Por Ángel Saldomando
Hay épocas apocalípticas, algunas imaginarias, como el año mil que traía el fin del mundo, de allí el milenarismo. Otras reales, como la primera y segunda guerra mundial, que acabaron con la idea pretenciosa del progreso infinito de la razón. De allí quedamos expuestos a otra guerra, esta vez nuclear y terminal. Víctor Serge célebre revolucionario anarco bolchevique, libertario sin concesión, acuñó un título para una de sus novelas: “Es medianoche en el siglo”. El titulo quedó como una frase concepto, expresa cuando todo se va al carajo, parece no haber esperanza y se depende de un supremo esfuerzo. Estamos un poco en eso. La pandemia como crisis sanitaria, con visos apocalípticos, según algunos medios, paraliza y congela en la patología. Pero en tanto revelador social, toda crisis lo es, ha puesto en relieve todo lo que no va más y el supremo esfuerzo que implicará salir de un modelo de civilización que extermina el planeta para realizar el espejismo de consumo ilimitado, con obsolescencia programada de los objetos, tal vez incluida la de las personas, estratificación clasista violenta entre los que pueden y los que no.
Es claro que ahora lo esencial ha vuelto a cobrar importancia, que podría resumirse como necesidades humanas básicas y calidad de vida. Y los partes aguas se están redefiniendo. De la contradicción entre socialismo y barbarie que representaba el conflicto entre reivindicar una sociedad de satisfacción de necesidades e igualdad contra una de explotación y represión capitalista, pasamos a la de social liberalismo, un modelo neoliberal pero con asistencia social, como el mal menor, contra la del neoliberalismo puro en que la sociedad toda es un mercado desigual y violento. En ninguna de estas opciones estaba asumida la base limitada de la naturaleza y el consumo. Los análisis críticos que emergieron desde los años setenta del siglo pasado y que adquirieron diversas denominaciones, ecológicas, sustentables, etc; han re significado la contradicción. Ahora
es entre crecimiento ilimitado y el desarrollismo insostenible contra la sostenibilidad humana y natural, ambas indisociables en un modelo de producción y consumo sostenibles.
2.
Debo decir que hace un tiempo dejé de pensar que la acción colectiva era suficiente, es necesaria pero limitada, y que sin catástrofe no habría impulso o toma de conciencia frente a la escala de una crisis de civilización. El debate que comienza, si habrá cambios o no, cuáles y en que dimensión, nos pone frente a exigencias nuevas de reflexión, entre ellas la de las herramientas disponibles.
Como nunca antes la humanidad posee medios tecnológicos a la escala del problema, esto es un lugar común, pero sus soportes ideológicos, políticos e institucionales están completamente contaminados por el modelo que la catástrofe desnuda. Por lo tanto, la tecnología no es neutra, no es la muleta que nos salvará, se parece más a la orquesta que sigue tocando cuando el barco se hunde. Asi que la cuestión no es técnica, como algunos
gustan decir, es ideológica, política, esto también es un lugar común.
La re significación de la contradicción entre modelos de sociedad es una consecuencia, quizá la esencial, de la catástrofe sanitaria que se impone en lo inmediato. La crisis sanitaria mundial ha ensanchado el espacio a la critica acumulada hacia el modelo dominante, la cuestión es quienes y como podrían aprovecharla.
Las fuerzas que sostienen el modelo neoliberal y de globalización son más heterogéneas que lo que algunos analistas simplifican, no son solo los viejos imperialistas, los sectores trasnacionales y financieros en alianza con sectores conservadores y tecnocracias funcionales. Las fuerzas otrora socialdemócratas y/o progresistas (aunque no se sepa que es) se adaptaron al viejo dicho: si no puedes con el enemigo únete a él; se transformaron así en social liberales. Por su lado la esperanza de modelos alternativos, que algunos soñaron con los BRICS, tuvo que desencantar. Ni China ni Brasil ni India ni Sudáfrica encarnaron algo distinto, transformaron la lucha entre modelos de sociedad en pulseadas geopolíticas entre potencias globales o subregionales. A lo que habría que agregar, a nuestra más
modesta escala, la pobreza estratégica del Mercosur y de Unasur, si dejamos de lado los discursos altisonantes. Ahora las cartas están de nuevo en el aire. Pero se hace evidente que el modelo social europeo muestra sus grietas, tampoco Estados Unidos y China representan modelos superadores de la crisis de civilización.
3.
Ahora a la vista del rumbo catastrófico del modelo de sociedad dominante se replantean como posibles acciones que hasta hace poco se consideraban imposibles.
La necesidad de producir bienes públicos universales, construir sectores estratégicos para los países para mejorar su sostenibilidad, regular, estatizar, disciplinar la tecnología en torno a la transición ecológica, descentralizar, crear entorno locales sostenibles,redefinición de funciones laborales, redistribución con presupuestos flexibles y un largo etc. En el plano más global se abre un espacio para torcer la globalización gobernada por el mercado transnacional y crear una nueva internacionalización. Es decir coordinaciones entre estados nacionales, el que vuelve a cobrar centralidad y legitimidad como el actor capaz de regular, coordinar y orientar los recursos. Pero la oportunidad de la catástrofe depende de fuerzas y actores con la voluntad de ir hacia el cambio, el cambio cultural o hasta donde las percepciones se modifiquen jugará un papel esencial. De lo grande a lo pequeño y viceversa. Hay signos fuertes en este sentido, pero la oferta dominante presionará por volver a la normalidad del modelo. ¿Cambiará la cultura dominante? Lo pobres aspiran al consumo que les prometen, para salir de la sobrevivencia, las clases medias quieren pasar del consumo promedio al sofisticado, los ricos están en la sofisticación clasista y aislacionista. Un analista de la gran distribución en Francia
explicaba que ahora lo importante es el paquete de fideos y no las doscientas marcas que normalmente se ofertan.
Los servicios públicos, se han vuelto otra vez indispensables y valorizados, hasta hace poco los gobiernos solo hablaban de reducción de efectivos y de presupuestos. Los sectores estratégicos se consideraban inútiles (salvo el militar) hasta que se dieron cuentan que el 80% de los componentes de ciertos medicamentos vienen de China, que construir
respiradores en el país es posible y que la simple fábrica de botellas de oxígeno médico a punto de cerrar debía nuevamente ser recuperada. Esto sin duda cuestiona otro aspecto esencial: quienes y como toman las decisiones. La necesidad de diversificar y equilibrar la deliberación política ha nuevamente cobrado importancia. Dicho de otro modo, se trata de
reducir el poder de tecnócratas, políticos, lobys y partidos que capturan los Estados. No otra cosa vienen planteando desde los chalecos amarillos en Francia, a las revueltas sociales y erupciones de malestar que sacuden diversos puntos del planeta.
4.
Algunos plantean que hay un tratamiento y una salida de izquierda y otra de derecha de la crisis. Otros que esto es un problema generacional y de civilización o aprendemos algo como especie o perecemos. El siglo veinte nos dejó sin referentes que mantuvieran legitimidad como para constituirse en grandes denominadores políticos e ideológicos,apenas se rescata algo de esto o de lo otro. Quizá ahora lo único que una es la percepción de
lo que no va más y la necesidad imperiosa de construir otro modelo, o al menos de ensayar y aprender.