El “emprendedurismo social” como oferta académica.

Lic. Laura Rolla y Lic. Mónica Vallejos

Resumen

El propósito de este artículo es exponer los antecedentes y conclusiones de una investigación realizada en el ámbito del Centro de Altos Estudios en Ciencias Sociales –en vinculación con la Facultad de Ciencias Económicas- de la Universidad Abierta Interamericana, denominada “Mapeo de oportunidades en la región metropolitana para la formación de emprendedores sociales en el nivel universitario”. Esta investigación exploratoria y de modalidad cualitativa tuvo como objetivo realizar un relevamiento de las ofertas emprendedoras de las universidades –públicas y privadas- del AMBA. Hasta hoy, no contábamos con ningún dato que diera cuenta de la cantidad de universidades que participan activamente en la propuesta de ofertas emprendedoras, desde qué perspectiva lo hacen, que caracteriza a los proyectos y cuál es el nivel de producción. Definiremos el concepto y sus componentes distintivos ya que, según el grado de involucramiento de gobiernos, instituciones y personas, los proyectos cambian. El origen del “emprendedor social” está vinculado a la necesidad de contar con la intervención de agentes de cambio que resuelvan los problemas sociales y ambientales más urgentes producidos por la actividad económica. En este contexto, la universidad se presenta como un eslabón indispensable en la formación de personas éticas y sensibles a las consecuencias negativas de la práctica económica e influenciadora en la decisión de constituirse en un sujeto determinado por contribuir a la creación de una sociedad mejor, más equitativa.

Palabras claves
“emprendedurismo social”, “universidad”, “políticas educativas”, “oferta emprendedora”.

1. Estado del Arte
1.1 Aproximación a una definición

Las reflexiones que desarrollaremos pertenecen al marco introductorio de una investigación exploratoria que tuvo lugar en el ámbito del Centro de Altos Estudios en Ciencias Sociales vinculado a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Abierta Interamericana denominada “Mapeo de oportunidades en la región metropolitana para la formación de emprendedores sociales en el nivel universitario”. El relevamiento de información se hizo a partir de literatura sobre el tema y publicaciones sobre diferentes experiencias en Argentina y el mundo.
El concepto de emprendedor puede rastrearse hasta escritos del siglo XI. El primero en introducir el vocablo “entrepreneur” en el discurso económico fue Richard Cantillon (1680–1734) a través de su obra “Essai sur la Nature du Commerce en Général” (1730) donde reflexiona acerca del concepto, define su perfil y delimita las características del modelo económico que lo sustenta, el capitalismo, en sus primeras etapas de desarrollo. En ese momento, el aspecto que va a caracterizar al término es el de “asumir riesgos en condiciones de incertidumbre”. En la actualidad hay consenso en la definición de este concepto como quien “descubre, evalúa y explota oportunidades rentables, tomando en cuenta el riesgo, alerta a las oportunidades y necesidad por la innovación” (Roberts y Woods, 2005).
Sin embargo, no ocurre lo mismo con la definición de “Emprendedurismo Social” (ES) un concepto que se presenta como representante de un área abocada a reflexionar y actuar sobre las consecuencias sociales de la actividad económica de las organizaciones.
A partir del SXVIII el concepto clásico de “entrepreneur” vinculado a la empresa, cuyo objetivo principal es el económico, será estudiado por otras disciplinas como la Psicología, Sociología y Antropología de quienes recibirá el aporte social convirtiéndose en un fenómeno diferente y complejo. El desarrollo teórico en distintas áreas de conocimiento aportó confusión al encuentro de una definición propia y ampliada. Se cree que su complejidad radica en que se refiere a emprendimientos laborales y sociales específicos que no encajarían en las categorías de los negocios tradicionales. Los principales referentes del sector entienden que las diferencias conceptuales dependen de las características de cada país y del nivel de compromiso de los sectores productivos, la comunidad en general y el sector público.
No obstante, en los últimos años ha surgido un consenso creciente sobre la importancia del papel de los emprendedores sociales como “agentes de cambio” a partir de cómo ejercen su tarea: identifican un equilibrio injusto que causa exclusión, marginación o sufrimiento de segmentos de la población invisibilizados y una oportunidad de cambiar ese status quo injusto. Crean valor social y generan un nuevo equilibrio estable que no se orienta a las consecuencias sino a las causas estructurales de los problemas (Kliksberg, 2015:208)
Finalmente, como en estos procesos existe la intención de crear un valor social sostenible, surge la preocupación por el autofinanciamiento. Los emprendedores sociales ven este aspecto como un valor diferencial respecto de la caridad, la acción social y el activismo social, acciones caracterizadas por ser indirectas -ya que dependen de los recursos que se acerquen, la asignación de partidas presupuestarias o del apoyo de leyes- corriendo el peligro de interrupción o pérdida del servicio.

