Por Juan Latrichano
Hoy más que nunca el tipo de cambio, o más concretamente el precio del dólar, concita la atención permanente de los argentinos. La duda casi existencial es si corresponde invertir en pesos o en dólares. El Gobierno se mete en esto intentando que el precio del dólar no se desmadre. La excepción fue el día 12 de agosto, día en que se permitió que el precio suba hasta alcanzar la paridad del dólar castigo. En el mientras tanto el pueblo no para de sufrir. En efecto si el dólar se atrasa no le pega a los precios y hay una sensación de alivio. Sensación acompañada de parálisis de la actividad económica. Eso porqué la tasa de interés se abulta para lograr que el precio del dólar no suba. Todo esto hace que las exportaciones caigan al tiempo que se alientan las importaciones. La tasa de defunción de empresas se eleva y los desocupados son cada vez más.
Si finalmente el dólar se adelanta para beneficiar a los productores se produce un aumento de la tasa de inflación. El consumidor queda perjudicado.
¿Qué corresponde hacer?
Satisfacer a la mayoría de los productores, no a todos, con la devaluación. Pero evitar que la misma afecte a los consumidores.
¿Cómo lograr ambos objetivos?
Aplicando retenciones porcentuales mayores a los alimentos y desdolarizando tarifas. De este modo el consumo básico no se reduce y el que produce productos no alimenticios puede exportar y producir más porque las importaciones se encarecen.
El otro camino es el actual. Me exime de más explicaciones.