Por Ángel Saldomando
(Desde Chile para CEDIAL)
Nadie se atreve a hacer pronósticos sobre la salida de la pandemia, se oscila entre dosis mayores o menores de optimismo y cautela, que se combinan según los países y sus situaciones internas. Muchas de ellas francamente a los tumbos. En un número importante de casos se navega a vista, y se nota, sin claridad estratégica y de rumbo. Todo parece depender de la última coyuntura política, eleccionaria o de acción colectiva, como ha ocurrido con las protestas en varios países que sugerían tener grados de control importantes. La pandemia ha golpeado y desestabilizado y los discursos sobre la salida como “vuelta a la normalidad” se han quedado cortos. ¿Qué o cuál normalidad? En muchos países el retorno a un estado de cosas pretérito es ya inviable o no deseable. La tendencia dominante podría ser una serie de procesos de crisis y búsqueda de alternativas, en conflicto con pretendidos retornos a continuidades ya inexistentes. Con los matices del caso, la derecha regional, el fujimorismo, bolsonaro y otros discursos de ese origen ideológico, parecen trasladarse a la irracionalidad y la edad de piedra, casi como último refugio. Y, por la izquierda, aquella alineada en un eje de referencias clásicas, parece haber una extrema fijación en definiciones de purezas ideológicas, auto referenciadas, a partir de las cuales se dispensan credenciales de bendición o de excomunión. Son perfectos y todo los demás, es culpa de la derecha y el imperialismo. Lo que se pierde en uno y otro caso es una visión y una relación más rica y compleja con la sociedad. A media que los discursos de contención, de unidad nacional y también de los negacionistas se desgastan en el marco de la emergencia sanitaria, las políticas en torno a la reactivación económica y el modelo sociedad adquiere más peso y urgencia. La crisis social agudizada por la pandemia permanecerá luego de ella dado que el modelo económico dominante sigue marcado por falencias estructurales. La derecha está atrincherada en su modelo primario exportador, con baja regulación y redistribución, con una mercantilización de servicios sociales y un estado subsidiario. Es poco probable que cambie, pese a las recomendaciones de la Cepal, las exigencias del cambio climático y las reivindicaciones sociales. Extrae de ese modelo su poder social, su plusvalía rentista y expone a los países a su inserción en la terrible dependencia de exportar, obtener divisas para endeudamiento y atracción del capital externo, que disciplina a todos los gobiernos. Cabe considerar que “Las especializaciones productivas de exportación en la región no se fundamentan en programas de desarrollo nacional, ni en el objetivo de superar las barreras impuestas por la escala de mercado, ni en prioridades internas de consumo o inversión, ni siquiera de recaudación. Tampoco se sostienen sobre mecanismos de integración de segmentos clave de las cadenas de valor, ni en la aplicación de conocimientos generados en la región. Se justifican en la urgencia de obtener divisas, como mandato ante la aparente escasez que limita el crecimiento. Sin embargo, la tracción importadora asociada al crecimiento está basada en la propia apertura temprana de las economías latinoamericanas, que desmanteló actividades que bien podrían realizarse localmente.
Más aún, la región no muestra una situación de déficit sistemático en su comercio exterior, ni tampoco los superávits y déficits están asociados a fases de crecimiento o crisis. Mientras que el saldo agregado tiene cierta variabilidad, la salida de divisas por el pago de intereses y de utilidades es sistemático. El saldo negativo de estas rentas se multiplicó por siete en las últimas cuatro décadas, permaneciendo en torno a 3% del PBI desde 1990. Esta brecha debe cubrirse de alguna manera, y es allí donde las exportaciones juegan el rol crucial, tanto para la ortodoxia como para parte de la heterodoxia, que no cuestionan la dinámica de la deuda o el rol del capital extranjero en general”. (América Latina y el mandato exportador. Francisco Cantamutto. Martin Schorr. Nueva sociedad Julio 2021)
Los pretendidos modelos anti neoliberales no han modificado esta traba estructural y su dependencia del modelo primario exportador. Se han limitado a recuperar un papel estimulante del estado, regulador y redistribuidor, pero sobre una base que rápidamente toca sus límites. Ha sido la debilidad de los gobiernos progresistas. No están acompañados por reformas tributarias potentes y en el sistema financiero, cambios en la matriz productiva y de los grupos sociales insertos en ella, que podrían generar otra correlación de fuerzas. Las quejas contra el poder de chantaje de las oligarquías se vuelven retoricas si no se le mete mano a lo anterior. Los gobiernos y las políticas ciertamente pueden cambiar producto del juego democrático, pero también podrían ser contenidas en un sentido democrático e igualitario si el marco estructural le da una base de apoyo consistente. Es poco probable obtener más democracia e integración social si la economía interna no lo permite, ningún modelo primario exportador es favorable. Las asimetrías territoriales junto con los desequilibrios sociales nacen allí, de un modelo concentrado que genera enormes desequilibrios, impactos ambientales, sociales y de poder, apoderándose del territorio. Los imperios sojeros, mineros, forestales se asientan en él.
La Cepal predica tímidamente en palabra de su presidenta Alicia Bárcena “Necesitamos políticas para una recuperación transformadora con énfasis en la inversión. Políticas industriales y tecnológicas para impulsar el crecimiento de sectores más intensivos en tecnología y generadores de empleos de calidad. Reestructurar los sistemas de salud y educación. Sostener las transferencias, universalizar un ingreso básico de emergencia, implementar bonos contra el hambre, asegurar el acceso a una canasta básica digital, fortalecer el apoyo a las mipymes. Impulsar políticas transversales y sectoriales para avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo” …/…La CEPAL, dijo, ha identificado ocho sectores estratégicos para dar un gran impulso para la sostenibilidad en la región. Estos sectores, que podrían verse apuntalados por la IED, son la transición hacia energías renovables; la electromovilidad sostenible en ciudades; la revolución digital inclusiva; la industria manufacturera de la salud; la bioeconomía; la economía del cuidado; la economía circular; y el turismo sostenible”. Nótese el llamado a la inversión externa y ninguna mención sobre el modelo primario y de otros sectores, como la economía campesina productora de alimentos. La cuestión es que a la hora de identificar un rumbo los discursos que pretenden impulsar otro modelo social se quedan cortos.