1.2 Escuelas de pensamiento sobre el Emprendedurismo Social

El interés por el conocimiento en el ámbito del emprendimiento social ha crecido enormemente sobre todo desde los primeros años del siglo XXI (Short y otros, 2009; Peredo y McLean, 2005). La mayoría de los autores corroboran la dificultad de consensuar académicamente una definición. Algunos enfoques justifican esta falta de consenso a la combinación de dos funciones: la necesidad de aportar alternativas de empleo a la vez de reducir los problemas sociales (Zamagni, 2012). Otros, lo enmarcan más en el ámbito institucional orientado a conocer las claves de una gestión más eficiente en las organizaciones de la sociedad civil (Shane y Venkataraman, 2000).
Por otra parte, en los enfoques de los autores más críticos se prevé el advenimiento de un nuevo orden socioeconómico donde la humanidad use el emprendimiento social para enfrentarse a los problemas más graves de nuestro tiempo como la pobreza, la desigualdad, la defensa del medio ambiente o los derechos humanos. (Felberg, 2012; Merino, 2014; Yunus, 2011).
En términos generales, todos los enfoques buscan distinguir entre las nociones de emprendimiento social y de emprendimiento en los negocios porque mientras esta se ocupa de identificar un segmento en el mercado que no está siendo considerado o que no está siendo atendido adecuadamente y diseña un producto o servicio que lo atienda de manera rentable, el emprendimiento social, también identifica un segmento en el mercado con la diferencia de que el asunto que se intenta resolver es un problema social y este es el único punto de coincidencia de todas las definiciones de emprendimiento social.
A finales de la década de los 60s Bill Drayton acuñó el término “emprendedor social” y fundó la primera organización a nivel mundial dirigida a apoyar a este tipo de emprendedores, la Fundación Ashoka. Su principal objetivo fue y sigue siendo identificar y dar soporte a aquellos que lleven a cabo iniciativas de cambio social (Praszkier y Nowak, 2012).
Aquí es posible identificar la primera escuela de pensamiento que habla del emprendimiento social desde el punto de vista del sujeto que emprende, el individuo, es decir el emprendedor social (lo que llamaremos enfoque micro). Esta perspectiva, suele fijarse en aspectos psicológicos, en rasgos de personalidad y en las motivaciones profundas que explican la iniciativa emprendedora.
Otro grupo de investigadores hacen referencia a la organización y todo lo que tiene que ver con ella (enfoque meso): estructura, estrategia, objetivos, modelo de negocio y financiación.
Y por último, una tercera escuela se identifica por el tratamiento del proceso de emprendimiento social (enfoque macro) es decir, la relación entre la organización, el individuo y el sistema o los sistemas políticos, económicos, y sociales.
Naturalmente que estos tres puntos de referencia no se deben considerar como realidades objetivas independientes y desconectadas entre sí, sino al contrario, son núcleos temáticos con múltiples puntos de contacto que consideramos abordar de manera independiente para una comprensión más rica del fenómeno.

