Por Adriana Fernández Vecchi
Podemos comenzar afirmando que no hay cabe duda de que al colonialismo le conviene Estados debilitados porque así, los poderes hegemónicos, deciden los destinos del país de acuerdo con oscuros negociaciones, que se dan a espaldas de los pueblos. A veces, para arribar a estas metas, aparece un héroe disruptivo para atraer a la gente en tiempos de incertidumbre y de enojos. Brecht expone una figura del héroe, como aquel individuo presentado en las películas de Hollywood. Ese sujeto que emerge en su forma burguesa y resuelve contradicciones de la realidad. Un individuo excepcional por encima de la masa. En definitiva, la idea de Brecht es que el héroe lo que hace es expropiar el poder Popular en beneficio de un ilusorio líder extraordinario pero individualista. Quizás acuerdo con la verdadera heroicidad, la que se vincula con la liberación y consiste en desarmar el mecanismo ideológico que nos paraliza. Asi, los políticos sin historia de lucha son ficciones de gobernabilidad convertidos en héroes vacíos de realidad. No son héroes, son oportunistas vestidos de traje que al estilo del flautista de hamelín ahogan a los seguidos en horizontes oscuros.
Dice García Linera, El desafío es “recuperar el monopolio de la esperanza, el horizonte y las fuerzas del cambio de una nueva generación que nació y creció con nosotros”. Según este autor, las grandes reformas se vinculan con reforma tributaria, la reconversión energética, la redistribución equitativa, ampliación de derechos, de la mano de las conquistas del colectivo de mujeres, de la reconstrucción de la unidad continental. “: “Esperemos estar a la altura de la historia para hacer que los que vienen sean los sujetos de transformación del mundo1
En definitiva, por un lado, vivimos un mundo que no sabe cómo ponerse de pie frente a la incertidumbre, la insatisfacción de la democracia, la guerra, la hambruna, y por otro, la situación tiene un costado, aunque invisible alude a la esperanza. Podemos entrever un trasfondo que toda denuncia tiene un costado de confianza. Esta confianza nos remite a la esperanza y acá queremos hacer una diferencia basándonos en la idea de Dei, que expresa la distinción entre la espera y la esperanza.
La espera tiene que ver con un tiempo cerrado Se espera un acontecimiento en el futuro y ahí se clausura, se cierra, tiene una satisfacción en algo que finaliza en un tiempo, Mientras que la esperanza es un tiempo abierto que supone un Temple anímico En dónde se expresa la esperanza es justamente donde se produce una tensión entre lo que uno tiene como disposición frente a la vida y no se agota en un futuro, sino que vive la caída, el insulto y allí aparece la esperanza de la lucha por la dignidad. Eso es amor y decir no al Odio
Por eso, nuestra idea final es la Soberanía, como la puesta en marcha del monopolio de la esperanza de los pueblos. La esperanza sólo es posible si mantenemos los valores y no caemos en un factor determinante de la vida de los argentinos donde aparecen los discursos del odio y los poderes violentos y amenazantes.
Muestra de estos se dieron en el golpe del 55 donde usurparon y condicionaron al Estado en favor de intereses propios y foráneos. Osvaldo Bayer dijo: “Aramburu y Rojas son el prolegómeno de Videla y Massera” Esta fue una frase al proponer una lectura bajo una pregunta ¿es posible pensar la última dictadura cívico militar sin partir al menos del derrocamiento de Perón?
Por otro lado, el odio, la grieta, marcan el ritmo de la vida pública de los últimos años, y su expresión más violenta fue el magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner que quebró la lógica del consenso establecido en el Nunca Más.
No podemos socavar el contrato social. Se plantea la necesidad de la verdad Y tener en cuenta la señal de alerta y atender a los discursos de Victoria Villarruel fundadora de una de las organizaciones negacioncitas. Discursos que hacen temblar los pactos básicos democráticos que sostuvieron con errores de todo tipo, pero mantuvieron al fin un período democrático que hoy cumple cuatro décadas
Entonces, aparece una sentencia tan categórica como la que propone Bayer: “el monstruo no murió, está mutando”. “No lo dejemos crecer”. Y dice Juan Carrá “quizás sea tarde para algunas cosas, pero nunca es tarde para frenar a los monstruos”