Por Daniel do Campo Spada
(TV Mundus para CEDIAL)
La Argentina es un país sorprendente. No lo decimos por ser argentinos ya que los extranjeros lo reconocen. En semanas cambia la economía, la política, el estado de ánimo. Siete días atrás, en una movida de último momento y violando la veda, tres consultoras dijeron que Macri iba a ganar las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) por uno o dos puntos. Los mercados celebraron y el día anterior los diarios oficialistas mostraron el optimismo armado. Al día siguiente la oposición ganaba por quince puntos de diferencia y comenzaba un derrumbe impensado para propios y extraños y que todavía no tiene piso. Con el miedo al fraude por las sospechas que despierta la empresa Smartmatic y su sistema de transmisión de datos, el domingo 11 de agosto el 73 % de los ciudadanos hicieron una votación que ha marcado un antes y un después. Cerca de las 22 hs, cuando nadie disponía de datos oficiales y al límite de la autorización horaria para empezar a difundir datos privados, apareció en el búnker de Cambiemos el Presidente Macri secundado por María Vidal y Horacio Rodríguez Larreta. Las caras pre-anunciaban que se estaba muy lejos de los ridículos bailecitos con que torturaron a la ciudadanía en los últimos doce años (desde que en 2007 ganaron en CABA). Muy serio, el Jefe de Estado dijo “hicimos una mala elección” sin dar mayores detalles. Al final de su discurso de diez minutos agregó “bueno, ahora a dormir y mañana a seguir trabajando”.
Dos horas después, a la medianoche, en las oficinas del Banco Provincia en la Ciudad de Buenos Aires, cerca de treinta personas se pasaron factura. Macri insultando a todos por no haberle avisado que iba a perder y haciendo a todos responsables de la derrota (incluso al publicitario Jaime Durán Barba que se fue de regreso a su país) amenazó con renunciar. Lo contuvieron Marcos Peña y Miguel Pichetto. Revoleó un platito de plástico y se iba a la sala contigua a ver los goles de Fox Sport. No estaba el Ministro de Economía Nicolás Dujovne que terminaría renunciando el sábado 17.
El lunes a las 8 de la mañana en la Casa Rosada, Macri recibió a Guido Sandleris, Presidente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) y le dio la orden de disparar el dólar. La casa de la moneda salió ofreciendo antes de la apertura de los mercados el dólar a $ 51.- lejos de los $ 46,02 del viernes previo a los comicios. A media mañana y con el silencio del primer mandatario, el valor llegó a tocar los $ 65 para bajar un poco hasta $ 59.- A las tres de la tarde, el líder de la ultraderecha dio una desacostumbrada conferencia de prensa en la que acusó a la gente por haber dado el triunfo al Frente de Todos. “Esto es una muestra de lo que les puede pasar si quieren volver al pasado. En Octubre, antes de votar, piensen”, expresó en un mensaje que lo mostró sin caretas, como siempre fue el niño rico acostumbrado a las mieles del triunfo comprado de antemano.
El martes volvió a hablar con la misma virulencia del lunes. Ya no tenía a Durán Barba al lado y su despecho hacia sus colaboradores lo puso violento. Macri incluso había abandonado sus lecciones de foniatría y volvió a hablar con su “papa en boca” tan característico en las clases acomodadas. En esta ocasión le pidió a Alberto Fernández “que se haga cargo”. El candidato del Frente de Todos no es el Presidente pero el ocupante de la Casa Rosada descargaba en él el descalabro económico de los siguientes días al comicio. Esa noche lo durmieron con pastillas y no quería salir de la Quinta Presidencial de Olivos. Su esposa Juliana Awada tiene que estar siempre a la vista. De hecho, a su hija Antonia la cuida una asistente para permitirle a su madre estar literalmente todo el día junto a él.
Al otro día, por intermediación de Awada, con una cámara y un telepronter le hicieron grabar un mensaje que fue grabado tres veces por los furcios dictivos que tiene el Presidente. Allí, en un texto escrito por un colaborador que no pudimos confirmar, pedía perdón por las declaraciones de los días anteriores en las que había ofendido a los votantes peronistas. Pidió un diálogo que jamás dio en casi toda su gestión y llamó a Fernández. La conversación telefónica duró quince minutos, pero le sirvió a Macri para intentar involucrarlo. “Hemos hablado de este problema”, agregó intentando hacer co-responsable al peronismo de lo que es el derrumbe del PRO.
El jueves 15, violando la ley electoral que impide actos proselitistas 45 días antes de las elecciones generales Cambiemos juntó a mil dirigentes en el CCK. Allí apelaron a su habitual discurso motivacional que tuvo su principal ariete en Elisa Carrió (¿no habría que evaluarla psicológicamente?). La Diputada Nacional dijo “no le hablo a los pobres… le hablo a los nuestros, que están están esquiando en Europa… y el verano europeo es diviiiiino… les pido que vuelvan y voten… porque en Octubre vamos a ganar por paliza”. Lo peor no es el desequilibrio mental de la mencionada, sino el aplauso generalizado al discurso que terminó con un “de Olivos nos sacan muertos”. Muy lejos del espíritu que debe reinar en una democracia.
Ese mismo día Macri, con la ausencia mediática de Nicolás Dujovne anunció tres o cuatro medidas de bajo impacto en un contexto inflacionario. Subió el mínimo imponible para el Impuesto a las Ganancias (el mismo que dijo que iba a sacar y que hoy pagan el doble de los trabajadores), sacó el IVA a los alimentos esenciales (de difícil aplicación técnica y absorbido por una inflación del 20 % en la primer semana poselectoral), aumentó un 40 % la Asignación Universal por Hijo (AUH) después de dos años de congelamiento y dio un paso impensado. Congeló por 90 días el precio de los combustibles. Esa noche lo llamó incluso el ex Ministro de Energía y Directivo de Shell (que ahora vive en Londres) Juan José Aranguren representando el horror de un sector que fue su aliado desde antes de asumir. Amenazaron con sacar la nafta de los surtidores y el Presidente les aplicó por Decreto la Ley de Abastecimiento que tanto le criticaron al último gobierno peronista.
A los siete días de una derrota que tuvo magnitudes que sorprendieron a propios y extraños, el Gobierno del PRO y la UCR está a la deriva. A punto tal que Nicolás Dujovne, presentó su renuncia por no coincidir en su ortodoxia de déficit fiscal cero. No aceptó las tres medidas “populistas” de un Macri desesperado y se fue a vivir a Estados Unidos. Solo en la corrida del lunes ganó $ 82 millones por tener su patrimonio en dólares y depositado en el exterior. Simplemente para cerrar la puerta lo reemplaza Hernán Lacunza, su par de la Provincia de Buenos Aires.
Hay un final de ciclo. El régimen se resquebrajó más violentamente de lo que nadie esperaba, pero al pueblo le quedan cuatro largos meses. Si solo en una semana todo ha cambiado tanto, imaginemos en dieciséis semanas más.