1.2.1 Escuela del emprendedor social

Esta escuela de pensamiento compara mediante contraste la larga tradición de estudios respecto a la empresa mercantil y el emprendedor tradicional con el fenómeno del emprendimiento social. Este tipo de estudios es el mejor punto de partida para enfocar investigaciones sobre el emprendedor social, adaptando las teorías tradicionales de empresa y gestión a las condiciones y características propias del emprendimiento social.
El economista Schumpeter (1996) fue quien, a principios del siglo XX, definió al emprendedor por primera vez como un agente económico cuyo leitmotiv era innovar para identificar nuevos mercados e incluso hacer uso de la creatividad y generar nuevas necesidades y modelos de negocio (Pareja, 2013a). A partir de entonces, al emprendedor se le ha considerado un agente económico de primer orden y ha sido objeto de diversas investigaciones. La mayoría de ellas se centraron en estudiar el comportamiento emprendedor en relación con las habilidades, conductas y competencias específicas (Venkataraman, 2000; Shapero, 1992; Zhao y otros, 2005;).
Aunque ya se contaba con algunas referencias anteriores, un artículo publicado por Dees (1998) despierta de manera creciente el interés académico por este tema. Por primera vez se plantea la notoriedad de una nueva identidad emprendedora y las diferencias fundamentales entre el emprendedor de negocios (empresario tradicional) y el ahora denominado emprendedor social como nuevo agente económico.
Una diferencia es que el mercado competitivo envía mensajes claros al emprendedor tradicional, a través del volumen de ventas, respecto al modo en que se están consiguiendo los objetivos económicos pero, no funciona tan bien con respecto a los emprendedores sociales. Dees señala el hecho de que los mercados no son capaces de valorar adecuadamente los resultados del emprendimiento social cristalizados en ciertas mejoras sociales y en los beneficios obtenidos por parte de quienes no tienen demanda solvente para cubrir sus necesidades.
El emprendedor social es un agente fundamental cuya principal diferencia con el tradicional es que desempeña un papel relevante como agente de cambio. Además de valor privado genera valor social y posee un sentido alto de la responsabilidad hacia grupos no atendidos o mercados no cubiertos (Dees, 1998). En otros casos, el principal objetivo de un emprendedor social no es generar valor privado, sino generar un impacto social en una comunidad o un grupo social excluido (Neck y otros, 2009).
Para Bornstein (2004) el emprendedor social es aquel que busca soluciones innovadoras a problemas tradicionales y tiene un fuerte compromiso social con la comunidad en la que opera. Esta relación es fundamental para poder comprender no sólo las necesidades a cubrir, sino la propia idiosincrasia de las personas que van a ser atendidas. Para este mismo autor, el emprendedor social no buscaría solamente resolver un problema concreto sino más bien solucionar problemas a gran escala. En ocasiones se sirve para ello de las nuevas tecnologías por el gran impacto transformador que tienen (Sullivan y otros, 2003).
En una línea parecida, Martin y Osberg (2007), relacionan al emprendedor social con alguien cuya principal motivación no es el ánimo de lucro, sino que busca dirigir sus iniciativas hacia sectores sociales poco atendidos y grupos sociales excluidos (Hibbert y otros, 2002)
Estos emprendedores buscan causar impacto transformador en la sociedad para resolver problemas desde la raíz. De nuevo tienen la necesidad de generar un cambio sostenible en el tiempo y no suelen conformarse con una mera actividad asistencial (Zahra y otros, 2009).
Un ámbito especialmente proclive a las iniciativas de emprendimiento social es el que apunta hacia algunos de los grandes retos con que nos encontramos en la actualidad, sobre todo el que hace referencia a lo que se viene dando en llamar el problema de la sostenibilidad (Urteaga y Eizagirre, 2019).
El emprendedor social persigue encontrar soluciones sostenibles para garantizar un mundo sostenible (Light, 2006). Esto significa buscar fórmulas para generar empresas u otro tipo de organizaciones a través de las cuales sea posible materializar los objetivos propuestos, normalmente alineados con la creación de valor social.
Vale destacar que la escuela del emprendedor social no se limita al estudio y análisis del individuo que emprende, sino que se conecta con los planteamientos sobre la capacidad del emprendedor para replicar y extrapolar un proyecto exitoso con fuerte impacto social más allá del ámbito para el que fue inicialmente concebido (Deforuny y Nyssens,2010).

