Por Daniel do Campo Spada.
Artur Da Costa e Silva (1869-1969) también era un militar de Río Grande do Sul, zona de la que brotaban gran parte de los dirigentes políticos. Mariscal del Ejército, se rodeó de civiles ultra-derechistas que lo nutrían de las ideas con las que manejaría el Poder al que llegó en forma indirecta gracias al Congreso que lo designó en Julio de 1966. El 15 de marzo de 19967 asumió ante la salida de Castelo Branco.
Desde el comienzo de su presidencia comenzó a regir la Constitución de 1967 que había sido diseñada por Castelo Branco en la que como indicamos párrafos más adelante, se recortaban los derechos políticos de los ciudadanos. El Poder Ejecutivo pasaba a tener más facultades que el propio Congreso, que quedaba apenas como un organismo de validación institucional de las decisiones de la dictadura militar. Por eso, Da Costa e Silva dio rienda suelta a una acción represiva masiva como la que se empezaba a gestar en la mayoría de los gobiernos de facto del continente.
En marzo de 1968 en las calles chocaron los estudiantes con los militares y los uniformados mataron a un joven, enardeciendo a una gran parte de la población generándose grandes protestas. Esto rompió un poco la coalición de las corporaciones del poder y el importante Movimiento Democrático Brasileño (MDB) pidió un boicot para las celebraciones de las fuerzas armadas (de las que eran cómplices) en repudio a la violencia policial.
La cara visible de esta disidencia fue el Diputado Marcio Moreira Alves (1936-2009) y el dictador Da Costa e Silva pidió su enjuiciamiento en lo que terminó siendo un paso en falso puesto que no logró el suficiente consenso atendiendo que el Congreso le mantuvo su inmunidad. El militar, completamente fuera de sus cabales por la falta de alineamiento de los lesgisladores disolvió el Parlamento agudizando el gobierno dictatorial.
Con el Acta Institucional n° 5 del 13 de diciembre de 1968 dio por caduca la Constitución de 1967. Ese vacío legal le daba vía libre a la represión que comenzó a tomar fuerza para nunca más retroceder hasta 1985 cuando Brasil volvió a la democracia.
Mientras Artur Da Costa e Silvia preparaba una nueva Constitución a su medida, el 31 de agosto de 1969 tuvo un accidente cerebro vascular (ACV) del que no logró recuperarse y que el 17 de diciembre de ese mismo año le causó la muerte. Volvía a repetirse el sino trágico de los Jefes de Estado brasileños que perdían la vida casi al final de sus ejercicios en el poder. Tras su fallecimiento una Junta Militar tomó el control del Estado.