisten en reaparecer en las esferas sociales, políticas, económicas, culturales, individuales y humanos de los países. Por ejemplo, en el terreno de la Salud Mental de las personas encontramos que los niveles de estrés, de ansiedad, las crisis de pánico, angustia y la desesperanza están profundamente arraigados a la población en general, me atrevo a afirmar que en todo el mundo producto de la catástrofe y el impacto que tuvo la llegada del Covid-19 a la humanidad estos efectos psicológicos se hicieron notar, trascendiendo nacionalidades, subjetividades. Por otro lado, hay una amplia gama de Estados que están en crisis económicas producto de los grandes periodos en las sociedades que se vieron obligadas a detenerse. Y Así, otros tantos elementos que se repiten actuando como patrones que emergieron producto de la llegada de la pandemia al mundo globalizado.
Michel de Certau (..) afirmaba:
Desde el momento en que se busca el “sentido histórico” de una ideología o de un acontecimiento, se encuentran no solamente métodos, ideas o una manera de comprender, sino la sociedad a la que se refiere la definición de lo que tiene “sentido”. Si existe, pues, una función histórica que específicamente la confrontación incesante entre un pasado y un presente, es decir, entre lo que organizaba a la vida o al pensamiento y lo que permite hoy en día pensarlo, existe también una serie indefinida de “sentidos históricos”. Las creencias que nos ofrecen un caso extremo de la relación entre dos sistemas de comprensión a través del paso de una sociedad todavía religiosa (la del siglo XVI, por ejemplo) a una sociedad, la nuestra, donde lo “pensable” se ha secularizado (p.50).
Del fragmento anterior, encontramos ese aparente engaño que persiste en la especie de creer que hay una especie de guía capaz de explicar el pasado, el presente. Incluso, el mismo hecho de encontrar explicaciones acertadas, y una verdad total de un proceso, es parte de la imposibilidad que, mediante la investigación, mediante la escritura, mediante la reflexión y, en medio del devenir de estos procesos creativos se pretende alcanzar, la respuesta a todo esto es que solo podemos encontrar aproximaciones, que siempre cojean, que mantienen el vacío.
CONTINUANDO….
Pensar que hay pasos marcados y que a apropósito de ellos encontraremos huellas mediante las cuales se captará la esencia de un acontecimiento histórico, es caer en el mismo error que pretender generalizar cualquier fenómeno, esto no lleva a introducirnos en los hilos necesario para comenzar a generar este documento, esa parte en que hay que aceptar la imposibilidad de las lecturas y análisis, el pie de tope. Como exploradores documentales, teóricos, escritores, columnistas o meros pensadores de lo cotidiano siempre quedaremos en deuda con quien decida leernos, hay un vació entre el escenario que se observa y el individuo que se detiene a observarlo.
Dicho esto, comenzaremos a desmenuzar el título de este escrito, que, aunque breve, integra lo que pretendo demostrar al lector ¿Por qué elegir semejante título? Sencillo, porque actualmente todos estamos intentando rastrear algo, probablemente eso que perdimos, esa cotidianeidad a la que estábamos habituados, y con cotidianidad me refiero a los dos lados, el periodo pre-pandemia, donde andábamos corriendo sin detenernos, y a ese periodo al que nos llevó la pandemia obligándonos a quedar encerrados en nuestras casas.