1.2.2. Escuela de la empresa social

La definición de empresa social como organización ha sido abordada por organismos públicos, gobiernos nacionales, y otros actores globales, entendida como aquella que con un modelo de negocio sostenible tiene como misión principal generar un impacto y cambio social positivo, usando para esto modelos empresariales innovadores y escalables (Murray y otros, 2011).
Dees y Anderson (2004) afirman que las empresas sociales vendrían a representar una estructura híbrida entre una organización sin fines de lucro orientada hacia un objetivo social y una empresa económica en la medida en que utiliza un modelo de negocio que busca la pervivencia sostenible de su actividad a largo plazo. Campbell (1998), por su parte, señala que este tipo de organización tendría la ventaja de poder contar con más capacidad de gestión, con mayores recursos propios y por tanto con mejores posibilidades de éxito y de eficacia en sus acciones.
Según Bagnoli y Megali (2011) las empresas sociales son, ante todo, empresas y deben perseguir sus objetivos sociales respetando siempre la eficiencia económica y financiera. Si una empresa social opera temporalmente en pérdidas debiera tener una justificación social para ello. Por último, la poca visibilidad de estas organizaciones hace que no se haya consolidado un mercado de capitales en el que puedan obtener recursos para financiar su actividad.
Se debe tener en cuenta que para este enfoque las empresas sociales no dependen exclusivamente de sus ventas sino que combinan éstas con otras fuentes no comerciales como donaciones, subvenciones, etcétera. Esta dependencia en los ingresos propios puede variar en gran medida desde una dependencia pequeña hasta la deseada dependencia total. (Campbell, 1998)
Algunos autores han apuntado que más allá de un nuevo modelo empresarial este tipo de empresas actúa de palanca de cambio para que las empresas tradicionales tengan más en cuenta los impactos y los efectos que su actividad ejerce en los diferentes grupos de interés (Pareja Cano y Bajo San Juan, 2015).
El estudio de la empresa social se enfoca en las teorías de organización, de gestión, management y todas las subteorías o disciplinas del ámbito de la ciencia empresarial donde los aspectos que más interés despiertan, dado del número de publicaciones, son los que tienen que ver con la medición de los intangibles, la generación del valor y las alianzas que este tipo de organización establecen (Short y otros, 2009).

1.2.3. Escuela de la innovación social

Hay varias maneras de entender la innovación como tal. La más clásica es la de Shumpeter (1996) que la definió como la introducción de nuevos métodos de producción o la apertura a nuevos mercados. Otros, la entienden como el intento de llevar a la práctica una idea novedosa con éxito, lo que exige gran esfuerzo y compromiso por parte de la organización (Alvord y otros, 2004).
Por otro lado, algunos investigadores ofrecen una visión más amplia del término y lo extienden también al conjunto de organizaciones innovadoras, cuando operan cambios o modificaciones en cualesquiera de sus procesos o actividades (Godin, 2006). Dichos cambios requieren con frecuencia nuevos modos de gestión.
Desde la década de los 70, el concepto de innovación social se ha relacionado con instituciones públicas y privadas, universidades y organizaciones de la sociedad civil y, aunque el concepto no tiene absoluta precisión, se lo suele encontrar relacionado con el concepto de emprendimiento social toda vez que este último requiere de una alta capacidad.
Según la definición del Oxford Said Business School, “la innovación social se refiere a nuevas ideas que funcionan en el cumplimiento de beneficios sociales” (Mulgan, y otros 2007: 8). Las organizaciones que buscan objetivos sociales con instrumentos del mercado necesitan de procesos y métodos innovadores para llevar a cabo con éxito su misión. Y cuentan, por ejemplo, con la inteligencia colectiva a través de mecanismos de participación abierta. Las redes de contacto y colaboraciones también son fundamentales para reducir costos y compartir conocimiento. La interacción con los grupos de interés debe ser cada vez más cercana y así el producto final o la manera de resolver las necesidades serán más sencillos para la organización.
En los últimos años la innovación social ha crecido de manera considerable y la encontramos sobre todo enfocada a circunstancias muy determinadas de nuestro mundo: el aumento de la esperanza de vida para las personas más vulnerables; el aumento de la diversidad en muchos países y ciudades debido a los movimientos migratorios; las desigualdades que produce esta situación y las diferencias de renta entre los países del norte y los del sur; los riesgos de las enfermedades de larga duración derivadas de las malas condiciones de vida y alimentación; las transiciones difíciles a la edad adulta, como adicciones o problemas de salud mental; o las situaciones de conflicto político y bélico (Mulgan, y otros 2007).
Para Irizar (2008) el término de innovación social se refiere al proceso a través del cual las diferentes necesidades de cambio o ideas se convierten en realidades políticas o de servicio público. Para otros investigadores, por el contrario, la línea de separación entre lo público y lo privado no es tan evidente cuando nos referimos a los cambios sociales (Johnson, 2000). Hay también quienes relacionan el concepto con los procesos de innovación tecnológicos y las herramientas de las tecnologías de la información y la comunicación (TICs). (Morales, 2008).

