Por Daniel do Campo Spada
Para un argentino desentrañar la historia contemporánea del siglo XX de la vecina República Oriental del Uruguay es casi tan difícil como entender la Argentina desde Montevideo. Esa reciprocidad incomprensiva se da en hechos y personajes que han sido emblemáticos y determinantes en la historia de cada una de las naciones. La complejidad de los principales líderes se mezcla con la contaminación que las interpretaciones generan desde cada orilla. Más allá del parecido en el acento y en la mayoría de las tradiciones gastronómicas, musicales y hasta deportivas las anacronías suelen ser considerables.
Uno de los momentos que más cortapisas presenta para quienes hacemos periodismo histórico es el paso de José Batlle y Ordoñez (1856-1929) que fue presidente en dos oportunidades y en el siglo XXI es sorprendentemente reivindicado por sectores de las derechas de los partidos Colorado y Blanco y hasta por dirigentes sindicales integrantes de la PIN-CNT, la mayor confederación de trabajadores del país.
El Uruguay de principios del siglo XX.
En el cierre del siglo XIX y primeros años del XX, en una escala menor, no distaba mucho de lo que era la Argentina. Una organización institucional federal en formación con una economía primaria fundamentalmente agro-exportadora. La presencia de los capitales ingleses que había originado una alianza con los vecinos rioplatenses y el Imperio del Brasil que destruyó a la temprana potencia de Paraguay se notaba fundamentalmente en la vida económica y política del país.
Los ingleses eran dueños de las estancias en las que se criaba el ganado que Gran Bretaña necesitaba desesperadamente de esta región. Ello era acompañado por un sistema bancario dependiente de Londres, una red básica de ferrocarriles para el transporte de la mercadería, los frigoríficos y saladeros necesarios para preparar al ganado que era embarcado en un puerto abierto como el de Montevideo. Esto no tenía mucha diferencia de lo que ocurría en los países en los que los europeos isleños se instalaban. En Uruguay aún no habían logrado entrar los capitales estadounidenses.
La revuelta de Quebracho y el diario El Día.
En 1886, una partida antigubernamental parte desde la Argentina encabezada por dirigentes fundamentalmente urbanos ligados a la pequeña burguesía comercial representada por José Batlle Ordoñez y el banquero Claudio Williman (1861-1934) 1. Esa acción le abrió un espacio de figuración que le permitiendo ir ocupando distintos cargos que luego fue canalizando en la inserción del Partido Colorado en las estructuras del Estado (que por entonces era relativamente pequeño en base a las dimensiones económicas uruguayas).
En 1886 Batlle Ordoñez había fundado el diario El Día con un préstamo estatal de $ 3.000 pesos uruguayos. Aunque le costó evitó tomar préstamos privados para evitar que su mensaje político quedara atado a intereses externos a su voluntad. Ese periódico tuvo dos particularidades que no son menores. Por primera vez un periódico de distribución masiva se vendía directamente al adquirir el ejemplar, a diferencia de los otros que eran por suscripción. Esta forma de adquisición le abrió la puerta a los sectores económicamente menos pudientes que dependían del ingreso diario y no lograban garantizar costosas suscripciones mensuales.
Además, se publicaba también los domingos. Y este no era un dato menor ya que empezó a mostrar los roces con la Iglesia Católica Romana (ICAR) que consideraba ese día como de descanso. Por el contrario el periódico se mostraba como una forma de entretenimiento familiar para quienes estaban impedidos de disponer de algún tipo de esparcimiento.
1.-Prieto, Alberto. Visión íntegra de América. De la independencia anticolonial a la dominación imperialista. Pekín. Ocean Sur. Pág. 192