Ambas “realidades” son parte de lo que perdimos, primero nuestra vida pre-pandemia y ahora debemos soltar nuestra vida “pandémica” en la cual estábamos confinados y encerrados, de manera que estamos vagabundeando entre los escombros de nuestra vida y nuestras “normalidades”. En este punto podemos traer las palabras de Thomas Piketty, quien en su libro “El capital en el siglo XXI” manifiesta:
El crecimiento moderno y la difusión de los conocimientos permitieron evitar el apocalipsis marxista, mas no modificaron las estructuras profundas del capital y de las desigualdades, o por lo menos no tanto como se imaginó en las décadas optimistas posteriores a la segunda Guerra Mundial. Cuando la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso —lo que sucedía hasta el siglo XIX y amenaza con volverse la norma en el siglo XXI—, el capitalismo produce mecánicamente desigualdades insostenibles, arbitrarias, que cuestionan de modo radical los valores meritocráticos en los que se fundamentan nuestras sociedades democráticas. Sin embargo, existen medios para que la democracia y el interés general logren retomar el control del capitalismo y de los intereses privados, al tiempo que rechazan los repliegues proteccionistas y nacionalistas. (p.15)
Del autor podemos tomar algunos puntos que nos acercan al escenario pre-pandemía previamente mencionado, en el sentido de que es innegable el hecho puntual de que algunos países estaban profundamente manipulado por un modelo político y económico que era capaz de avanzar, crear y sobre todo producir alimentándose de la segregación que va dejando a su paso, este mismo modelo es el que se vio fuertemente confrontado con la pandemia, pero que logra persistir, insistir, retornar y mantenerse. Este modelo es el Capitalismo, respecto del modelo encontramos en palabras de Slavoj Žižek (2014)
Quizá es aquí donde deberíamos localizar uno de los principales peligros del capitalismo: aunque es global y abarca todo el mundo, mantiene una constelación ideológica stricto sensu sin mundo, privando a la gran mayoría de la gente de cualquier mapa cognitivo significativo. El capitalismo es el primer orden socioeconómico que destotaliza el significado: no es global a nivel de significado. Después de todo, no existe ninguna «cosmovisión capitalista», ninguna «civilización capitalista» propiamente dicha: la lección fundamental de la globalización consiste precisamente en que el capitalismo se puede adaptar a todas las civilizaciones, desde la cristiana hasta la hindú o la budista, de Oriente a Occidente. La dimensión global del capitalismo sólo se puede formular a nivel de verdad-sin-significado, como lo Real del mecanismo global de mercado. (p.8)
La mirada del esloveno, nos permite rememorar lo que Mark Fisher (2017) denominó: “realismo capitalista”, esa imposibilidad de imaginar tanto el declive, el fin y los limites presentes en el modelo, esa aparente barrera que menciona Žižek (2014) para localizar los peligros del modelo, son los que se hoy se extrapolan en la dificultad de poner limites a la transformación y giro que está tomando el modelo gracias a la historia misma y su devenir natural producto del vuelco que es necesario para la supervivencia de la humanidad.
Con la pandemia, el modelo quedo exhibiendo sus vacíos, esos vacíos son los espacios que rápidamente la transformación pretende abordar, por ejemplo, los grandes periodos de confinamiento produjeron que las ventas online sean normalizadas a los largo y ancho del globo terráqueo, las empresas, locales comerciales, tiendas etc. comenzaron a despegar de forma habitual esta nueva forma de mantenerse en el mercado, aquí hay un punto interesante. Si antes para ser un derrochador era necesario levantar y dirigirse al lugar donde poder comprar cosas innecesarias, ahora podemos ser unos derrochadores desde la comodidad de nuestras casas.
En este sentido, la pandemia también permitió ver que para la economía y su mantenimiento el cuerpo es inservible, es demasiado débil, un virus es capaz de prohibir que las personas puedan salir al aire libre, entonces solo la tecnología es el futuro.
¿Y el Deseo?
Si el deseo produce, produce lo real. Si el deseo es productor, sólo puede serlo en realidad, y de realidad. El deseo es este conjunto de síntesis pasivas que maquinan los objetos parciales, los flujos y los cuerpos, y que funcionan como unidades de producción. De ahí se desprende lo real, es el resultado de las síntesis pasivas del deseo como autoproducción del inconsciente. El deseo no carece de nada, no carece de objeto.
-Giles Deleuze y Félix Guatari.
Dar un vuelco para comenzar a hablar de psicoanálisis o de cualquier dilema que busque una aproximación de algún prisma teórico en tiempos que en la misma practica está avanzando y modificándose es un reto importante. Pero, es un foco que no hay que dejar de repensar. Confrontar y seguir la dirección o coordenadas de nuestro deseo en tiempos en que el mismo dispositivo analítico ha sido confrontado y está en proceso de reestructuración parecen ser demandas marcadas por una imposibilidad preexistente a la demanda misma. Actualmente la pandemia llegó para atacar al psicoanálisis, y obligarlo a tomar otra dirección, ajustarse a la “nueva normalidad” que este virus trae consigo.