2. Marco teórico y abordaje metodológico
2.1. El emprendedurismo social en la Universidad

El emprendedurismo social adhiere a la frase “la educación es un arma poderosa para cambiar el mundo”. Con un claro propósito de crear una comunidad de agentes de cambio cuyo trabajo afecte favorablemente a empresas, gobiernos y organizaciones sociales, interpela a las universidades presentándole la oportunidad de repensarse. No solo como difusor del emprendedurismo, sino para que reformule sus programas de estudio y sus formas de enseñar buscando desarrollar en los estudiantes una conciencia solidaria y comprometida con las necesidades del lugar que habita.
La Red Latinoamericana de Universidades por el Emprendedurismo Social (RedUnES) creada en agosto de 2011 es un proyecto pensado para impulsar la inclusión de la responsabilidad social y el emprendedurismo social en las universidades de la región. El objetivo central es concientizar a las universidades sobre su compromiso con la sociedad, sobre las razones por las cuales deben incluir esta temática en la formación de profesionales y sobre su capacidad para reflexionar sobre la importancia de la creación de redes y alianzas para garantizar la viabilidad de las acciones de desarrollo y su impacto en la sociedad. La creación de la Red y las actividades realizadas han generado sinergias e intercambio de experiencias y ha promovido la mutua colaboración entre las organizaciones.
No obstante, es importante aclarar que muchas investigaciones en el tema señalan que las instituciones de Educación Superior de América Latina, hoy se muestran más preocupadas por estimular la capacidad emprendedora de los estudiantes, sobre todo, en la perspectiva de crear nuevas empresas con fines lucrativos, especialmente pymes (Rusque, 2004). Aunque algunas de ellas exploran las características y atributos del proceso de surgimiento de nuevos empresarios, que presenta algunas características similares con el de los emprendedores sociales en los países en vías de desarrollo.
Según estas aproximaciones a la experiencia aportada desde las universidades, incluye aspectos favorables que tienen que ver con la existencia de un perfil más calificado en lo que respecta al dinamismo, los recursos humanos y el aprovechamiento de oportunidades. No obstante, indican que la formación de estos emprendedores presenta diversos déficits, como la falta de motivación emprendedora y una brecha entre los conocimientos adquiridos y los que pueden aplicar en el proceso de gestión del emprendimiento.
En cuanto a los recursos disponibles, en estos trabajos se destaca el abordaje de las distintas dimensiones de la “oferta emprendedora” (Alvord, Brown y Letts, 2004). Estas incluyen, primero a la formación especializada, que puede incluir cursos académicos o actividades de extensión sobre emprendimientos. En el segundo nivel se analiza la presencia de una organización identificable especializada, que suele adoptar la forma de un centro de emprendedores. En una tercera posición se sitúan las actividades de difusión de contenidos sobre oportunidades y la presencia activa de la universidad en el ecosistema emprendedor. Y en una cuarta dimensión se sitúan aquellas iniciativas concretas de apoyo (vinculada a capitales propios o acceso concreto a fondeo de terceros).
Junto al crecimiento exponencial de las experiencias emprendedoras, la difusión de estas actividades -en particular en las redes sociales- ha contribuido a instalar la temática en el público especializado (comunidad docente de nivel superior, funcionarios públicos de áreas vinculadas, profesionales de disciplinas afines a los negocios y la innovación, y estudiantes de nivel medio y superior).En el ámbito universitario el componente social del emprendedurismo se considera especialmente relevante por su enfoque de la necesidad comunitaria y territorial y su abordaje de la inclusión laboral y creación de oportunidades desde donde se vincula con el nivel de la misión institucional que se define para la educación superior (Pérez Lindo, 1998).
A partir de estos elementos, nuestra investigación se desarrolló en el marco del Centro de Altos Estudios en Ciencias Sociales de la Universidad Abierta Interamericana con un equipo vinculado a las Carreras de Ciencias Económicas, mediante un proceso de carácter exploratorio en modalidad cualitativa.
Los antecedentes directos son los relevamientos de prácticas (Delicio, 2006) en la formación de los emprendedores y sus experiencias particulares en relación con la educación superior (Sánchez Lozano, 1998). El objeto general de este mapeo es identificar recursos específicos para el desarrollo e implementación de emprendimientos sociales desde las universidades públicas de gestión privada de en la ciudad de Buenos Aires. Entre los recursos objetivos específicos, el trabajo se orienta a clasificar la oferta emprendedora disponible en la totalidad de las instituciones, explorando los tipos de emprendimiento a los que estas se orientan y luego avanzar hacia la caracterización del abordaje del emprendimiento social. A partir de esta última categoría, se intentará definir si a partir de los casos encontrados es consistente señalar la preponderancia de alguna de las escuelas práctico -teóricas de emprendedurismo social, presentadas como marco de referencia para el estudio de las experiencias de las universidades privadas.

2.2. Resultados obtenidos

Sobre un universo de 71 universidades de AMBA, 36 de las cuales son de gestión privada, se realizó el primer revelamiento consistente en el análisis documental -a partir de la búsqueda y sistematización de la información existente en sus páginas web institucionales- sobre la “oferta emprendedora”. Como resultado del trabajo de campo se identificó que casi la totalidad presentan contenidos vinculados con el emprendedurismo ya que, en 34 de las plataformas consultadas se hace referencia a programas de este tipo. Además, un 75% de las instituciones de Educación Superior relevadas cuentan con un espacio dedicado a este tipo de proyectos (área o centro de emprendedores especializado, de gestión y desarrollo). Y la mitad de ellas ofrece contenidos formativos vinculados a la temática.
En el ámbito universitario privado de AMBA, la “oferta emprendedora”, varía en función de las 4 dimensiones mencionadas (Alvord, Brown y Letts, 2004):

2.3. Conclusiones

Al analizar las características de la oferta emprendedora presente en las universidades públicas de gestión privada en el AMBA durante el período 2018-2020 es posible identificar algunos aspectos de interés.
Para comenzar, se destaca que, aunque las Iniciativas de apoyo constituyen el aspecto más relevante para el posicionamiento de las instituciones en el “ecosistema emprendedor” (Rusque, 2004) la presencia de Formación y Organización institucional especializadas son las dos dimensiones que consideramos centrales al referirnos a las universidades (Delicio, 2016).
Además, para el abordaje de las Iniciativas se distingue un indicador adicional (Villa Sánchez, 2014) referido al nivel de continuidad institucional que adquieren las acciones de apoyo mediante fondeo (iniciativas con inversión de capital) para los emprendedores:

Respecto de los datos sobre el tipo de abordaje institucional de las Iniciativas (cuarta dimensión) consideramos que su relevancia es alta, dado que permiten inferir los recursos que se destinan a los emprendimientos y su lugar en los objetivos institucionales.
Por otra parte, como resultado de los hallazgos en la comunicación institucional analizada, se determina que la “oferta emprendedora” se orienta en su mayoría a dos tipos de emprendimientos: los de base tecnológica y los vinculados a comunicación o diseño que constituyen el 80% de las menciones en términos de los recursos totales en las 4 dimensiones analizadas.

En cuanto a la incidencia de los emprendimientos sociales en relación con cada dimensión de la oferta emprendedora, también aparecen algunos aspectos de interés que proponemos analizar. En este este sentido, respecto de la Formación, ninguna universidad privada en AMBA ofrece actualmente un contenido concreto respecto de esta orientación.
Y se menciona que tampoco se recuperan casos de Organizaciones institucionales ni Iniciativas de apoyo que sean específicas para emprendedores sociales. Lo que implica que deban competir con el resto de las propuestas de emprendimiento en términos de recursos en el marco de estas instituciones de Educación Superior.
En síntesis, hemos observado que los hallazgos se limitan a la dimensión 3, dado que la comunicación de iniciativas del “ecosistema emprendedor” o la integración de redes que incluye la categoría social aparece en un 8% de las menciones, incluyendo contenidos de otros actores públicos y privados.