Por otro lado, la subjetividad misma si antes era atravesada por la colonización del modelo Neoliberal, ahora se ve fuertemente impactada por la misma pandemia Recordemos a Deleuze y Guatari (1985) quienes afirmaban:
En cierta manera, la lógica del deseo pierde su objeto desde el primer paso: el primer paso de la división platónica que nos obliga a escoger entre producción y adquisición. Desde el momento en que colocamos el deseo al lado de la adquisición, obtenemos una concepción idealista (dialéctica, nihilista) del deseo que, en primer lugar, lo determina como carencia, carencia de objeto, carencia del objeto real. Cierto es que el otro lado, el lado «producción», no es ignorado. Incluso correspondió a Kant el haber realizado en la teoría del deseo una revolución crítica, al definirlo como «la facultad de ser por sus representaciones causa de la realidad de los objetos de estas representaciones». Sin embargo, no es por casualidad que, para ilustrar esta definición, Kant invoca las creencias supersticiosas, las alucinaciones y los fantasmas: sabemos perfectamente que el objeto real no puede ser producido más que por una causalidad y por mecanismos externos, pero este saber
no nos impide creer en el poder interior del deseo para engendrar su objeto, aunque sea bajo una forma irreal, alucinatoria o fantasmática, y para representar esta causalidad en el propio deseo. La realidad del objeto en tanto que producido por el deseo es, por tanto, la realidad psíquica. Entonces podemos decir que la revolución crítica no cambia para nada lo esencial: esta manera de concebir la productividad no pone en cuestión la concepción clásica del deseo como carencia, sino al contrario se apoya en ella, se extiende sobre ella y se contenta con profundizarla. En efecto, si el deseo es carencia del objeto real, su propia realidad forma parte de una «esencia de la carencia» que produce el objeto fantasmático. El deseo concebido de esta forma como producción, pero producción de fantasmas, ha sido perfectamente expuesto por el psicoanálisis. En el nivel más bajo de la interpretación, esto significa que el objeto real del que el deseo carece remite por su cuenta a una producción natural o social extrínseca, mientras que el deseo produce intrínsecamente un imaginario que dobla a la realidad, como si hubiese «un objeto soñado detrás de cada objeto real» o una producción mental detrás de las producciones reales. Ciertamente, el psicoanálisis no está obligado a desembocar en un estudio de los gadgets y de los mercados, bajo la forma más miserable de un psicoanálisis del objeto (psicoanálisis del paquete de tallarines, del automóvil o de la «máquina»). Pero incluso cuando el fantasma es interpretado en toda su extensión, ya no como un objeto, sino como una máquina específica que pone en escena al deseo, esta máquina tan sólo es teatral, y deja subsistir la complementariedad de lo que separa: entonces, la necesidad es definida por la carencia relativa y determinada de su propio objeto, mientras que el deseo aparece como lo que produce el fantasma y se produce a sí mismo separándose del objeto, pero también redoblando la carencia, llevándola al absoluto, convirtiéndola en una «incurable insuficiencia de ser», una «carencia-de-ser que es la vida». (p.33)
Del concepto anterior, podemos encontrar huellas de esas constantes reestructuraciones a nivel teórico, en el sentido de que el mismo concepto de “Deseo” a sido recurrentemente replanteado, confrontado. Conviene preguntarse si las mismas condiciones de la época son capaces de comenzar a influenciar lo que podría ser una nueva reestructuración.
A modo de conclusión….
Las producciones teóricas en tiempo de pandemia, estuvieron fuertemente influenciadas por la cuota de desesperanza que todos sentimos, un enemigo invisible, que llegaba a paralizar todo, que nos dejó encerrados y alejados de los otros. En medio de la incertidumbre que se generó por estos periodos de aislamiento forzado, muchos de los teóricos comenzaron a producir, a detenerse y tomar sus plumas para entregar espacios de reflexión, poner sobre la mesa dilemas que venían desde hace tiempo bajo la alfombra, o simplemente confrontar a la población con lo que estaba pasando.
Los tiempos que nos toca vivir, están fuertemente influenciados por temas políticos, la política está tocando todo, de la mano de la economía buscan generar una nueva normalidad que permita que los modelos capitalistas puedan seguir funcionando.
El presente documento, es otro más de los llamados a detenerse y a pensar, pero a pensar en las huellas que la pandemia deja y que son las que estamos tomando para poder crear nuevas coordenadas.
Referencias.
-Slavoj Žižek (2014) Problemas en el paraíso: Del fin de la historia al fin del capitalismo. Editorial Anagrama.
-Mark Fisher (2017) Realismo capitalista: ¿No hay alternativa? Buenos Aires: Caja Negra.
-Giles Deleuze y Felix Guatari (1985) El anti-Edipo. Barcelona. Paidós.
Michel de Certeau (2006) La escritura de la Historia