3. Consideraciones finales

En línea con el trabajo de Giraldo Mejías y Varna Horna (2018) en el caso de las universidades privadas argentinas, la limitación de Formación e Iniciativas de emprendedores sociales contrasta significativamente con su pertenencia a las redes especializadas en el tema. Los casos más significativos son la integración de alianzas: la Red UNES y la Red de Innovación social que constituyen dos nodos de gran relevancia a nivel teórico y de investigación, aunque no han redundado en hallazgos significativos acerca del trabajo concreto de las universidades argentinas participantes.
Dado que la formación en las universidades influye de manera directa en la intención de emprender (Solesvik, Westhead,Matlay, & Parsyak, 2013; Kolvereid & Moen, 1997) es especialmente relevante considerar que nuestro trabajo muestra que mientras la mitad de las instituciones de educación superior relevadas ofrecen formación emprendedora, ninguna lo hace con la orientación social.
Creemos de interés mencionar que en el marco de este mapeo se realizaron algunos relevamientos complementarios que fueron desarrollados por equipos de investigación conformados por estudiantes de los últimos años de las carreras de Ciencias Económicas. Estos diseñaron e implementaron dos instrumentos de recolección de datos cualitativos aplicados a una muestra de 4 universidades de gestión privada y dos casos de control, integrados por 2 universidades de gestión pública de AMBA.
El primero es un cuestionario aplicado a 5 integrantes aleatorios del claustro de cada institución de Educación Superior (1 docente y 4 estudiantes) sobre su conocimiento respecto de la oferta emprendedora de su universidad de pertenencia. El segundo consiste en una entrevista semiestructurada que se realizó en forma presencial a los referentes institucionales de los centros de emprendedores en estas instituciones que pudo cumplimentarse en 4 de los casos mencionados.
Entre los hallazgos de este trabajo de campo creemos pertinente mencionar los aspectos referidos a los emprendimientos sociales. Estos nos permiten, no solamente cimentar las conclusiones arrojadas por el mapeo sino también, explorar algunas oportunidades respecto de la promoción de estas iniciativas en nuestras instituciones de Educación Superior.
Como resultado de este abordaje complementario se identificó que el 97 % de los estudiantes y docentes consultados está familiarizado con la temática emprendedora. Pero, el 70% de los estudiantes de las 4 instituciones que constituyen la muestra desconoce la categoría de emprendimiento social. Esto demuestra la vacancia de un abordaje complementario.
Paralelamente 3 de los 4 referentes de las universidades públicas de gestión privada consultados niegan la especificidad de esta categoría en las Iniciativas que se desarrollan en la propia institución, lo que a nuestro entender también explica en gran medida la posición marginal de los emprendimientos sociales en las universidades de gestión privada.
Para futuros trabajos será especialmente relevante profundizar en investigaciones sobre las trayectorias de los participantes de las formaciones sobre emprendimiento, así como en las percepciones de los docentes colaboradores y de los estudiantes respecto de la participación en las distintas actividades vinculadas. Por otra parte, el análisis de los archivos de los centros de emprendedores y los resultados de sus acciones, en sus distintos niveles, especialmente el de las Iniciativas, revisten gran importancia para considerar el grado de evolución de los procesos que desarrollan.
Finalmente, es necesario indagar en las experiencias concretas de los emprendedores sociales respecto de las iniciativas de apoyo presentes en las distintas instituciones de Educación Superior, evaluando los procesos en los que participaron y sus aportes concretos en términos de Iniciativas. Esto sin duda permitirá una mayor comprensión del rol que las universidades públicas de gestión privada han desarrollado en los procesos de apoyo a los emprendedores, consolidación de las empresas y efectiva contribución a la construcción efectiva de la innovación social.

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